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Punto de inflexión económico
La economía española ha alcanzado un punto de inflexión, y los riesgos son ya serios e inmediatos. El Banco Morgan Stanley estima una caída del crecimiento del PIB absoluto en 2008 hasta el 2,4%. En palabras de uno de sus responsables, «la economía española se enfrenta a un largo horizonte de sombras», 10 años en concreto.
El súbito desplome, hace unas semanas, de la cotización de la inmobiliaria Astroc, su contagio al resto del sector y el incremento consiguiente del riesgo país, han encendido todas las alarmas entre los inversores, que temen, no sin fundamento, que esto sea, como apuntaba el Financial Times, el principio del estallido de una burbuja inmobiliaria, que, de producirse, tendría graves consecuencias para el conjunto de la economía española. En palabras de Angel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de Cajas de Ahorro, «el riesgo es serio e importante para el empleo y para las rentas de cientos de miles de ciudadanos». Sólo el excelente comportamiento del resto de las bolsas internacionales ha evitado un derrumbe de nuestro mercado de valores, lo que habría acelerado la crisis.
Y, sin embargo,
el desplome de Astroc es solamente la punta del iceberg de una situación que puede poner en grave riesgo no sólo al sector inmobiliario, sino también a muchas entidades financieras, particularmente a las cajas de ahorro -el 70% de cuyo crédito es al ladrillo y que han realizado préstamos insensatos a inmobiliarias no cotizadas, unas 40.000, garantizados por activos cuyo valor hoy en caso de tener que realizarse, difícilmente alcanzaría los dos tercios de su valor de tasación-.
El famoso efecto riqueza inmobiliaria con el que Solbes y el Banco de España intentan quitarle importancia al endeudamiento masivo de familias y empresas es un planteamiento económico delirante, que haría sonrojar a cualquier experto en renta y riqueza.
A día de hoy, las diferencias con el valor de tasación pueden ser de hasta un 40% en la costa y hasta un 10% en las ciudades. Y eso cuando las viviendas se venden, porque la realidad, y éste es el nudo de la cuestión, es que en estos momentos no se vende casi nada.
Esto origina un
desfase entre oferta y demanda absolutamente insostenible, que es lo que va ha hacer saltar por los aires la burbuja.
Un aterrizaje suave podría haberse producido hace un par de años, si se hubieran realizado las reformas estructurales oportunas; nada se hizo y hoy el abismo entre oferta y demanda y las condiciones de entorno, particularmente el gigantesco endeudamiento de familias y empresas y la subida de tipos de interés, hacen que un ajuste gradual sea muy difícil. En el momento actual hay casi
cuatro millones de viviendas sin vender,
1,8 millones de ellas adquiridas para especular, y que la subida de tipos y la creciente incertidumbre sobre el futuro -vender hoy es peor que ayer pero mejor que mañana- obliga a liquidar cuando antes. A esto se añade
un millón de viviendas más en construcción para una demanda que, siendo optimistas, podríamos evaluar en 450.000 anuales.
No hace falta ser premio Nobel de Economía para comprender lo que se nos viene encima.
A día de hoy son más probables los desplomes súbitos y sin previo aviso tipo Astroc que los ajustes mas moderados tipo grandes constructoras cotizadas con fuerte diversificación de activos. Como acaba de señalar Ricardo Vergés, arquitecto y economista del equilibrio,
«no es que exista una burbuja, sino un antimercado, una burbuja de carácter extremo, cuyas consecuencias son dramáticas para los mas de 10 millones de familias hipotecadas que habrán de devolver 3,25 billones de euros, el equivalente a lo pagado por las viviendas construidas en los últimos 11 años», por lo que advierte que lo que va a producirse es un
efecto pobreza para los que han comprado pisos sobrevalorados.
