Pútrido
Himbersor
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Hay que asumirlo, FAFI a nivel mediático y toltema está muerto.
El Youtuber San Ludopatrón caga en directo, presumiendo del gusto que le da la cagada al salir y muestra a cámara su dedo untado en mierda (Hilo II)
- Autor del tema VIOLADOR DE FEMlNiSTAS
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Juanito5000
Himbersor
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Mas me gusta el mikelet ( que se ha divorciado del javi con orden de alejamiento ) o j0an pr4dells que el fafi
Morsasfuera
Trolazo nivel 99
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Ya se avisó que como se metiese en un zulo iba a morir dentro. Ese es su pvto destino, perecer rodeado entre ceniza, cerveza por el suelo, litronas vacías, envoltorios de papel albal de los kebab y torres de cajas de pizza... y lo peor no será en directo si no offline. La policía tirará la puerta abajo al cabo de meses por el olor infecto e insoportable denunciado por algún vecino pues tampoco se conoce la ubicación exacta, y se encontrarán el cadáver en estado de descomposición avanzada. Si en un año arrasó un piso de 100 mts convirtiéndolo en un vertedero, en 6 meses puede tener que irse del propio piso al no poder acceder a él de la merda acumulada durante medio año.
Por eso que tal y como está la vida, darle dinero a este trozo de basura es peor que tirarlo por el retrete. Ni por echarte risas a costa de él o para que se emborrache, su contenido es esperar a que aparezca una señora de la limpieza, como el buen cerdo de manual que es incapaz de mantener 20 mts² limpios. Cuando está en la calle borracho es el bosh de Yutú y primera opción para verlo. Cuando okupa pisos, contenido para monguers, sugar monkeys y paguiteros como él.
Por eso que tal y como está la vida, darle dinero a este trozo de basura es peor que tirarlo por el retrete. Ni por echarte risas a costa de él o para que se emborrache, su contenido es esperar a que aparezca una señora de la limpieza, como el buen cerdo de manual que es incapaz de mantener 20 mts² limpios. Cuando está en la calle borracho es el bosh de Yutú y primera opción para verlo. Cuando okupa pisos, contenido para monguers, sugar monkeys y paguiteros como él.
Pútrido
Himbersor
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Mikelet el yonki ese de valencia que se puede mimetizar con una farola???
Juanito5000
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Es yonki residente en javea, con paguita de 2400 euros mes, mas lo que pilla ( por youtube hay video de el abriendo coche y robando ), se lo gasta en todo en droja dura y hace directos poniendo musica con un xiaomi
Pútrido
Himbersor
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Todavía sigue vivo?, hace tiempo que no veo nada nuevo de él en youtube, lo de la paguita de 2400 no te lo crees ni tú.
Esta emitiendo en el canal de España infinita con la temática de "mi niño" y volviendo a poner por millonésima vez los audios del hermano de miroslav, se viene merla guapa y toma gugel ae baja pantalones y el ombligo de king kong en toda la pantalla parece que sepa que hoy le va a venir strike y se juega este canal y no el principal.
Doctor Trivago
Madmaxista
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Parece que alguien de ForoCarros ha sido abducido por Azakael:
Esta noche ha sido extraña, la más extraña de mi vida. Hoy iba a matarme. Y buscando la muerte he encontrado la vida. Hoy la locura me ha vuelto cuerdo. No me extenderé en explicar mis motivos, y narrar qué prolongado dolor me había llevado a tal determinación, pero puede mi lector imaginar, que visceral sufrimiento y qué deterioro anímico me abocaba a una decisión tan taxativa e irremediable. Una serie de negocios ruinosos y desgracias familiares me lanzaron a la carretera esta oscura noche. Y cada piedra, cada decadente árbol de camino parecía bramar por ni sangre. Un conjunto de enfermizos pensamientos, una bola incontenible de hipótesis oscuras me aplastaba asfixiantemente.
Corrí demencialmente hasta el puente Clifton, con negras intenciones. Y cuando alcancé una altura suficiente, casi sin poder creerlo me lance al vacío.
Un terror de muerte, y un triste arrepentimiento me invadieron al instante, pero casi no tuve tiempo de sentirlos. Puesto que tras unos instantes de caída con los ojos cerrados sentí que me detenía repentinamente. ¡¡Me hallaba en suspensión!!. Una voz, una que recordaré toda mi vida me increpó, sonaba como si el mismo planeta hablará desde su núcleo, con la gravedad de cien órganos de iglesia. La pregunta, extraña, cómo habría de serlo toda esta noche fue la siguiente:
-¿Qué estás haciendo? Su dicción, átona y forzadamente pronunciada me sacudió cada uno de los huesos del cuerpo.
Abrí los ojos, y en la negrura de la noche escuche a cientos de metros abajo el río caudaloso galopar. Confirmé que estaba flotando en el aire, algo me asía. Sin embargo, notaba cómo una fuerza que sólo puedo describir cómo magnética me sostenía, apretando mis brazos contra mi cuerpo.
