Mistermaguf, si se separa Barcelona de Cataluña se les acaba el dinero y conservas la lengua española en Barcelona. Entonces Gerona , Lérida y Tarragona se tienen que enfrentar al estado español, serán mucho más débil. Cuando digo Barcelona no me refiero a la provincia entera, hablo de Barcelona y alrededores (Santa Coloma, Badalona, Sant Adrià, Castelldefels, Viladecans, Cornellà, etc. Sabes que en los pueblos del interior los catalanes te hacen el vacío si hablas español. Por eso me río cuando Pablo Iglesias habla de la España atractiva, jaja. Los catalanes independentistas no quieren saber nada de España ni del español con Republica o Monarquia. Si España quiere volver a tener estabilidad en Cataluña hay que parar el adoctrinamiento.
Es que ya no hace falta. La idea de Tabarnia fue muy divertida cuando se lanzó, en el punto álgido del prusés, porque era pagarles con la misma moneda, y produjo un efecto "pollo sin cabeza" que agregó una nota de humor y descojone en un momento en que las cosas estaban muy antiestéticas. El verse en un espejo era algo que no tenían previsto, y la imagen que veían reflejada era demasiado desagradable.
Ahora ya han perdido, lo sepan o no, lo asuman o no. No hace falta escindir jurídicamente Tabarnia de Cataluña, sólo hace falta en primer lugar arrebatarles el gobierno de Barcelona. Logras eso y ya los terminas de descabezar.
Por eso desde hace mucho tiempo que vengo insistiendo que en Cataluña lo importante no es expulsarlos del Parlament, sino expulsarlos del ayuntamiento de Barcelona, que es donde reside el poder económico y cultural real; y ahí se acaba el cuento.
Ya has visto que ni a ellos les interesa el Parlament, que a día de hoy es un elemento decorativo. Que ellos mismos pierdan la mayoría absoluta, no hagan nada para recuperarla y estén cómodos así, bloqueando su funcionamiento, es una muestra palmaria de que saben que la Generalitat de Cataluña está demás como ente de gobierno. No tienen ninguna propuesta, no saben que hacer, y lo único que les importa es que nadie más pueda hacer nada.
Y esto ocurre, como ya he dicho muchas veces, porque la burguesía tradicional catalana está K.O. desde hace mucho tiempo, y las fuerzas que componen el núcleo duro del procés (incluída la CUP) responden a esa burguesía que se ha pirado, se ha reconvertido en rentista, o directamente ha desaparecido por su falta de competitividad y su obsoleto modelo cultural empresarial, que no tiene nada que hacer en un entorno globalizado y sin el mercado cautivo español que el estado siempre se encargó de proveerles, a cambio de su apoyo a la PPSOE.
No es casual que los únicos fantaseos de republiqueta que se les han ocurrido a estos pirados pasa siempre por convertirse, de una manera u otra, en protectorado de alguna potencia exterior, preferentemente extraeuropea: que si una base naval china, que si capitales de Moscú o de algún sitio de Este, que un paraíso fiscal para jeques árabes de segundas línea. Es por dos razones fundamentales: la primera es económica, porque saben que "su" Cataluña separatista y tractoriana es una birria económica, que no pinta nada y que no sobreviviría ni tres meses librada al mundo real. La segunda es política, y es que el único juego al que saben jugar, al que han jugado siempre y el único que imaginan seguir jugando es al chantaje: "presionamos a Europa convirtiéndonos en un foco infeccioso enclavado en el Mediterráneo y van a tener que negociar: a ver que les parece si les metemos mafias rusas, bases chinas y clanes fieles a la religión del amor". Pero ese jueguito perverso, que les funcionó puertas adentro por siglos, se ha acabado: Europa ya se ha pronunciado hasta el cansancio sobre tales ocurrencias, desde todas sus instituciones.
Ahora toca hacer limpieza interna, es una tarea que nos toca a nosotros, y la hez que hay que sacar es de tal magnitud que prepárate con máscaras antigas y mono impermeable, que más tarde o más temprano habrá que entrar a saco. Por el momento, lo imprescindible sería ganar la alcaldía de Barcelona, aunque la realidad es que no soy muy optimista. Pero lo cierto es que el poder económico que resta en Barcelona y su hinterland, que es el que cuenta en Cataluña, no está -salvo un par de reductos- del lado indepe.
Debería ser capaz de inclinar la balanza.