Los datos son malos, pero lo peor es la proyección. Los despidos se hacen con vista a 2 ó 3 meses, es decir, se descuenta una primavera muy parada e incluso un inicio de verano que nada tiene que ver con ninguna pseudo-recuperación.
Desde mi punto de vista, el efecto "coyuntural" del corona acabo en Septiembre u Octubre del año pasado. A partir de ahí lo que se está gestando es una crisis económica importante a raíz de una destrucción de la oferta, de empleo y, por tanto, de la demanda. A estás situaciones como esta hay que llegar con mucha inercia, muy poca deuda y tipos/inflación elevados.
Ahora si que ya el descuadre el TOTAL. Están metiendo pasta para que no nos canibalicemos entre nosotros, pero vamos....no hay garantías absolutamente de nada....
Esa es otra
parece que a muchos se les olvida que antes del el bichito ya se estaba gestando un parón económico. Y la economía se mueve por ciclos.
NOTICIA DE FINALES DE 2019
2019: frenazo económico, estancamiento del empleo y año perdido en la reducción del déficit
El año en el que la
desaceleración golpeó a la economía española. Pero también, el
ejercicio perdido en la reducción del déficit, en el que la tasa de
paro se estancó y en el que la d
euda pública se mantuvo en niveles alarmantemente altos. Y, por supuesto, el año en el que el Gobierno no fue capaz de actuar para modificar este complejo contexto más allá de, primero, negar la realidad, y después, tratar de minimizar la importancia de los datos.
El balance de 2019, por lo tanto, no es precisamente positivo. Es más, ha sido notablemente peor de lo que se estimaba al inicio de año o incluso de lo que las cifras apuntaban bien entrado ya el año. Buena muestra de ello es que el Ejecutivo, con la ministra de Economía, Nadia Calviño, mantuvo hasta el verano que elevaría la previsión oficial de crecimiento y que las cifras podrían llegar hasta el 2,5%. Querían repetir lo que era norma habitual durante los mandatos de Mariano Rajoy, cuando el Ministerio que entonces dirigía Luis de Guindos ofrecía siempre, y de manera intencionada, una cifra moderada que posteriormente le permitía llevar a cabo revisiones al alza con el consiguiente rédito político.
Sin embargo, todo se comenzó a torcer en verano. La primera pista la ofreció la propia Calviño, que ya no afirmó de manera tan categórica que la mejora tendría lugar. Posteriormente, el Instituto Nacional de Estadística (INE) rebajó en dos décimas el crecimiento que la economía registró en 2018, ralentización que el Banco de España amplió hasta 2019. Sin embargo, el organismo dirigido por Pablo Hernández de Cos, en su revisión de septiembre, restó otras dos décimas más tanto por la
«pérdida de vigor de la demanda interna» como por el «aumento de la incertidumbre global».
El resultado de todo ello es que el BdE rebajó en hasta cuatro décimas su estimación de crecimiento para este año, dejándola en el 2%, al tiempo que moderó también la de los dos próximos años. El mensaje fue claro: la economía se había desacelerado, mucho más de lo que ninguna estimación había adelantado, y con ella el ritmo de creación de empleo.
La reacción inmediata del Gobierno fue negar esta circunstancia, en lo que supuso un nuevo enfrentamiento entre Ejecutivo y supervisor, aunque finalmente se vio obligado a reconocer que «
la ralentización del crecimiento fue mucho más intensa de lo pensado». Así lo apuntó Calviño tras rebajar ligeramente la estimación de crecimiento, aunque el 2,1% oficial se mantiene todavía por encima de las proyecciones del propio Banco de España o la Comisión Europea.
En cambio, lo que Trabajo y Economía se han negado a reconocer en todo momento es que el empleo, al igual que el crecimiento, también se ha moderado. Calviño llegó a decir que el Fondo Monetario Internacional (FMI) «se limita a meter unos números en un modelo y ver qué resultado da», y que «probablemente no esté reflejando con exactitud lo que puede estar sucediendo en el mercado laboral».
