Reino Hispanovisigodo fundador de la nacionalidad hispánica

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Reino Hispanovisigodo fundador de la nacionalidad hispánica



CRUZ VISIGODA DE LOS ESPAÑOLES ALTOMIEVALES​

Europa nace cuando el Imperio romano aceptó su cristiandad y se dividió en dos mitades: la latina y la griega. Por ello, Diocleciano y Constantino restructuraron el territorio según la existencia de diversas nacionalidades llamadas Diócesis, o su equivalente germánico Volk, cuyo significado equivale a “pueblo”.

Cinco grandes Diócesis se establecieron en el lado Oeste del aquel Imperio romano dividido: Italia, Galias, Britania, Germania e Hispania. Mientras las Galias, Britania y Germania abandonaron su nombre por el de los Volk germánicos (francos, británicos, teutones, etc.), Italia y España conservaron su nombre debido a su acusada herencia romana. Hispania obtuvo su identidad a través de Roma, cuando a comienzos del siglo IV, fue reconocida como diócesis cristiana, abandonando el helenismo.

Los hispanorromanos habían comenzado a tener conciencia de formar una unidad. No se trataba de una conciencia nacional, porque el concepto de nación moderna no existía aún, pero si se estaba forjando un sentimiento de comunidad en la península Ibérica.

La muerte del emperador Teodosio en el 395 fue un acontecimiento decisivo. Empujados desde el este por los hunos de Atila, sucesivas oleadas de germanos invadieron el Imperio romano cruzando el Rhin y el Danubio. En el 409 d. C, suevos, vándalos y alanos penetraron en el territorio de una Hispania en descomposición interna. Los suevos se extendieron por Galicia, y los vándalos por Bética, ambos pueblos eran germánicos; los alanos que se extienden por Lusitania eran indoarios.



EXPANSIÓN TERRITORIAL DE LAS TRIBUS GERMÁNICAS​

En el 414 penetraron también los visigodos, que se habían asentado a ambos lados de los Pirineos. Se trata de un pueblo de unas 200.000 personas que había llegado desde el algún territorio litoral al mar Báltico. Poseían un grado de civilización superior al resto de pueblos invasores, de hecho, llegaron a pactar con Roma. No eran un pueblo especialmente belicoso, tan sólo querían asentarse a vivir en tierras, por eso Roma aceptó su asentamiento a ambos lados de los Pirineos a cambio de derrotar a los pueblos invasores que estaban asolando el Imperio.

Al frente de los visigodos estaba el rey Ataúlfo, que sustituyó la legitimidad del Imperio romano y estableció su capital en Barcelona. La idea de los visigodos consistía en mantener las condiciones fijadas en la Lex de hospitalitate, intentando mantener la identidad germánica como el portador del poder.

Eurico intentó ofrecer a la sociedad hispanorromana un sistema jurídico aceptable, codificando y ajustando las leyes del emperador Teodosio II, llamándolas Lex romana visigothurum.



VESTIMENTA DEL PUEBLO VISIGODO​

Finalmente, el Imperio romano de Occidente se desintegró en el año 476, debido a la fuerza de las invasiones de los pueblos bárbaros y a su decadencia interna; los visigodos se encargaron de recoger su legado: unificaron el territorio bajo una misma corona, recuperaron la herencia cultural, se convirtieron al catolicismo, establecieron un derecho común, se fusionaron con los hispanorromanos formando una misma sociedad y forjaron con todo ello un sentimiento de unidad política.

Se produjeron duras luchas entre las tribus germánicas hasta que en 585, los visigodos se hicieron dueños de la situación, incorporando el territorio que ocupaban los suevos. Leovigildo consiguió unificar políticamente el espacio hispano con capital en Toledo; un territorio que ahora formaba un Estado independiente con identidad propia.

Fue este rey quien permitió la fusión étnica, mediante la legalización de matrimonios mixtos entre godos e hispanorromanos. Fue en este siglo XVI cuando los hispanorromanos impusieron sus modos de ser y de vivir.

