Si el Dios de los xtnos. es bueno, ¿cómo es que mandó a los judíos apiolar a los niños y bebés de los cananeos, cosa que efectivamente esos hicieron?

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Madmaxista
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Si el Dios de los cristianos es bueno, ¿cómo es que mandó a los judíos apiolar a los niños y bebés de los cananeos, cosa que efectivamente esos hicieron?

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Los judíos dan el pasaporte a los cananeos


PREGUNTA 1.- En los fórums, hay juiciosas cuestiones que han sido suscitadas en lo que se refiere al hecho de que Dios hubiese ordenado a los judíos cometer un «genocidio» contra los habitantes de la tierra prometida. Como usted ha indicado en algunos de sus escritos, este acto no corresponde al concepto occidental según el cual Dios es un gran papá indulgente en el cielo. Cierto, podemos encontrar una explicación al hecho de que estas personas están sometidas al juicio de Dios a causa de sus pecados, la idolatría, los sacrificios de sus niños, etc... Pero la cuestión más espinosa es la que atañe al asesinato de niños y de bebés. Si los niños son de corta edad, son inocentes de los pecados que su sociedad ha cometido. ¿Cómo conciliar este mandamiento de Dios de apiolar a los niños con el concepto de su santidad?
Gracias,
Steven Shea

PREGUNTA 2.- Le he oído decir que está justificada la violencia del Antiguo Testamento basándose en que Dios utilizó al ejército israelita para juzgar a los cananeos y que su eliminación por parte de los israelitas es jovenlandesalmente justa, dado que los israelitas obedecían al mandato de Dios (sino, estos habrían cometido un error al no obedecer a Dios en ello). Esto se parece un poco a la manera en que los fiel a la religión del amores entienden la jovenlandesal, su justificación de la violencia de Mahoma y demás actos jovenlandesalmente dudosos (los fiel a la religión del amores definen la jovenlandesalidad como el hecho de hacer la voluntad de Dios). ¿No ve usted alguna diferencia entre la justificación que usted hace de la violencia del AT y la justificación islámica de Mahoma y de las aleyas violentas del Corán? ¿La violencia, los actos y las aleyas jovenlandesalmente contestables del Corán son buenos argumentos para dirigirse a los fiel a la religión del amores?
Anónimo
Afganistán



RESPUESTAS DE WILLIAM LANE CRAIG:

Según el Pentateuco (los cinco primeros libros del Antiguo Testamento), cuando Dios condujo a su pueblo en su salida de la esclavitud en Egipto y les dijo de volver al país de sus ancestros, les ordenó apiolar a todos los clanes cananeos que vivían en el país. (Deuteronomio 7:1-2; Deuteronomio 20:16-18). La destrucción debía ser integral: todos los hombres, mujeres y niños debían ser muertos. El libro de Josué cuenta la historia de la manera con la que Israel ejecuta la orden de Dios, municipio tras municipio en Canaán.

Estas historias chocan contra nuestras sensibilidades jovenlandesales. Irónicamente, sin embargo, nuestras sensibilidades jovenlandesales en Occidente han sido de sobras, y para numerosas personas inconscientemente, moldeadas por nuestra herencia ****ocristiana, que nos ha enseñado el valor intrínseco de los seres humanos, la importancia de tratar con justicia —y no caprichosamente—, y la necesidad de aplicar un castigo proporcionado al crimen cometido. La misma biblia inculca los valores que estos relatos parecen violar.

La orden de apiolar a todos los habitantes de Canaán es desconcertante, precisamente porque parece estar en contradicción con la imagen de Yavé, el Dios de Israel, que se desprende de las Escrituras hebraicas. Contrariamente a las declaraciones vituperantes de personas como Richard Dawkins, el Dios de la biblia hebraica es un Dios de justicia, de paciencia y de compasión.

