Volvemos a los 80: EL RENACER DE LA SENDA DE LA droja DE VILLAVERDE: PLAGA DE CHINCHES Y 200 YONKIS AL DÍA

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Tres toxicómanos se dan la vuelta tras encontrar en los narcopisos de San Dalmacio a la Policía
Tres toxicómanos se dan la vuelta tras encontrar en los narcopisos de San Dalmacio a la Policía DE SAN BERNARDO
CARLOS HIDALGO
Madrid

13/11/2023
Actualizado a las 10:49h.

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Las grandes ciudades siempre se rompen por las mismas costuras. Aunque vuelvan a coserse, no van más allá de frágiles hilvanes. Y eso es lo que le ocurre a la zona más al sur del distrito de Villaverde, donde tras dos años de relativo paréntesis sin tanta venta de droja en los pisos malditos de la calle de San Dalmacio, 1, la pesadilla ha regresado. Para colmo, una plaga de chinches asuela estos días algunas de las viviendas okupadas, como pudo comprobar ABC hace unos días, cuando la comisión judicial y los policías municipales que acudieron a realizar dos desahucios tuvieron que entrar en un segundo y un tercer piso con mascaras y cubiertos con trajes EPI. Como si de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo de el bichito se tratara de nuevo. Pero la enfermedad endémica es otra, una que también corre como un caballo desbocado por las venas.
San Dalmacio fue hasta mayo de 2021 un coladero de allanadores pero también de traficantes de todo tipo de sustancias. Fue allí y en el otro escenario que saldrá más adelante en esta historia donde la organización criminal de pandilleros latinos y explotadores sensuales engancharon a la droja y prostituyeron a varias niñas tuteladas en centros de la Comunidad de Madrid. El infierno de la operación Sana.

Esta semana, no paraban de pulular, a las doce de la mañana y pese a la visible presencia policial, drojadictos en las últimas en busca de sus dosis de turno. Arrastrando sus huesos hasta este lugar de la capital donde da la vuelta el aire. Llevaban la desesperación pintada en sus caras.
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La colonia de Villaverde está tomada por narcopisos y camellos que venden a plena luz del día en la calle
Valgan unos primeros datos para hacerse una idea de lo que se vive en este costado de la avenida de Andalucía, justo al otro lado de San Cristóbal de los Ángeles, uno de los barrios más pobres de Madrid: de las 32 viviendas sociales que se reparten en los cuatro bloques de San Dalmacio, 1, apenas una tiene propietario. Luego, hay dos o tres con inquilinos legales. El resto está tomado por okupas. Y, de estas últimas, en numerosas se trafica con droja. Las 24 horas del día.
«Paso mucho miedo»
Ibrahima lleva en Madrid desde 2021. Es muy alto, delgado por malnutrición, tiene 22 años, que bien podrían ser diez más por lo castigado que lo tiene la miseria, y llegó a España tras salir en patera de su Malí natal.
«Vivo de okupa con cuatro compañeros más en uno de los pisos –reconoce–, pero aquí se pasa muy mal. La culpa es de los que se han metido a vender drojas en las otras casas. Reconozco que paso mucho miedo, porque cada vez que viene la Policía temo que me lleven, porque no tengo papeles». El joven, que recalca que él no es camello, dice que la convivencia es nefasta y señala «a los grupos de latinos» que se encargan de controlar el cotarro.
La Policía Municipal, con trajes EPI, lista para entrar en los pisos okupas con chinches
La Policía Municipal, con trajes EPI, lista para entrar en los pisos okupas con chinches DE SAN BERNARDO
Sin empleo, con una sudadera que no lo salva del frío y en chanclas, sale de San Dalmacio a hacer una pequeña compra. Se le ve afectado por las condiciones en las que pasa su día a día, sin poder conseguir trabajo. «Pero lo empeora todo la gente que hay aquí. Se producen muchas peleas, entre los que venden y los que vienen a comprar. Llegan chicas jóvenes y se pegan, se insultan…», afirma con resignación, dejando en el aire que allí dentro se cometan también agresiones sensuales.
Dos desahucios en una hora
Las dos órdenes de desahucio del día se ejecutan entre las doce y la una de la tarde. Son grupos de dominicanos, y otros que llevan ya años en el barrio identifican a personas de este origen como los culpables de los narcopisos de San Dalmacio. «Pero no son solo hombres adultos; también mujeres y chicos de bandas latinas», acierta a explicar José [nombre falso], que lleva allí cuatro años de alquiler: «Por un lado, las casas sirven para guardar la droja. Pero ahora están yendo a comprar directamente allí y también consumen. Otras veces se ponen a drojarse en una esquina, junto a mi vivienda, y he tenido que colocar una cámara de videovigilancia en mi ventana, para que no se acerquen tanto».
Efectivamente, desde el primer piso el artilugio enfoca a la calle, a lo que queda de la entrada desvencijada a la zona interbloques. «Cada día pasan por aquí 200 o 300 yonkis, para comprar. Se pelean, se insultan… Es cierto que la cosa mejoró cuando la Policía hizo la redada de 2021, pero se ve que ya han debido de salir de la guandoca y aquí están, vendiendo droja a todas horas», sentencia.
Dos toxicómanas, en la puerta de una nave industrial, en Marconi
Dos toxicómanas, en la puerta de una nave industrial, en Marconi DE SAN BERNARDO
Cuando fueron expulsados los toxicómanos de allí, hace más de dos años, se trasladaron a la ya de por sí castigada zona de Marconi, a la estación de Villaverde Alto que comparten Renfe y Metro, y al polígono El Gato, antaño atestados de cortesanas y proxenetas. Montaron entonces un enorme campamento de la droja ante el que los vecinos de la colonia no se quedaron de brazos cruzados. «Estaban donde la Nave Ontime, en la calle del Zafiro. Se empezaron a meter ahí», detallan a este periódico en la
Hartazgo vecinal
Asociación de Vecinos de Marconi. «Estuvimos mandando una media de 1.500 o 1.600 correos electrónicos a la Delegación del Gobierno, a la junta de distrito… para colapsarlos. Era un campamento con una sala de 200 metros cuadrados, donde se vendía, pero también con habitaciones donde consumían», relata. Los fumaderos de toda la vida. Como si de una nueva Cañada Real se tratara.

