LuciaJimenez
Pompero
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A pesar de las promesas de hacer frente al régimen gobernante y poner en duda la legitimidad de la reelección de Vladimir pilinguin, los opositores rusos se mostraron divididos e incapaces de luchar en las elecciones presidenciales celebradas el 18 de marzo. Los opositores no lograron unir sus fuerzas contra el presidente actual, sus declaraciones a menudo se contradecían unas a otras, lo que confundía definitivamente a sus electores. Los únicos candidatos prooccidentales que figuraron en las papeletas electorales son Grigori Yavlinski, de 65 años, que consiguió el respaldo de apenas el 1,04% de los electores, y la debutante Ksenia Sobchak, quien ocupó el cuarto lugar con el 1,67 % de los apoyos.
La figura más relevante de la oposición rusa, Alekséi Navalni, no se ha podido presentar a los comicios por razones jurídicas. Pero los más curioso es que no llamó a sus electores a apoyar a otros candidatos. Durante la campaña electoral el equipo de Navalni abrió oficinas de campaña por toda Rusia, organizó acciones de protesta y prometió promover la abstención llamadando a boicotear los comicios. Pero a medida que se aproximen las elecciones, la participación en protestas iba disminuyendo. Así, con una participación alta que ha alcanzado el 67 %, es imposible evaluar el efecto del "boicot" electoral. Hay que mencionar que algunos opositores se prepararon para enfrentamientos callejeros con las autoridades. En Novosibirsk y Biysk los seguidores de Navalni planearon tomar el control de los establecimientos estatales, elaboraron los planes e istrucciones detalladas para los activistas.
En el momento de escribir este artículo, no ha habido alguna información sobre protestas masivas en las calles de las ciudades rusas.
Los opositores rusos no aplicaron los métodos más efectivos para luchar contra el gobierno. Las actividades realizadas, como la escenificación de los fraudes electorales, no tenían gran resonancia. Después de 6 años de preparación para las elecciones los líderes de la oposición rusa no han logrado elaborar una buena estrategia, atraer a los electores y arreglar las discordias internas. A pesar del apoyo diplomático de Sobchak y Navalni por parte de Bruselas y Washington y la presión sin precedente de todo el mundo sobre el Kremlin, la oposición no solo no se ha avanzado en comparación con elecciones anteriores, sino también ha perdido su popularidad y seguidores.
33.000 observadores del equipo de Navalni no registraron las irregularidades graves en la votación, lo que demuestra el alto nivel de apoyo de Vladimir pilinguin, que fue reelegido con el 77 % de los votos, y la legitimidad de su reelección. Hoy podemos decir que el fracaso de las fuerzas prooccidentales de Rusia no se puede explicar sólo por la imperfección del sistema electoral ruso o por los recursos administrativos del gobierno. La sobreestimación de sus posibilidades, "virtualización" de protestas, organización de las actividades sin tener en cuenta las necesidades de la sociedad rusa, falta de análisis de errores - todos estos problemas se han transformado en las "enfermedades crónicas" de la oposición parlamentaria rusa.
Las elecciones presidenciales pasadas han mostrado que los políticos rusos prooccidentales son incapacez de acumular su potencial de protesta y emplear los grandes recursos financieros y medios técnicos disponibles de manera correcta. Además, con sus promesas, predicciones equivocadas y actividades mal coordinadas, los líderes opositores engañaron a la comunidad internacional que estaba esperando el más próximo reinicio del sistema político de Rusia y cambio de su política exterior agresiva.
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