El lugar donde una nace y se cría forja parte del carácter. La mitología, la religión dominante, la historia que se aprende, son de los primeros ejemplos de comportamiento que uno tiene al margen de los familiares, es por eso por lo que los nacionalismos decimonónicos han invadido la Historia con infinitud de mentiras gloriosas, batallas épicamente inexistentes y héroes más mitológicos e increíbles que el propio Heracles. Se tarda mucho en apartar la paja del grano en este país vasallo, demasiado como para poder afirmar el orgullo por la historia y el ejemplo dado sin haberse detenido un buen tiempo a saber lo que ha pasado. Una pena, porque tenemos una historia y una gente bastante ejemplar, desde Don Pedro Madruga hasta los hombres de la nueve o el chaval del monopatín en Londres, por hablar de lo típico, las hazañas bélicas.
¿Si me siento orgulloso de pertenecer a un país raro, triste, esperpéntico, vapuleado y en vías de disolución? Pues sí, conozco unos cuantos compatriotas que son buena gente, y suman más que los hideputas que nos están llevando al abismo, pero mandan menos por desgracia.