Desde 585, los visigodos dominaron en todo el territorio de la península Ibérica, y su dominio no se vio interrumpido hasta la invasión musulmana del 711. Durante ese tiempo, todo el territorio peninsular estuvo unificado bajo una única corona, una religión común, un legado cultural y un derecho unificado.

Durante el III Concilio de Toledo de 589, Recadero, hijo de Leovigildo, y su reino abrazaban la fe romana. El arrianismo fue sustituido por el catolicismo, el latín se impuso sobre la lengua goda, y se sometieron todos los habitantes a una Lex romana custodiada por los visigodos que adoptaron todos los usos y costumbres hispanorromanas. E incluso se terminó por abandonando parte de su herencia consuetudinaria al aprobar, en 654, una reglamentación estatal de fuerte tradición romana, el Liber Iudiciorum, aplicable tanto a visigodos como a hispanorromanos.



CONVERSIÓN DE RECADERO​

Esta unidad religiosa condujo a una estrecha relación entre la Iglesia y la Monarquía, fortaleciéndose ambas merced a esta relación, pero significando también una cierta dependencia que se hizo especialmente acusada en la crisis de la Monarquía.

Por otra parte, la conversión al catolicismo de los distintos pueblos europeos fue determinó la vida cultural, así en la península Ibérica se desarrolló durante casi dos siglos una importante corriente, mezcla de la tradición latina con el espíritu cristiano.

Este movimiento de restauración cultural recuperó para Europa el antiguo derecho romano mediante el cual, los súbditos forman una sola comunidad, regida a su vez por esa ley hispano-visigoda, que reducía la servidumbre a dimensiones económicas. Era una ley que garantizaba a los campesinos la subsistencia mediante el trabajo de la tierra, aunque tenían que transcurrir todavía varios siglos para que la servidumbre desapareciera.

Cuando el brillo de Roma se oscureció, los visigodos revitalizaron la cultura clásica, adoptando como suyos el patrimonio y legado hispanorromanos. La cultura hispano-visigoda era floreciente, pujante y fecunda, la más refinada de todo Occidente durante los siglos VI y VII. Estaba basada en el mantenimiento de un sistema educativo heredado de las escuelas municipales que implantó el Imperio romano, y que había sido renovado en el siglo V, carente de parecidos en el resto de Occidente. Así pues, se fundaron nuevos monasterios que prosiguieron la labor evangelizadora, y las sedes episcopales organizaron escuelas, convirtiéndose en focos de cultura.

Destacaron los historiadores Paulo Osorio e Hidalcio, el poeta Prudencio, el filósofo Juan de Bíclaro, o el rey poeta Sisebuto. Cabe destacar, por la importancia de las obras conservadas, entre otros, de Martín de Braga, Braulio de Zaragoza, Julián y Eugenio de Toledo, Fructuosos de Braga o Valerio del Bierzo.



EXPANSIÓN DEL REINO HISPANOVISIGODO HASTA LEOVIGILDO​

Otra personalidad representativa de la cultura hispano-visigoda fue Leandro de Sevilla, hermano mayor de Isidoro de Sevilla, cuya obra se ha perdido por completo excepto la homilía De triumpho ecclesiae ob convesionem Gothorum y el tratado De institutione virginum.

San Isidoro de Sevilla fue reconocido como el más sabio de su tiempo. Escribió innumerables obras. Las Etimologías resume las ciencias y los conocimientos de la cultura clásica, fue traducida por Alfonso X el Sabio. También escribió: Historia de regibus gothorum, vandalorum et suevorum, Chronica, y De bichito illustribus. En sus obras se recogen el "trivium" y el "cuadrivium", división de los estudios de la Antigüedad clásica y que pasó a la enseñanza durante la Edad Media.

Las Laudes Hispaniae constituyen un subgénero muy temprano de la literatura española. En ellos se reivindica la identidad nacional a partir del prólogo con el que Isidoro de Sevilla abre su Historia de regibus gothorum, vandalorum et suevorum (Historia de los reyes godos, vándalos y suevos).

