Hilo oficial. RBUI: ya llega a España .

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Pirlazo
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¿Ve la renta básica universal como posible solución a las desigualdades socioeconómicas?

Antes de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, pensaba que tenían razón quienes decían que había una cierta insostenibilidad económica en expandir una renta básica universal. Los leía. Me parecían interesantes. Pero ahora pienso que podemos coger los libros de economía de los últimos 25 años y guardarlos en el trastero de casa. Porque ya no funciona nada de lo que propugnaban sus autores. Es papel mojado. Ahora hay un nuevo orden económico y creo que va a ser fundamente aplicar la renta básica universal. Ahora nos vamos a encontrar con un problema social que debe ser afrontado desde la economía. Pero enfocada ésta en el sentido de que la prioridad son los ciudadanos. Hay que protegerlos a ellos
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David Trueba: «A la izquierda política le falta autenticidad y parece que persigue la beatificación»
 

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Pirlazo
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Necesitamos confiar en las personas

“¿Cómo le vas a dar dinero gratis sin contraprestación alguna a un vagabundo? Te digo desde ya: se lo gastará en alcohol, tabaco, drojas y juego”.

Este tipo de afirmaciones, que fueron recurrentes tanto en Londres como en Vancouver a las puertas de comenzar los dos proyectos sobre los que hablaremos a continuación, no distan mucho de la concepción que se tiene en la mayoría de países occidentales respecto a las personas en situación de sinhogarismo. Porque, lógicamente, ofrecer dinero a cambio de nada a las personas y que ellas puedan gestionarlo como buenamente consideren, cuestiona y desafía los estereotipos que tenemos sobre cómo ayudar a las personas que viven en los márgenes. Y es que, mantener el statu quo sale barato, ¿verdad?.

Pues veamos qué resultados han obtenido al respecto experimentos en apariencia tan sencillos como revolucionarios. En primer lugar analizaremos aquél llevado a cabo por la ONG británica Broadway en el año 2009 y, en segundo lugar, el realizado en Canadá por “Foundations for Social Change” en colaboración con la University of British Columbia, llamado “New Leaf Project”.

Corría el año 2009 cuando Londres estaba preparándose para ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2012 y el entonces alcalde Boris Johnson se autoimpuso el objetivo de “limpiar las calles”. A partir de este anuncio las personas en situación de sinhogarismo empezaron a sufrir ataques continuos bajo una gran presión coercitiva: se empezaron a mojar los lugares donde dormían, a despertarles por las noches o a moverles para que no pudieran dormir.

Es entonces cuando la ONG Broadway decide ayudar a 13 de estas personas (algunas de ellas “veteranas de la calle” que llevaban más de 40 años viviendo en la calle) simplemente entregándoles 3.000 libras sin ninguna contraprestación. Es decir, nadie les iba a pedir nada a cambio ni nadie les iba a cuestionar o preguntar cómo se gastaban el dinero. Eso sí, contaban con un asesor a quien podrían preguntarle lo que consideraran y éste, al empezar, solo les hizo una pregunta: ¿tú qué crees que necesitas? Las respuestas dejaron boquiabierto a más de uno. Los deseos materiales de estas personas fueron realmente humildes: un teléfono, un audífono o un diccionario entre otras cosas.

En primavera del año 2018 se lanzó en Canadá el proyecto “New Leaf Project”, en el que participaron 115 personas de entre 19 y 64 años que llevaban sin hogar durante al menos seis meses. 50 de estas personas fueron elegidas al azar para recibir 7,500 dólares canadienses en efectivo, mientras que las demás formaron un grupo de control que no recibió dinero alguno. La historia se repetía y, una de las personas responsables del proyecto, tal y como manifestaron en Londres una década antes, afirmó que “no tenía expectativas pero sí muchas esperanzas”.

Y, como sabemos perfectamente, una cosa es tener esperanza en algo y, otra bien distinta, que tus esperanzas se alineen con la realidad. No obstante, estoy seguro que en estos dos casos los resultados obtenidos sobrepasaron por mucho las expectativas depositadas en ellos. De las 13 personas en situación de sinhogarismo que dormían en las calles de Londres, al cabo de año y medio, 7 de ellas ya tenían un techo sobre sus cabezas y 2 más estaban a punto de trasladarse a sus propios apartamentos. Además, todos ellos habían dado pasos fundamentales hacia la solvencia y el crecimiento personal, apuntándose a cursos de cocina, sometiéndose a rehabilitación, visitando a sus familias o haciendo planes de futuro. Tal y como afirmó Simon, una de las personas que tomó parte en el proyecto, finalmente su vida había empezado a encajar. Simon, quien había estado enganchado a la heroína durante 20 años, consiguió desengancharse y había empezado a tomar clases de jardinería. Según sus propias palabras había empezado a cuidarse, a bañarse, a afeitarse y le rondaba la idea de volver a casa con sus dos hijos.

