Rosa Ardá y su perro 'Camilo'.REPORTAJE GRÁFICO: Icíar Carrasco
Hace unas semanas, en la coronación de Carlos III, pudimos apreciar los bordados que su esposa
Camila, la reina, llevaba en su vestido. Además de sus iniciales y de los nombres de sus hijos y nietos, dorado sobre blanco resplandecían también las figuras de sus
dos perros, Bluebell y Beth. Con este detalle, ella rendía un homenaje a sus mascotas en un día tan señalado como el del ascenso al trono británico. Este gesto es indicio inequívoco de que esos dos ejemplares de raza Jack Russell terrier, adoptados por la pareja de royals en 2017, residen en el núcleo duro de sus emociones, situándose en las inmediaciones de su amor como progenitora y abuela.
El afecto hacia una mascota puede alcanzar diversos niveles de hondura, pero cuando hablamos de los nuevos modelos de familia, las referencias aluden a las monoparentales, a las compuestas por miembros del mismo sesso y a las que se nutren del poliamor, con un número indeterminado de adultos comprometidos. Pero no se suele contemplar otra arista que ofrece la diversidad: en este siglo XXI existen personas en cuyo núcleo familiar están, de pleno derecho, los
animales. Ni ocupan un lugar subsidiario ni son caprichos o entretenimientos. A veces llegan, incluso, a habitar el espacio que llenan los hijos en una familia convencional.
Esta realidad se produce en un contexto social de baja natalidad que ofrece cifras elocuentes. En España, con los últimos datos disponibles (2021) hay ya
más perros que niños menores de 14 años: 9.280.823 frente a 6.689.607, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía y el INE, respectivamente. La diferencia es gruesa, evidencia que los hogares españoles han cambiado y lleva a cuestionarse si estos canes son una suerte de
perrhijos, si son producto del hedonismo de una sociedad que huye del ancla vitalicia que implica un bebé, y si es que acaso pretendemos perpetuar sine die la etapa adolescente.
YO DONA ha hablado con cuatro
familias perrunas. Cada una tiene su propia historia de amor con sus animales y la cuentan, aunque sin ninguna aspiración por lograr la comprensión ajena. Sobre todo, porque no la necesitan.
Beltrán Bardavío: "Murió mi tercer perro con 16 años. Lo he pasado muy mal"
Beltrán Bardavío (34 años) no sabe estar sin perro, según explica. No afirma que los prefiera a un hijo ni descarta la paternidad ortodoxa, pero hoy por hoy Blas y Noa son sus niños. Él, un cruce de pastor alemán y husky, es como "una alfombra", por lo pachón, y ella, una husky pelirroja cariñosa y feliz. En su casa siempre ha habido animales y él se ha vinculado con todos, aunque su termómetro emocional marcó el tope hace dos meses: "Murió mi tercer perro con 16 años. Lo recogimos de la calle cuando tenía dos, y lo he pasado muy mal. Muy mal", repite.
Beltrán dice sin dudas: "Lo que me ha dado un perro me lo han dado pocas personas en mi vida. Puede que no sea fácil de entender. Son
incondicionales. En la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, además, me salvaron literalmente la vida", admite. Regenta en Madrid el obrador de tartas Fanatic, un negocio que vivió meses de incertidumbre económica que lo dejaron muy tocado. Poder salir a pasear con sus perros fue muy valioso entonces. Ahora siguen siendo su chute de alegría: "Cuando tengo un mal día, entrar en casa y que venga mi cortesana moviendo el regazo... Se me olvida todo. Para mí son imprescindibles".
Cuenta en la familia con varias personas para cuidarlos, así que tener perros no le ha supuesto ningún sacrificio. Tampoco ha condicionado su ocio y, si rebusca un poco por poner alguna pega, señala los días que ha tenido que adelantar su regreso de juerga porque debía sacarlos al paseo mañanero. Poca resta para tanta suma. "Si me toca la lotería, monto un hotel con cien perros", asegura.
Los productos para mascotas constituyen un mercado como cualquier otro, engrosado con los clásicos arneses, camas y comederos, pero también con carritos de tras*porte, semejantes a los que se usan para los bebés, ropajes varios y hasta piscinitas para mantenerlos frescos en verano. Beltrán no ha caído con ellos en ninguna extravagancia y siempre ha considerado animales a sus perros. Por eso no es partidario de prácticas humanizadoras:
no les pone gorritos, ni les prepara tartas para sus cumpleaños (por muy a mano que las tenga), aunque con media sonrisa reconoce: "En Navidad les envuelvo un hueso a modo de regalo y son ellos los que lo abren".
