La Línea Maginot: una parábola.

Taliván Hortográfico

ПРЕД P И B ВИНАГИ СЕ ИЗПИСВА M
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Los foros de lectores del periódico "La Internette" en la Francia de los años 1930 fueron uno de los lugares de opinión más lúcidos de aquella época al mismo tiempo medrosa y confiada.

Todo surgió cuando un ingeniero de Nantes, Monsieur Calopès, envió una larga carta criticando el gran proyecto constructivo nacional de la Francia de aquellos años: la Línea Maginot, una formidable barrera de fortificaciones en la frontera con Alemania que protegería el territorio metropolitano ante cualquier amenaza y ahorraría a la población el sufrimiento de las trincheras de la Gran Guerra. Una gran cantidad de recursos de la economía francesa se destinaron a este grandioso proyecto, y entre todas las clases sociales, entre todos los ambientes del pueblo francés, se extendió una gran confianza en esta solución que, además, proporcionaba grandes beneficios a empresarios, constructores y trabajadores, por lo que en torno a ella se generó toda una compleja maraña de intereses creados.

Tal vez por eso, la primera carta de Mr. Calopès al diario "La Internette" tuvo un cierto matiz escandaloso: "La Ligne Maginot est una bulle du bain moussant" afirmaba, a grandes rasgos, que el concepto de esa mastodóntica línea defensiva comprometía seriamente la economía nacional, sin, al mismo tiempo, ofrecer una defensa de completas garantías excepto contra armas y estrategias que no fueran calcadas a las de la Gran Guerra, obsoletas incluso en los últimos periodos de ese conflicto, en cuyos últimos compases, ya se habían comenzado a aplicar otras diferentes, como los tanques y la aviación.

Además, afirmaba, de ser posiblemente inútil ante nuevos desarrollos enemigos, la Línea Maginot impedía los desarrollos propios, por restar recursos nacionales a la investigación y el desarrollo, primero, y por crear un estado de ánimo de falsa seguridad que hacía creer que esos desarrollos eran inútiles, por lo que perdían todo apoyo social, público y privado.

En los años que transcurrieron entre 1936, fecha de publicación de la primera carta, y 1939, en el que, ante el estallido de la guerra con Alemania, un decreto gubernativo prohibió todo tipo de expresiones antipatriotas y derrotistas, hubo un continuo publicarse de cartas sobre este tema en el periódico, por parte de Mr. Calopès y de otros corresponsales que se adhirieron espontáneamente a la discusión, y entre ellos se pudo ver todo tipo de opiniones: los que concordaban con Calopès en mayor o menor grado, algunos más extremistas que él; los que le respondían y le motejaban de alarmista y neoludita, o incluso de traidor a sueldo del enemigo, y un corresponsal que se hacía llamar Mademoiselle Animose que afirmaba vivir a unos pasos de unos de los principales blocaos de la línea de fortificaciones y que decía que todo aquel hormigón había embellecido mucho el paisaje de su pueblecito de Alsacia, y que los destacamentos de miles de soldados ansiosos iban a ser una bendición para el sector servicios.

Es llamativo el tono fatalista de las últimas cartas publicadas, en septiembre de 1939, cuando las noticias apuntaban la inevitabilidad de una guerra, justo antes del cierre gubernativo: unos decían que ya estaba aquí todo, y que no había nada que hacer; otros decían que los alemanes estarían en París antes de octubre y que iban a morir todos; otros, que Francia aguantaría por lo menos un año, y que con las divisiones aerotransportadas de la Luftwaffe tal vez se produjera un aterrizaje suave y se conformaran con ocupar hasta el Marne, o algo así, y luego negociar una paz razonable.

Uno decía que no había que preocuparse, que la cosa estaba mal, pero que Francia no iba a ser derrotada porque Inglaterra no lo permitiría, y que además, ahí estaba América, que aunque parecía que se estaba haciendo la remolona, estaba siempre dispuesta a echar una mano a los países en apuros aunque no sacaran beneficio de ello. Otros, que Alemania no podría llegar muy lejos porque ahí estaba Rusia, que era imposible que Rusia hubiera pactado de verdad con los nazis, que era todo una estratagema para pillarlos en calzones cuando se hubieran vuelto hacia el frente occidental.

Y luego estaban los ultramontanos, los que decían que estaban tan hartos de todos aquellos años de autocomplacencia y corrupción que casi tenían ganas de que los alemanes llegaran hasta los Pirineos, a ver si así de las cenizas de Francia surgía un país nuevo y más decente, y que se iban a encerrar en la bodega con la cosecha de vino y media tonelada de maiz para tostar, a ver el espectáculo. Muchos de ellos hablaban así de forma metafórica. Otros, aunque les doliera la inminente catástrofe, se alegraban de la que les iba a caer encima a los judíos, de los que había acuerdo unánime de que tenían la culpa de todo, como siempre.

Había también conversaciones sobre si era más sensato quedarse en la ciudad o irse al campo, sobre si convenía acaparar metales preciosos, sobre si las monedas de plata de franco mantendrían su valor, sobre muchas otras formas de intentar protegerse de lo que se avecinaba. Aunque muchos intervenían en aquel foro postal con un cierto afán especulador: había quien decía que cuando los alemanes invadieran Francia, la Línea Maginot sería completamente inútil y todos aquellos enormes tochos se podrían comprar con cuatro perras, y además, entre Francia y Alemania, el nuevo núcleo de la Europa unida, o sea, un sitio la mar de céntrico y bien comunicado.

Y entre aquellas últimas cartas, uno preguntaba "¡Pero bueno, parece que os alegráis! ¿Es que no vamos a hacer nada por evitarlo?".

Una actitud honesta, y loable, pero yo pregunto ahora, a los lectores actuales, con todo lo que sabemos de aquella situación a posteriori, con la perspectiva que dan setenta años de historia, aquellos lectores, que no eran generales, que no eran ministros, que no eran banqueros ni grandes industriales ¿qué podían haber hecho?
 
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el arquitecto

sigilita
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jajajaja!

acabo de pillarlo... calopes...
que malo!
 
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shoah

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jorobar, esto es inventado, Mademoiselle Animose?? ja ja ja ja
 

vidarr

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Buenísimo, gracias por arrancarnos una sonrisa. Mes cinq étoiles pour monsieur le talibé :)
 

reallife

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donde habite el olvido
Buenísimo, llevaba tiempo sin reirme tanto :D:D.

¡Vaya borrachera con tanto vino y sólo maíz para comer! Por lo menos los madmaxistas de entonces (esto parece Regreso al Futuro :D) eran más felices etilícamente hablando por eso de los buenos caldos franceses...

Enhorabuena, Taliván.