El nieto perdido de Hitler

Henry Rearden

Madmaxista
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En mis años mozos, mientras estudiaba la carrera fui a Madrid a una feria de ingeniería (aunque no era ingeniero, me llevaron unos amigos) y por la tarde, mientras nos tomábamos unas cervezas mis amigos y yo en una taberna del centro, había un borracho muy peculiar. Estábamos a finales de los noventa y se estaba tomando unos vinos, todo achispado, y se unió a nosotros diciéndonos algo así como "Chavales. ¡No seáis nazis, narices! Los nazis son malos y os lo digo yo, que mi abuelo era Hitler."

Recuerdo que nos invitó a unas cervezas, no me acuerdo cuanto costaban, quizás unas 100 pesetas los quintos. El caso es que nos miramos entre nosotros como diciendo "Ya nos ha tocado el borracho pelma gracioso"

El caso, es que el tío, tenía ropa buena, pero sucia con lamparones y manchas. Manejaba pasta y se le veían los billetes de 10000 en la cartera. Empezó a darnos datos de nombres de tíos importantes del III Reich, sobre todo el que trajo a su madre a España, a finales de 1943. Era Otto Skorzeny, pero, aunque entonces me dijo el nombre no me acordé después, solo recordaba que era el tipo que había salvado a Mussolini y, años después, con ese dato conseguí averiguar el nombre del coronel de las SS.

Bueno, el caso es que Otto, había traído a su madre, que era la hija ilegítima de Adolf Hitler y Eva Braun, a Madrid para que la cuidasen un matrimonio de gente bien del régimen, cercanos a Serrano Suñer. Después de la guerra, cuando Otto se ocultó en España, actuó de padrino de la muchacha y cuando llegó a la mayoría de edad le dio varios números de cuentas suizas que Hitler había abierto para asegurar el futuro de su hija.

La niña se llamaba Klara Hitler (le pusieron el mismo nombre que su abuela paterna), aunque, al vivir en España, la castellanizaron a Clara y le dieron documentos falsos españoles, haciéndola pasar por hija de este matrimonio madrileño, gente de abolengo, aunque venidos a menos económicamente, hasta que se convirtieron en padres frutativos de la hija del Führer; a partir de ese momento nadaron en la abundancia.

Según este tipo, sus abuelos recibían un pastizal cada mes pagado por la embajada alemana, en dinero constante y sonante. Lo que no entendía este borracho, era porqué sus abuelos tenían todavía parte de ese dinero sin cambiar y no eran marcos: eran libras esterlinas. A mí me llamó la atención este detalle y recuerdo que, años después, al enterarme de lo de la Operación Bernhard, empecé a sospechar que este hombre podía estar contándonos la verdad.

Le pedimos que nos enseñara fotos de sus abuelos (los de verdad) y nos dijo "¿Sois iluso? Todo el mundo conoce las fotos de Adolf y Eva." En vez de eso, nos sacó una foto de su madre cuando era una niña y otra siendo una jovencita, vestida como una españolita bien de los sesenta. En la primera se daba un aire a Hitler de niño (después me interesé por cosas del III Reich y vi fotos de Hitler de joven) y en la otra se daba un aire más a Eva, aunque seguía conservando los ojos de su padre.

Su madre había muerto recientemente de un cáncer y por eso él se daba a la bebida. Decía que se avergonzaba de su pasado familiar y que quería pasarse el resto de su vida bebiendo. Nadaba en dinero, pero había abandonado un piso en la calle Atocha y vivía en pensiones porque, literalmente, nos dijo, "gente chunga de Baviera le había pedido que se uniera a ellos". Según comentaba, la situación política en Alemania, después de la reunificación, no era la más idónea y que una persona como él podría haberle dado un vuelco a aquello. "Había muchos banqueros y millonarios que añoraban los viejos tiempos." Eso decía él.

No quería esconderse realmente, porque le gustaba Madrid, pero quería vivir por debajo del radar y que prefería que le vieran tan borracho que desistieran de sus planes. Dijo que le espiaban desde la embajada alemana y nos hizo un gesto con la cabeza. Al final del local, pegados a la pared, había dos guiris que parecían dos armarios empotrados, pero no se dieron por aludidos por el gesto del hombre.

Para más vergüenza, del hombre nos enseñó su DNI, tapando sus apellidos. El hombre se llamaba Adolfo.

Nos invitó a unas cervezas más y nos repitió su consejo antes de despedirse de nosotros: "No os convirtáis en nazis."

Nunca más he vuelto a saber nada de esta persona.
 