Yo, ido. Demasiado excitado para preguntas grité algo, como una oración o súplica. La voz tomó un momento y volvió a preguntar, esta vez sentí que esa mano invisible me estrujaba un poco, con intenciones interrogativas:
-¿Qué estás haciendo?. Yo, gimiendo, emocionado creí estar ante la presencia de un milagro. Así que dije, a pesar de no ser especialmente religioso:
-¿Dios?,¿eres tú?. La voz pareció sarcástica:
-No soy uno de ellos, pero podría devorarlos si esa fuera mi voluntad. La respuesta, algo críptica me dejó todo lo confundido que se puede estar en ese contexto. Más aterrorizado aún pensé que quizás me encontraba en presencia del mismo Satanás. La voz de ultratumba hizo una de sus solemnes pausas y preguntó de nuevo:
-¿Qué haces?,¿Por qué te lanzas al vacío?. Yo me hallaba demasiado conmovido para comprender y lloré como un niño mientras confesaba mi pecado:
-Me he lanzado para matarme, para suicidarme.
La respuesta me dejó definitivamente fuera de juego:
-¿Suicidarme?,¿Qué es "suicidarme"?
Yo me retorcí salvajemente de mi nudo mágico, con todas mis fuerzas. Le grité a la voz:
-¡¡Alejate de mi, demonio, no me vas a confundir con tus tretas!! Y comencé a rezar un padrenuestro algo destartalado. Mi cuerpo se movió en el aire, como si aquella cosa me quisiera observar más de cerca. Un pánico bañó al pánico ya existente en mi interior, luche con todas mis fuerzas pero la pinza era irresistible. Desolado suplique:
-¡Suéltame, suéltame! La voz estaba desconcertada, dijo con genuina incomprensión:
-Si te suelto, tu pequeño cuerpo se destrozará contra las rocas. ¿Eso no dañaría tu estructura ósea y sistemas básicos?.
En la bruma nocturna, la conversación se me antojaba un sueño. Por un momento, dada la rareza de la situación pensé que quizás era todo un sueño, o que ya había muerto y estos pensamientos eran fruto de una muerte cerebral. Que mi pobre cráneo yacía resquebrajado en el lecho rocoso, y que todo aquello no era otra cosa más que una chisporroteante y errática sinapsis final. Instintivamente miré a bajo para buscar mi propio cuerpo reventado contra el suelo. El suave correr del agua, la naturaleza muerta que pintaba las sombras nocturnas me relajó, me dio por momentos una serena paz. Respiré aliviado. Confiando en la irrealidad de la escena.
Me volví a la cosa, de donde se proyectaba la voz. Qué parecía salir de la estructura bajo del puente:
-¿Quién eres?, no puedo verte. La voz contestó autoritaria:
-No me ves porque esa es mi voluntad. Además, con vosotros pequeños vipedos, he aprendido a que es mejor no mostrar mi apariencia. Algunos han muerto solo de la primera impresión. Yo había pasado del pánico a un divertido delirio, y no sentía miedo, o no lo sentía como real. Así que insistí:
-Quiero verte, muéstrate. La voz calló unos instantes. Y dijo resolutivamente:
-Me mostraré, pero primero contesta a mi pregunta: ¿Qué es "suicidarme"?
La adrenalina inicial fue bajando, notaba la humedad de la bruma, y escuchaba el crujir del punto bajo el peso de ese ser invisible que debía de estar colgado boca abajo. Aún ponderando si era real o no todo aquello inicié un diálogo más ordenado con la entidad:
-Bueno, es matarse. Osea quitarse la vida a uno mismo. La voz estaba atenta y repuso:
-¿Y por qué harías eso?
-Para dejar de existir, supongo. Contesté yo simplemente. Noté cómo la pinza entorno a mi cedía poco a poco.
-¿Dejar de existir?,
-Si, ya me comprendes. No estar aquí.
-¿No estar aquí?, ¿este acto que llevas a cabo te transportará a otro lugar?, ¿otro plano?.
-No, no exactamente. Es decir no creo. No lo he hecho por eso. Simplemente quería dejar de ser, de sentir.
-¿Dejar de ser?.
La criatura pareció meditar en la cenagosa oscuridad. Y luego dijo resolutivo:
-Quizás cuando te estrelles contra las rocas, tu cuerpo se partirá en mil esporas y miles de tus hijos conquistaran el mundo. ¿Esa es la razón de "suicidarse"?.
Yo reí quedamente. Estaba claro que el monstruoso ser transparente no entendía a qué me estaba refiriendo.
-No, simplemente quiero morir. Dejar de sentir nada. Apagarme. La voz se intensificaba:
-¿Y por qué querrías hacer eso?; eso te impediría sentir nada más. Sería el fin.
-Es eso justo lo que buscaba; el fin. Ponerle final a mi vida.
Se hizo un silencio entre los dos. La criatura se movió entre las estructuras metálicas, debía pesar cientos de toneladas ya que todo el puente crujía y chirriaba salvajemente. Parecía estar acomodándose, casi me lo imaginé mesándose una metafórica barba sumida en sus reflexiones. Al fin volvió a hablar:
-Ponerle fin a una vida que ya tiene un fin predeterminado... ¿No es algo absurdo?. Es decir, ¿Una criatura cómo tú de base de carbono solo tiene que esperar para llegar a eso?, ¿no es cierto?. Yo fuí poco a poco comprendiendo que contra todo pronóstico, aquello no era un sueño. Traté de explicarme:
-Si, pero hoy... no podía esperar más. Quería acabar de una vez. La voz dijo, casi en un susurró. Aunque con la potencia de una locomotora:
-Pero eso te impedirá ver qué es lo siguiente. Respondí sin pensar:
-Si, eso es cierto. No cabe duda.
Yo me quedé callado. Lo cierto era que esa entidad me había llevado a una conclusión en la que no había reparado.
