El Pionero
Alcalde y presidente de Fútbol Paco premium
En España hay más de 28.500 personas que viven en situación de sinhogarismo, es decir, no disponen de una casa en la que residir y pernoctan en la calle o en alojamientos colectivos. La mayor parte, casi un tercio del total, son extranjeros que emigran a España para empezar de cero, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La solución, según un informe realizado por la consultora EY hace unos meses, es relativa sencilla: proveer de un parque de 10.000 viviendas para erradicar esta problemática.
Disponer de una vivienda es lo que ha permitido a Rachida (jovenlandia, 41 años), una progenitora divorciada no perder su custodia de sus tres hijos de 16, 12 y 9 años . Cruzó la frontera que separa jovenlandia de Ceuta en mayo de 2021. Tres meses después viajaron a la península, hasta acabar en Valladolid engañada por su exmarido bajo la falsa promesa de que en la localidad no le iba a faltar de nada. "Logré empadronarme para que mis hijos pudiesen ir al colegio, pero el programa de ayuda se agotó y yo seguía sin trabajo. Me vi obligada a pedir un sitio donde dejar a mis hijos. No tenía otra opción, no tenía dinero", relata Rachida, en conversación con El Periódico de España.
Aquí es donde conectó con Red Íncola, una ONG que le cedió una vivienda con la que poder recuperar la custodia de sus hijos. El propietario de esta vivienda es TuTecho, una socimi (sociedad cotizada de inversión inmobiliaria) que compra pisos para arrendarlos a precios muy bajos a organizaciones sin ánimo de lucro. Con un capital social de 28,4 millones de euros y más de 240 viviendas en Madrid, Almería, Alicante, Barcelona, Cáceres, Córdoba, Murcia, Sevilla, Valladolid y Zaragoza, esté vehículo ha tejido una red de empresas colaboradoras con la que poner una primera piedra para poner fin al problema del sinhogarismo.
Rachida entrando a su vivienda en Valladolid /
Cedida
Luis y Lizmary, pareja de 38 y 36 años de origen venezolano, residen también en un piso de TuTecho en Valladolid con sus dos hijos de 12 y 15 años. "Antes de conseguirlo, fue un dolor de cabeza porque nos faltaban requisitos", explican. Cocineros ambos de profesión, ahora trabajan como operario de fábrica y en la limpieza de un colegio, respectivamente. En su caso, tal como relata el trabajador de Red Íncola que les acompaña, su mayor sorpresa cuando llegaron al piso asignado fue disponer de una cama de matrimonio. "En nuestra primera casa de acogida teníamos habitaciones separadas. Esta oportunidad supone también volver a retomar la vida como esposos, ya que sentir esta distancia física afectaba a la relación en la parte psicológica", destaca Luis.
Emmanuel en su casa de Madrid /
Cedida
Noticias relacionadas
Emmanuel habla del difícil proceso del exilio. "Dejas todo, tus mascotas, tu hijo, tus padres, hermanos... Aquí vienes y eres invisible. La aporofobia (temor al pobre), la descubro en Madrid. No hay miedo al extranjero, sino al pobre. En el sinhogarismo, tu única propiedad es el aire", relata. Ahora, con una vivienda y sus títulos de psicólogo bajo el brazo, este colombiano quiere seguir luchando: "Tengo un sitio donde vivir, una llave que me da protección e identidad. Ahora mi deseo profesional es integrarme y poder constribuir al crecimiento de la sociedad. No estamos por placer, sino porque nos tocó: la vida es una sola y hay que salvarla".
Disponer de una vivienda es lo que ha permitido a Rachida (jovenlandia, 41 años), una progenitora divorciada no perder su custodia de sus tres hijos de 16, 12 y 9 años . Cruzó la frontera que separa jovenlandia de Ceuta en mayo de 2021. Tres meses después viajaron a la península, hasta acabar en Valladolid engañada por su exmarido bajo la falsa promesa de que en la localidad no le iba a faltar de nada. "Logré empadronarme para que mis hijos pudiesen ir al colegio, pero el programa de ayuda se agotó y yo seguía sin trabajo. Me vi obligada a pedir un sitio donde dejar a mis hijos. No tenía otra opción, no tenía dinero", relata Rachida, en conversación con El Periódico de España.
