Antonio Martínez Belchí 28 de abril de 2020.
O bien es un bichito producido por la misma Naturaleza, debido a una mutación al azar; o bien es artificial, creado en un laboratorio chino, y se escapó accidentalmente debido a un fallo de seguridad; o bien es artificial, pero ha sido diseminado de manera intencionada, con algún tipo de propósito oculto que también será necesario identificar.
1. El discutido origen de un bichito
A cualquier ciudadano, y en particular a mí mismo como profesor de Filosofía, se le plantean continuamente situaciones ante las cuales le resulta necesario tomar partido. Esto que veo, o que escucho, ¿me parece bien o mal? Y, ante todo y para empezar, ¿es verdad o no es verdad? Así ha sucedido también con la cuestión de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del cobi19 el bichito-19, sobre cuyo origen caben tres opciones: o bien es un bichito producido por la misma Naturaleza, debido a una mutación al azar; o bien es artificial, creado en un laboratorio chino, y se escapó accidentalmente debido a un fallo de seguridad; o bien es artificial, pero ha sido diseminado de manera intencionada, con algún tipo de propósito oculto que también será necesario identificar.
La primera teoría es la más tranquilizadora, la que muchos seres humanos preferirían creer. No hay ninguna mano negra detrás de la tramoya del mundo. Se producen continuamente mutaciones víricas, y la del el bichito-19 es simplemente una más. La explicación del mercado de Wuhan parece plausible. Además, resulta reconfortante poder confiar en la sinceridad de las autoridades. La desconfianza permanente nos lleva al estrés mental y al desasosiego. No es que prefiramos la pastilla azul de Matrix: es que creemos que las cosas son tal como parecen: si los conspiranoicos optan por otro camino, allá ellos. La navaja de Occam, el principio de economía, nos dice que la explicación más sencilla suele ser también la más probable:
entia non sunt multiplicanda… Además, el pensamiento crítico e incluso la sofisticación intelectual están de nuestra parte. Richard Dawkins siempre resulta una apuesta segura.
Por mi parte, si no encontrase realmente argumentos para desconfiar de la versión oficial, no tendría ningún problema en adscribirme a ella. Por ejemplo, respecto al tema de la celebérrima conspiración lunar (“¿llegamos realmente a la Luna en 1969?”), un estudio serio de la cuestión obliga a reconocer que sí, que llegamos, por querida que se nos haya vuelto a muchos —a base de su frecuencia en la cultura popular— la teoría conspirativa por excelencia (y sin que ello signifique que no se nos haya podido ocultar otro tipo de información altamente relevante acerca de los viajes a la Luna). Así que sigamos al viejo Aristóteles, menos pasado de moda de lo que parece: la verdad es la
adaequatio intellectus ad rem… Y si la
res es de una determinada manera, no hay más remedio que admitirlo.
Ahora bien: resulta que sí hay motivos para desconfiar de la versión oficial. Y no sólo porque el esquema del mito platónico de la caverna esté presente en prácticamente cualquier situación social o política (los poderosos, los “titiriteros” detrás de la pared, siempre nos muestran la realidad como a ellos les interesa que la veamos), de manera que, por principio, hay que poner en duda la veracidad de lo dicho por “las autoridades”. No sólo por esto —que también— es aconsejable la duda, sino por una serie de razones objetivas que paso a detallar.
En primer lugar, las propias características del el bichito-19, muy peculiares respecto a todos los demás cobi19 conocidos hasta ahora. Baja tasa de letalidad, pero altísima resistencia fuera del cuerpo humano, largo periodo de incubación sin síntomas: todo lo cual facilita una transmisibilidad o contagiabilidad sin precedentes. Sólo produce efectos graves en un porcentaje muy pequeño de individuos, pero constituye el bichito ideal para producir no una verdadera esa época en el 2020 de la que yo le hablo
stricto sensu, pero sí una epidemia de pánico social a escala planetaria,
contando con la inestimable labor de los medios de comunicación de masas (como ha observado Yuval Harari, en el siglo XV el el bichito-19 habría pasado completamente inadvertido): una epidemia de pánico social que derive en una catástrofe económica y provoque transformaciones políticas, económicas, psicológicas y culturales de fondo que van infinitamente más allá del aspecto sanitario de lo que realmente es una pseudopandemia.