Los dos nos volvimos a quedar en silencio. Lo cierto es que tenía mucha razón. Cualquier cosa que fuera a pasar después de ese acto no la vería. Y en vez de esa profunda agonía, empecé a experimentar una extraña y nueva curiosidad por la vida. Lo cierto es que, de haberlo hecho en otro momento, no me hubiera encontrado con este ser. Podría haber acabado y perderme la surrealista experiencia de comunicarme con esta entidad antinatural.
Por un momento me alegré de que así hubiera sido. Nunca, bajo ninguna concepto habría imaginado un final semejante. De hecho ese era un final tan extraño como para dejar de ser, incluso, un final.
Cuando volví a la realidad, seguía allí: a cientos de metros sobre el agua. Flotando en el aire. Volví hacia la voz:
-¿Y tú quién o qué eres?,dije, por pura gratitud.
Del lugar en el que la voz se manifestaba se escuchó un zumbido vibrante, y del aire comenzó a surgir una monstruosa forma por momentos. A priori hubiera dicho que se trataba de una especie de crustáceo, ya que gran parte de su cuerpo estaba cubierto de caparazones. Sin embargo otras zonas parecían semejantes más bien a un hongo. Con bulbos y protuberancias abultadas.
Pronto pude ver el aspecto de la garra que me retenía. Era, según comprendí su brazo principal, distinguí siete en un lado y cuatro en otro. Tenía una mezcla de pinza de cangrejo con zonas semejantes en textura a las de un tentáculo. Además tenía una serie de argollas y joyas incrustadas que le dotaban de cierto exotismo, como un demonio bailando la danza del vientre.
Aprecié tres caras en la parte superior del casco. No supe nunca si empleaba todas o solo alguna para dirigirse a mi. Sus bocas eran como un butrón a una tienda de motosierras. Todo dientes. Vi muchos ojos y antenas, dentro y fuera de las cabezas. Inspiré con fuerza, y al hacerlo noté cierto tufo a algas podridas y sustrato marino. Algo atemorizado dije:
-¿Qué… qué eres? Tediosamente contestó:
-Vosotros no tenéis palabras para definir lo que soy. Aunque algunas leyendas hablan de Los Antiguos, supongo que podrías decir que soy uno de ellos. Yo observaba fascinado la anatomía disforme del ser:
-¿Eres un ser de otro planeta? La criatura hizo una serie de chasquidos con su propio cuerpo, que yo intérprete cómo hilaridad, y dijo:
-No, pequeño simio. Estoy en este joven planeta desde antes de que os erigieraís sobre dos patas. Comprendí que me encontraba ante un ser de al menos miles de años. Proveniente de un atávico pasado.
Después me vino a la mente que si me sostenía era porque me había cazado al vuelo. Me había atrapado. Y con todo el respeto que fue capaz de apostillar pregunté:
-¿Por qué lo has hecho?,¿por qué me has detenido?. El ser dijo lacónicamente:
-Inicialmente mi intención era devorarte. A veces por diversión salgo a cazar. Pero antes de poder hacerlo he apreciado que te precipitabas al vacío. Y eso ha estimulado mi curiosidad.
Aquello me intrigó también a mi:
-¿Llevas viviendo miles de años en la tierra y nunca habías visto a un humano morir?. Su respuesta denotó cierta ira:
-He visto miles de humanos morir. Muchos de ellos en mis propias fauces. Yo temblé pensando en que quizás me había excedido:
-Suicidarse, quería decir. El ser me narró:
-Si que lo había visto; pero no lo había comprendido. Los Ghozholomitas de Earendel se inmolan desde alto de acantilados serrados, pero ellos creen que así salvan a siete generaciones de sus antepasados. En su caso tiene, díganos, algún sentido.
-Ah. Dije estúpidamente.
La criatura se volvió a mover hacia un costado, y me sostuvo formando un asiento con su mano de al menos 22 pies, liberándome de la presión. Y formuló:
-Entiendo la muerte, aunque mi raza no pasa por ella. No al menos que sea en combate.
-¿Eres inmortal? Pregunté.
-No; podemos morir. Toda mi raza fue casi aniquilada en el colapso de nuestra civilización, al otro lado del velo. Sin embargo, no somos como vosotros. No morimos en la vejez, no existe tal cosa en mi especie. Al menos nunca he visto nada semejante, nunca vi a ninguno de los nuestros caer de forma espontánea, sin una razón. Una herida o un combate.
-¿Pero no sufrir accidentes, enfermedades?,¿Si cayeras dentro de un volcán en erupción, no morirías quemado?,o si te tragara un agujero neցro, ¿no sería tú fin?. El antiquísimo ser volvió a chasquear sus partes móviles de risa. Y me dijo con sarcasmo:
-¿Por qué iba a hacerme daño estar en el núcleo de un volcán?. Es un lugar más que agradable para desovar. Y respecto de lo que llamas agujeros negros… lamento decirte que los pliegues del espacio-tiempo era nuestro lugar predilecto para la reproducción de los tres géneros.
Fuí entonces consciente de lo alternativo y diferente que era la naturaleza del ser. De cómo de extrañas eran las materias primas de las que estaría compuesto, de lo intrincado y evolutivamente diferente que podría ser su diseño orgánico. Y también de lo desconcertantes y lejanas que le resultarían a un ser de semejante origen, nuestras costumbres y psicología.
Yo insistí:
-Bueno, pues ya puedes comprender que nosotros podemos morir. En realidad por muchas razones.
