Maximiliem Robespierre.
Los jacobinos franceses procedían de la pequeña burguesía en su mayoría. Pero escribieron una constitución en 1793 que --al menos en su letra--aspiraba a la felicidad común.
Aceptaba el derecho a la Propiedad Privada, pero querían evitar que la desigualdad llegase a un punto que pudiese conducir a un sojuzgamiento fáctico de otras personas.
En su época se lo consideraba muy guapo. Pero la sola mención de su nombre helaba la sangre a muchos.
Era el íntimo amigo de Robespierre, admirador apasionado de la antigüedad grecorromana.
¡Oh, qué tiempos tan apasionados!

Los jacobinos franceses procedían de la pequeña burguesía en su mayoría. Pero escribieron una constitución en 1793 que --al menos en su letra--aspiraba a la felicidad común.
Aceptaba el derecho a la Propiedad Privada, pero querían evitar que la desigualdad llegase a un punto que pudiese conducir a un sojuzgamiento fáctico de otras personas.
La libertad y la igualdad sólo tienen sentido si se apoyan entre sí.El abogado (Robespierre) expuso sus tesis sobre la propiedad en su Declaración de Derechos, afirmando que no debía ser vista exclusivamente como un título de derecho privado, sino como una institución social. Si el abuso de un derecho de propiedad privada conllevaba en última instancia el que hombres se viesen reducidos a la condición fáctica de esclavitud o servidumbre, ésta debía verse limitada tal y como se limitaba la libertad. Así, en el artículo 16 (de la Constitución Jacobina de 1973) se definía el derecho de propiedad como “aquel que tiene todo ciudadano de gozar y de disponer como lo desee de sus bienes, de sus rentas, del fruto de su trabajo y de su industria”. Pero en el 18 añadía: “Todo hombre puede contratar sus servicios, su tiempo; pero no puede venderse ni ser vendido; su persona no es una propiedad enajenable”. Más allá de esto, Robespierre estaba plenamente convencido de que el exceso de desigualdad económica era el origen de todos los males sociales y que había que establecer un máximum y un mínimum en las propiedades que pudiesen gozar privadamente los individuos. También impulsó políticas frente a los acaparadores de productos de primera necesidad en un contexto en que una parte importante de la población padecía de hambres.
Antonie Saint-Just.La Constitución de 1793 consagró en su artículo 3º que todos los hombres eran iguales por naturaleza y ante la ley. Iba además un paso más allá que la Carta Magna previa, la cual hacía una distinción entre los ciudadanos atendiendo a su poder adquisitivo y establecía una ciudadanía políticamente activa y otra pasiva. En el régimen jacobino se superaba esta división y se proclamaba, además, por vez primera en la historia, el derecho al sufragio universal masculino.

En su época se lo consideraba muy guapo. Pero la sola mención de su nombre helaba la sangre a muchos.
Era el íntimo amigo de Robespierre, admirador apasionado de la antigüedad grecorromana.

¡Oh, qué tiempos tan apasionados!