Y que nos mola. Nos da carácter y personalidad. Besas a la pilinguilla con los dientes pochos y puedes notar su tremendo ardor de estomago, y eso es siempre un placer y te la pone dura. Piensas luego en los calostros que tienes pegados en los bordes del pimpollo, en el ruido que harán los gayumbos al despegartelos de la cosa del ojo ciego y la orina reseca, piensas en que te la va a absorber hasta dejarla impoluta, y te pones de buen humor.
Son nuestros piercings.