No se puede leer a los profetas del Antiguo Testamento sin conocer el sentimiento de preocupación profunda de Dios por los pobres, los oprimidos, los disminuidos, los huérfanos, etc. Dios exige leyes justas y dirigentes justos. Él implora literalmente a los hombres a que se arrepientan de sus malos caminos a fin de no tener que condenarlos. «Pero yo, el Señor, juro por mi vida que no quiero la fin del malvado, sino que cambie de conducta y viva. Israel, deja esa mala vida que llevas. ¿Por qué habrás de morir?» (Ezequías 33:11).

Él envía incluso un profeta a la ciudad pagana de Nínive movido compasivamente por sus habitantes, «que no saben distinguir su derecha de su izquierda» (Jonás 4:11). El Pentateuco mismo contiene los Diez Mandamientos, uno de los mayores códigos jovenlandesales de entre los antiguos, y que ha moldeado a la sociedad occidental. Incluso la prescripción «ojo por ojo y diente por diente» no era una prescripción que invitase a la venganza, sino para controlar, para garantizar que una pena no sea excesiva con relación al crimen cometido, siendo así útil para moderar la violencia.

El juicio de Dios en modo alguno es caprichoso. Cuando el Señor anuncia su intención de juzgar a Sodoma y a Gomorra por sus pecados, Abraham solicita con audacia:

«¿Harás también perecer al justo con el malo? Quizá haya 50 justos en medio de la ciudad: ¿los harás perecer también, y no perdonarás a la ciudad a causa de los 50 justos que están en ella? Haced morir al justo con el malo, de modo que reciba tanto el justo como el malo, ¡lejos de ti esta manera de obrar! ¡Lejos de ti! ¿El que juzga a toda la tierra no ejercerá la justicia?» (Génesis 18:23-25).

Como un comerciante de Oriente Próximo que regatea por un buen precio, Abraham baja continuamente su precio, y cada vez que Dios le encuentra, sin dudarlo le asegura a Abraham que si hay ni que sean 10 justos en la ciudad, no la destruirá, debido a ellos.

Entonces, ¿qué hace Yavé ordenando a Israel que tome las armas para exterminar a los pueblos cananeos? Precisamente porque esperamos que Yavé actúe con justicia y compasión es que encontramos estos relatos tan difíciles de comprender. ¿Cómo puede ordenar a los soldados el masacrar a los niños?

Antes de intentar responder a esta difícil cuestión, deberíamos primeramente detenernos y preguntarnos qué está en juego aquí. Supongamos que convenimos que si Dios (que es perfectamente bueno) existe, no habría podido dar una tal orden. ¿Qué se desprende de ello? ¿Que Jesús no resucitó de entre los muertos?, ¿qué Dios no existe? ¡Ciertamente que no! Entonces, ¿cuál se supone que es el problema?

A menudo he oído a divulgadores suscitar esta cuestión, exponerla como una refutación del argumento jovenlandesal en favor de la existencia de Dios. Pero es totalmente falso. La afirmación según la cual Dios no habría podido dar una tal orden no desnaturaliza ni contradice las dos premisas del argumento jovenlandesal que he defendido: 1) Si Dios no existe, los valores jovenlandesales objetivos no existen. 2) Los valores jovenlandesales objetivos existen. 3) Así pues, Dios existe. En realidad, en la medida en que el ateo piensa que Dios ha hecho algo jovenlandesalmente malo al mandar el exterminio de los cananeos, confirma finalmente la premisa 2) Así pues, ¿cuál se supone que es el problema?

El problema, me parece a mí, es que, si Dios no pudo dar una tal orden, entonces los relatos bíblicos en cuestión deben ser falsos. O bien los acontecimientos nunca se produjeron en realidad, sino que solo se trataba de folklore israelita, o bien si se produjeron entonces Israel, cegado por un impulso fervoroso nacionalista, pensando que Dios estaba de su lado, pretendió que Dios ordenó cometer estos actos, cuando en realidad él no lo hizo. En otras palabras, este problema es en realidad una objeción a la inerrancia bíblica.