Fuentes policiales explican que «esta historia es la de nunca acabar»: «Suelen tener pocas cantidades de droja en los pisos –heroína, cocaína, 'basuco'…– y así es muy complicado conseguir una orden judicial para una entrada y registro. Además, en cuanto se les echa, viene luego alguien que incluso tira abajo los ladrillos con los que se condenan las ventanas, y vuelven a entrar. Los narcopisos se consideran jovenlandesadas jurídicamente y hay que tener muy probado que su uso es el de punto de venta de droja para poder lograr su expulsión».
Juan, de Marconi, afirma que los ve «cada día, pero por Villaverde Alto y en El Gato, y eso es una locura». Asegura que «se está notando la llegada del fentanilo», porque desde hace muchos años ve a personas enganchadas a la heroína, «y lo que hay ahora no es normal». Como zombis, los ve: «Hasta uno metió la mano en mi mochila, para robarme, y le tuve que dar dos sopapos». Hay cuchilladas entre ellos.
Peligro en la estación
Un recorrido en persona por las zonas señaladas por Juan confirma sus palabras. En la calle de San Mamés, en pleno polígono industrial, conviven mujeres prostituidas (muchas, muy jóvenes) con algunas chabolas de la peor calidad en las que, a plena luz del día, van y vienen compradores de drojas de toda índole. Incluso en tiendas de campaña. Una estampa desoladora en medio de naves de empresas en las que el movimiento es mínimo: una furgoneta que entra por aquí, un joven barrendero que limpia la inmundicia por allá y coches en una explanada en la que las las esclavas sensuales dan servicio a los clientes a plena luz del día.
Personas que acaban de ser desahuciadas de San Dalmacio, 1
Personas que acaban de ser desahuciadas de San Dalmacio, 1 DE SAN BERNARDO
En la calle del Valle de Tobalina, en Ciudad de Frías, en Bascuñuelos, el paisanaje no es mejor. Una docena de chamizos pespuntean los alrededores más próximos de la estación de Villaverde Alto, donde meterse se está convirtiendo en práctica de riesgo. Enfrente, una parada de la EMT y más bares y empresas. Como un negocio de joyería donde recientemente robaron miles de euros. Y, enfilando hacia Parquesur, la senda de la droja continúa, como si nadie la viera, como si fuera invisible. Pero todos saben que está ahí. La cara B de Madrid. Una realidad demasiado común, demasiado molesta para la mirada desde el coche oficial. Entre tanta inmundicia y tercermundismo, el tiempo parece que se ha parado para los parias del sur de Villaverde, para los que nunca acuden a votar.
Pasa lo que queda de un hombre por la estación. Viene de San Dalmacio a pie: «Había polis en la puerta».

https://www.abc.es/espana/madrid/re...rde-plaga-chinches-200-20231112043021-nt.html
 
Cinco años de socialismo y hemos vuelto a los 80, no quiero ni pensar como vamos a estar dentro de otros cuatro años.
 
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