Isidoro cantó las glorias de un pueblo en plena asunción de una existencia política propia. Su Loa a Hispania es una alabanza a la España de los primeros siglos de la Edad Media, que refleja el sentimiento de pertenencia y la identidad común de aquel reino hispano-visigodo, mezcla de la herencia romana, la cristiana y la germánica.

La influencia cultural gótica en la formación de España como nación y Estado fue enorme. Los vestidos visigodos, como el pantalón, la camisa y los zapatos, sustituyeron los vestidos talares romanos e ibéricos y las sandalias. Los balcones y voladizos en las casas los introdujeron los godos. Las reglas armónicas de la música son godas. Nuestro concepto del honor es godo, así como gran parte de nuestra ética. La lengua española está impregnada en su vocabulario, fonética y léxico de palabras góticas. Son palabras de orige gótico: zapato, gorro, galones, templado, daga, machete, garbo, estribo, trampa, trepar, rango, banda, bandera, ganado, heno, Galindo, Gutiérrez (hijo de godo), Godoy, Jiménez, Martínez, Rico, etc.

La filóloga Jurate Rosales ha demostrado que la lengua española ha recibido una influencia del latín vulgar los godos. Se comprueba en las diptongaciones de la o, a, e largas, en la pérdida de la f inicial, en la palatización de las silabas latinas ki y ti, en el cambio de la k latina por la g española, en la terminación ez de los patronímicos, en la ausencia de t en la terminación de la tercera persona del plural, cambios que son similares a los de las lenguas bálticas.



BRAULIO DE ZARAGOZA E ISIDORO DE SEVILLA​


Codex Revisus, época de Leovigildo:

Que esté permitida la unión matrimonial tanto de un godo con una romana (Hispanorromana), como de un romano (Hispanorromano) con una goda. Se distingue una solícita preocupación en el Príncipe, cuando se procuran beneficios para su pueblo a través de ventajas futuras; y no poco deberá regocijarse la ingénita libertad al quebrantarse el vigor de una antigua ley con la abolición de la orden, que, incoherentemente, prefirió dividir con respecto al matrimonio a las personas que su dignidad igualaba como parejas en status. Saludablemente reflexionando por lo que aquí expuesto como mejor, con la remonición de la orden de la vieja ley, sancionamos con esta presente ley de validez perpetua: que tanto si un godo una romana, como también un romano una goda, quisiera tener por esposa-dignísima por su previa petición de mano-existía para ellos la capacidad de contraer nupcias y esté permitido a un hombre libre tomar por esposa a la mujer libre que quiera en honesta unión tras informar bien de su decisión y con el acompañamiento acostumbrado del consenso del linaje.

De Laude Spaniae por San Isidoro de Sevilla:

¡Oh España, madre sagrada y siempre feliz de príncipes y de pueblos! Eres la más hermosa de todas las tierras, habitadas y por habitar, desde Occidente hasta las Indias. Con todo derecho eres ahora la reina de todas las provincias, luminaria de la que se benefician tanto el orbe, la parte más ilustre de la tierra, en la que se regocijan sobremanera y florece espléndidamente la gloriosa fecunda del pueblo godo.

Con gran indulgencia, aunque merecidamente, te enriqueció la naturaleza con notable abundancia de todo tipo de bienes. Eres rica en frutos, copiosa en uvas, alegre en cosechas; te vistes de mieses, los olivos te ofrecen sus sombras, y las vides te sirven como vestido. Tus campos están llenos de flores, tus montes te hacen frondosa, y tus costas abundan en peces. Estás situada en la zona más agradable del mundo; gracias a ello, ni te abrasa el ardor del sol tropical, ni te agarrota el rigor de los hielos glaciares, sino que abrazada por la zona más templada del cielo, te nutres de felices céfiros. Porque, efectivamente, tú haces posible la fecundidad de los campos, el precioso valor de las minas, y cuanto de hermoso tienen los seres vivientes. Y de ninguna manera tienen por qué minusvalorarte esos ríos a los que ennoblece la merecida fama de sus rebaños.