En realidad, irónicamente, numerosas críticas del Antiguo Testamento son escépticas en cuanto a la realidad de los acontecimientos de la conquista de Canaán. Consideran que estas historias forman parte de las leyendas sobre la fundación de Israel, como puedan serlo los mitos sobre Rómulo, Remo y la fundación de Roma. Según estas críticas, desaparece el problema de una tal orden de Dios.

¡Aquí es donde se da la problemática en una perspectiva totalmente distinta! La cuestión de la inerrancia bíblica es importante, ¡pero no es de la misma importancia que la de la existencia de Dios o de la divinidad de Cristo! Si nosotros, cristianos, no podemos encontrar una respuesta satisfactoria a la cuestión que se nos plantea y estamos, además, persuadidos de que una tal orden es incompatible con la naturaleza de Dios, entonces deberíamos renunciar a la inerrancia bíblica. Pero no debemos permitir que el no creyente que hace esta pregunta se salga con la suya pensando que ello supone más de lo que realmente supone.

Pienso que un buen comienzo de solución a este problema es presentar nuestra teoría ética, la cual sobrentiende nuestros juicios jovenlandesales. Según la visión de la ética mediante la orden divina que he defendido, nuestros deberes jovenlandesales están constituidos por los mandamientos de un Dios santo y que ama. Como Dios no se da mandamientos a sí mismo, no tiene deberes jovenlandesales que cumplir. Seguramente no está sometido a las mismas obligaciones y prohibiciones jovenlandesales que nosotros. Par ejemplo, no tengo el derecho de apiolar a un inocente; para mí, esto sería un asesinato. Pero Dios no tiene una prohibición así. Él puede dar y retomar la vida según considere. Todos nosotros lo reconocemos cuando acusamos a una autoridad que pretende poder tomar la vida de alguien, de «considerarse Dios». En este caso, las autoridades humanas se arrogan derechos que sólo pertenecen a Dios. Dios no tiene ninguna obligación de prolongar mi vida, ni siquiera por un segundo. Si quisiera golpearme de fin ahora mismo, es su prerrogativa.

Ello implica que Dios tiene el derecho de retomar la vida de los cananeos cuando él así lo considere. La duración de su vida y el momento de su fin dependen sólo de él.

El problema no es pues que Dios puso fin a la vida de los cananeos. El problema es que él ha ordenado a los soldados israelitas poner fin a sus días. ¿Acaso no es como mandar a alguien cometer un asesinato? No, no lo es. Siendo más preciso: dado que nuestros deberes jovenlandesales están determinados por los mandamientos de Dios, se trata de ordenar a alguien hacer algo que, en la ausencia de un mandamiento divino, habría sido un asesinato. Este acto fue jovenlandesalmente obligatorio para los soldados israelitas en razón de tratarse de una orden dada por Dios, mientras que habría sido un pecado si estos lo hubiesen hecho por su propia iniciativa.

Según la teoría ética por el mandamiento divino, Dios tiene, pues, el derecho de mandar un acto que, en la ausencia de un mandamiento divino, habría sido un pecado, pero que es ahora jovenlandesalmente obligatorio en razón del mandamiento.

Muy bien, pero, una tal orden, ¿no es contraria a la naturaleza de Dios? Pues bien, examinemos más de cerca la cuestión. Es quizá significativo que el relato de la destrucción de Sodoma por parte de Yavé, así como los compromisos solemnes que tuvo con Abraham, a saber, que si hubiese habido hasta 10 justos en Sodoma la ciudad no habría sido destruida, formen parte del contexto de la conquista de Canaán y del mandamiento de Yavé de destruir las ciudades de esta región. Ello implica que los cananeos no eran individuos justos, sino que merecían recibir la ira de Dios.

En efecto, antes de la esclavitud de Israel en Egipto, Dios dice a Abraham:

«Debes saber que tus descendientes serán extranjeros en un país que no les pertenecerá; ahí, serán esclavos, y se les oprimirá durante cuatrocientos años. Y tus descendientes volverán acá en la cuarta generación, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la maldad de los amorreos [una de las tribus cananeas].» (Génesis 15:13; Génesis 15:16).