Así que el el bichito-19, o SARS Cov 2 —que es como debería llamarse; pero este nombre, el original, ya ha sido sutilmente censurado—, es, como mínimo, muy extraño. Aunque se nos dirá: “Sí, puede presentar unos rasgos peculiares, pero eso no significa necesariamente que haya sido diseñado: puede haber surgido de manera natural, y de hecho es lo que afirma la mayoría de científicos entendidos en el tema”.
Bien, de acuerdo, todo esto es cierto; pero vamos a introducir algunas precisiones. En primer lugar, el el bichito-19 es, como he dicho, cuanto menos, muy peculiar como cobi19, y (según reconocen expertos en bioterrorismo e inteligencia militar) parecería completamente adaptado a una finalidad de guerra psicológica e ingeniería social
dadas las particulares características de las sociedades desarrolladas contemporáneas. Y en cuanto a la opinión de los científicos, tengamos en cuenta que entre la mayoría de virólogos que afirman que el cobi19 de Wuhan es de origen natural puede haber, simplemente, un conocimiento insuficiente o superficial del tema y, sobre todo, aparte de una profunda aversión a todo lo “alternativo” y pseudocientífico (ufología, homeopatía, antivacunas, etc.), al menos entre una parte de ellos el miedo a decir en público lo que piensan en privado, dado el precio que saben que tendrían que pagar por tal osadía. Es el “miedo a mojarse”, a quedar señalado como “alarmista”, “conspiranoico”, “prorruso” o “simpatizante de la extrema derecha”, por ejemplo.
Resulta evidente que el establishment político y científico defiende la tesis del mercado de Wuhan como origen de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo; y, como científicos con prestigio académico, conocen las presiones que existen y saben que ir contracorriente significaría arriesgar su posición y ser arrojados a las tinieblas exteriores a las que se expulsa a los disidentes y malditos.
Creo que todo esto que digo no es absurdo, pero desde luego tampoco resulta aún mínimamente concluyente. ¿Hay alguna razón más para dudar de la tesis del origen natural del el bichito-19? En mi opinión, sí; y no sólo del origen natural, sino también del posible escape accidental del laboratorio de Wuhan. En lo que sigue no pretendo aportar ninguna información novedosa, nada que no esté circulando ya hace varias semanas por los foros alternativos de Internet. Me he limitado a recopilar y ordenar los argumentos que me parecen más consistentes, para al final aportar una reflexión filosófica que sí será, digamos, de mi propia cosecha.
2. El el bichito-19, ¿un bichito de diseño?
En primer lugar, desde hace ya al menos un par de décadas existe la posibilidad técnica de manipular bichito por ingeniería genética para crear bichito-quimera. Si estuviésemos, digamos, en 1980, esto aún no habría sido posible. De manera que la capacidad técnica ya está disponible, dado el estado de desarrollo de la bioingeniería actual.
En segundo lugar, existen laboratorios dedicados a este tipo de experimentación, dentro de programas de guerra bacteriológica o de proyectos sanitarios civiles pero susceptibles de uso militar. El laboratorio P-4 de Wuhan es uno de ellos (aunque esto no signifique necesariamente que el el bichito-19 haya sido desarrollado allí).
En tercer lugar, sabemos que, desde hace varios años, se está experimentando en la creación de cobi19 con “capacidades mejoradas”, tal como se deduce de la lectura del artículo publicado en
Nature Medicine en noviembre de 2015 que motivó, pocos días después, la información ofrecida por el programa de la RAI
TGR Leonardo sobre los experimentos chinos con cobi19. Es cierto que el bichito del que se hablaba en ese programa no era el el bichito-19, pero también lo es que se informaba de que se estaba investigando sobre la posible modificación de cobi19 para que pudiesen pasar directamente del murciélago al tracto respiratorio humano. Como mínimo, resulta lícito preguntarse bajo qué directrices y con qué propósitos se efectúan tal tipo de investigaciones.