Superas a Alfeo en caballos y al Clitumno en reses, por más que el sagrado Alfeo pueda entrenar a sus veloces cuadrigas por las pistas para hacerse con las palmas olímpicas, y el Clitumno se dedicara en el pasado a ofrecer en sacrificio enormes novillos en el Capitolio. Gracias a tus abundantísimos pastos, no necesitas ambicionar los prados de Etruria, ni rebosantes de palmas, te admiras ante los bosques de Molorco; tampoco sientes envidia de los carros de Élide en la carrera de tus caballos. Tú eres feracísima gracias a tus caudalosos ríos, los torrentes que arrastran pepitas de oro te visten de color amarillo, posees la fuente que engendra la mejor caballería, y te pertenecen los vellones teñidos de púrpura que brillan igual o más que los colores de Tiro. En ti se encuentra la piedra preciosa que brilla en el sombrío interior de los montes y resplandece casi como el sol.

Además, eres rica en hijos, en piedras preciosas y en púrpura; por otras parte, a tu otra parte, a tu gran fecundidad deben existencia numerosos talentos y gobernantes de imperios, eres opulenta para encumbrar príncipes y feliz a la hora de parirlos. Con razón te deseó desde siempre la áurea Roma, cabeza de los pueblos; y, aunque el romano terminara un día poseyéndote gracias a su Romúlea fortaleza, al final el floreciente pueblo godo, tras numerosas victorias por todo el orbe, te robó el corazón y te amó, y goza ahora de ti con segura felicidad entre la pompa regia y el esplendor del imperio.
 

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III CONCILIO DE TOLEDO


Hispania obtuvo su identidad a través de Roma. A comienzos del siglo IV, Hispania fue reconocida como diócesis cristiana, abandonando el helenismo.

La muerte del emperador Teodosio, en el 395 d.C., fue un acontecimiento decisivo, pues a partir de entonces sucesivas oleadas de germanos invadieron el Imperio romano cruzando el Rhin y el Danubio. En el 409 d. C, suevos, vándalos y alanos, empujados por los hunos de Atila, penetraron en territorio ibérico.

Los suevos se extendieron por Galicia, los alanos por Lusitania y los vándalos por Bética, y en el 414 penetraron también los visigodos, al frente de Ataúlfo, sustituyendo la legitimidad del Imperio romano. La idea de los visigodos consistía en mantener las condiciones fijadas en la Lex de hospitalitate, intentando mantener la identidad germánica como el portador del poder. Se evitaban en especial los matrimonios mixtos y se entendía que el arrianismo cristiano era la forma correctamente germánica para abrazar la nueva religión. Para los romanos la fe descansaba en la identidad de dos naturalezas en la persona de Cristo, mientras que para los germanos radicaba en su separación.

En las naciones de Occidente la mayor parte de los invasores (godos, suevos, vándalos o burgundios) aceptaron la tesis: el arrianismo era la manera germánica de asumir la fe cristiana. Se trata de una herejía que había tenido gran importancia en épocas pretéritas, y que ellos conservaron como un elemento más de su peculiaridad étnica.

Los francos de Clodoveo, al igual que los anglosajones o los turingios fueron una excepción al sostener el martillo de Thor como alternativa al signo de la Cruz. En consecuencia, parecía que Europa nacía dividida en dos sectores bajo el signo de la fe cristiana.

Eurico en el siglo V, que aún prefería el título de könig y no el latino de rey, se planteó aportar algún avance al nuevo régimen e intentó ofrecer a la sociedad hispanorromana un sistema jurídico aceptable, codificando y ajustando las leyes del emperador Teodosio II, llamándolas Lex romana visigothurum. En adelante, los monarcas godos se comprometerían en completar esta ley o bien modificarla.

