Puede ser, puede ser. Pero ya no quedan clientes que les compren la mercancía. O eso se dice:O un error, porque los lazis lo venderían como una sentencia "españolista y fascista".
(...) El segundo acto del pasado 1 de octubre, más simbólico, se celebró en el Press Club, un local del barrio europeo, a unas decenas de metros de los edificios de la Comisión y el Consejo de la UE. Fue allí donde al día siguiente de su llegada a Bruselas, hace ahora casi dos años, Puigdemont convocó y atrajo a medios de todo el mundo.
Aquel día de 2017 entrar en la sala era complicadísimo. Tuvo enfrente decenas de cámaras y preguntas y un interés genuino de todo el continente. Este año, sin embargo, no ha habido ninguna expectación. Cuando él, Lluís Llach y otros miembros del Consejo de la República aparecieron, apenas dos decenas de corresponsales de medios españoles y tres periodistas belgas les esperaban. Poca curiosidad y prácticamente nula repercusión.
En términos de imagen, cobertura y relevancia, la figura de Puigdemont se ha apagado en Bruselas. Es probable que con la sentencia y lo que ocurra después haya un resurgir, pero hace muchos meses que ningún líder, funcionario o portavoz europeo recibe una pregunta en las ruedas de prensa diarias de las instituciones sobre la cuestión catalana.
Nadie, absolutamente nadie, ha recibido al ex president y su equipo. Ningún cargo de la Comisión o el Consejo, ni alto, ni medio, ni bajo. Las puertas de las instituciones están cerradas a cal y canto. Sólo se abren las de la Eurocámara, a la que puede acceder invitado por sus amigos. Pero ni su presidente ni nadie de peso se ha sentado a escucharle.
En los medios belgas -su tribuna más potente en un primer momento-, apenas hay menciones. La cuestión catalana se ha disuelto en una ciudad tan complicada como Bruselas, donde cada día hay decenas de protestas, reivindicaciones, marchas y denuncias.
Carles Puigdemont dice estar preparado para afrontar otra euroorden tras la sentencia del 'procés'