-He comprendido que buscabas matarte, pero aún no comprendo el porqué. Entiendo el acto pero no es contenido. Me resultó fútil e innecesario narrarle al ser mis desgracias. Hubiera resultado un extraño diván y un raro alienista. Mi respuesta fue más concisa:
-Sufro. Sufro en demasía. Algo en la contestación me recordó a mi santa madre:
-Y si acabas, ¿cómo sabrás si ibas a dejar de sufrir?.
-No lo sabré.
-¿Y eso no es peor qué averiguarlo?.
De nuevo el ser y yo nos quedamos en silencio. Mi galáctico confesor parecía estar aprendiendo mucho de los humanos. Pasados unos minutos volvió a la carga:
-Así que si te suelto en un lugar seguro, ¿volverás a hacerlo?. Yo, volviendo a mi desesperación asentí tristemente. No porque fuera mi deseo, si no porque me conocía bien. El monstruo se movió de manera lenta, cómo procesando la idea. Para un ser, que debía de haber arrasado imperios completos, que debía de haber atemorizado civilizaciones por generaciones. Que probablemente era el mismísimo Carcinos de la laguna de Lerna contra el que había luchado Heracles. La idea de que una vida se quitara contra su voluntad le ofendía de una manera nueva y desconocida. Entonces pasó a la amenaza:
-Si lo haces arrasaré tu mundo. Me internaré en los núcleos de la tierra removiendo las placas tectónicas, y los gases emanados mataran a todos los seres vivos, incluidos los que amas. Lo hice cuando me enfrenté a los Mi-go y acabé con la mayoría de ellos. Yo, sumido en la pena solo alcancé a decir:
-Quizás sea lo mejor que pueda ocurrir…
El ser se removió contrariado, no parecía estar dispuesto a aceptar un no por respuesta. Y dijo con fuerza:
-Ven conmigo.
-¿A dónde?.
-Puedo proyectarme contigo a las lunas de Yuggoth, allí repondrás tu ánimo. Yo no era un gran experto en ciencia, pero sabía que no podía respirar fuera de la atmósfera. Quizás a la criatura se le había pasado por alto ese detalle. Y así se lo transmití.
-No es necesario que viaje cuerpo material, únicamente su espectro astral. Creo que vosotros lo llamáis alma. No parecía tener opción, así que escuché unos siseos y partes del caparazón del monstruo se volvieron fluorescentes.
Sufrí entonces una experiencia extrasensorial como nunca antes lo había vivido, en ocasiones, como a cualquiera los tumultuosos mundos del sueño me había llevado más allá de la tierra conocida, y de los opresivos límites de mi cuerpo. Había yo también traspasado en múltiples ocasiones la barrera noctámbula viviendo extrañas e indescriptibles experiencias, que se fugaban al despertar. Pero cuando el ser me proyectó al espacio con él a través de un rayo de luna tomé consciencia de cuán reales eran los mundos oníricos que solo palpamos a tientas.
La forma del ser, en su vibración astral era mucho más bella y sensata, visto con aquellos nuevos ojos espirituales se parecía más a una hermosa medusa luminiscente, de múltiples alturas. Empleaba sus acolchadas capas membranosas y traslúcidas para hincharlas como velas de un barco, empleando los vientos solares para transportarnos a ambos por los inmensos vacíos siderales.
Pude ver el azul lapis lazuli de las estelas de un cometa, que dejaba semillas de vida sublunar a su paso, como una abeja polinizadora. Viajamos más allá de Andrómeda, saltando entre cúmulos globulares que brillaban como campos sembrados de cristal. Nos nutrimos de energía en cascadas de fotones donde descubrimos hermosos seres que provenían del otro lado de la membrana. Escuchamos sus canciones de cuna, y sus rituales civilizatorios. Vimos juntos el nacer de una enana azul, y la contracción de los tendones de luz del universo por el alumbramiento de una nueva criatura. El ser me dijo que un día los humanos de mi mundo descubrirían tales partículas y las llamarían Taquiones.
Anduve revestido de indumentarias desconocidas que brillaban como la plata, caminé junto a mi zizerone por palacios de arquitectura oblonga, pisando mosaicos de marfil extraído de marte y jade cultivado en la ergosfera del un agujero neցro. Mantuvimos vibrantes conversaciones en lenguajes nunca hollados por el hombre, visitando a monarcas y seres cuyo sistema óseo estaba únicamente compuesto por energía pura. Nos bañamos en las oscuras y demenciales pozas de Yuggoth, donde Ubbo-sathla fue concebido. Fui arrastrado a kilómetricos templos subterráneos en el interior de planetas que no han visto nunca la luz de nuestro sistema solar. Allí encontré sacerdotes biológicamente modificados con tecnologías que ya eran arcanas cuando mi prehumano compañero aún no había descubierto la tierra con sus primeros arcosaurios, los monjes cibernéticos musitaba incansablemente prolongadas letanías en círculo conteniendo con sus escudos de protones unas tablas prohibidas cuyo conocimiento no debía de ser desvelado.
Caminamos por estructuras que desafían cualquier lógica, corredores de opalescente cristal que conectan el tiempo presente y el tiempo no presente, abrimos bibliotecas mil millones de veces más grandes que la de Alejandría y nos inflamamos con un bulímico conocimiento de todos los mundos perdidos entre las estrellas de Ulthar, Ooth-Nargai y Dylath-len. Establecimos contacto más allá de las esferas del tiempo y el espacio, intercambiando el genoma atómico de nuestro sustrato más profundo con entidades que aún no han nacido. Consciente en todo momento que no hacíamos más que rascando solo la superficie del conocimiento. No sé cuánto tiempo anduvimos en ese estado, o si ni siquiera soy yo mismo el que retornó a este cuerpo. Pero en un momento determinado volví sobre mi mismo a la oscura noche de Londres. El ser me miró en silenció, con el resoplar de sus múltiples orificios que emitía leves cacofonías relajantes.
