Todo este comportamiento se extrapola luego a numerosas situaciones. Por ejemplo, hay un bichito potencialmente mortal circulando y en vez de quedarse uno en casa esperando a que pase el chaparrón sale y se mete en un pub a explotar dirigido por un asesino que se hace llamar empresario que ni siquiera es capaz de abrir la fruta puerta. Pero el asesino autodenominado empresario pensará que si los badulaques le llenan el chiringuito para qué se va a molestar en abrir una fruta ventana. Y lleva razón.
Pues eso. Si ves a un vertedero no esperes encontrar oro, diamantes, joyas y un banquete: vas a encontrar basura. Del mismo modo, en España encuentras agitanados, badulaques, pilinguis, gaies y feministas. Vamos, lo mismo que en un vertedero. Lo peor es que los sitios para huir se reducen: en París vas a encontrar asalvajados, mientras que los autóctonos son cucks manginas zampapollas que cuando les atacaron en Bataclan esperaron como buenos perros a que les cortaran los bemoles y se los metieran en la boca, antes de pensar en defenderse. Si vas a Londres verás a un pueblo ignorante, borracho y barriobajero invadido por indios y paquis.