Tae-suk
Doña Inés, a sus pies
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Ya o dije en el ático. Si en los procesos de divorcio y esas cosas, son ellas las que por norma general se quedan con la casa ya que el hombre o está en el calabozo o con orden de alejamiento, ¿para qué quieren otra casa?
Y apuntamos también que de hecho, eso ya sucede, pero no sólo si la casa es de ambos, sucede incluso si la casa es DEL HOMBRE, y SÓLO DEL HOMBRE.
Vamos a imaginar una situación irreal. Ojo, digo irreal, no imposible, por ahora, simplemente irreal: si tu mujer/novia/pareja te denuncia por maltrato, independientemente de que sea verdad o no, te caen automáticamente 5 años de guandoca.
Vamos a ir un poco más allá: que la pena sea, no de 5 años, sino de 10.
Yendo un poco más alla: que la pena sea de 20 años.
Y todavía un poco más: una denuncia por maltrato (de una mujer a su pareja), supone automáticamente cadena perpetua, sin posibilidad de libertad condicional. Sin entrar a valorar, insisto, si la denuncia se basa en hechos reales o no.
Y ya, el último paso: una denuncia por maltrato supone la pena de fin para el denunciado. Y ya no se puede ir más allá, porque la fin es lo único que no tiene vuelta atrás.
Añadamos también que la denuncia por maltrato supone que todos tus bienes patrimoniales pasan a la mujer, con lo cual te quitan incluso la posibilidad de hacer testamento o donaciones a tus familiares.
En una situación como cualquiera de las antes mencionadas, ¿cuantos hombres, en su sano juicio, se casarían o emparejarían? La respuesta es simple: ninguno. EN su sano juicio, repito.
Pues bien, aunque todavía no han llegado a ese punto, eso es lo que están consiguiendo, que cada vez menos hombres quieran casarse o emparejarse, puesto que es como jugar a la ruleta rusa con 5 balas en el cargador.
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