En el año 510, Clodoveo expulsó a los visigodos de las Galias hacia la Hispania. Estos iniciaron en la península una labor de unificación. Se produjeron duras luchas entre las tribus germánicas hasta que en el 585, los visigodos se hicieron dueños de la situación, incorporando el territorio que ocupaban los suevos. Leovigildo consiguió unificar políticamente el espacio hispano con capital en Toledo y aprobó el derecho de matrimonios mixtos entre godos e hispanorromanos. Imaginó, ya en la segunda mitad del siglo VI, una fórmula para atraer a la plenitud de derechos a sus súbditos hispanorromanos con la condición de convertirse al arrianismo. Pero fue su hijo y destinado a heredarle, Hermenegildo, quien se bautizó católico. Lo que sucedió fue que en este siglo VI los hispanorromanos impusieron sus modos de ser y de vivir sobre sus gobernantes hispano-visigodos.

Desde el 585, los visigodos dominaron en todo el territorio de la península Ibérica, y su dominio no se vio interrumpido hasta la invasión musulmana del 711 d.C. Durante ese tiempo, todo el territorio peninsular estuvo unificado bajo una única corona, una religión común, un legado cultural y un derecho unificado.

Hacia el año 580, reunidos el obispo Leadro y el futuro papa Gregorio en el palacio imperial de las Blanquernas, trataron de incorporar las dos primeras aportaciones de España a la vida europea.

La primera aportación surgía de la necesidad de dotar al clero secular de una regla o norma de vida semejante a la que ya tenían los benedictinos. Es la Regula pastoralis, aprobada por Leandro, a la muerte de Leovigildo, y que pudo instalarse en Sevilla.

Pero la aportación decisiva al futuro de Europa se concretó en el III Concilio de Toledo de 589, auspiciado por el san Leandro, hermano mayor de san Isidoro de Sevilla. En este concilio se acordó que el catolicismo sustituiría al arrianismo como fe cristiana oficial. Esta unidad religiosa condujo a una estrecha relación entre la Iglesia y la Monarquía, fortaleciéndose ambas merced a esta relación, pero significando también una cierta dependencia, que se hizo acusada en la crisis de la Monarquía.

También el latín se impuso sobre la lengua goda, y se sometieron todos los habitantes a una Lex Romana custodiada por los visigodos que adoptaron todos los usos y costumbres hispanorromanas. Esta ley fue aprobada por el sucesor de Leovigildo, Recaredo, quien anunció que él y su reino abrazaban oficialmente la fe romana.



La Conversión de Recaredo, por Antonio Muñoz Degrain, en 1887​


El germanismo en Europa iba a abandonar el signo arriano en muy pocos años y establecer una unidad católica. La conversión al catolicismo de los distintos pueblos europeos fue un elemento importante en la vida cultural, y en la península Ibérica se desarrolló así durante casi dos siglos una importante corriente, mezcla de la tradición latina con el espíritu cristiano en un esfuerzo digno de consideración.

Este movimiento de restauración cultural recuperaba para Europa el antiguo derecho romano mediante el cual, no habría en adelante disyunciones sociales, sino que los súbditos forman una sola comunidad, regida a su vez por esa ley romana de los visigodos, que reduce la servidumbre a dimensiones económicas ya que todos los bautizados pasaban a considerarse jurídicamente personas. Era una ley que garantizaba a los campesinos la subsistencia mediante el trabajo de la tierra, aunque tenían que transcurrir todavía varios siglos para que la servidumbre desapareciera del todo.

Un factor entonces desconocido aparecería: a medida que los ingresos del propietario de la tierra se fijaban en moneda, el poder adquisitivo de ésta disminuía y se incrementaba el de las cosechas. De tan modo que trascurriendo el tiempo, para los propietarios sería más beneficioso que los siervos alcanzasen su libertad, dejando la tierra en sus manos.

A partir de la conversión de Recaredo los Concilios de la Iglesia Nacional alcanzaron extraordinaria importancia política, continuando una tradición que tuvo su origen en época romana: Elvira 300, Córdoba 330, Zaragoza 380, I Toledo 397-400, etc. La serie visigoda de los Concilios de Toledo abarcaron desde el Toledano III en 589 hasta el XVIII en 702.