Aquí es donde conectó con Red Íncola, una ONG que le cedió una vivienda con la que poder recuperar la custodia de sus hijos. El propietario de esta vivienda es TuTecho, una socimi (sociedad cotizada de inversión inmobiliaria) que compra pisos para arrendarlos a precios muy bajos a organizaciones sin ánimo de lucro. Con un capital social de 28,4 millones de euros y más de 240 viviendas en Madrid, Almería, Alicante, Barcelona, Cáceres, Córdoba, Murcia, Sevilla, Valladolid y Zaragoza, esté vehículo ha tejido una red de empresas colaboradoras con la que poner una primera piedra para poner fin al problema del sinhogarismo.
La dificultad de alquilar un piso
Uno de los principales problemas que se encuentran los extranjeros que vienen a España es la dificultad para alquilar una vivienda. "Cuando empecé a trabajar busqué un piso para alquilar y poder recuperar a mis hijos, pero me pedían tres meses de fianza, un contrato laboral de más de un año de duración y una renta de 500 euros al mes. Yo, en cambio, no tenía dinero", explica Rachida, que estará viviendo en piso de TuTecho hasta finales de año y trabaja en hostelería.Rachida entrando a su vivienda en Valladolid /
Cedida
Luis y Lizmary, pareja de 38 y 36 años de origen venezolano, residen también en un piso de TuTecho en Valladolid con sus dos hijos de 12 y 15 años. "Antes de conseguirlo, fue un dolor de cabeza porque nos faltaban requisitos", explican. Cocineros ambos de profesión, ahora trabajan como operario de fábrica y en la limpieza de un colegio, respectivamente. En su caso, tal como relata el trabajador de Red Íncola que les acompaña, su mayor sorpresa cuando llegaron al piso asignado fue disponer de una cama de matrimonio. "En nuestra primera casa de acogida teníamos habitaciones separadas. Esta oportunidad supone también volver a retomar la vida como esposos, ya que sentir esta distancia física afectaba a la relación en la parte psicológica", destaca Luis.
"Vivir con algo parecido a lo que dejamos atrás"
Disponer de una vivienda ha permitido a Emmanuel (nombre ficticio), en sus propias palabras, "vivir con algo parecido a lo que dejó atrás". Este ciudadano colombiano de 55 años prefiere no aparecer públicamente en el reportaje porque está en proceso de solicitud de asilo político debido a que tuvo que abandonar su país por amenazas de fin de las guerrillas fruto de su labor como psicólogo social con colectivos vulnerables. Su llegada a España se produjo en 2023. "Sin papeles y sin nómina terminé viviendo en el aeropuerto de Barajas. Cuando vives en la calle, una de las realidades es que pierdes identidad y la gente comienza a llamarte peruano. Yo le insistía a la gente que no me llamaran así, que lo único que me quedaba de mi identidad era mi nombre", explica.Emmanuel en su casa de Madrid /
Cedida
Noticias relacionadas
Esto es lo que gasta una persona en comida al mes
Nuevo servicio electrónico de Muface: así beneficia a los funcionarios
Emmanuel habla del difícil proceso del exilio. "Dejas todo, tus mascotas, tu hijo, tus padres, hermanos... Aquí vienes y eres invisible. La aporofobia (temor al pobre), la descubro en Madrid. No hay miedo al extranjero, sino al pobre. En el sinhogarismo, tu única propiedad es el aire", relata. Ahora, con una vivienda y sus títulos de psicólogo bajo el brazo, este colombiano quiere seguir luchando: "Tengo un sitio donde vivir, una llave que me da protección e identidad. Ahora mi deseo profesional es integrarme y poder constribuir al crecimiento de la sociedad. No estamos por placer, sino porque nos tocó: la vida es una sola y hay que salvarla".
La dificultad del inmigrante para encontrar una casa y no acabar en la calle: "No hay miedo al extranjero, sino al pobre"
Emmanuel, Rachida, Luis y Lizmary explican el duro proceso de instalarse en España y su burocracia, en especial el disponer una vivienda
www.epe.es