¡Hay que tener muy en cuenta esto! ¡Dios suspende su juicio contra los clanes cananeos durante 400 años porque su maldad no alcanzó el punto de lo más intolerable! Es el Dios paciente que encontramos en las Escrituras hebreas. Él incluso deja a su propio pueblo sufrir la esclavitud durante cuatro siglos antes de deducir que los pueblos cananeos han llegado a un punto de no retorno en lo que atañe al juicio y así hacer salir a su pueblo de Egipto.

Los cananeos debían ser diezmados, porque su cultura cananea era, en realidad, pervertida y cruel, incluyendo ahí prácticas tales como la prespitación ritual o incluso el sacrificio de niños. Los cananeos fueron diezmados «para que no os enseñen a imitar todas esas abominaciones que ellos han hecho en honor de sus dioses, y pequéis contra Jehová, vuestro Dios.» (Deuteronomio 20:18). Dios tenía razones jovenlandesales suficientes para su juicio sobre Canaán, e Israel fue tan sólo el instrumento de su justicia, exactamente como unos siglos más tarde Dios utilizaría a las naciones paganas de Asiría y de Babilonia para juzgar a Israel.

¿Pero por qué tomar la vida de los niños inocentes? La espantosa destrucción total de los cananeos fue debida, sin duda alguna, a la prohibición para Israel de asimilarse a unas naciones paganas. Al ordenar la destrucción completa de los cananeos, el Señor dijo: «No contraerás matrimonio con estos pueblos, no darás tus hijas a sus hijos, y no tomarás a sus hijas para tus hijos; ya que desviarían a mis hijos de mí para servir a sus dioses» (Deuteronomio 7:3-4). Este mandamiento forma parte integrante de todo el tejido de la compleja ley ritual judía que distingue entre prácticas puras e impuras. Para el espíritu occidental contemporáneo, numerosas reglas de la ley del Antiguo Testamento nos parecen totalmente raras e inútiles: no mezclar el lino con la lana, no utilizar los mismos recipientes para la carne y para los productos lácteos, etc. La idea maestra de estas reglas es la prohibición de diversos tipos de mezclas. Son establecidas muy claramente líneas de separación: esto y no aquello. Estas líneas constituyen recuerdos cotidianos y tangibles del hecho de que Israel es un pueblo especial, apartado para Dios mismo.

Una vez, un misionero indio me dijo que el espíritu oriental tiene una tozuda tendencia a la amalgamación. Me contó que los hindúes, al oír el Evangelio, sonreían y decían: «Sub ehki eh, sahib, sub ehki eh» («Todo es Uno, sahib, todo es Uno»). Era casi imposible de ganarlos, ya que incluso las contradicciones lógicas eran sometidas al conjunto. Me dijo que pensaba que la razón por la cual Dios dio a Israel tantos mandamientos arbitrarios sobre la pureza y la impureza ¡era enseñarles la ley de la contradicción!

Al establecer dicotomías tan pronunciadas y tan estrictas, Dios enseñaba a Israel que toda forma de asimilación a la idolatría pagana es intolerable. Era su manera de preservar la salud espiritual y la posteridad de Israel. Dios sabía que, si los niños cananeos eran autorizados a vivir, comportarían la pérdida de Israel. La matanza de los niños cananeos fue útil no sólo para impedir la asimilación con la identidad cananea, sino como ilustración desgarradora y tangible del hecho de que Israel es separado exclusivamente para Dios.

Y si creemos —como yo mismo lo creo— que la gracia de Dios se extiende a los de corta edad y a los que permanecen en su infancia, la fin de esos niños fue también para su salvación. Estamos tan limitados a una perspectiva terrena y naturalista que nos olvidamos de que quienes fallecen son felices al dejar esta tierra por el gozo incomparable del cielo. En consecuencia, Dios no se equivocó con esos niños al quitarles la vida.