Otra contribución que el III Concilio de Toledo aportó fue la asistencia no sólo de obispos, sino también de muchos nobles, servidores y cooperadores del rey. Surgía de este modo, en este concilio y en los sucesivos, un primer modelo de Asambleas en las que estaban presentes los jefes militares y los clérigos, dotados de formación intelectual. Además, este modelo sustituiría a las Dietas germánicas, compuestas únicamente por el estamento nobiliario militar. Simples asambleas eclesiásticas en su origen, se convirtieron desde el III Concilio de Toledo en uno de los órganos fundamentales del Estado visigodo.

Correspondía al rey la convocatoria de los Concilios, asistiendo a su apertura el monarca, rodeado de miembros del Aula Regia. Las sesiones comenzaban con la lectura del Tomo Regio o mensaje real, en el que indicaban las cuestiones temporales y espirituales a tratar, y finalizaban con la sanción real de los acuerdos, que de este modo se convertían en leyes civiles. Los Concilios no sólo se limitaban a la actividad legislativa, sino también a la confirmación de ciertos actos del rey e incluso la legalidad de la ascensión al trono.

Sin embargo, estas Asambleas traerían una aportación negativa. El Imperio romano había considerado el judaísmo como religión licita, lo que facilitó mucho la diáspora hebrea por Europa, alcanzando a Hispania. El romano San Agustín elaboró una doctrina por la cual consideraba que el pueblo elegido era el judío de donde partió el cristianismo, representado en la figura de Jesús, el mesías convertido a la verdadera fe, y que por tanto era necesaria una tolerancia al judaísmo.

Frente a esta doctrina, el III Concilio de Toledo aprobó otra antagónica: no era posible la convivencia entre dos religiones. Desde el año 612, reinando Sisebuto, se estableció el criterio de que el judaísmo era una religión ilícita y debía procurarse su desaparición. Desde el reinado de Recesvinto, se había reformado la Ley de los visigodos, iniciándose una persecución contra los judíos hispanos, obligándoles a bautizarse y a educar a sus hijos en la verdadera fe.

Cuatro siglos más tarde, España rectificaría esta decisión, regresando la tolerancia al judaísmo con Fernando I de León. Pero esta doctrina ya se había extendido a Europa y supuso una de las raíces del anti-judaísmo. Tampoco se trataba aún de un anti-semitismo, ya que los israelitas conversos al cristianismo eran integrados plenamente en la sociedad.

A Leandro le sucedería su hermano pequeño Isidoro de Sevilla en el IV Concilio de Toledo, y también en la influencia decisiva sobre los sucesores de Recaredo. Isidoro cubrió con su influencia política y cultural no sólo el siglo VII, sino también los tiempos posteriores, ya que su influencia sobre Beda y sobre aquel las generaciones de discípulos que cubren el Renacimiento carlovingio resultó esencial para dos aspecto, sobre todo, de la sociedad europea, el de la organización de la Monarquía y el de la transmisión del saber.
 
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Azog el Profanador

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Buen trabajo.Siempre me he preguntado como habría evolucionado la península Ibérica sin invasión bereber del 711.
 

urban jungle

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Buen trabajo.Siempre me he preguntado como habría evolucionado la península Ibérica sin invasión bereber del 711.
Gracias, yo también me he hecho esa pregunta y he considerado que seguiría una trayectoria parecida al Reino Carlovingio/Merovingio/Francia, ya que los francos de las Galias eran primos hermanos de los godos de Hispania.
 

Javi Metal

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Buen trabajo.Siempre me he preguntado como habría evolucionado la península Ibérica sin invasión bereber del 711.
El reino visigodo tenía "tierra conquistada" en el norte de Africa. Y la invasión bereber tiene diferentes versiones. La que más me creo es la relativa a una guerra civil en donde uno de los bandos tiene la ayuda de los ejércitos de las colonias africanas.(Véanse, por ejemplo los parentescos entre conquistados y conquistadores).

Y ejemplificar el reino visigodo y la formación de España ... muy cogido de los pelos: en algunos aspectos si, pero no en otros. Y evidentemente más, cuando es algo cambiante.
 