Rosa Ardá: "En casa, soy 'mami' y mi marido, 'papi'. Soy feliz, no necesito la aprobación de nadie"
Camilo, justo aquí arriba, ladra sin parar. Por fortuna (sobre todo para esta redactora), cumple el refrán a pies juntillas y no muestra ninguna intención mordedora. Cuando está junto a Rosa Ardá (49 años), su dueña, este kerry blue terrier es una balsa de aceite. Es un cambio tan radical como veloz. Pasa de la calma a la protesta airadísima en dos segundos, y viceversa. "Está muy apegado a mí y no se separa nunca", dice esta enfermera e influencer, conocida en la red por Velocidad Cuchara, un exitoso blog de recetas para Thermomix.
La charla con Rosa deja muchos titulares. Todos desprenden amor profundo por sus perros (el que está y los que faltan) y una sensación nítida de que ellos son animales (claro) y familia (también). Ella y su marido
quisieron tener hijos. Hubo cinco fecundaciones in vitro para intentarlo; ninguna funcionó. "Pero yo ya tenía perro antes", se adelanta. Se refiere a Willy, un fox terrier que llegó a su vida en el 2000 y vivió 14 años. Era su
ojito derecho y aunque ha pasado mucho tiempo desde que murió de un linfoma, su recuerdo está muy presente: "En un espacio muy corto de tiempo tú presencias todas las etapas de la vida de un perro. Puede ser muy viejo [cada año perruno equivale a siete humanos], pero tienes la sensación de que vino ayer, y es muy injusto". Poco después de morir Willy, vino Camilo y más tarde, su hermana, Clara, de la misma raza. Falleció el pasado agosto a los 10 años, también aquejada de un cáncer.
En su casa, Rosa es mami; su marido, papi; y sus respectivos padres, los abuelos. Ah, y la veterinaria, la pediatra. Lo que la gente pueda pensar sobre este tratamiento no le preocupa. "Yo soy feliz y no necesito la aprobación de nadie", zanja. Entonces ¿sus animales cumplen el lugar de un hijo? "No, son perros, pero son de mi familia. No los siento a la mesa, pero si vomitan porque están malitos, no me da ardor de estomago limpiarlo", zanja otra vez. Tampoco le importó gastar unos
6.000 euros en quimioterapia y pruebas para Willy, un privilegio que no todos tienen. "Cuando estaba enfermo, me escribían madres de niños con cáncer para decirme que entendían mi dolor, porque el amor que sientes hacia un ser no depende de las patas que tenga", afirma Rosa. No quiere convencer, ni falta que le hace, pero sí
reclama respeto, también para tras*itar sus pérdidas.
De hecho, los psicólogos señalan que la incomprensión del entorno ante la fin de una mascota deja muchos duelos sin elaborar, porque los afectados no pueden permitirse tan siquiera exteriorizar su dolor. "Me han llegado a decir que si se me ha muerto un perro me compre otro, pero
no es un iPhone", espeta Rosa.
Y más: "Una compañera quería que le cambiase una guardia en el hospital porque yo no tenía familia y ella sí tenía hijos. En el momento no supe responder, pero claro que tengo. Y la mía no es menos que la suya", dice con serena convicción. Pedirle una enumeración de lo que le da el amor de un perro tiene respuesta prolija: "Yo no quería querer a Camilo, porque no quería sufrir más, pero un día te da un beso [lametón], otro te roba un calcetín y al final,
un perro te conquista. Dan amor puro a cambio de nada. No les importa si tienes un defecto físico, si tienes dinero... Te quieren y ya está".
Rosa y su marido han dejado de viajar como antes a cambio de pasar sus vacaciones todos juntos. El plan consiste en alquilar una buena casa con piscina para que los perros también disfruten. "Tiene que tener escaleras, no escalerillas, para que salgan cuando quieran. De todos modos
yo les llevo flotadores", dice. Camilo, el perro gruñón, suele dormir sobre su cama, entre las piernas de Rosa y las de su marido. "Con perros ¡tienes menos vida marital!", bromea. A veces, cuando él se va a trabajar, ocupa su sitio y se acuesta en su almohada, tan ricamente.
