Xanatos
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Albert Boadella: «Maragall está tan contaminado por el nacionalismo que se
ha vuelto inútil»
Le importa «un comino» si los papeles de Salamanca vuelven o no a Cataluña.
Albert Boadella luchó contra Franco y después lo hizo contra Pujol. Se
siente represaliado por ambos, pero está decidido a mantener su lucha contra
el nacionalismo. Ahora abre la veda contra el tripartito
TEXTO:
IVA ANGUERA DE SOJO/ MARÍA ANTONIA PRIETO
BARCELONA. En plena celebración del quinto centenario de «El Quijote», el
director teatral Albert Boadella (Barcelona, 1943) utiliza al hidalgo
caballero para intentar explicar la «esquizofrenia» en la que, cree, vive la
sociedad catalana. «El Quijote es un hombre razonable, sensato y culto,
salvo cuando le tocan los libros de caballerías, ahí pierde la chaveta y
delira. A Cataluña le pasa lo mismo. Es un territorio de gente sensata,
equilibrada, con un alto grado de civismo. Pero cuando se toca la identidad,
empieza el delirio». Boadella es uno de los impulsores del manifiesto «Por
un nuevo partido político en Cataluña».
-Alguien que menosprecia a la clase política, ¿qué hace firmando un
manifiesto que tiene como objetivo la creación de un nuevo partido?
-Lo he hecho por razones casi físicas, por desprenderme de la desagradable
sensación de claustrofobia y ahogo que siento ante este festival permanente
de simbología y de nacionalismo. Siento pena hacia mi propio pasado, hacia
las esperanzas que de joven tenía depositadas en este territorio, en esta
comunidad catalana.
-Tras 23 años de gobiernos de Jordi Pujol ¿por qué han decidido organizarse
ahora y no entonces?
-En la época de Pujol yo estuve muy activo, casi fui el único, de hecho fui
el malo oficial. Lo que ocurre es que algunos de mis colegas quizá pensaban
que un cambio de gobierno permitiría darle la vuelta a la situación y ahora
están decepcionados porque se han dado cuenta de que éstos son más
nacionalistas que los otros. Cuando te sientes traicionado por los tuyos, la
reacción siempre es más fuerte, porque del adversario ya no esperabas nada.
-En esta nueva etapa, ¿en qué ha notado el repruebo hacia lo español que
denuncia el manifiesto?
-En el continuismo, en el seguidismo del mensaje pujolista. Desde hace años
se nos ha machacado con el mensaje de que nuestro enemigo está más allá del
Ebro y se ha vivido con la idea de que un día Cataluña pasará cuentas con el
pasado. Me parece demencial que un país esté inmerso en esta paranoia. Yo
pensaba que ahora experimentaríamos un cambio importante y, en cambio, todo
se ha agravado. Los del tripartito están intentando trasladar a la población
la idea de que nos roban el dinero, nuestro dinero. Somos ciudadanos que
pagamos impuestos, no un país que paga impuestos, no un territorio que paga
impuestos, así que hay que establecer unos mecanismos de solidaridad.
Creíamos que el PSC haría una política distinta, pero escorado por ERC, se
ve en la necesidad de hacer continuas demostraciones de pedigrí
nacionalista.
-¿Ve al PSC como un partido acomplejado?
-Sí, sin duda. Ya lo demostró en sus tiempos de oposición.
-¿El PSOE debería plantearse recuperar la federación en Cataluña?
-No me pareció mal la idea de conseguir una cierta unión entre el PSC y el
PSOE. El problema es que los dirigentes del PSC se erigieron en los
ideólogos de la cuestión, barrieron para casa y gente que tendría que estar
en CiU o en ERC están en el PSC.
-¿Como por ejemplo?
-Casi todos los dirigentes socialistas que están en el gobierno.
-¿Incluido Pasqual Maragall?
-Sí. Maragall podría haber sido perfectamente un hombre de CiU. No veo las
diferencias.
-¿Ha llegado demasiado tarde Maragall a la Generalitat?
-Maragall y el conjunto del PSC. Si hubieran gobernado en los ochenta quizá
no se habrían contaminado tanto del nacionalismo, pero esta espera viendo el
éxito triunfal de Pujol determinó absolutamente a la oposición. Es como la
historia de «Lorenzzazio», que se coloca al lado del tirano para cargárselo,
pero cuando tiene que hacerlo ya está contaminado por él, ya es incapaz.
