Estamos educados por la televisión y las charos de la educación pública: hemos heredado la repugnante forma de ser de los programas de la TV y la amargura existencial de las mujeres españolas, fuente principal de odios, resentimientos y, en general, todo lo malo que hay en el país.
Educados por mamá y la abuela, al colegio con maestras cincuentonas, a la universidad con activistas sociales feministas, juezas y médicos hembras cuarentonas, etc. En la TV las putas del sálvame y programas del corazón, mujeres de toreros, putas del gran hermano y mujeres y hombres y viceversa.
El problema del país es que las mujeres nunca debieron alcanzar el estatus de hombre adulto. Las españolas son como las árabes: niños pequeños dependientes.