Desde el momento en que naces tenías claro que ibas a morir. Ya el principio anticipa que hay un final. En ese aspecto, pensar en la muerte debiera ser tan natural como pensar en que el sol va a salir mañana.
Lo que os debería dejar de verdad paralizados es lo que pueda haber después. La muerte es como una puerta que abre a lo desconocido. Si tú tuvieras una puerta en tu casa que se pudiese abrir en cualquier momento, en la que no sabes ni quién puede salir de ahí ni a dónde accede, no podrías ni pegar ojo hasta que no hubieras reunido un 100% de certeza sobre lo que haya detrás.
Pero extrañamente con la muerte todo el mundo se permite el lujo de no querer saber. Lo que más deberíais conocer, lo ignoráis, y lo que más deberíais asimilar os obsesiona y desespera.