Yo le devolví la mirada. Su voz de ultratumba, pero ahora cercana y amable cómo nunca me increpó por última vez:
-Dime bipedo; ¿Aún quieres poner fin a tu vida?. Con lágrimas en los ojos, le confesé con el más sincero de los arrepentimientos:
-No, por Dios. No quisiera jamás volver a oír hablar de eso. El monstruo me miró con ternura, o con temible ternura de que una araña sideral puede hacerlo. Y me acercó a la orilla. Ya en tierra, con mis pies sobre la mullida hierba, ví que se quedaba mirándome. Divertido, aunque algo asustado todavía le pregunté:
-¿No estarás pensando en comerme, verdad?; ahora que he recuperado las ganas de vivir. La criatura rió amablemente:
-No, tu alma ahora pesa demasiado. Sería muy lento de digerir. Sin más, el ser volvió a sacudirse hipnóticamente y a volverse invisible de nuevo. Y solo por el sonido de sus afiladas patas supe que se alejaba en la noche.
He vuelto a casa, mirando las estrellas, la naturaleza, los árboles. Y la belleza sin fin en cada luz y cada sombra.
Ha sido una noche extraña.
Esta noche ha sido extraña, la más extraña de mi vida. Hoy iba a matarme. Y buscando la muerte he encontrado la vida. Hoy la locura me ha vuelto cuerdo. No me extenderé en explicar mis motivos, y narrar qué prolongado dolor me había llevado a tal determinación, pero puede mi lector imaginar, que visceral sufrimiento y qué deterioro anímico me abocaba a una decisión tan taxativa e irremediable. Una serie de negocios ruinosos y desgracias familiares me lanzaron a la carretera esta oscura noche. Y cada piedra, cada decadente árbol de camino parecía bramar por ni sangre. Un conjunto de enfermizos pensamientos, una bola incontenible de hipótesis oscuras me aplastaba asfixiantemente.
Corrí demencialmente hasta el puente Clifton, con negras intenciones. Y cuando alcancé una altura suficiente, casi sin poder creerlo me lance al vacío.
Un terror de muerte, y un triste arrepentimiento me invadieron al instante, pero casi no tuve tiempo de sentirlos. Puesto que tras unos instantes de caída con los ojos cerrados sentí que me detenía repentinamente. ¡¡Me hallaba en suspensión!!. Una voz, una que recordaré toda mi vida me increpó, sonaba como si el mismo planeta hablará desde su núcleo, con la gravedad de cien órganos de iglesia. La pregunta, extraña, cómo habría de serlo toda esta noche fue la siguiente:
-¿Qué estás haciendo? Su dicción, átona y forzadamente pronunciada me sacudió cada uno de los huesos del cuerpo.
Abrí los ojos, y en la negrura de la noche escuche a cientos de metros abajo el río caudaloso galopar. Confirmé que estaba flotando en el aire, algo me asía. Sin embargo, notaba cómo una fuerza que sólo puedo describir cómo magnética me sostenía, apretando mis brazos contra mi cuerpo.
Yo, ido. Demasiado excitado para preguntas grité algo, como una oración o súplica. La voz tomó un momento y volvió a preguntar, esta vez sentí que esa mano invisible me estrujaba un poco, con intenciones interrogativas:
-¿Qué estás haciendo?. Yo, gimiendo, emocionado creí estar ante la presencia de un milagro. Así que dije, a pesar de no ser especialmente religioso:
-¿Dios?,¿eres tú?. La voz pareció sarcástica:
-No soy uno de ellos, pero podría devorarlos si esa fuera mi voluntad. La respuesta, algo críptica me dejó todo lo confundido que se puede estar en ese contexto. Más aterrorizado aún pensé que quizás me encontraba en presencia del mismo Satanás. La voz de ultratumba hizo una de sus solemnes pausas y preguntó de nuevo:
-¿Qué haces?,¿Por qué te lanzas al vacío?. Yo me hallaba demasiado conmovido para comprender y lloré como un niño mientras confesaba mi pecado:
-Me he lanzado para matarme, para suicidarme.
La respuesta me dejó definitivamente fuera de juego:
-¿Suicidarme?,¿Qué es "suicidarme"?
Yo me retorcí salvajemente de mi nudo mágico, con todas mis fuerzas. Le grité a la voz:
-¡¡Alejate de mi, demonio, no me vas a confundir con tus tretas!! Y comencé a rezar un padrenuestro algo destartalado. Mi cuerpo se movió en el aire, como si aquella cosa me quisiera observar más de cerca. Un pánico bañó al pánico ya existente en mi interior, luche con todas mis fuerzas pero la pinza era irresistible. Desolado suplique:
-¡Suéltame, suéltame! La voz estaba desconcertada, dijo con genuina incomprensión:
-Si te suelto, tu pequeño cuerpo se destrozará contra las rocas. ¿Eso no dañaría tu estructura ósea y sistemas básicos?.
