Feminismo en vena: "¿Por qué no utilizan las mujeres el cerebro?" (Dra. Esther Vilar). ¿Es el Cociente Intelectual un concepto machista?

Fudivarri

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A la que lo merite, claro. Las feministas bigotudas que se dediquen al tribadismo, que significa frotarse mutuamente con el arbusto.
Si no obtiene nada con el polvo, te denunciar por violación. ¿Qué cachopo violación? Una fruta cobra. Si no le pagas es violación... (de las reglas contractuales). Pues igual cualquier otra mujer, sólo que el contrato no está escrito y has entrado en terreno pantanoso con tanta juez inútil, mongólica, ejerciendo...
 

Fudivarri

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tríbada frotando.gif

Esto es una tríbada. Tríbada. Tijera lesbiana
El hombre es tan simple que incluso esto, que es el rechazo a la masculinidad, lo pone cachondo.
 

Fudivarri

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Siempre se recurre a la inteligencia como sustitutivo de la belleza. Por eso las mujeres necesitan menos recurrir a la inteligencia, porque estan dotadas de un mayor grado general de belleza. Si los hombres recurren mas a la inteligencia, es porque no les suele quedar otro remedio.

Pero entre inteligencia y belleza, desde luego yo antepondria siempre la belleza. Porque mientras que la inteligencia es un medio, la belleza es un fin en si mismo.
No puedo estar de acuerdo. Te pones en el lugar de una mujer y eso es imposible. Son sencillas de todo el trastero. ¿Eres tú simple de todo el trastero? No creo. Por eso tratas de encontrar un paralelismo entre hombre y mujer. TAREA INÚTIL. No te pareces a una mujer. Y harás el ridículo tratando de traspasar a ellas tu manera de ver las cosas. Tiempo perdido. Tanto como el de Swann.
 
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Fudivarri

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Es mi opinión, claro. No he de tener razón forzosamente. A mí me lo parece. Nada más.
 

EnKli

Himbersor
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30 Mar 2020
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¿Por qué no utilizan las mujeres el cerebro?

"No lo utilizan porque no necesitan capacidad intelectual alguna para sobrevivir. En teoría es posible que una mujer hermosa tenga menos inteligencia que un chimpancé, por ejemplo, y que, sin embargo de ello, triunfe en el medio humano.


No más tarde de los doce años -edad a la cual la mayoría de las mujeres ha decidido ya emprender la carrera de cortesana (o sea, la carrera que consiste en hacer que un hombre trabaje para ella a cambio de poner intermitentemente a su disposición, como contraprestación, la vagina)-, la mujer deja de desarrollar la inteligencia y el espíritu. Aún hace, ciertamente, que la preparen, y se hace con diplomas de todas clases -pues el varón se cree que una mujer que se ha aprendido algo de memoria sabe de hecho alguna cosa (dicho de otro modo: un diploma eleva el valor de la mujer en el mercado)-, pero en realidad los caminos de los dos sexos se separan aquí definitivamente. Toda posibilidad de comprensión entre el varón y la mujer se corta en este punto, y para siempre.

Por eso uno de los principales errores que siempre comete el varón al estimar a la mujer consiste en que la considera igual a él, o sea, en que la considera ser humano que funciona más o menos en el mismo plano emocional e intelectual que él mismo. El varón puede observar desde fuera el comportamiento de su mujer, puede oír lo que dice, ver pero con su mirada de varón- las cosas de que ella se ocupa, e inferir de determinados signos lo que ella piensa. Pero en todas esas percepciones e inferencias el varón se rige por su propia escala de valores.

El varón sabe qué haría él, qué pensaría y qué diría puesto en la situación de ella. Y cuando contempla el resultado de su observación resultado deprimente a tenor de sus propios criterios-, se ve forzado a concluir que tiene que haber algo que impide a la mujer hacer lo que él haría gustosamente en su lugar. Pues el varón se considera medida de todas las cosas, y con razón, si es que hay que definir al ser humano como un ser capaz de pensamiento abstracto."

Tela marinera, si lo dice un hombre, lo linchan. ¿Qué hombre no piensa como Esther Vilar?

