Desencantado
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¿Sueñan los obreros con ovejas eléctricas?
Mi colega y sin embargo amigo Arcadi Espada mantiene conmigo un aire de desdeñosa superioridad cada vez que discutimos de cocina y un complejo de inferioridad que no puede superar cuando hablamos de tecnología. Las dos cuestiones resultan muy chocantes, porque quien sabe cocinar entre los dos soy yo y él está mucho más dotado para las nuevas tecnologías.
"Así es la vida, Amén, amor y purgaciones", que decía uno de los personajes de Marsé en 'Si te dicen que caí'. Su complejo le viene del hecho de que he accedido a la posesión de un iPhne 3 G S 32 gigas antes que él, mientras sustenta su arrogancia en el hecho de que es uno de los afortunados mortales que puede cenar en El Bulli. Él sospecha que he conseguido mi iPhone gracias a alguna oscura transacción moral y yo creo que él habrá peloteado lo suyo para que le reserven mesa con cierta antelación.
De resultas de este desencuentro, él ha empezado a insistir en el gentilicio, -"el periodista de Burgos", escribe, poniendo retintín en la antonomasia- y resume mis posiciones favorables a la cocina clásica con una sola expresión. "¡Pochas!" dice, con un mohín de disgusto. Comprenderán los lectores que el sentimiento predominante en ambos es la envidia. No se puede tener todo, en fin.
Pero esta es otra historia, mera contextualización. Hoy, La Gaceta, el periódico de Intereconomía, saca a su portada la noticia que pueden ver. Un dirigente de UGT, llamado Patxi San Juan, es sorprendido a la salida de El Bulli, después de darse un homenaje en compañía de los otros dos hombres de la foto cuya identidad no se revela. Nótese la cara de satisfacción del dirigente obrero.
Desde la legitimidad que me confieren mis posiciones gastronómicas y el hecho de no haber estado nunca en El Bulli, me veo obligado a criticar este alarde crítico. Allá en los tiempos del becerro de oro en la España pelotazale, cuando éramos el país de Europa en el que nos podíamos hacer ricos en menos tiempo, se hizo popular una expresión a caballo entre la gastronomía y los negocios: "¡Cuántas ensaladas de bogavante tenemos que meternos entre pecho y espalda para llevar los garbanzos a casa a fin de mes!"
A mí me parece muy bien que los sindicalistas no estén cortados únicamente por el patrón de la tosquedad de Méndez, que sepan alternar en los salones y se impongan en el lenguaje semilíquido de la cocina de autor. Aunque me esté mal decirlo precisamente a mí, sería impropio que el secretario de innovación, no superara en concepto 'callos y morros' en lo gastronómico. Lo preocupante, por otra parte, sería que él hubiera pagado la cena, lo que no parece probable. De esas esferificaciones y espumas se nutrirán las metáforas reivindicativas del mañana. Todo no va a ser 'arrimar el hombro', 'tirar del carro' o cualquiera de esas locuciones semovientes tan del agrado de la clase dirigente que tenemos hoy en día. Sólo puede representarnos con dignidad un sindicalista que sepa manejar el cubierto del pescado y sea capaz de navegar sin naufragios por la carta de vinos.
Fuente: El Blog de Santiago González
Pura anécdota, por mí que cene donde le dé la gana. Y que le den por el Bulli.
Lo interesante sería saber cómo llegó y cómo se fué del restaurante. A mí esta figura del sindicalista con chófer, normalmente un "compañero" (de correrías) me ha parecido siempre de lo más turbadora (separado, no se vayan ustedes a pensar), y una de las claves que explica la situación actual.
A las mariscadas, pero esferificadas!
Mi colega y sin embargo amigo Arcadi Espada mantiene conmigo un aire de desdeñosa superioridad cada vez que discutimos de cocina y un complejo de inferioridad que no puede superar cuando hablamos de tecnología. Las dos cuestiones resultan muy chocantes, porque quien sabe cocinar entre los dos soy yo y él está mucho más dotado para las nuevas tecnologías.
"Así es la vida, Amén, amor y purgaciones", que decía uno de los personajes de Marsé en 'Si te dicen que caí'. Su complejo le viene del hecho de que he accedido a la posesión de un iPhne 3 G S 32 gigas antes que él, mientras sustenta su arrogancia en el hecho de que es uno de los afortunados mortales que puede cenar en El Bulli. Él sospecha que he conseguido mi iPhone gracias a alguna oscura transacción moral y yo creo que él habrá peloteado lo suyo para que le reserven mesa con cierta antelación.
De resultas de este desencuentro, él ha empezado a insistir en el gentilicio, -"el periodista de Burgos", escribe, poniendo retintín en la antonomasia- y resume mis posiciones favorables a la cocina clásica con una sola expresión. "¡Pochas!" dice, con un mohín de disgusto. Comprenderán los lectores que el sentimiento predominante en ambos es la envidia. No se puede tener todo, en fin.
Pero esta es otra historia, mera contextualización. Hoy, La Gaceta, el periódico de Intereconomía, saca a su portada la noticia que pueden ver. Un dirigente de UGT, llamado Patxi San Juan, es sorprendido a la salida de El Bulli, después de darse un homenaje en compañía de los otros dos hombres de la foto cuya identidad no se revela. Nótese la cara de satisfacción del dirigente obrero.
Desde la legitimidad que me confieren mis posiciones gastronómicas y el hecho de no haber estado nunca en El Bulli, me veo obligado a criticar este alarde crítico. Allá en los tiempos del becerro de oro en la España pelotazale, cuando éramos el país de Europa en el que nos podíamos hacer ricos en menos tiempo, se hizo popular una expresión a caballo entre la gastronomía y los negocios: "¡Cuántas ensaladas de bogavante tenemos que meternos entre pecho y espalda para llevar los garbanzos a casa a fin de mes!"
A mí me parece muy bien que los sindicalistas no estén cortados únicamente por el patrón de la tosquedad de Méndez, que sepan alternar en los salones y se impongan en el lenguaje semilíquido de la cocina de autor. Aunque me esté mal decirlo precisamente a mí, sería impropio que el secretario de innovación, no superara en concepto 'callos y morros' en lo gastronómico. Lo preocupante, por otra parte, sería que él hubiera pagado la cena, lo que no parece probable. De esas esferificaciones y espumas se nutrirán las metáforas reivindicativas del mañana. Todo no va a ser 'arrimar el hombro', 'tirar del carro' o cualquiera de esas locuciones semovientes tan del agrado de la clase dirigente que tenemos hoy en día. Sólo puede representarnos con dignidad un sindicalista que sepa manejar el cubierto del pescado y sea capaz de navegar sin naufragios por la carta de vinos.
Fuente: El Blog de Santiago González
Pura anécdota, por mí que cene donde le dé la gana. Y que le den por el Bulli.
Lo interesante sería saber cómo llegó y cómo se fué del restaurante. A mí esta figura del sindicalista con chófer, normalmente un "compañero" (de correrías) me ha parecido siempre de lo más turbadora (separado, no se vayan ustedes a pensar), y una de las claves que explica la situación actual.
A las mariscadas, pero esferificadas!
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