En la bruma nocturna, la conversación se me antojaba un sueño. Por un momento, dada la rareza de la situación pensé que quizás era todo un sueño, o que ya había muerto y estos pensamientos eran fruto de una muerte cerebral. Que mi pobre cráneo yacía resquebrajado en el lecho rocoso, y que todo aquello no era otra cosa más que una chisporroteante y errática sinapsis final. Instintivamente miré a bajo para buscar mi propio cuerpo reventado contra el suelo. El suave correr del agua, la naturaleza muerta que pintaba las sombras nocturnas me relajó, me dio por momentos una serena paz. Respiré aliviado. Confiando en la irrealidad de la escena.
Me volví a la cosa, de donde se proyectaba la voz. Qué parecía salir de la estructura bajo del puente:
-¿Quién eres?, no puedo verte. La voz contestó autoritaria:
-No me ves porque esa es mi voluntad. Además, con vosotros pequeños vipedos, he aprendido a que es mejor no mostrar mi apariencia. Algunos han muerto solo de la primera impresión. Yo había pasado del pánico a un divertido delirio, y no sentía miedo, o no lo sentía como real. Así que insistí:
-Quiero verte, muéstrate. La voz calló unos instantes. Y dijo resolutivamente:
-Me mostraré, pero primero contesta a mi pregunta: ¿Qué es "suicidarme"?
La adrenalina inicial fue bajando, notaba la humedad de la bruma, y escuchaba el crujir del punto bajo el peso de ese ser invisible que debía de estar colgado boca abajo. Aún ponderando si era real o no todo aquello inicié un diálogo más ordenado con la entidad:
-Bueno, es matarse. Osea quitarse la vida a uno mismo. La voz estaba atenta y repuso:
-¿Y por qué harías eso?
-Para dejar de existir, supongo. Contesté yo simplemente. Noté cómo la pinza entorno a mi cedía poco a poco.
-¿Dejar de existir?,
-Si, ya me comprendes. No estar aquí.
-¿No estar aquí?, ¿este acto que llevas a cabo te transportará a otro lugar?, ¿otro plano?.
-No, no exactamente. Es decir no creo. No lo he hecho por eso. Simplemente quería dejar de ser, de sentir.
-¿Dejar de ser?.
La criatura pareció meditar en la cenagosa oscuridad. Y luego dijo resolutivo:
-Quizás cuando te estrelles contra las rocas, tu cuerpo se partirá en mil esporas y miles de tus hijos conquistaran el mundo. ¿Esa es la razón de "suicidarse"?.
Yo reí quedamente. Estaba claro que el monstruoso ser transparente no entendía a qué me estaba refiriendo.
-No, simplemente quiero morir. Dejar de sentir nada. Apagarme. La voz se intensificaba:
-¿Y por qué querrías hacer eso?; eso te impediría sentir nada más. Sería el fin.
-Es eso justo lo que buscaba; el fin. Ponerle final a mi vida.
Se hizo un silencio entre los dos. La criatura se movió entre las estructuras metálicas, debía pesar cientos de toneladas ya que todo el puente crujía y chirriaba salvajemente. Parecía estar acomodándose, casi me lo imaginé mesándose una metafórica barba sumida en sus reflexiones. Al fin volvió a hablar:
-Ponerle fin a una vida que ya tiene un fin predeterminado... ¿No es algo absurdo?. Es decir, ¿Una criatura cómo tú de base de carbono solo tiene que esperar para llegar a eso?, ¿no es cierto?. Yo fuí poco a poco comprendiendo que contra todo pronóstico, aquello no era un sueño. Traté de explicarme:
-Si, pero hoy... no podía esperar más. Quería acabar de una vez. La voz dijo, casi en un susurró. Aunque con la potencia de una locomotora:
-Pero eso te impedirá ver qué es lo siguiente. Respondí sin pensar:
-Si, eso es cierto. No cabe duda.
Yo me quedé callado. Lo cierto era que esa entidad me había llevado a una conclusión en la que no había reparado.
Los dos nos volvimos a quedar en silencio. Lo cierto es que tenía mucha razón. Cualquier cosa que fuera a pasar después de ese acto no la vería. Y en vez de esa profunda agonía, empecé a experimentar una extraña y nueva curiosidad por la vida. Lo cierto es que, de haberlo hecho en otro momento, no me hubiera encontrado con este ser. Podría haber acabado y perderme la surrealista experiencia de comunicarme con esta entidad antinatural.
Por un momento me alegré de que así hubiera sido. Nunca, bajo ninguna concepto habría imaginado un final semejante. De hecho ese era un final tan extraño como para dejar de ser, incluso, un final.
Cuando volví a la realidad, seguía allí: a cientos de metros sobre el agua. Flotando en el aire. Volví hacia la voz:
-¿Y tú quién o qué eres?,dije, por pura gratitud.
Del lugar en el que la voz se manifestaba se escuchó un zumbido vibrante, y del aire comenzó a surgir una monstruosa forma por momentos. A priori hubiera dicho que se trataba de una especie de crustáceo, ya que gran parte de su cuerpo estaba cubierto de caparazones. Sin embargo otras zonas parecían semejantes más bien a un hongo. Con bulbos y protuberancias abultadas.
Pronto pude ver el aspecto de la garra que me retenía. Era, según comprendí su brazo principal, distinguí siete en un lado y cuatro en otro. Tenía una mezcla de pinza de cangrejo con zonas semejantes en textura a las de un tentáculo. Además tenía una serie de argollas y joyas incrustadas que le dotaban de cierto exotismo, como un demonio bailando la danza del vientre.