Así, por ejemplo, cuando se da cuenta de que su mujer se pasa tantas o cuantas horas al día guisando, limpiando la casa y lavando los platos, no infiere que esas actividades satisfacen a su mujer porque corresponden idealmente a su nivel espiritual. Piensa que esa cantidad de horas es precisamente lo que impide a su mujer dedicarse a otras cosas, razón por la cual se esfuerza por poner a disposición de ella lavadoras automáticas, aspiradores, platos ya guisados, etc., que le ahorren aquellos trabajos estúpidos y le permitan tener una vida como la que él mismo sueña para sí.


Pero quedará decepcionado: en vez de empezar una vida espiritual, en vez de interesarse por la política, la historia o la investigación espacial, la mujer utiliza el tiempo ganado para cocer bollos, planchar ropa interior, hacer vainica o -en el caso de las más emprendedoras- adornar los aparatos sanitarios del cuarto de baño con florecillas de calcomanía.



Como el varón ha de creer (o como la mujer le convence de ello, pues ¿qué varón da verdadero valor a una ropa interior planchada, a calcomanías florales o a pasteles que no vengan de la pastelería?) que todo eso es necesario para la vida o, por lo menos, para la cultura del vivir, inventa para la mujer el planchador automático, la pasta para dulces ya amasada y con levadura puesta, el papel higiénico industrialmente floreado. Mas no por eso se pone ahora la mujer a leer: sigue sin ocuparse de política y la investigación espacial la tiene absolutamente sin cuidado. Falta le hacía el tiempo que ha ganado: por fin se va a poder ocupar de si misma. Y como, según se sabe, no sufre de ansia alguna de cosas espirituales, ocuparse de sí misma quiere decir, naturalmente, ocuparse de su apariencia externa.


El varón, que ama a su mujer y desea por encima de todo la felicidad de ésta, la acompaña también en este estadio: produce para ella el lápiz de labios beso resistente, el make-up lágrima-resistente para los ojos, la permanente doméstica, los volantes inarrugables y la ropa interior one-time, que se usa una vez y se tira. En todo eso sigue teniendo presente el mismo objetivo que termine de una vez, que se satisfagan todas las necesidades vitales «superiores» de la mujer- a la que él cree «más sensible y delicada por naturaleza»- y que la mujer pueda hacer finalmente de su vida lo único que él mismo considera digno de ser vivido: la vida de un varón libre.


Y sigue esperando. Mas como la mujer no se le acerca por sí misma, empieza a atraerla a su mundo: propaga la coeducación en la escuela para presentarle desde niña el estilo de vida del varón. La mete con todos los pretextos imaginables en sus universidades, para iniciarla en los secretos que ha descubierto y con la esperanza de que la visión directa infunda en la mujer la afición a las cosas grandes. Le procura incluso acceso a los más elevados honores, hasta ahora detentados exclusivamente por él (y en esto abandona incluso tradiciones que le son sagradas) y la anima a que ejerza su derecho electoral, para que pueda cambiar según sus ideas el sistema de la administración del estado, inventado por los varones. (Es posible que el varón se prometa incluso la paz por la intervención de la mujer en la política, pues le atribuye un carisma pacificador.)


El varón cumple tan consecuente y tenazmente su supuesta tarea que no se da cuenta de lo ridículo que se pone. Ridículo, por supuesto, según los criterios varoniles, no según los de la mujer: ésta es incapaz de cobrar distancia respecto de los acontecimientos y, por lo tanto, carece totalmente de sentido del humor.

No, las mujeres no se ríen de los hombres. A lo sumo se enfadarán un día con ellos. Las viejas fachadas con que disimulan su renuncia a toda existencia espiritual -el cuidado de la casa, el de los niños- no manifiestan aún suficientemente su ruina como para no ser ya capaces de justificar, al menos pro forma, el abandono prematuro de la universidad por las jóvenes y su renuncia a las profesiones más ambiciosas. Pero ¿qué ocurrirá cuando el trabajo doméstico se automatice todavía más, cuando realmente haya suficientes escuelas maternales y parvularios de buena calidad, o cuando los varones descubran -y ya hace tiempo que podrían haberlo descubierto- que los niños no son en absoluto necesarios para vivir?