En cuarto lugar, en marzo de 2020 un grupo de científicos indios se atrevió a hacer público un análisis que mostraba las inserciones artificiales en la secuencia genética del el bichito-19: unas inserciones que servían para construir la “llave” que le sirve al el bichito-19 para “abrir la cerradura” de las células del aparato respiratorio humano e infectarlas (pero, como ya hemos dicho, siguiendo un proceso inusualmente lento, de manera que el sujeto pase varios días asintomático, dándole así tiempo a infectar a otras muchas personas y extender la enfermedad). Sin embargo, ante las enormes presiones recibidas, estos científicos indios fueron obligados a retractarse y, de hecho, ya en la segunda quincena de abril de 2020 su investigación parece haber desaparecido de Internet, o al menos haber quedado sospechosamente oculta en páginas de difícil acceso.
Y en quinto lugar, una voz de reconocido prestigio como el virólogo francés Luc Montagnier, descubridor del VIH en 1983 y Premio Nobel de Medicina en 2008, ha dicho públicamente que, después de estudiar la secuencia genética del el bichito-19, le parece evidente que se trata de un bichito diseñado en laboratorio, y que nunca podría haber surgido por una mutación al azar. Parece lógico pensar que, si se ha atrevido a decirlo, se debe a que sabe que su prestigio científico y su posición personal lo convierten en una figura inatacable. Es decir, lo piensa y puede permitirse el lujo de decirlo públicamente. Eso no significa que no pueda equivocarse (el argumento de autoridad nunca es definitivo), pero al menos da que pensar.
Todo lo anterior apoya mi convicción de que el el bichito-19 no es un bichito natural, como pudieron serlo los del Zika, el SARS o el Ébola. Comprendo que es mucho más cómodo tomar la pastilla azul (querer estar siempre en el lado de la pastilla roja te puede desestabilizar a nivel psíquico o desquiciar a nivel filosófico) y quedar cómodamente instalado en los relatos de la Matrix; y, como ya he dicho, no tendría empacho en admitir la versión oficial si honradamente me pareciese cierta. Pero resulta que no me lo parece ni en cuanto al origen natural del el bichito-19 (por cierto: he olvidado decir que la tesis del mercado de animales vivos de Wuhan
no está probada en absoluto y se da por buena de manera acrítica) ni en cuanto al escape accidental del bichito del laboratorio de Wuhan (hipótesis que defiende Montagnier).
3. La tesis de la propagación intencionada
Entramos aquí en territorio ya puramente
conspiranoico: porque lo que se trata de dilucidar es nada menos que la posible diseminación intencionada del cobi19. Entramos también en la “batalla por el relato”, ya que China, que hace algunas semanas parecía ir ganando este combate y adquiriendo prestigio y
soft power ante el mundo por su enérgica y al parecer eficaz gestión de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, ahora camina sobre el filo de la navaja, temiendo que finalmente se imponga ante la opinión pública mundial la tesis de una posible negligencia en el laboratorio P-4 de Wuhan como origen de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
Resulta muy comprensible la resistencia psicológica a entrar en este tipo de consideraciones. Los seres humanos necesitamos creer en un orden del mundo básicamente bondadoso. Los psicólogos especialistas en cuentos infantiles saben que es esencial que el cuento termine bien: eso estructura correctamente la imagen del mundo que se va formando el niño. Los niños no conciben que sus padres puedan divorciarse. Los adultos necesitan confiar en el sistema: si incluso los fundamentos más básicos se tambalean… La gente quiere pensar que la policía está ahí para defenderla. En cuanto a los políticos, la publicidad y todo eso, sí, sabemos que nos mienten y nos manipulan en muchos temas; pero nos resistimos a pensar que exista una Gran Mentira, y mucho menos una Gran Conspiración. ¿No desacreditó Umberto Eco todas las conspiraciones, todos los “Protocolos de los Sabios de Sión”, en
El péndulo de Foucault? Contra esas lucubraciones tóxicas, simiente de odios y genocidios, proponía la certidumbre empirista de la percepción sensorial inmediata, que, arrancándote de tales quimeras, te reinstala de nuevo en la realidad efectiva del mundo.
