Harrymorgan
Madmaxista
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En la última clase de cábala de los vídeos de Albert Gozlan (Kabalah Massiah) dice una cosa sobre el mal que me ha impresionado bastante.
Siempre he entendido la función del mal como una especie de entrenador personal que nos putea en las circunstancias de la vida poniéndolo difícil para que avancemos y superemos o integremos esas circunstancias . Creo que esta explicación sigue siendo válida, pero hay otra visión más amplia, que es la que os quiero exponer.
Albert explica que cuando el alma se encarna en este mundo, tiene una nostalgia infinita por volver a Dios que es de dónde procede (esto por cierto, me ha recordado a lo que decía el Insider de que los bebés lloran desconsoladamente cuando nacen porque es su alma, la que llora al ver que se han vuelto a encarnar en esta realidad separados del Creador).
Si no hubiera mal en este mundo, el alma naturalmente tendería a fusionarse con la divinidad de donde procede , pero esta fusión, al igual que una gota de agua que se fusiona con el mar, conllevaría la pérdida de la individualidad y de la conciencia personal de la que hemos sido dotados.
Dios quiere que mantengamos nuestra conciencia individual y que de alguna forma tratemos el camino contrario . Es decir, no se trata de ascender a fundirse con la divinidad, signo de bajar la conciencia divina a nuestra propia alma. Pero manteniendo nuestra propia conciencia. Llegar a ser como Cristo hombre verdadero y dios verdadero .
El mal, por lo tanto, cumpliría una función de máxima importancia, la custodia de nuestra individualidad. Como en el juego de la oca una vez que hemos abandonado la casilla de salida se nos impide ir hacia atrás solo podemos avanzar, aunque a veces nos toque quedarnos empantanados en la guandoca o volver a empezar desde el principio. Pero nuestro destino es la casilla final.
Siempre he entendido la función del mal como una especie de entrenador personal que nos putea en las circunstancias de la vida poniéndolo difícil para que avancemos y superemos o integremos esas circunstancias . Creo que esta explicación sigue siendo válida, pero hay otra visión más amplia, que es la que os quiero exponer.
Albert explica que cuando el alma se encarna en este mundo, tiene una nostalgia infinita por volver a Dios que es de dónde procede (esto por cierto, me ha recordado a lo que decía el Insider de que los bebés lloran desconsoladamente cuando nacen porque es su alma, la que llora al ver que se han vuelto a encarnar en esta realidad separados del Creador).
Si no hubiera mal en este mundo, el alma naturalmente tendería a fusionarse con la divinidad de donde procede , pero esta fusión, al igual que una gota de agua que se fusiona con el mar, conllevaría la pérdida de la individualidad y de la conciencia personal de la que hemos sido dotados.
Dios quiere que mantengamos nuestra conciencia individual y que de alguna forma tratemos el camino contrario . Es decir, no se trata de ascender a fundirse con la divinidad, signo de bajar la conciencia divina a nuestra propia alma. Pero manteniendo nuestra propia conciencia. Llegar a ser como Cristo hombre verdadero y dios verdadero .
El mal, por lo tanto, cumpliría una función de máxima importancia, la custodia de nuestra individualidad. Como en el juego de la oca una vez que hemos abandonado la casilla de salida se nos impide ir hacia atrás solo podemos avanzar, aunque a veces nos toque quedarnos empantanados en la guandoca o volver a empezar desde el principio. Pero nuestro destino es la casilla final.