Maragall está tan extraordinariamente contaminado por el nacionalismo que se
ha vuelto inútil. Y el PSC también.
-Pero en el PSC también hay otros dirigentes decididos a mantener la marca
PSOE, como José Montilla...
-Todos estos están acomplejados. Se encuentran en la posición del converso,
porque existe la idea de que arrimado a los postulados más nacionalistas del
PSC se está en la elite intelectual y económica y formas parte de las
grandes familias de Cataluña. Así creen que están con los buenos catalanes.
-¿Hay catalanes de primera y de segunda?
-Sí, el nacionalismo lo primero que hace es fijar la lista de buenos y
malos. Yo estoy en la lista de malos y me siento orgulloso, pero en el fondo
es un drama.
-¿Cree que en la Cataluña actual alguien como Montilla podría llegar a la
presidencia de la Generalitat?
-Lo veo complicado. Quien pudo haber sido un gran candidato fue Josep
Borrell. Era el hombre adecuado para dar el giro en Cataluña porque nació en
el corazón del Pirineo, así que no hay duda sobre su pureza, y es un hombre
de izquierdas y que no comulga para nada con las ideas nacionalistas. Pero
por eso mismo se convirtió en un político incómodo y odiado por el régimen
pujolista y por el propio PSC.
-¿Sería un error que el PSC volviera a presentar a Maragall como candidato?
-El PSC tiene que cambiar de dirección y escuchar a los ciudadanos, a esa
gran masa de votantes que tiene en sus grandes feudos del cinturón de
Barcelona. Esos son sus votantes. Es una barbaridad jugar con los
sentimientos de la gente y el PSC se ha convertido en un secuestrador de
sentimientos. ¿No ven que la política sólo se puede hacer desde la razón? En
Europa, la política de los sentimientos ha llevado a unas guerras espantosas
en el último siglo, el más sanguinario de la historia de la humanidad. Y
aquí nos hemos inventado una Cataluña soñada que no tiene nada que ver con
la Cataluña real y con sus graves problemas.
-¿Qué papel le reserva al PP en Cataluña?
-El PP se ha sumido en este pozo, sin duda. Todo el Parlamento catalán está
de acuerdo en que Cataluña es una nación. Me parece surrealista que el PP
también esté jugando la carta nacionalista. No es que yo esté cercano a los
postulados más derechistas de este partido, pero sí les aplaudiría si
levantaran la voz y dijeran «nosotros no somos nacionalistas».
-¿Qué es Cataluña? ¿Una nación, una nacionalidad, una comunidad nacional?
-Cataluña es una parte más del Estado Español. Es una parte de un acuerdo de
hace muchos siglos. Este dilema constante de si somos, no somos, o nos
separamos es pesadísimo. Estoy de acuerdo en que hay que reformar la
Constitución en un punto: hay que introducir el delito de la pesadez.
Llevamos tantos años planteándonos cómo tiene que ser España que se nos
están escapando las mejores coyunturas.
-Hay quien les recrimina que nieguen la necesidad de defender la identidad
catalana pero, en cambio, insistan en la necesidad de defender la identidad
española.
-La identidad española no hay que defenderla porque ya existe. Nosotros
formamos parte de España, aunque haya gente que no les guste. Yo soy un
hombre de este territorio y mis hijos hablan la lengua que escucharon en
casa, pero jamás he hecho de la lengua un efectivo militar, jamás. Ni me ha
servido para discriminar a nadie.
-¿La lengua no crea identidad?
-En absoluto. La lengua es un vehículo absolutamente práctico y funcional.
El catalán acabó con el latín y un día a lo mejor el castellano o el inglés
acabarán con el catalán. Natural, eso ha ocurrido a lo largo de la historia.
Ponerse a defender una lengua es una muestra de paranoia. Estoy de acuerdo
con la esquizofrenia catalana, me parece fantástico el bilingüismo, pero que
eso genere paranoia, en el sentido de persecución, es otra cuestión. Tenemos
generaciones de gente joven paranoica como los cachorros de ERC, que son muy
peligrosos. Esquerra es un partido muy cercano a la extrema derecha; ni es
republicano ni es de izquierdas.
ha vuelto inútil»
Le importa «un comino» si los papeles de Salamanca vuelven o no a Cataluña.