Y en medio de este cambio de tendencia se produce el desastre de la pérdida de credibilidad en los mercados financieros internacionales, por el manifiesto incumplimiento del Gobierno de Zapatero a las reglas del Estado de Derecho; tanto que el departamento de Comercio de Estados Unidos aconseja a sus empresas tener sumo cuidado con las inversiones en España y, en caso de hacerlo, incluir siempre una cláusula obligando a que los posibles conflictos sean dirimidos por tribunales norteamericanos. Creo que
la mayoría de la gente no es todavía consciente de la extrema gravedad de lo que está ocurriendo en nuestro país con la liquidación gradual del Estado de Derecho y con la vulneración sistemática de los derechos individuales -quebrándose el respeto a la presunción de inocencia-, de la Constitución y de las Leyes, en función de los intereses particulares del único presidente de un Gobierno democrático para quien el asesinato y la mutilación de seres inocentes, la extorsión, la intimidación y la amenaza permanentes son fórmulas perfectamente válidas de hacer política.
En los mercados financieros internacionales, el daño que han producido las manipulaciones de la Oficina Económica de Zapatero resulta escalofriante. También el subgobernador del Banco de España, José Viñals, cometió uno de los actos mas indignos realizado jamás por un alto funcionario de esta institución al impedir con su voto en la CNMV que se investiguen las presuntas irregularidades cometidas por Acciona y Enel en la OPA de Endesa, lo que ha hundido literalmente en el fango toda nuestra credibilidad en el exterior -¿cabe acaso mayor despropósito para el subgobernador de un Banco Central?-. Creo que nadie duda hoy de que en el primer trimestre de 2007 hemos alcanzado un auténtico punto de inflexión en la economía, aunque muchos esperen todavía un ajuste gradual y no un desastre.
Pero nuestros problemas económicos no se limitan, desgraciadamente, a las dos cuestiones mencionadas, sino también a la marcha de la economía en su conjunto y, particularmente, al inmenso océano de injusticia en el reparto de la riqueza creada y la distribución de la carga tributaria entre las distintas clases sociales creada por Zapatero. Sorprendentemente, la idea más arraigada entre las personas informadas de nuestro país, incluso aquellas claramente contrarias al Gobierno, es que la economía va bien, y se basan en dos hechos: que el crecimiento absoluto es elevado y que se sigue creando empleo. Ambos referentes son difíciles de entender.
El primero, porque hasta un niño de primaria sabe que
lo importante no es el tamaño de la tarta, sino el trozo que lo toca a cada uno, y que si la tarta crece pero el número de comensales crece más, el resultado es que cada vez tocamos a menos, cada vez estamos peor. En términos científicos, se trata de un
crecimiento que los economistas denominan tercermundista, derivado exclusivamente del incremento de la demanda interna por el aumento de la población; en nuestro caso, del mayor proceso migratorio del planeta, según el INE, ya que siguen entrando en España unas 100.000 personas al mes -¡se han legalizado casi 300.000 viajeros en el primer trimestre de 2007!-.
El segundo efecto ya no lo entendería un niño de primaria, pero es tambien sencillo.
El crecimiento de la población incrementa la oferta de trabajo y esto produce automáticamente, como explican los modelos de oferta, un aumento del empleo y una disminución de los salarios reales; un proceso inevitable que nada tiene que ver con la política económica en el supuesto de que tal cosa existiera. Y el otro efecto ligado, la supuesta disminución del paro, sencillamente es falso.
El paro bajó del 10,5 al 8,5% en enero de 2005, como consecuencia de los cambios metodológicos introducidos por el INE a mayor gloria de Zapatero,
pero en cifras homogéneas el paro no ha dejado de subir. Por ello, el indicador más representativo de la marcha de una economía es la renta por habitante, ya que es el único parámetro que permite saber si ésta crece o retrocede, así como la realización de comparaciones internacionales; simplemente es que no se puede medir de otro modo.