Chuse Joven y Judith Mateo, cuando el instinto pesa menos que la carrera profesional
Chuse Joven y Judith Mateo andan en la cuarentena (40 y 44, respectivamente). Han elegido no tener hijos, porque sus instintos han tirado menos que sus carreras. Así de simple. Él es
cantante de rock y tenor lírico, y ella,
violinista. Son pareja y su familia se compone también de dos perros de la raza pomerania, Farrokh (debe su nombre al mítico Freddy Mercury) y Valentina. Judith, con ocho discos a sus espaldas, se atreve con la palabra tabú: "
He sido egoísta. Tener niños es incompatible con nuestra profesión y a mí me gusta mi vida, me gustan mis perros y tengo la libertad que quiero", afirma rotunda.
En casa, los afectos están claramente repartidos. Judith asegura que los animales son los que eligen a los humanos y ella forma tándem con Farrokh y Chuse, con Valentina. "Es muy ***onera, celosa y no para quieta. Por eso se ha quedado en casa", explica. Cuando viajan buscan
hoteles que admitan perros o los dejan con alguien de confianza. "Debería destinarse un porcentaje de habitaciones para clientes con perro y lo mismo pasa con los alquileres. ¿Por qué es legal que un casero pueda vetarme? Mis perros forman parte del núcleo familiar ¡y además pesan dos kilos!", se queja Chuse.
Cristina del Valle: "Prefiero dormir en el suelo con ellos antes que en un hotel mejor donde no puedan entrar"
Tití es un perro ancianísimo, que respira acelerado mientras
Cristina del Valle (62 años) no para de acariciarlo. Tiene 19 años (o sea, centenario) y es un chucho sin pedigrí alguno al que lleva en un carrito para que no se fatigue. La cantante de Amistades Peligrosas, el famoso grupo de pop nacido en 1990, tiene una dilatada trayectoria en el activismo animalista y en defensa de las mujeres maltratadas.
Tití es uno de los muchos animales que ha recogido de la calle para cuidarlos y darles una vida plácida sin violencia. Hace siete años se trasladó de una finca sevillana a un piso en Madrid y sólo Tití pudo venir con ella. Allí también tiene un burro en
"custodia compartida" con su expareja. "Los perros son familia. Siempre. Aunque hubiera tenido hijos. Mi progenitora, mis hermanas y yo lo hemos vivido así", sostiene. "Cuando empezamos con Amistades,
Alberto [Comesaña] y yo hicimos mucha pedagogía y presionábamos como artistas para que nuestro perro entrase a todos los sitios. Si había que ir a un teatro, venía. Si nos entregaban un premio, venía. Lo peleábamos y nos enfrentábamos con quien fuera", recuerda.
A veces iban a hoteles peores por él; en una de sus giras, los músicos llegaron a protestar por acabar en alojamientos de menor categoría y la apodaron la 'perrigira', cuenta divertida. Sobre aquel perro, un labrador llamado Ray, dice muy emocionada: "Fue el
gran amor de mi vida. No hay día que no me acuerde de cuando tuve que sacrificarlo para que no sufriese más. Esa decisión fue durísima".
"Son seres sintientes y un ejemplo de amor total, constante y continuado, y también de empatía. Prefiero dormir en el suelo con ellos que en un hotel mejor donde no puedan entrar. Lo compensan todo. Su capacidad olfativa, 6.000 veces superior a la ser ser humano, detecta el cortisol y la adrenalina, y por eso se utilizan en los rescates. Ahí sí que los llevan y nadie se queja de que arriesguen su vida, ¿no? Luego
en la playa molestan...", protesta Cristina.
Ante la pregunta de si las mujeres prefieren tener perros antes que hijos, Cristina del Valle tiene clara la respuesta: "Hemos dejado de estar en la periferia de los derechos. Hemos despertado y ya sabemos que nuestra valoración personal no se mide en función de cómo cuidemos al marido y a los niños.
Queremos ser libres y no sentirnos estafadas. Como dice la antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde, 'hay que recuperar la palabra egoísmo'".
En 2020 Amistades Peligrosas anunció su regreso para celebrar el 30º aniversario del grupo y, además de España, recorrerá América del Sur dando conciertos. ¿Y Tití? "Él ya no puede venir porque es muy mayor. Por suerte, tengo una red de familias perrunas que se pueden ocupar de él y yo puedo irme tranquila", concluye.
Hace unas semanas, en la coronación de Carlos III, pudimos apreciar los bordados que su esposa Camila, la reina, llevaba en su vestido. Además de sus iniciales y de los nombres...
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