Y, sin embargo, puede que la Gran Conspiración no sea un simple mito fácilmente desacreditable. Existen razones que abonan la tesis de una propagación intencionada de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo —pseudopandemia, para ser exactos— del el bichito-19. No razones totalmente demostrativas, pero me parece que sí muy dignas de una seria consideración.
En primer lugar, tenemos el hoy ya célebre —al menos en el Internet alternativo— “Evento 201”. Resulta que el 18 de octubre de 2019 se celebra en Nueva York, organizado por el Centro John Hopkins para la Seguridad Sanitaria, el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill & Melinda Gates un simulacro de esa época en el 2020 de la que yo le hablo por cobi19 que, visto en retrospectiva, prácticamente calca todo lo que está sucediendo con la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del el bichito-19. Bien es cierto que los datos son distintos y que, por ejemplo, en el simulacro se preveían 65 millones de muertes; pero no deja de ser llamativo que, seis semanas antes del inicio de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo en China, instituciones de primer nivel mundial realicen una simulación que más parece un ensayo general que otra cosa. Por supuesto, se nos dirá que, si leemos las conclusiones del simulacro, lo que hay allí son las recomendaciones que hoy se están poniendo en práctica para luchar contra los efectos de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y que, por tanto, el objetivo era totalmente laudable y comprensible. Ahora bien: que se ofrezca tal tipo de conclusiones y recomendaciones es algo que hay que dar por descontado; lo que se debe considerar es si, por debajo de la superficie, totalmente respetable, del Evento 201, en realidad lo que se escondía era la información reservada de que precisamente ese tipo de urgencia sanitaria se iba a desencadenar apenas seis semanas después. Desde luego, no podemos probar fehacientemente tal cosa, pero me parece que da mucho que pensar que se celebre un simulacro de esa época en el 2020 de la que yo le hablo por cobi19 con amplia presencia de personalidades de la élite globalista unas semanas antes de que estalle efectivamente una emergencia de tal tipo.
En segundo lugar —y es para mí el argumento fáctico más fuerte a favor del carácter premeditado de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo—, prestemos atención a las ya célebres portadas de
The Economist. Para ser sincero, hasta hace pocas semanas yo mismo no sabía que esta publicación británica está considerada casi oficialmente como “la revista de la Élite globalista” ni que, en círculos conspirativos, se ha convertido ya en una tradición analizar los mensajes en clave que aparecen en la portada del número de diciembre, donde se analizan los fenómenos y tendencias más determinantes del año que se apresta a comenzar.
"The Economist", la revista de la Élite globalista
Pues bien: resulta que en el número de diciembre de 2018, titulado “The World in 2019” y que tiene como figura central al Hombre de Vitrubio, aparece en la zona inferior… ¡un pangolín! Repitámoslo, atónitos: a finales de 2018, la revista económica y política de la Élite Mundial, de la City Londinense, de la familia Rothschild, del Club Bilderberg o como queramos llamarla, incluye en su famosa portada de final de año el dibujo de un animal cuya misma existencia era desconocida para el común de los mortales, que los mismos analistas conspirativos no se explicaron entonces qué pintaba ahí, pero que a finales de 2019 se haría mundialmente conocido como posible animal transmisor intermedio del el bichito-19 según la tesis oficial. Si aquí no hay un argumento de peso para sospechar que ya entonces se había trazado un plan en el que el pangolín tendría un protagonismo destacado, ¿entonces dónde lo habrá?