Lo he dicho hasta la extenuación, a pesar de su evidentísimo comportamiento antisocial Irene Montero no es una orate, es una codependiente. La codependencia es un tipo de relación supertóxica que se produce cuando un miembro de la pareja, de la familia, del trabajo o entorno social es un orate, el codependiente antepone sus necesidades, inquietudes, deseos, etc. a la voluntad del orate y muchas veces pretende ser igual que él, se convierte en un imitador. Pero al no ser orate (y después de ciertas situaciones límite) el codependiente a veces empatiza y eso le hace poner los pies en el suelo, darse cuenta de que algo no marcha bien, entonces es cuando ya no puede seguir con la farsa de la imitación. En este punto las consecuencias emocionales pueden ser muy graves ya que el individuo se replantea todo, se da cuenta que es cómo es y no cómo pretendía ser, lo cual incluso le puede llevar a una crisis de identidad, está tan acostumbrado a imitar que el faltar eso literalmente no sabe quien es y necesita aprender a conectar con sí mismo
Irene Montero está en ese momento o a punto de llegar a él, la que le está cayendo con lo del caso Dina y la contradicción respecto a su discurso feminista en la que está cayendo para proteger al orate de Iglesias la están destrozando. El codependiente (a diferencia del orate) llega a tener pudor y vergüenza ante ciertas cosas, ir en contra de esos sentimientos le supone un daño emocional brutal. En ese punto se encuentra Irene Montero, ayer su lenguaje corporal lo decía todo, era un tierra trágame, incluso a mí me estaba dando lástima.
