Me causa sensaciones contradictorias según el punto de vista que adopte en cada momento.
De un lado,está el valor de llevar adelante una actividad que puede causarte la muerte y que provoca tanto "placer" cuanto mayor sea el peligro.
De otro, que esos chutes de adrenalina enganchan como cualquier droja. Ese llevar el umbral cada vez más lejos, aún siendo consciente de los peligros que entraña, podría decir que es una esclavitud en la medida en que fuera de esos "picos", la vida carecería de sentido si no se tuviera la mente en la próxima aventura. Estas experiencias creo que tienen su parte enriquecedora de la personalidad y del conocimiento de uno mismo, pero transpasar ciertos límites, poniendo todo lo aprendido y todo lo que se es al servicio de un nuevo subidón, me parece un sinsentido. No siempre he pensado así, pero los años ofrecen otras perspectivas.
El "impulso heroico", por llamarlo de alguna manera, es necesario para el desarrollo de la humanidad en multitud de frentes pero ahora, que parece que ya no quedan causas justas por las que luchar, ese impulso ha dejado de ser "sensible" de lo divino y humano, pasando a ser "sensorial" de lo humano y lo animal.
Un circo de vanidades en la que los payasos no buscan que la gente sonría con su esfuerzo, sino disfrutar ellos mismos y si ello divierte a los demás, pues miel sobre hojuelas.
Miro los ojos de los aventureros del documental y me pregunto si ese "volvería a hacerlo" es tan sincero como parece.
Pero bueno, cada uno se mata como quiere y los hay que vivir sin amenaza de muerte les sabe a poco...
