Porque la Iglesia católica lleva más de una década con esa denigrante cruz a cuestas. El calvario comenzó el 6 de enero de 2002 en la primera página del 'Boston Globe', con la historia espeluznante del reverendo John Geoghan. Con un récord pedófilo escalofriante: abusó de 130 niños durante 20 años mientras sus superiores se limitaban a cambiarlo de parroquia.
Roto el tabú, comenzaron a proliferar los casos de pederastia como setas. Sólo en los primeros seis meses de 2002 fueron apartados de sus cargos 218 sacerdotes y cuatro obispos en todo el país. Y uno de sus cardenales más potentes, Bernard Law, arzobispo de Boston, tuvo que abandonar su diócesis y refugiarse en el Vaticano, acusado de encubridor. Y eso que, en un primer momento, el purpurado se resistía a abandonar su sede, amparado en una consigna que, en aquella época y desde siempre era ley: "La ropa sucia se lava en casa".
Pero en la época mediática y de la globalización, la ropa sucia se lava y se tiende al sol de los medios. Y desde entonces, el goteo de casos ha sido incesante. De Estados Unidos el foco de la pederastia clerical se fijó en la católica Irlanda, uno de los países apostólicos y romanos a machamartillo, quizás para contraponerse a los anglicanos del Reino Unido.
Aquí, el informe Ryan recoge los testimonios de 2.500 víctimas entre 1930 y 1980, en un cuadro de violencia "endémica". Fue tal el escándalo que algunos prelados se vieron obligados a presentar su renuncia y el propio Papa tuvo que convocar a todos los obispos irlandeses a una cumbre especial en Roma.
En las últimas semanas, el foco de atención se desplazó a Alemania, la patria del Papa Ratzinger. De momento afecta a 19 de las 27 diócesis y siguen surgiendo casos. Algunos de ellos muy especiales y llamativos. Por ejemplo, el que indirectamente salpica al propio hermano del Papa, Georg Ratzinger, director del coro de Ratisbona de 1964 a 1994, donde se descubrieron varios casos.
El anciano Georg se ha visto obligado a salir a los medios paras decir que él, como otros muchos en aquella época de ‘la letra con sangre entra’, lo único que hizo fue pegar algunos cachetes a los chavales. Y hasta tuvo que pedir perdón por eso.