Pero repartiendo picsas conseguía cash sano. Eso le permitia hacer viajes fastuosos, amarse mujeres pizpis de seis en seis y dominar el accionariado de la telefónica de la época. Él sí era un triunfador, pringadillos.
Los tenía bien puestos. Se quitó de en medio a la bigotuda española y le cortó la cabeza a Tomás jovenlandés porque no le salió de las narices reconocerle como el mero, mero de la iglesia anglicana y hacerle feos al divorcio de la paticorta hispana.
Igualito que los lame tacones de hoy día.