Las sucesivas crisis encadenadas y luego la despoblación se han cebado con la que fue segunda ciudad mayor de Castilla-La Mancha y ahora agoniza entre mugre, olvido y desolación, cada día más convertida en una ciudad fantasma repleta de viviendas y locales vacíos y abandonados para la eternidad.
Los rótulos fantasmales de las antiguas tiendas, cerradas hace mucho, forman parte de la siniestra decoración de las calles de Talavera. Tiendas y cafetería tienen algo en común: en ninguna se ven clientes.
Las sucesivas crisis diezmaron la ganadería, la cerámica, la fabricación de muebles o los talleres de confección en la ciudad toledana. También saltó por los aires la actividad de la construcción, como en el resto de España, a partir de 2008. De la mano fue buena parte de la vida comercial y, con ella, también mucha gente.
Talavera es una ciudad cadáver.
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