Buen artículo sobre el papel de la izquierda actual: Cayetana la punk contra Irene la puritana

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Cayetana la punk contra Irene la puritana

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21/04/2019 05:00 - ACTUALIZADO: 22/04/2019 00:14
En el debate a seis del pasado martes entre los “segundos espadas”, tuvo lugar uno de los momentos más destacados de la campaña electoral. En el bloque sobre feminismo, hacia el final de su intervención, Cayetana Álvarez de Toledo hizo una pausa teatral y le espetó a la Ministra de Hacienda: “Y una duda: ¿de verdad van diciendo ustedes “Sí, sí, sí”?”. Por si alguien no había pillado el doble sentido, Cayetana insistió, con media sonrisa apenas disimulada: “¿Hasta el final?”

Al otro lado del plató, Irene Montero cabeceaba incrédula. Con cara azorada, no daba crédito a lo que acababa de escuchar: una política (mujer como ella) hacía un chiste soez para descalificar su propuesta de exigir el consentimiento expreso en las relaciones sensuales. Incapaz de contenerse, como poseída por los demonios del puritanismo, Irene Montero arremetió contra la candidata del PP, hasta el punto de parecer reprocharle estar justificando las violaciones.



Álvarez de Toledo y Arrimadas desquician a PSOE y Podemos en el debate a seis en RTVE
JUANMA ROMERO
La candidata del PP busca la confrontación desde el primer minuto y une fuerzas con Cs contra la ministra Montero. Feminismo y Cataluña desatan la máxima tensión en un espacio lleno de fango




¿En qué momento la derecha se volvió punk y la izquierda puritana, según la afortunada expresión de Ricardo Dudda en su reciente libro, 'La verdad de la tribu'? Como apunta Dudda la incorrección política ha cambiado de acera: si hace años era la izquierda la que buscaba provocar, la que se dejaba crecer las crestas o quemaba los sujetadores, últimamente lo políticamente incorrecto, quien pone en solfa los lugares comunes y los convencionalismos, es la derecha política.

Una de las grandes tragedias de la izquierda es haber abandonado el carácter redentor de la libertad de expresión: es la izquierda la que se echa las manos a la cabeza cuando alguien rompe un consenso social para preguntarse si no estamos dejándonos arrastrar por la corriente, ya sea por perezosa comodidad o, aún peor, por cobardía intelectual. La izquierda hace tiempo que rehuye determinados debates: no se puede discutir sobre si la discriminación positiva es buena o mala (siempre es buena), sobre el papel de los sindicatos, o si las subidas del salario mínimo pueden terminar perjudicando a los más desfavorecidos. La izquierda hace tiempo sabía hacerse preguntas. Ahora solo tiene respuestas, siempre el mismo menú prefabricado con sabor enlatado. La izquierda ha dejado de dudar. Y para dar con las respuestas correctas, lo más importante es acertar primero las preguntas.

Una de las grandes tragedias de la izquierda es haber abandonado el carácter redentor de la libertad de expresión

La cultura de la corrección política conduce de forma inexorable al empobrecimiento intelectual. En EEUU muchas universidades han comenzado a habilitar 'safe spaces', lugares donde determinadas minorías se refugian cuando se suscitan debates que pueden herir sus susceptibilidades (digamos, por ejemplo, una persona de raza negra cuando en la universidad se discute sobre las bondades de la discriminación positiva). Algunas universidades han llegado tan lejos como hasta prohibir estos debates. Sencillamente no se puede discutir sobre las ventajas e inconvenientes de la discriminación positiva, porque piensan que hay más inconvenientes que ventajas en hacerlo. El resultado más inmediato de esta cultura se llama Donald Trump. Porque en una sociedad como la actual, donde todo transcurre en el hiperdirecto, los debates no se pueden hurtar. Si no ocurren por la superficie, tienen lugar de forma subterránea. Pero tienen lugar.

