Para los españoles que enfrentan al chavismo
https://es.panampost.com/asier-mora...para-los-espanoles-que-enfrentan-al-chavismo/
Las circunstancias, entre la España actual y la Venezuela de hace veinte años, son muy disímiles pero los procesos de fondo tienen similitudes relevantes
Las comparaciones siempre son odiosas, decía Cervantes a través del Quijote. Un principio claramente aplicable a la intimidad individual y a las personas. Sabemos que nadie encuentra simpático ser objeto de equiparaciones.
Si queremos exagerarlo un poco, podemos decir que una comparación es incapaz de dar completa cuenta de la cerrada exclusividad de cada fenómeno. En cualquier caso, ese tampoco es su propósito.
No obstante, negarnos a usar las herramientas con las que contamos para analizar semejanzas, posiblemente implique perdernos en el caos. No podríamos poner dos naranjas en la misma bolsa. Es innecesario condenar toda comparación, si tenemos claro de antemano los límites del proceso.
¿Cabe equiparar el actual gobierno socialista español con el chavismo?
A los ojos de todos los demás, los venezolanos debemos parecer severamente traumatizados. Con preocupante reincidencia, nos mantenemos ofreciendo precauciones y llamadas de atención, buscando que nadie viva lo que nosotros atravesamos. Sabemos que no hay quien escarmiente en cabeza ajena, pero no podemos evitar intentarlo.
Las circunstancias, entre la España actual y la Venezuela de hace veinte años, son muy disímiles, desde luego. Aunque inteligente, enumerar la características contrastantes entre dos naranjas no hace que sean frutas diferentes. Los procesos de fondo que enfrenta el ciudadano tienen similitudes relevantes, susceptibles de revisión.
La excusa de hoy es la emergencia
En este momento hay la condición sanitaria que afecta toda la cotidianidad y, por lo tanto, a la política. Es el punto ideal para solicitudes del tipo “arrimar el hombro”, como descaradamente intentara Rodríguez Zapatero en la crisis económica del 2009.
El mismo fenómeno carente de imaginación lo encontramos en la súplica por “lealtad” que construye el dueto Sánchez-Iglesias. Una propuesta que sería mínimamente verosímil si no se acompañara del constante ataque a la oposición y, mucho peor, de una pésima gestión de la crisis, plagada de displicencia e irregularidades. Curiosamente, el intercambio político fértil funciona exactamente al contrario: una oposición capaz de incomodar previene contra la posibilidad de que cualquier gobierno se duerma en los laureles.
Pero los chavistas españoles desean que no se les critique. Lo que casi garantiza que los errores seguirán abundando, dado que sus esfuerzos se centran en ocultarlos no en evitarlos. La irresponsable respuesta socialista seguirá siendo: “el problema es que la oposición nos crítica”. Es decir, el problema es que existe una oposición, porque la ausencia de crítica la logran, por un precio, los dictadores.
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Las circunstancias, entre la España actual y la Venezuela de hace veinte años, son muy disímiles pero los procesos de fondo tienen similitudes relevantes
Las comparaciones siempre son odiosas, decía Cervantes a través del Quijote. Un principio claramente aplicable a la intimidad individual y a las personas. Sabemos que nadie encuentra simpático ser objeto de equiparaciones.
Si queremos exagerarlo un poco, podemos decir que una comparación es incapaz de dar completa cuenta de la cerrada exclusividad de cada fenómeno. En cualquier caso, ese tampoco es su propósito.
No obstante, negarnos a usar las herramientas con las que contamos para analizar semejanzas, posiblemente implique perdernos en el caos. No podríamos poner dos naranjas en la misma bolsa. Es innecesario condenar toda comparación, si tenemos claro de antemano los límites del proceso.
¿Cabe equiparar el actual gobierno socialista español con el chavismo?
A los ojos de todos los demás, los venezolanos debemos parecer severamente traumatizados. Con preocupante reincidencia, nos mantenemos ofreciendo precauciones y llamadas de atención, buscando que nadie viva lo que nosotros atravesamos. Sabemos que no hay quien escarmiente en cabeza ajena, pero no podemos evitar intentarlo.
Las circunstancias, entre la España actual y la Venezuela de hace veinte años, son muy disímiles, desde luego. Aunque inteligente, enumerar la características contrastantes entre dos naranjas no hace que sean frutas diferentes. Los procesos de fondo que enfrenta el ciudadano tienen similitudes relevantes, susceptibles de revisión.
La excusa de hoy es la emergencia
En este momento hay la condición sanitaria que afecta toda la cotidianidad y, por lo tanto, a la política. Es el punto ideal para solicitudes del tipo “arrimar el hombro”, como descaradamente intentara Rodríguez Zapatero en la crisis económica del 2009.
El mismo fenómeno carente de imaginación lo encontramos en la súplica por “lealtad” que construye el dueto Sánchez-Iglesias. Una propuesta que sería mínimamente verosímil si no se acompañara del constante ataque a la oposición y, mucho peor, de una pésima gestión de la crisis, plagada de displicencia e irregularidades. Curiosamente, el intercambio político fértil funciona exactamente al contrario: una oposición capaz de incomodar previene contra la posibilidad de que cualquier gobierno se duerma en los laureles.
Pero los chavistas españoles desean que no se les critique. Lo que casi garantiza que los errores seguirán abundando, dado que sus esfuerzos se centran en ocultarlos no en evitarlos. La irresponsable respuesta socialista seguirá siendo: “el problema es que la oposición nos crítica”. Es decir, el problema es que existe una oposición, porque la ausencia de crítica la logran, por un precio, los dictadores.