Aprecié tres caras en la parte superior del casco. No supe nunca si empleaba todas o solo alguna para dirigirse a mi. Sus bocas eran como un butrón a una tienda de motosierras. Todo dientes. Vi muchos ojos y antenas, dentro y fuera de las cabezas. Inspiré con fuerza, y al hacerlo noté cierto tufo a algas podridas y sustrato marino. Algo atemorizado dije:
-¿Qué… qué eres? Tediosamente contestó:
-Vosotros no tenéis palabras para definir lo que soy. Aunque algunas leyendas hablan de Los Antiguos, supongo que podrías decir que soy uno de ellos. Yo observaba fascinado la anatomía disforme del ser:
-¿Eres un ser de otro planeta? La criatura hizo una serie de chasquidos con su propio cuerpo, que yo intérprete cómo hilaridad, y dijo:
-No, pequeño simio. Estoy en este joven planeta desde antes de que os erigieraís sobre dos patas. Comprendí que me encontraba ante un ser de al menos miles de años. Proveniente de un atávico pasado.
Después me vino a la mente que si me sostenía era porque me había cazado al vuelo. Me había atrapado. Y con todo el respeto que fue capaz de apostillar pregunté:
-¿Por qué lo has hecho?,¿por qué me has detenido?. El ser dijo lacónicamente:
-Inicialmente mi intención era devorarte. A veces por diversión salgo a cazar. Pero antes de poder hacerlo he apreciado que te precipitabas al vacío. Y eso ha estimulado mi curiosidad.
Aquello me intrigó también a mi:
-¿Llevas viviendo miles de años en la tierra y nunca habías visto a un humano morir?. Su respuesta denotó cierta ira:
-He visto miles de humanos morir. Muchos de ellos en mis propias fauces. Yo temblé pensando en que quizás me había excedido:
-Suicidarse, quería decir. El ser me narró:
-Si que lo había visto; pero no lo había comprendido. Los Ghozholomitas de Earendel se inmolan desde alto de acantilados serrados, pero ellos creen que así salvan a siete generaciones de sus antepasados. En su caso tiene, díganos, algún sentido.
-Ah. Dije estúpidamente.
La criatura se volvió a mover hacia un costado, y me sostuvo formando un asiento con su mano de al menos 22 pies, liberándome de la presión. Y formuló:
-Entiendo la muerte, aunque mi raza no pasa por ella. No al menos que sea en combate.
-¿Eres inmortal? Pregunté.
-No; podemos morir. Toda mi raza fue casi aniquilada en el colapso de nuestra civilización, al otro lado del velo. Sin embargo, no somos como vosotros. No morimos en la vejez, no existe tal cosa en mi especie. Al menos nunca he visto nada semejante, nunca vi a ninguno de los nuestros caer de forma espontánea, sin una razón. Una herida o un combate.
-¿Pero no sufrir accidentes, enfermedades?,¿Si cayeras dentro de un volcán en erupción, no morirías quemado?,o si te tragara un agujero neցro, ¿no sería tú fin?. El antiquísimo ser volvió a chasquear sus partes móviles de risa. Y me dijo con sarcasmo:
-¿Por qué iba a hacerme daño estar en el núcleo de un volcán?. Es un lugar más que agradable para desovar. Y respecto de lo que llamas agujeros negros… lamento decirte que los pliegues del espacio-tiempo era nuestro lugar predilecto para la reproducción de los tres géneros.
Fuí entonces consciente de lo alternativo y diferente que era la naturaleza del ser. De cómo de extrañas eran las materias primas de las que estaría compuesto, de lo intrincado y evolutivamente diferente que podría ser su diseño orgánico. Y también de lo desconcertantes y lejanas que le resultarían a un ser de semejante origen, nuestras costumbres y psicología.
Yo insistí:
-Bueno, pues ya puedes comprender que nosotros podemos morir. En realidad por muchas razones.
-He comprendido que buscabas matarte, pero aún no comprendo el porqué. Entiendo el acto pero no es contenido. Me resultó fútil e innecesario narrarle al ser mis desgracias. Hubiera resultado un extraño diván y un raro alienista. Mi respuesta fue más concisa:
-Sufro. Sufro en demasía. Algo en la contestación me recordó a mi santa madre:
-Y si acabas, ¿cómo sabrás si ibas a dejar de sufrir?.
-No lo sabré.
-¿Y eso no es peor qué averiguarlo?.
De nuevo el ser y yo nos quedamos en silencio. Mi galáctico confesor parecía estar aprendiendo mucho de los humanos. Pasados unos minutos volvió a la carga:
-Así que si te suelto en un lugar seguro, ¿volverás a hacerlo?. Yo, volviendo a mi desesperación asentí tristemente. No porque fuera mi deseo, si no porque me conocía bien. El monstruo se movió de manera lenta, cómo procesando la idea. Para un ser, que debía de haber arrasado imperios completos, que debía de haber atemorizado civilizaciones por generaciones. Que probablemente era el mismísimo Carcinos de la laguna de Lerna contra el que había luchado Heracles. La idea de que una vida se quitara contra su voluntad le ofendía de una manera nueva y desconocida. Entonces pasó a la amenaza:
-Si lo haces arrasaré tu mundo. Me internaré en los núcleos de la tierra removiendo las placas tectónicas, y los gases emanados mataran a todos los seres vivos, incluidos los que amas. Lo hice cuando me enfrenté a los Mi-go y acabé con la mayoría de ellos. Yo, sumido en la pena solo alcancé a decir:
-Quizás sea lo mejor que pueda ocurrir…
El ser se removió contrariado, no parecía estar dispuesto a aceptar un no por respuesta. Y dijo con fuerza:
-Ven conmigo.