Entonces, ¿con quiénes se equivoca Dios al ordenar la destrucción de los cananeos? No con los adultos cananeos, ya que eran corruptos y merecían el juicio. No con los niños, ya que heredan la vida eterna. Entonces, ¿quién ha sido objeto de una equivocación? Paradójicamente, pienso que la parte más problemática en este debate es la aparente equivocación siguiente: la causada con los mismos soldados israelitas. ¿Pueden ustedes imaginar lo que supone el hecho de entrar por la fuerza en una casa y apiolar a una mujer aterrorizada y a sus hijos? El efecto de brutalidad sobre esos soldados israelitas es preocupante.

Pero incluso ahí, lo vemos desde una perspectiva occidental cristianizada. Para los pueblos del mundo antiguo, la vida ya era brutal. La violencia y la guerra eran una realidad para los pueblos que vivían en el Antiguo Próximo Oriente. La prueba de este hecho es que las personas que relataron estos hechos no se muestran, aparentemente, preocupadas por lo que los soldados israelitas tenían mandado hacer (más todavía si se trata de leyendas sobre la fundación de una nación). Nadie se preocupó jamás del hecho de que los soldados debían apiolar a los cananeos; es más: quienes lo hicieron fueron vistos como héroes nacionales.

Por cierto, el punto que acabo de mencionar vuelve a surgir. Nada podía ilustrar mejor a los israelíes la seriedad de su llamado como pueblo apartado solo para Dios. Yavé no debe ser burlado. Habla en serio, y si Israel apostatase, les podría ocurrir lo mismo. Como dice C. S. Lewis, «Aslan no es un león domesticado».

¿Cuál es la relación entre todo ello y la yihad islámica? El islam ve la violencia como un medio para propagar su fe. El islam divide al mundo en dos campos: el daralislam (casa de la sumisión) y el daralharb (casa de la guerra). El primero es el de los países que han sido sometidos al islam, el segundo es el de las naciones que todavía no lo han sido. Es realmente así cómo el islam ve el mundo.

Por el contrario, la conquista de Canaán representaba el justo juicio de Dios sobre estos pueblos. La idea no era, en absoluto, convertirlos al judaísmo. La guerra no fue utilizada como instrumento de propagación de la fe judía. Además, la masacre de los cananeos representaba una circunstancia histórica inhabitual, y no un tipo de comportamiento habitual.

El problema con el islam no es, pues, que tenga una mala teoría jovenlandesal, sino que el dios que tiene es falso. Si el de la religión del amor piensa que nuestros deberes jovenlandesales están constituidos por los mandamientos de Dios, entonces estoy de acuerdo con él. Pero los fiel a la religión del amores y los cristianos difieren radicalmente acerca de la naturaleza de Dios. Los cristianos creen que Dios es amor hacia todos, mientras que los fiel a la religión del amores creen que Dios solamente ama a los fiel a la religión del amores. Alá no tiene amor hacia los no creyentes ni hacia los pecadores. Ellos pueden, pues, ser matados sin contemplaciones. Además, en el islam, la omnipotencia de Dios prima sobre cualquier otra cosa, incluso sobre su propia naturaleza. Es, pues, totalmente arbitrario en sus relaciones con la humanidad. Por el contrario, los cristianos consideran que la naturaleza santa y amorosa de Dios determina lo que él ordena.

La cuestión no es pues saber qué teoría jovenlandesal es la correcta, sino cuál es el verdadero Dios.

- William Lane Craig
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Jesús vino a reformar la antigua ley de los judíos.
Cuando hablamos de Cristianismo hablamos de Cristo y del Nuevo Testamento.
No encontrarás en la palabra de Jesús las barbaridades de ojo por ojo, etc, sino que habla de perdón.
Es una trampa judaica hacer creer a la gente que las barbaridades que se cuentan en el Antiguo Testamento siguen vigentes para los cristianos, pero por algo se llama antiguo.
Los judíos sí que siguen creyendo y practicando la Torá que es el Antiguo Testamento y lo que es peor el Talmúd y la Kábala.
Jesús lo dejó bien claro en el Apocalipsis les llama Sinagoga de Satanás.
 
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