Albert Boadella luchó contra Franco y después lo hizo contra Pujol. Se
siente represaliado por ambos, pero está decidido a mantener su lucha contra
el nacionalismo. Ahora abre la veda contra el tripartito
TEXTO:
IVA ANGUERA DE SOJO/ MARÍA ANTONIA PRIETO
BARCELONA. En plena celebración del quinto centenario de «El Quijote», el
director teatral Albert Boadella (Barcelona, 1943) utiliza al hidalgo
caballero para intentar explicar la «esquizofrenia» en la que, cree, vive la
sociedad catalana. «El Quijote es un hombre razonable, sensato y culto,
salvo cuando le tocan los libros de caballerías, ahí pierde la chaveta y
delira. A Cataluña le pasa lo mismo. Es un territorio de gente sensata,
equilibrada, con un alto grado de civismo. Pero cuando se toca la identidad,
empieza el delirio». Boadella es uno de los impulsores del manifiesto «Por
un nuevo partido político en Cataluña».
-Alguien que menosprecia a la clase política, ¿qué hace firmando un
manifiesto que tiene como objetivo la creación de un nuevo partido?
-Lo he hecho por razones casi físicas, por desprenderme de la desagradable
sensación de claustrofobia y ahogo que siento ante este festival permanente
de simbología y de nacionalismo. Siento pena hacia mi propio pasado, hacia
las esperanzas que de joven tenía depositadas en este territorio, en esta
comunidad catalana.
-Tras 23 años de gobiernos de Jordi Pujol ¿por qué han decidido organizarse
ahora y no entonces?
-En la época de Pujol yo estuve muy activo, casi fui el único, de hecho fui
el malo oficial. Lo que ocurre es que algunos de mis colegas quizá pensaban
que un cambio de gobierno permitiría darle la vuelta a la situación y ahora
están decepcionados porque se han dado cuenta de que éstos son más
nacionalistas que los otros. Cuando te sientes traicionado por los tuyos, la
reacción siempre es más fuerte, porque del adversario ya no esperabas nada.
-En esta nueva etapa, ¿en qué ha notado el repruebo hacia lo español que
denuncia el manifiesto?
-En el continuismo, en el seguidismo del mensaje pujolista. Desde hace años
se nos ha machacado con el mensaje de que nuestro enemigo está más allá del
Ebro y se ha vivido con la idea de que un día Cataluña pasará cuentas con el
pasado. Me parece demencial que un país esté inmerso en esta paranoia. Yo
pensaba que ahora experimentaríamos un cambio importante y, en cambio, todo
se ha agravado. Los del tripartito están intentando trasladar a la población
la idea de que nos roban el dinero, nuestro dinero. Somos ciudadanos que
pagamos impuestos, no un país que paga impuestos, no un territorio que paga
impuestos, así que hay que establecer unos mecanismos de solidaridad.
Creíamos que el PSC haría una política distinta, pero escorado por ERC, se
ve en la necesidad de hacer continuas demostraciones de pedigrí
nacionalista.
-¿Ve al PSC como un partido acomplejado?
-Sí, sin duda. Ya lo demostró en sus tiempos de oposición.
-¿El PSOE debería plantearse recuperar la federación en Cataluña?
-No me pareció mal la idea de conseguir una cierta unión entre el PSC y el
PSOE. El problema es que los dirigentes del PSC se erigieron en los
ideólogos de la cuestión, barrieron para casa y gente que tendría que estar
en CiU o en ERC están en el PSC.
-¿Como por ejemplo?
-Casi todos los dirigentes socialistas que están en el gobierno.
-¿Incluido Pasqual Maragall?
-Sí. Maragall podría haber sido perfectamente un hombre de CiU. No veo las
diferencias.
-¿Ha llegado demasiado tarde Maragall a la Generalitat?
-Maragall y el conjunto del PSC. Si hubieran gobernado en los ochenta quizá
no se habrían contaminado tanto del nacionalismo, pero esta espera viendo el
éxito triunfal de Pujol determinó absolutamente a la oposición. Es como la
historia de «Lorenzzazio», que se coloca al lado del tirano para cargárselo,
pero cuando tiene que hacerlo ya está contaminado por él, ya es incapaz.