-¿A dónde?.
-Puedo proyectarme contigo a las lunas de Yuggoth, allí repondrás tu ánimo. Yo no era un gran experto en ciencia, pero sabía que no podía respirar fuera de la atmósfera. Quizás a la criatura se le había pasado por alto ese detalle. Y así se lo transmití.
-No es necesario que viaje cuerpo material, únicamente su espectro astral. Creo que vosotros lo llamáis alma. No parecía tener opción, así que escuché unos siseos y partes del caparazón del monstruo se volvieron fluorescentes.
Sufrí entonces una experiencia extrasensorial como nunca antes lo había vivido, en ocasiones, como a cualquiera los tumultuosos mundos del sueño me había llevado más allá de la tierra conocida, y de los opresivos límites de mi cuerpo. Había yo también traspasado en múltiples ocasiones la barrera noctámbula viviendo extrañas e indescriptibles experiencias, que se fugaban al despertar. Pero cuando el ser me proyectó al espacio con él a través de un rayo de luna tomé consciencia de cuán reales eran los mundos oníricos que solo palpamos a tientas.
La forma del ser, en su vibración astral era mucho más bella y sensata, visto con aquellos nuevos ojos espirituales se parecía más a una hermosa medusa luminiscente, de múltiples alturas. Empleaba sus acolchadas capas membranosas y traslúcidas para hincharlas como velas de un barco, empleando los vientos solares para transportarnos a ambos por los inmensos vacíos siderales.
Pude ver el azul lapis lazuli de las estelas de un cometa, que dejaba semillas de vida sublunar a su paso, como una abeja polinizadora. Viajamos más allá de Andrómeda, saltando entre cúmulos globulares que brillaban como campos sembrados de cristal. Nos nutrimos de energía en cascadas de fotones donde descubrimos hermosos seres que provenían del otro lado de la membrana. Escuchamos sus canciones de cuna, y sus rituales civilizatorios. Vimos juntos el nacer de una enana azul, y la contracción de los tendones de luz del universo por el alumbramiento de una nueva criatura. El ser me dijo que un día los humanos de mi mundo descubrirían tales partículas y las llamarían Taquiones.
Anduve revestido de indumentarias desconocidas que brillaban como la plata, caminé junto a mi zizerone por palacios de arquitectura oblonga, pisando mosaicos de marfil extraído de marte y jade cultivado en la ergosfera del un agujero neցro. Mantuvimos vibrantes conversaciones en lenguajes nunca hollados por el hombre, visitando a monarcas y seres cuyo sistema óseo estaba únicamente compuesto por energía pura. Nos bañamos en las oscuras y demenciales pozas de Yuggoth, donde Ubbo-sathla fue concebido. Fui arrastrado a kilómetricos templos subterráneos en el interior de planetas que no han visto nunca la luz de nuestro sistema solar. Allí encontré sacerdotes biológicamente modificados con tecnologías que ya eran arcanas cuando mi prehumano compañero aún no había descubierto la tierra con sus primeros arcosaurios, los monjes cibernéticos musitaba incansablemente prolongadas letanías en círculo conteniendo con sus escudos de protones unas tablas prohibidas cuyo conocimiento no debía de ser desvelado.
Caminamos por estructuras que desafían cualquier lógica, corredores de opalescente cristal que conectan el tiempo presente y el tiempo no presente, abrimos bibliotecas mil millones de veces más grandes que la de Alejandría y nos inflamamos con un bulímico conocimiento de todos los mundos perdidos entre las estrellas de Ulthar, Ooth-Nargai y Dylath-len. Establecimos contacto más allá de las esferas del tiempo y el espacio, intercambiando el genoma atómico de nuestro sustrato más profundo con entidades que aún no han nacido. Consciente en todo momento que no hacíamos más que rascando solo la superficie del conocimiento. No sé cuánto tiempo anduvimos en ese estado, o si ni siquiera soy yo mismo el que retornó a este cuerpo. Pero en un momento determinado volví sobre mi mismo a la oscura noche de Londres. El ser me miró en silenció, con el resoplar de sus múltiples orificios que emitía leves cacofonías relajantes.
Yo le devolví la mirada. Su voz de ultratumba, pero ahora cercana y amable cómo nunca me increpó por última vez:
-Dime bipedo; ¿Aún quieres poner fin a tu vida?. Con lágrimas en los ojos, le confesé con el más sincero de los arrepentimientos:
-No, por Dios. No quisiera jamás volver a oír hablar de eso. El monstruo me miró con ternura, o con temible ternura de que una araña sideral puede hacerlo. Y me acercó a la orilla. Ya en tierra, con mis pies sobre la mullida hierba, ví que se quedaba mirándome. Divertido, aunque algo asustado todavía le pregunté:
-¿No estarás pensando en comerme, verdad?; ahora que he recuperado las ganas de vivir. La criatura rió amablemente:
-No, tu alma ahora pesa demasiado. Sería muy lento de digerir. Sin más, el ser volvió a sacudirse hipnóticamente y a volverse invisible de nuevo. Y solo por el sonido de sus afiladas patas supe que se alejaba en la noche.
He vuelto a casa, mirando las estrellas, la naturaleza, los árboles. Y la belleza sin fin en cada luz y cada sombra.
Ha sido una noche extraña.
Miguelito Bosé
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Fran toronja
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Si si la cuchara era su mano haciendo cuenco y comiendo como un auténtico cerdo