Crece intramuros la 'reticencia' en el Pentágono y con el mo$queo vigilante de Wall St. Y con l@s chic@s del Congreso bipolar la percepción (una realidad, dejémonos de milongas) del fake del siglo: las ‘dudas’ en el siempre democrático y judicial Congreso USA sobre la conveniencia de un 'mayor' desarrollo del programa F-35. De seguir adelante con el costoso y problemático pendejo: de mandarlo a la hez, en román paladino. Y se abre una brecha de consecuencias imprevisibles entre un lobbista de alcurnia -Lockheed Martin- y sus puertas giratorias en Wall St. y el Pentágono, algo también imprevisible y absolutamente novedoso pues visibiliza un modelo muy bien oculto (su razón de ser) y especulativo de
way of life posmoderno, inasumible, quebrado y en vías de extinción. Todo tiene su fin. Otra cosa es acelerarlo. Como todo ahora.
El 'nodo' volador 'invisible' arrastra un problemón serio y silenciado pese a sus berreadas vanaglorias vanguardistas en sistemas de radar, guerra electrónica y armas: su muy escasa autonomía, de risa en el 'B'. La solución del refueling haría visible al nodriza y pondría al loro al adversario. Y si se le dota de depósitos adicionales de combustible, adiós hipotético sigilo y merma de una capacidad de maniobra que tampoco es su fuerte.
La autonomía del purasangre del que -nada casualmente- hereda el nombre, además del 'comercial' salto del '22' al 35', la autonomía del P-38
Lightning (1941) era de 2.408 kms. y 6.112 kms. con depósitos auxiliares. Una anécdota. Nada más.
Como otra anécdota nada anecdótica, otro purasangre real -y no especulativo- como el F-22 le saca casi 500 Kms. a este cani inútiil lleno de piercings, tattos y pendientes. 500 Kms, vitales en una operación de envergadura, léase contra enemigos bien dotados de electrónica de Ctrl.
Tanta pasta para ese cagarro en la etapa inicial y crucial de definición y diseño, en un parámetro vital como es la autonomía: cagada gafapastosa de la LOGSE. ¿o sería aposta?. Amarra la pasta y corre. Pero cortito.