Maragall está tan extraordinariamente contaminado por el nacionalismo que se
ha vuelto inútil. Y el PSC también.
-Pero en el PSC también hay otros dirigentes decididos a mantener la marca
PSOE, como José Montilla...
-Todos estos están acomplejados. Se encuentran en la posición del converso,
porque existe la idea de que arrimado a los postulados más nacionalistas del
PSC se está en la elite intelectual y económica y formas parte de las
grandes familias de Cataluña. Así creen que están con los buenos catalanes.
-¿Hay catalanes de primera y de segunda?
-Sí, el nacionalismo lo primero que hace es fijar la lista de buenos y
malos. Yo estoy en la lista de malos y me siento orgulloso, pero en el fondo
es un drama.
-¿Cree que en la Cataluña actual alguien como Montilla podría llegar a la
presidencia de la Generalitat?
-Lo veo complicado. Quien pudo haber sido un gran candidato fue Josep
Borrell. Era el hombre adecuado para dar el giro en Cataluña porque nació en
el corazón del Pirineo, así que no hay duda sobre su pureza, y es un hombre
de izquierdas y que no comulga para nada con las ideas nacionalistas. Pero
por eso mismo se convirtió en un político incómodo y odiado por el régimen
pujolista y por el propio PSC.
-¿Sería un error que el PSC volviera a presentar a Maragall como candidato?
-El PSC tiene que cambiar de dirección y escuchar a los ciudadanos, a esa
gran masa de votantes que tiene en sus grandes feudos del cinturón de
Barcelona. Esos son sus votantes. Es una barbaridad jugar con los
sentimientos de la gente y el PSC se ha convertido en un secuestrador de
sentimientos. ¿No ven que la política sólo se puede hacer desde la razón? En
Europa, la política de los sentimientos ha llevado a unas guerras espantosas
en el último siglo, el más sanguinario de la historia de la humanidad. Y
aquí nos hemos inventado una Cataluña soñada que no tiene nada que ver con
la Cataluña real y con sus graves problemas.
-¿Qué papel le reserva al PP en Cataluña?
-El PP se ha sumido en este pozo, sin duda. Todo el Parlamento catalán está
de acuerdo en que Cataluña es una nación. Me parece surrealista que el PP
también esté jugando la carta nacionalista. No es que yo esté cercano a los
postulados más derechistas de este partido, pero sí les aplaudiría si
levantaran la voz y dijeran «nosotros no somos nacionalistas».
-¿Qué es Cataluña? ¿Una nación, una nacionalidad, una comunidad nacional?
-Cataluña es una parte más del Estado Español. Es una parte de un acuerdo de
hace muchos siglos. Este dilema constante de si somos, no somos, o nos
separamos es pesadísimo. Estoy de acuerdo en que hay que reformar la
Constitución en un punto: hay que introducir el delito de la pesadez.
Llevamos tantos años planteándonos cómo tiene que ser España que se nos
están escapando las mejores coyunturas.
-Hay quien les recrimina que nieguen la necesidad de defender la identidad
catalana pero, en cambio, insistan en la necesidad de defender la identidad
española.
-La identidad española no hay que defenderla porque ya existe. Nosotros
formamos parte de España, aunque haya gente que no les guste. Yo soy un
hombre de este territorio y mis hijos hablan la lengua que escucharon en
casa, pero jamás he hecho de la lengua un efectivo militar, jamás. Ni me ha
servido para discriminar a nadie.
-¿La lengua no crea identidad?
-En absoluto. La lengua es un vehículo absolutamente práctico y funcional.
El catalán acabó con el latín y un día a lo mejor el castellano o el inglés
acabarán con el catalán. Natural, eso ha ocurrido a lo largo de la historia.
Ponerse a defender una lengua es una muestra de paranoia. Estoy de acuerdo
con la esquizofrenia catalana, me parece fantástico el bilingüismo, pero que
eso genere paranoia, en el sentido de persecución, es otra cuestión. Tenemos
generaciones de gente joven paranoica como los cachorros de ERC, que son muy
peligrosos. Esquerra es un partido muy cercano a la extrema derecha; ni es
republicano ni es de izquierdas.