LOS REPTILIANOS: TEORÍAS DE CONSPIRACIÓN
MUY INTERESANTE8 ENERO, 2020
Imagen: El gran cielo
¿Ellos están entre nosotros? Los humanoides
reptilianos extraterrestres que beben sangre, comen carne y cambian de forma con un solo objetivo: esclavizar a la raza humana.
Por Guadalupe Alemán Lascurain
Es bien sabido que, en este planeta, muchos tienen poco, pocos tienen mucho y nadie entiende nada.
De acuerdo con un escritor inglés llamado
David Icke, los culpables de este desequilibrio forman parte de una selecta minoría en donde se concentra el verdadero poder mundial.
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Los lectores versados en teorías de la conspiración sabrán que esta acusación podría referirse a los
Illuminati, al
Judío Universal, a los
masones, a la
Comisión Trilateral, al
Nuevo Orden Mundial, al
Club Bilderberg o a cualquier otro grupo humano (real o imaginario) que haya sido designado como
“chivo expiatorio del momento”. Nada nuevo.
Sin embargo,
Icke le sube una rayita extra a la locura al proponer que
todas las sociedades secretas antes mencionadas
forman parte de la “Hermandad de Babilonia”, fundada por
extraterrestres reptilianos de la cuarta dimensión.
Imagen: Getty
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Reptilianos: ¿Quiénes son y de dónde vienen?
Los presuntos
reptilianos son criaturas humanoides que
provienen de la estrella Alfa Draconis, en la constelación del Dragón.
Según los especialistas en el tema (porque existen… los especialistas, no los draconianos),
estos alienígenas fueron los primeros habitantes inteligentes de la Tierra; los fundadores de la primera civilización prehumana en nuestro planeta e incluso los artífices de la humanidad.
Pertenecen a la especie extraterrestre conocida como “belatriciana”, que comparte algunas
características con los reptiles, por ejemplo:
- Están cubiertos de escamas marrones o verdes
- Sus pupilas son verticales, tienen el vientre coriáceo.
- Son ovíparos.
Hasta ahí la similitud, pues se supone que respiran hidrógeno, tienen tres columnas vertebrales, miden hasta siete metros de altura y pueden emitir resplandores fosforescentes. En fin… guapos no son. Y tampoco buena onda, pues si les creemos a los
“ufólogos”, resulta que los reptilianos son poderosos guerreros cuya misión consiste en dominar y esclavizar a la especie humana.
Figura reptiliana de Período de El Obeid, Ur (Mesopotamia), Iraq actual.
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Deidades de sangre fría
¿Existen motivos para temer que un funesto día, las naves de Alfa Draconis descenderán sobre nuestras ciudades? Tal vez, pero Icke dice que eso ya sucedió hace millones de años: tantos, que los reptilianos domesticaron a los dinosaurios.
Para él, la influencia de los reptilianos en las grandes civilizaciones de la Antigüedad puede demostrarse analizando los paralelismos entre diversos mitos ancestrales.
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Los nagas de India, los kappas o demonios-tortuga de Japón, el dios egipcio Sobek —que tenía cabeza de cocodrilo— la serpiente tentadora del Jardín del Edén, el mismísimo Quetzalcóatl…
¿Quién es quién?
A los conspiranoicos no les basta creer que alguna vez compartimos el planeta con hombres-lagarto, no: juran que los draconianos siguen entre nosotros.
En teoría, estos reptiles humanoides se sientan en tronos y sillas presidenciales, son estrellas de las redes sociales, amasan fortunas incalculables, ganan Grammys, son miembros de los Illuminati… en suma, rigen el mundo.
Y claro, como poseen el conveniente poder de metamorfosearse en
Homo sapiens, pasan desapercibidos mientras enredan los hilos de la historia humana al servicio de sus macabros intereses.
Esperen. Debí haber escrito “casi desapercibidos”, pues de vez en cuando cometen deslices que delatan su horrenda y verdadera naturaleza. He aquí algunos cuantos famosos que han sido señalados como extraterrestres infiltrados:
+Prácticamente todos los presidentes de Estados Unidos, con especial énfasis en Nixon, Reagan, Ford, Obama y Trump.
+Los Rockefeller, los Rothschild, los Guggenheim…
+Hasta
Miley Cyrus, pues es sospechoso que una persona cambie tanto. “Parece una clonación forzada”, aduce el editor de un sitio web dedicado a asuntos esotéricos;
Lady Gaga, por sus cambios tan radicales;
Angelina Jolie, por su afición a los tatuajes, a las joyas en forma de serpiente y “a otros símbolos satánicos”.
Finalmente,
toda la realeza británica, aunque la favorita de los cazareptilianos es la reina Isabel II.
Imagen: Matt Dunham – WPA Pool/Getty Images
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Hasta luego, cocodrilo
Las presuntas pruebas del origen extraterrestre de estos personajes son tan endebles que no vale la pena refutarlas en detalle.
Parten de fotografías borrosas en donde, con mucha imaginación y algunos retoques, las pupilas del sujeto parecen verticales, su cutis maltratado presenta aspecto escamoso y
sus rasgos faciales son interpretados como “deformaciones”.
Otras supuestas comprobaciones de la invasión draconiana son de una ingenuidad conmovedora, por ejemplo: las que no hallan otra explicación al hecho de que cantantes como Miley Cyrus o Justin Bieber hayan dejado atrás su imagen de niños buenos.
Se llaman adolescencia y mercadotecnia…
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Por lo tanto…
El verdadero misterio no es la supuesta existencia de los reptilianos, sino la existencia de tantos humanos dispuestos a creer en algo tan absurdo.
¿Están locos? Curiosamente, salvo algunas excepciones,
la respuesta es: no.
La mayoría de las personas capaces de argumentar que los Bush o los Obama son lagartos extraterrestres son seres inteligentes que usan su cerebro racional para hacer justo l
o que hacen todos los cerebros racionales, o sea: buscar patrones para dar sentido a lo que en apariencia es inexplicable.
Escribe el profesor
Mark Lorch, científico de la Universidad de Hull (Reino Unido): “Una de las causas por la que las teorías de la conspiración surgen periódicamente es nuestro deseo de imponer una estructura al mundo y nuestra increíble capacidad para reconocer pautas”.
A esta causa hay que sumarle nuestra condición de animales sociales, que nos hace ajustar nuestras creencias y acciones a las del grupo social al que pertenecemos (el conocido y dañino factor
“si tanta gente lo dice, debe ser verdad”).
Texto publicado en revista Muy Interesante México. Ed. 12-2019.
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