Sobre todo porque se comete un error al comparar el hormigón romano con el actual.
El hormigón actual tiene por término medio la misma durabilidad que el romano. La diferencia estriba en algo que no lleva el hormigón romano, y son las armaduras de hierro. De hecho, el hormigón no es ni más ni menos que una piedra (artificial, pero una piedra).
Cualquiera que haya visto una estructura con problemas, habrá visto que el 95% de los problemas se deben a la corrosión de las barras de hierro, que al oxidarse aumentan de volumen y hacen saltar los recubrimientos de hormigón. Es por eso que las estructuras de hormigón actuales duran menos, por el hierro, no por el hormigón.
Luego están los casos especiales de muy determinados tipos de hormigón, como la carbonatación, que aunque se produce en el hormigón, lo que hace es dañar la armadura metálica y oxidarla, el ataque de sulfuros, o la degradación por exposición al ambiente marino, o la aluminosis, que solo se producen con cementos aluminosos. Pero esos casos serán el 5%.
Y por cierto, el cemento que utilizaban los romanos, si se emplea hoy en día: es el cemento puzolánico.