Yo tengo la teoría de que las mujeres están abandonando las cositas.
En los años 90 mamaban mucho más, mamaban con mucha más alegría y con dedicación. Se les notaba las ganas de complacer, y eran precisamente esas ganas de complacer las que provocaban que uno, a su vez, quisiera complacerlas.
En los 90, antes de que se extinguieran las últimas felatrices vocacionales, a uno le entraban ganas de quererlas, de tratarlas bien, de respetarlas, de protegerlas...
Ahora entre que ya no tragan, no maman voluntariamente (hay que pedirlo), lo hacen con reticencia, de malas maneras, chapuceramente.... ya no inspiran.
Antes las cositas inspiraban ganas de vivir.
Ahora casi te hacen sentir como un ser perversos.
El puñetero feminazismo ha conseguido convertir algo bonito como una churrupaica en algo triste, tedioso, incómodo para las dos partes.
El feminazismo no sólo se ha cargado las relaciones intersexuales. El daño es más profundo. Han derruido las relaciones sensuales en sí mismas, que se han convertido en una batalla política.
Antes, en la alcoba, sólo estaba el hombre y la mujer.
Ahora, en la alcoba, tú y yo somos tres: hombre, mujer y Estado.