Los resultados del “New Leaf Project” canadiense también transitan por el camino del crecimiento y el desarrollo personal. En primer lugar, las 50 personas que recibieron 7,500 dólares canadienses se mudaron a una vivienda estable después de un promedio de tres meses. En comparación, los del grupo de control, tardaron un promedio de cinco meses. En segundo lugar, quedó claro que no malgastaron el dinero. Todo lo contrario, ya que lo manejaron muy bien durante el transcurso del año. Una de las encargadas del proyecto dijo que había visto que “la gente retenía más de $1,000 durante los 12 meses que duró el proyecto, lo cual es significativo para esta zona de Canadá". En tercer lugar están los resultados sobre en qué gastaron el dinero. Bien, en promedio gastaron el 52% de su dinero en comida y alquiler, el 15% en otros artículos como medicamentos y facturas y el 16% en ropa y transporte. Es destacable también que casi el 70 por ciento de las personas consiguieron seguridad alimentaria después de un mes. Y, finalmente, cabe recalcar que los datos sobre el consumo de drojas hablan por sí mismos: el gasto en alcohol, cigarrillos y drojas se redujo, de media, un 39%.

Y es en este momento, viendo los resultados tan interesantes que muestran estos proyectos, cuando te preguntarás: ¿y esto cómo se paga? ¡Costará un dineral! A mí, personalmente, la financiación no es el tema que más me preocupa porque existen evidencias suficientes sobre la viabilidad de proyectos ambiciosos de renta básica financiados a través de una reforma fiscal. Tenemos riqueza suficiente para que todas las personas tengamos la existencia material garantizada y la única pregunta es cómo la repartimos. Sin embargo, es totalmente comprensible que las personas que no tratan diariamente con números y estadísticas puedan hacerse esta pregunta. En el caso británico, las trece personas en situación de sinhogarismo que recibieron dinero por parte de la ONG Broadway “costaban” al Estado 400.000 libras anuales entre gastos policiales, costes judiciales y servicios sociales. Unas 30.000 libras cada una. Por contra, el “coste” de ayudar a estar personas ascendió a un total de 50.000 libras, incluidos los sueldos de las trabajadoras sociales. Es decir, 8 veces menos. En el caso canadiense, el proyecto supuso para los contribuyentes canadienses un “ahorro” de $8,100 por persona ($405,000 para las 50).

Los números, por lo tanto, son claros. Los dos proyectos llevados a cabo permitieron reducir costes considerablemente. Sin embargo, creo que es más interesante poner el foco en otro aspecto que considero mucho más importante: el hecho de dejar atrás la continuidad de lo que se había hecho durante décadas de castigos, enjuiciamientos e infructuosos intentos de protección posibilitó ayudar a estas personas avanzando hacia un futuro de libertad y crecimiento personal.

Son muchas las personas para las que la mayor objeción a la hora de hablar de una implantación de una renta básica es el supuesto alto coste que supondría para las arcas públicas. Por el contrario, habitualmente, se posicionan a favor de incrementar el gasto en sanidad, en educación u otros servicios públicos. Pero, ¿acaso el derecho a que toda la ciudadanía tenga la existencia material garantizada no debería ser prioritario? ¿Por qué seguimos apostando por medidas no tan “completas y eficaces” como las rentas mínimas aunque queden millones de personas en la estacada? Es en situaciones como ésta, en medio de una esa época en el 2020 de la que yo le hablo y una gran crisis socioeconómica, cuando realmente comprendemos la necesidad un sistema fiscal justo que, mediante la redistribución de la riqueza, nos permita tener los recursos necesarios para proteger a la gran mayoría social. Como decía Ray, a quien el proyecto canadiense le permitió conseguir una vivienda y formarse para trabajar ayudando a personas con adicciones, “algún día podría ser esa persona importante que tiene una voz poderosa... porque, una semilla puede convertirse en roble”.
 

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Pirlazo
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Raventós: “La Renta Básica tiene más apoyos por parte de partidos políticos cuando más alejados están del poder” - Revista Mugica

Los problemas asociados a la condicionalidad son diversos y su contraste con la RB son ilustrativos. Solamente voy a referirme a algunos: costos administrativos, trampa de la pobreza, non-take-up y estigmatización.