MisterWhite

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Buen trabajo.Siempre me he preguntado como habría evolucionado la península Ibérica sin invasión bereber del 711.
Toda la peninsula estaria bajo una misma nacion, puesto que no habria habido ninguna reconquista, y por ende no habria existido la crecion ni de las taifas ni de los micro reinos cristianos. Es decir, no habria la subnormalizacion autonomista que hay ahora. Tampoco Portugal. Todo habria sido España, incluso probablemente, tendriamos una buena parte del sur de Francia.
 

Kozak

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Buen trabajo.Siempre me he preguntado como habría evolucionado la península Ibérica sin invasión bereber del 711.
Bastante mejor, seguro. El islam es manitas de plata: lo que toca, lo desbarata.
 

Cuak Cuak

Pato foril
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Yo siempre he pensado que una de las cosas que condenó a España al subdesarrollo económico fue la expulsión de los judíos... Y la expulsión de los judíos seguro que no se habría producido de no ser por los 700 años de Reconquista, que crearon un clima de antisemitismo y fundamentalismo católico como en ninguna otra región de Europa.

España se convirtió en uno de los pocos países de Europa sin una clase mercantil e intelectual como la judía, y eso lo pagamos caro a partir del siglo XVII, cuando ya el oro y la plata de América no servían de nada contra el poderío mercantil y bancario de otras zonas más judaizadas de Europa.
 

Kozak

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Yo siempre he pensado que una de las cosas que condenó a España al subdesarrollo económico fue la expulsión de los judíos... Y la expulsión de los judíos seguro que no se habría producido de no ser por los 700 años de Reconquista, que crearon un clima de antisemitismo y fundamentalismo católico como en ninguna otra región de Europa.

España se convirtió en uno de los pocos países de Europa sin una clase mercantil e intelectual como la judía, y eso lo pagamos caro a partir del siglo XVII, cuando ya el oro y la plata de América no servían de nada contra el poderío mercantil y bancario de otras zonas más judaizadas de Europa.
Tonterías. Francia ya expulsó a los judíos antes.
 

El cipotecón

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jorobar, había puesto un tocho y se me ha borrado todo. Incluido el cura hijo fruta sevillano que se dedicó a quemar juderías por España muchos años antes de su expulsión.

es igual, pongo el mapa por si os interesa.


 

urban jungle

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Yo siempre he pensado que una de las cosas que condenó a España al subdesarrollo económico fue la expulsión de los judíos... Y la expulsión de los judíos seguro que no se habría producido de no ser por los 700 años de Reconquista, que crearon un clima de antisemitismo y fundamentalismo católico como en ninguna otra región de Europa.

España se convirtió en uno de los pocos países de Europa sin una clase mercantil e intelectual como la judía, y eso lo pagamos caro a partir del siglo XVII, cuando ya el oro y la plata de América no servían de nada contra el poderío mercantil y bancario de otras zonas más judaizadas de Europa.
Pues precisamente fueron los godos los primeros en expulsar a los judíos de España, mucho antes que los Reyes Católicos. Hubo una primera expulsión previa a la de 1492 y en consonancia a las expulsiones que otras tribus germánicas hicieron por otros reinos europeos.
 

Cuak Cuak

Pato foril
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Tonterías. Francia ya expulsó a los judíos antes.
Buen intento, pero Francia los expulsaba y los readmitía poco después, al igual que casi todos los países de Europa. Para el siglo XVII Francia ya tenía a buena parte de los judíos de vuelta. ¿Te suena el caso Dreyfus? A ver si un caso así habría sido posible en la España del siglo XIX...
 

El cipotecón

Madmaxista
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En España como he indicado, hubo revueltas graves mucho antes de su expulsión, fue la culminación de 100 años de asesinatos y apartheid constante que no se ha estudiado de manera profunda, pero que existió.

¿Porqué se les echó?. Tiene que ver con la cohesión de unos reinos modernos que aparecían en ese momento, la vertebración de la sociedad a través de la religión y su sometimiento y control. Por eso fue tan importante que los indios salvajes se convirtieran en inditos católicos. Tiene que ver con el poder y el control de un territorio y sus habitantes. Nada más. Y nada menos.