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Boundless Dreamer

Madmaxista
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España
En mis años mozos, mientras estudiaba la carrera fui a Madrid a una feria de ingeniería (aunque no era ingeniero, me llevaron unos amigos) y por la tarde, mientras nos tomábamos unas cervezas mis amigos y yo en una taberna del centro, había un borracho muy peculiar. Estábamos a finales de los noventa y se estaba tomando unos vinos, todo achispado, y se unió a nosotros diciéndonos algo así como "Chavales. ¡No seáis nazis, narices! Los nazis son malos y os lo digo yo, que mi abuelo era Hitler."

Recuerdo que nos invitó a unas cervezas, no me acuerdo cuanto costaban, quizás unas 100 pesetas los quintos. El caso es que nos miramos entre nosotros como diciendo "Ya nos ha tocado el borracho pelma gracioso"

El caso, es que el tío, tenía ropa buena, pero sucia con lamparones y manchas. Manejaba pasta y se le veían los billetes de 10000 en la cartera. Empezó a darnos datos de nombres de tíos importantes del III Reich, sobre todo el que trajo a su madre a España, a finales de 1943. Era Otto Skorzeny, pero, aunque entonces me dijo el nombre no me acordé después, solo recordaba que era el tipo que había salvado a Mussolini y, años después, con ese dato conseguí averiguar el nombre del coronel de las SS.

Bueno, el caso es que Otto, había traído a su madre, que era la hija ilegítima de Adolf Hitler y Eva Braun, a Madrid para que la cuidasen un matrimonio de gente bien del régimen, cercanos a Serrano Suñer. Después de la guerra, cuando Otto se ocultó en España, actuó de padrino de la muchacha y cuando llegó a la mayoría de edad le dio varios números de cuentas suizas que Hitler había abierto para asegurar el futuro de su hija.

La niña se llamaba Klara Hitler (le pusieron el mismo nombre que su abuela paterna), aunque, al vivir en España, la castellanizaron a Clara y le dieron documentos falsos españoles, haciéndola pasar por hija de este matrimonio madrileño, gente de abolengo, aunque venidos a menos económicamente, hasta que se convirtieron en padres frutativos de la hija del Führer; a partir de ese momento nadaron en la abundancia.

Según este tipo, sus abuelos recibían un pastizal cada mes pagado por la embajada alemana, en dinero constante y sonante. Lo que no entendía este borracho, era porqué sus abuelos tenían todavía parte de ese dinero sin cambiar y no eran marcos: eran libras esterlinas. A mí me llamó la atención este detalle y recuerdo que, años después, al enterarme de lo de la Operación Bernhard, empecé a sospechar que este hombre podía estar contándonos la verdad.

Le pedimos que nos enseñara fotos de sus abuelos (los de verdad) y nos dijo "¿Sois iluso? Todo el mundo conoce las fotos de Adolf y Eva." En vez de eso, nos sacó una foto de su madre cuando era una niña y otra siendo una jovencita, vestida como una españolita bien de los sesenta. En la primera se daba un aire a Hitler de niño (después me interesé por cosas del III Reich y vi fotos de Hitler de joven) y en la otra se daba un aire más a Eva, aunque seguía conservando los ojos de su padre.

Su madre había muerto recientemente de un cáncer y por eso él se daba a la bebida. Decía que se avergonzaba de su pasado familiar y que quería pasarse el resto de su vida bebiendo. Nadaba en dinero, pero había abandonado un piso en la calle Atocha y vivía en pensiones porque, literalmente, nos dijo, "gente chunga de Baviera le había pedido que se uniera a ellos". Según comentaba, la situación política en Alemania, después de la reunificación, no era la más idónea y que una persona como él podría haberle dado un vuelco a aquello. "Había muchos banqueros y millonarios que añoraban los viejos tiempos." Eso decía él.

No quería esconderse realmente, porque le gustaba Madrid, pero quería vivir por debajo del radar y que prefería que le vieran tan borracho que desistieran de sus planes. Dijo que le espiaban desde la embajada alemana y nos hizo un gesto con la cabeza. Al final del local, pegados a la pared, había dos guiris que parecían dos armarios empotrados, pero no se dieron por aludidos por el gesto del hombre.

Para más vergüenza, del hombre nos enseñó su DNI, tapando sus apellidos. El hombre se llamaba Adolfo.

Nos invitó a unas cervezas más y nos repitió su consejo antes de despedirse de nosotros: "No os convirtáis en nazis."

Nunca más he vuelto a saber nada de esta persona.
Sí, sí. Lo conociste en el mismo bar que él de este vídeo...



No eres más simple porque no eres más viejo.