Y según este índice, si tomamos la población real, unos 46,5 millones de habitantes,
España es el único país, no ya de Europa, sino de todo el mundo desarrollado, cuyo PIB per cápita ha retrocedido casi un 2% en los últimos dos años. A efectos comparativos, los países europeos crecieron per cápita una media del 2,2% en 2006 y un 3,4% la media mundial. Pero incluso utilizando las cifras falsas que publica el INE, según Eurostat España dejó de converger con la Union Europea en 2006: después de 15 años consecutivos de convergencia, ésta se redujo en tres décimas.
Pero ni siquiera la renta por habitante nos muestra la realidad económica individual, ya que no deja de ser una media que no tiene en cuenta la distribución de la renta entre las distintas clases sociales, y las cifras disponibles configuran una imagen de reparto de la riqueza casi medieval. La más representativa es, sin duda, la parte de los asalariados en el PIB, cuya caída el propio Solbes cuantificó hace unos días en la OCDE en dos puntos, hasta el 46,5%, y que es la más baja desde que existen series estadísticas y la menor de toda la UE. Como comparación, en los años 60 y 70, la parte del trabajo en el PIB se acercaba al 55%, es decir,
éramos más pobres pero la distribución de la riqueza era mucho más justa. En concreto, esta reducción supone una pérdida de riqueza de 1.000 euros por asalariado y año. Y si hablamos de presión fiscal, ésta ha subido a su máximo histórico, pero, sobre todo, grava desproporcionadamente más a las rentas más bajas y a los jubilados.
Pero hay muchos otros indicadores que cuantifican también el océano de desigualdad creado por Zapatero.
Los salarios reales han bajado en España un 5% desde junio 2004 frente a un crecimiento medio del 8% en la UE, y, según la Agencia Tributaria,
10,4 millones de trabajadores ingresan menos de 1.000 euros al mes, a la vez que 4,5 millones de pensionistas tienen que malvivir con menos de 600 euros mensuales -el porcentaje de jubilados que vive hoy por debajo del umbral de la pobreza es del 48,5%, una cifra auténticamente aterradora- y, mientras tanto, España es el país europeo con mayor crecimiento en el número de millonarios. Y como no podía ser de otra manera, esto es lo que directamente perciben los ciudadanos: una caída espectacular en el bienestar general.
Así, según el barómetro del CIS antes de las elecciones de 2004, el número de españoles que decía vivir bien o muy bien era del 44,2%, cifra que ha caído hasta el 24,8% en enero de 2007; y los que decían vivir mal o muy mal se han más que doblado, pasando del 10,9% al 28,4%.
En resumen,
la economía española ha alcanzado un punto de inflexión, y los riesgos son ya serios e inmediatos. El Banco Morgan Stanley estima una caída del crecimiento del PIB absoluto en 2008 hasta el 2,4%, y una reducción de la parte del sector de la construcción en el PIB desde el 17,7% actual hasta el 9%, exactamente igual que ocurrió en Alemania después del boom de la reunificación. En palabras de uno de sus responsables, «la economía española se enfrenta a un largo horizonte de sombras», 10 años en concreto, diagnóstico que coincide con el realizado hace unos meses por Bloomberg y por The Economist.
Pero lo más rotundo han sido las estimaciones del presidente de las Cajas de Ahorro, Juan Ramón Quintás, quien ha augurado que, en breve, se verá «un entorno en que crezcamos al 2% o incluso al 1%», lo que equivaldría a una crisis de proporciones desconocidas. Por cierto, Solbes se ha puesto hecho una furia porque la OCDE ha rebajado nuestro crecimiento para 2008 al 2,7%. En lugar de enfadarse, lo que debería hacer es dejar de engañar a los españoles con cifras que no significan nada, y explicarnos qué pasa con el PIB por habitante, con la convergencia con Europa y con el reparto de la riqueza creada. Todo lo demás es una pura engaña.
(Roberto Centeno es catedrático de Economía de la Escuela de Minas de la UPM)
Roberto Centeno, EL MUNDO, 4/6/2007