En España, durante años, criticar a los partidos nacionalistas era el camino más corto para ganarse el calificativo de franquista; no comulgar con ellos era siempre el reflejo de otro nacionalismo simétrico, castizo y mesetario. Pedir cuentas a los sindicatos, estar en contra de los trabajadores. Y preguntarse si las políticas contra la violencia de género son las adecuadas, estar a favor de los maltratadores. El puritanismo político achica el espacio del debate hasta reducirlo al absurdo: según Irene Montero, o estás a favor de su definición de delito sensual, o estás justificando a los violadores. No hay zonas intermedias; o mejor dicho, porque intermedio sugiere una falsa equidistancia: no existen otras alternativas, igual de eficaces para combatir los delitos y proteger a las víctimas, pero que preserven también otros intereses, como la libertad individual o la presunción de inocencia (las sociedades, al fin y al cabo, son la regulación cívica de las contradicciones).

Los debates no desaparecen, simplemente se desplazan. Y lo hacen hacia terrenos donde siempre ganan los que más chillan

Una de los efectos más perversos de la política puritana es precisamente la reacción punk que provoca. Como decía, los debates no desaparecen, simplemente se desplazan. Y lo hacen hacia terrenos donde siempre ganan los que más chillan. Si las políticas contra la violencia de género no se pueden someter al debate sereno, si no se puede discutir sobre sus ventajas e inconvenientes, se acaba discutiendo sobre ellas al modo punk. O al modo Trump. O Abascal. Las políticas contra la violencia de género, todas, responden a una conspiración heteropatriarcal de la sociedad. Lo que hay que hacer sencillamente es abolirlas.

Porque lo cierto es que la política punk es entretenida. Pero en general es bastante estéril. 1968 es uno de esos episodios que apenas despeinaron el curso de la historia. En EEUU, la revolución conservadora entonces en ciernes, ni siquiera sucumbió al Watergate, un escándalo mayúsculo que apenas puso una pausa de cuatro años entre la mayoría silenciosa de Nixon y la revolución conservadora de Reagan, en lo que el historiador Rick Perlstein llamó “el puente invisible”. En Europa, las revueltas de 1968 tampoco movieron el péndulo de la historia. Los estudiantes que entonces protagonizaban las protestas se refugiaron en el ámbito cultural, pero apenas dejaron su huella en el político. La verdadera revolución política vendría veinte años después, con la caída del telón de acero. Están por ver cuáles serán los efectos de la nueva política punk, pero de momento quizás han tenido efectos más disruptivos sobre el periodismo que sobre la política.



Irene Montero (Unidas Podemos), Aitor Esteban (PNV), Maria Jesús Montero (PSOE), Cayetana Álvarez de Toledo(PP), Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Gabriel Rufián (ERC),i-d, poco antes del debate electoral en TVE.
Irene Montero (Unidas Podemos), Aitor Esteban (PNV), Maria Jesús Montero (PSOE), Cayetana Álvarez de Toledo(PP), Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Gabriel Rufián (ERC),i-d, poco antes del debate electoral en TVE.


Tanto a Irene Montero como a Cayetana Álvarez de Toledo (también a Inés Arrimadas, presente en el debate) les auguro un papel protagonista en la política española durante los próximos años. Las tres tienen potencial de sobra. Para Arrimadas, ha sido un acierto dar el salto a la escena nacional, y dejar de competir en el angosto y cada vez más apolillado debate catalán. A Irene Montero, para evitar caer en los errores que han sepultado el proyecto de Podemos, le convendría dejar de abrazar con tanta fuerza el puritanismo de izquierdas, y volver a dudar de todo. Y a Cayetana, que ha entrado como un ciclón en esta campaña electoral, que la política punk no la ciegue, porque demasiado envoltorio acaba impidiendo ver lo que hay dentro.
 

Greco

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Buen artículo, pero discrepo de la relevancia de ninguna de las tres (tanto como la de casi cualquier otro político paniaguado de éstos)
 

jotace

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Raro raro que un artículo así se publique.
 

iases

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Pues a mi cada vez que veo a la Cayetana me dan ganas de darle un plato de lentejas y un bocadillo de chope
 

Dr. Mabuse

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Mabuseland
Sin saber de quien es, ni donde está publicado: muy buen artículo, con un análisis conciso pero certero.

Me quedo con esta frase: "evitar caer en los errores que han sepultado el proyecto de Podemos".