Lo hizo en marzo, cuando el FMI adelantó que el paro apenas se reduciría ya no sólo en el presente año sino también durante los siguientes años. Aquella estimación fue sin duda arriesgada, ya que ningún otro organismo ofrecía una visión tan pesimista, pero la realidad ha demostrado que fue certera. Y así lo están refrendado el resto de grandes servicios de estudios, que de manera mayoritaria considera que la tasa de desempleo acabará el año en niveles cercanos al 14% por el 14,4% en el que acabó 2018, lo que supone
una rebaja muy limitada para el segundo país con una mayor tasa de paro de la Eurozona.
Ante esta situación, el Gobierno socialista únicamente concedió que «la población demandante de empleo crece por las expectativas en el mercado laboral», esto es, que el paro aumenta porque hay más personas buscando empleo, y que los datos no son «alarmistas». La explicación del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, fue muy criticada e incluso desde la oposición se ironizó con este argumento. Pero lo cierto es que el Banco de España señala que, efectivamente, esta circunstancia está afectando al empleo. La ralentización en la senda de descenso del desempleo reflejaría «un modesto repunte del ritmo de avance de la población activa», dijo, pero también que «
el menor ritmo de creación de puestos de trabajo», algo que, en cambio, el Gobierno no reconoce. Y, en todo caso, lo que resulta indudable es que el Ejecutivo no ha sido capaz de poner las bases para atajar esta situación.
Algo muy similar ocurre con el déficit, cuya reducción ha pasado claramente a un segundo plano por mucho que el Gobierno de Sánchez siempre subraye su «compromiso» con el equilibrio presupuestario. Pero las cifras, una vez más, parecen empeñarse en no dar la razón al Ejecutivo, y lo hacen de tal manera que
el riesgo de que 2019 haya sido también un año perdido en la reducción de la desviación presupuestaria es cada vez mayor.
Bruselas y el Banco de España así lo estiman, mientras que Funcas cree que la desviación pasará del 2,5% del año pasado al 2,4% de este año, lo que evidentemente supone una rebaja mínima. Fuentes del propio Gobierno también se han visto obligadas a reconocer en privado que será muy difícil que el déficit cierre el año en el 2%, de manera que España no cumplirá ni el objetivo oficial del 1,3% ni el revisado del 1,8% ni el autoimpuesto que asciende a esas dos décimas de Producto Interior Bruto (PIB).
Por ello, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) hizo público esta misma semana una recomendación a la Administración Central, en la que le pide que destine «los ingresos obtenidos por encima de lo previsto, así como los ahorros derivados de la ausencia de modificaciones en el Suministro Inmediato de Información (SII) del IVA para reducir la desviación sobre su objetivo de estabilidad presupuestaria». En otras palabras:
que centre y eleve sus esfuerzos en la reducción del déficit.
Todas estas circunstancia ponen en evidencia
al absoluto descontrol que existe con el déficit en España, problema que ni mucho menos se circunscribe a este Gobierno pero que sí tendrá una de sus máximas expresiones en esa incapacidad por rebajar la desviación presupuestaria en el presente ejercicio.
Y esto está directamente relacionado con otro de los grandes problemas de la economía española y sobre el que, también en este caso, no se ha hecho lo suficiente en el presente ejercicio. «
España está entre esos países con un alto nivel de deuda pública y por lo tanto es importante que continúe reduciendo el déficit», afirmó el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, que el pasado mes de noviembre llamó la atención a España de manera pública y muy claramente. «No se espera que España avance lo suficiente hacia el cumplimiento del índice de referencia de reducción de la deuda en 2019 y 2020», añadió. Según los datos de Bruselas, España acabará 2019 con una deuda del 96,7% del PIB, cifra que, una vez más y como no podía ser de otra manera, es superior a las siempre optimistas previsiones del gobierno
Y LO ANTERIOR ERA ANTES DEL cobi19