(Insisto, Esther Vilar, "El varón domado") Aunque veo perfectamente reflejado al varón español progreta en este ridículo planteado por la Sra. Vilar.

Esther Vilar, ciudadana alemana nacida en 1935 en la Argentina que, tras recibir el título de médico, viajó a Alemania. Comenzó a trabajar en un hospital de provincia, lo que le dejaba mucho tiempo libre para leer. Surgió así una vocación por la escritura que no tardaría en desplazar a su primera profesión. A los 35 años, Vilar se tomó entonces un año libre para escribir. El resultado fue el libro de la polémica.

`Estaba harta de esa lucha de las feministas contra los hombres`, dijo Vilar. `Alguien tenía que levantar la voz por ellos`, añadió, perpleja por lo que consideraba un cuadro `poco realista` del tema, por la visión `totalitaria y fundamentalista` que exhibía el feminismo. La idea central de su libro es que, contrariamente a lo que la mayoría cree, las mujeres no son sojuzgadas por los hombres, sino que son ellas las que controlan a los hombres, para sacar ventaja de ellos sin que se den cuenta.



`La mujer es una empedernida explotadora que obtiene su bien capital de su mera anatomía`, dice en el libro. `Los hombres han sido acostumbrados y condicionados por las mujeres, en forma no muy diferente a lo que hacía Pavlov con su perro, para convertirse en sus esclavos. En compensación por su trabajo las mujeres les dan a los hombres un uso periódico de sus vaginas`, apunta Vilar en un párrafo crudamente gráfico. En otros pasajes, señala que las mujeres administran los elogios hacia el hombre como otra forma de asegurarse su control.



Maravillosa mujer. Habla claro. Y dice verdad, según creo. Enlace al libro "El varón domado":

004865.zip | Solidfiles
Quién me iba a decir que iba a conocer una autora tan sumamente precisa a la hora de analizar a su propio género, gracias por este fantástico descubrimiento.
 

Arretranco70-70

Himbersor
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Luego nos echamos las manos a la cabeza por tirar millonadas en hezs como el Menesterio de la igualdá. Lo alimentáis día a día.
 

Fudivarri

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Yo he leído ese libro que lo tenía mi madre en casa y la verdad es que generaliza mucho y trata sobre una realidad social distinta a la actual. Hoy día hay mucha lesbiana, muchas más mujeres independientes que en 1978 y que no necesitan que un hombre las mantenga.
No hay mucha lesbiana. Pero dan el ****** mucho, eso sí. Lesbianas hay menos de un 2%. gaies, casi un 15%. ¿Por qué? Porque el lgtb tenía utilidad tribal. La lesbiana, no. El lesbianismo es una degeneración. La gaiería es utilitaria. ¿Anatema? Me da igual. Es la verdad.
 

potranc0

Himbersor
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esta hez criptojudia misógina promocionada en foros syop como éste, ha sido desplegada para trabajar junto al feminazismo para evitar emparejamientos y destruir la natalidad.

Históricamente el órigen de las 2 cosas siempre ha estado muy claro. La basura feminista radical sale de logias y la misoginia organizada sale de curas satánicos. Los dos salen históricamente del mismo cubo de basura criptojudio, y por eso hoy comparten el mismo objetivo de que la gente jóven no se empareje para frenar la natalidad.

La autóctona, claro está. A los otros ni se dirigen con sus hezs.
 

Fudivarri

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esta hez criptojudia misógina promocionada en foros syop como éste, ha sido desplegada para trabajar junto al feminazismo para evitar emparejamientos y destruir la natalidad.

Históricamente el órigen de las 2 cosas siempre ha estado muy claro. La basura feminista radical sale de logias y la misoginia organizada sale de curas satánicos. Los dos salen históricamente del mismo cubo de basura criptojudio, y por eso hoy comparten el mismo objetivo de que la gente jóven no se empareje para frenar la natalidad.

La autóctona, claro está. A los otros ni se dirigen con sus hezs.
La judía Vilar escribió este libro en los años 70.