Los costos administrativos. Los subsidios condicionados tienen unos costes de administración muy elevados. Esto es un viejo y conocido problema. Si se debe seleccionar quién “merece” y quién no un subsidio condicionado se debe controlar que las personas realmente encajen en el modelo condicionado. Costos inmensos en distintas vertientes, pero una es especialmente interesante: costos muy altos proporcionalmente a las pocas personas que perciben estos subsidios. La condicionalidad implica control, el control implica gastos de gestión y administración. La razón es muy conocida: se trata de controlar si la persona perceptora del subsidio condicionado cumple los requisitos legales y, no menos importante, si una vez que esta persona ha logrado sortear todas las condicionalidades burocráticas percibe el subsidio condicionado, sigue cumpliendo las condiciones que la continúan haciendo merecedora de la percepción. Control en el momento de conceder el subsidio y control posterior mientras se lo está percibiendo. Miles, decenas de miles, según la población y el lugar, de personas dedicadas a controlar la condicionalidad de los subsidios condicionados. Un monumento a la irracionalidad y a la ineficiencia. La RB no tendría costos derivados de la condicionalidad puesto que es incondicional y no se precisaría de un ejército de controladores para identificar quién debe y quién no debe recibir el subsidio condicionado. La recibiría toda la población, incondicionalmente. Pero los costes no solamente son para la administración, son también para los solicitantes. Aunque no formen parte de los costes administrativos, los sufren las personas que solicitan subsidios. A menudo deben desplazarse e incluso realizar algún viaje para acceder a las oficinas de prestaciones, esperar, hacer colas, rellenar formularios difíciles para determinadas personas. Y esto son costes no solamente económicos sino de tiempo: otro monumento a la irracionalidad.

La trampa de la pobreza.Este problema es muy grave. Cuando se es perceptor de un subsidio condicionado, existe un fuerte desincentivo a buscar y realizar trabajo remunerado, pues ello implica la pérdida total o parcial del subsidio. En claro contraste, la RB funciona como una base o un suelo, no como un techo: la realización de trabajo remunerado no implica la pérdida de la RB con lo que el desincentivo a la actividad desaparece. En 35 estados de EE.UU. la trampa de pobreza que surge de las ayudas condicionadas implica que las personas que reciben prestaciones en caso de aceptar un trabajo con un salario mínimo perderían dinero. Para evitar la trampa de la pobreza se han diseñado todo tipo de trucos, pero aunque puede mejorar algo determinadas situaciones, el problema de la trampa de la pobreza es intrínseco a la condicionalidad. La RB supera muy bien este grave problema de la trampa de la pobreza.

El non-take-up (NTU) o tasa de solicitud de prestaciones condicionadas: la fracción de las personas que no solicitan una prestación a pesar de cumplir todos los requisitos de elegibilidad y tener derecho, por tanto, a ser perceptores. Las proporciones de las personas que no solicitan las prestaciones son de unos porcentajes impresionantes, en algunos casos llega al 60%. Las razones son de distinto tipo: personales, de diseño del tipo de subsidio, de gestión, etc. Pero que un 60% de las personas potencialmente beneficiarias no pidan los subsidios condicionados es un grave problema. Para una RB no es necesario apuntar que el fenómeno del NTUdesaparece.

Estigmatización. Esta lacra está asociada a los subsidios condicionados: la obligación a la que se enfrentan los candidatos a perceptores de tener que significarse, en las ventanillas de la administración, como “pobres” o como “enfermos” para no decir como directamente “culpables” de ser unos “fracasados” o “extremamente” pobres. Los subsidios condicionados comportan a menudo preguntas intrusivas, incluso sobre las relaciones personales más íntimas de las personas solicitantes, que pueden ser complementadas con controles de visitas en el domicilio. A veces la administración burocrática parece tratar a las personas solicitantes de los subsidios condicionados como si se tratase de delincuentes potenciales a punto de defraudar a la menor ocasión. Este trato, qué duda cabe, estigmatiza. La RB no estigmatiza por una razón muy evidente: la recibe toda la población del área geográfica que se implante. Se estigmatiza a colectivos sociales o personas determinadas, no se puede estigmatizar a toda la población. No hay nada estigmatizador por el hecho de recibir una RB que se otorga a todos los miembros de la sociedad.
 

Gubelkian

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notorius.burbujo

Madmaxista
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Es la última estocada. El golpe de gracia. La solución final para derrumbar la economía por completo, y a la vez.