Buki*
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La CIA y el 11-S
INTERNACIONAL
El 11 de septiembre fue el comienzo de la ejecución del gran plan de dominio
del mundo en el que se implicó el gobierno presidido por George Bush
inSurGente.- Ese es el primer dato fundamental sobre los atentados de Nueva
York y Washington. ¿Quién se beneficia?, según la pregunta clásica sobre la
autoría de los asesinatos. El segundo dato es que ese plan de
establecimiento del imperio, que comenzó como un acto de "Justicia Infinita"
con la oleada turística de Afganistán, estaba completamente desarrollado antes del
la fecha fatídica. La planificación política del asalto a Iraq -segundo
acto- llevaría algún tiempo, pero sus elementos básicos estaban determinados
cuando Bush llegó a la presidencia. No tiene nada de extraño que la versión
oficial sobre un hecho en el que se inició la ejecución de un proyecto de
esa magnitud, sea objeto de sospechas. Desde la participación de la CIA como
observador que sabe -o sabe a medias- y permite, hasta la implicación
directa de los servicios de inteligencia de los EEUU.
Prensa Latina.- A cuatro años de los atentados del 11 de septiembre, un
manto de misterio cumbre esos ataques, que para muchos fueron planificados o
al menos permitidos por el gobierno del presidente de Estados Unidos, George
W. Bush.
El último en apoyar esa hipótesis fue Morgan Reynolds, ex economista jefe
del Departamento del Trabajo durante el primer mandato de Bush.
La teoría gubernamental del derrumbe es altamente vulnerable de por sí. Sólo
una demolición profesional parece explicar toda la gama de factores
asociados con el derrumbe de los edificios, destaca. Ese criterio es
respaldado por Andreas von Bulow, ex ministro de Defensa y de la
inteligencia alemana, para quien los atentados fueron obra de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA).
Los críticos señalan varios puntos que cuestionan la veracidad de la versión
oficial, tales como la estricta orden de silencio ordenada a los bomberos de
Nueva York y a la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en
inglés).
Tras el siniestro, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia sacó la
estructura de acero de los edificios antes de ser analizada, pese a que las
leyes establecen que la evidencia de la escena de un crimen sea guardada
para un estudio forense.
Ningún rascacielos con armazón de acero jamás se había derrumbado
anteriormente. De repente ocurren tres sorprendentes derrumbes en unas
manzanas urbanas en un día, dos de ellos supuestamente alcanzados por
aviones, el tercero no, dijo Reynolds.
Destaca que la Administración tampoco mostró nunca restos de importancia de
ninguno de los cuatro presuntos aviones de ese aciago día.
Aunque existen numerosos puntos débiles, Washington insiste en presentar los
ataques como obra de un grupo de 19 terroristas, miembros de la red Al
Qaeda, dirigida por el saudita Osama bin Laden.
Ante las sospechas y la incertidumbre sobre cómo ocurrieron los atentados,
100 personalidades políticas, sociales, científicos, empresarios y artistas,
así como 40 familiares de las víctimas rechazaron la versión oficial y
exigieron una nueva investigación.
En una carta, los signatarios llaman la atención sobre varias
irregularidades y piden explicación sobre numerosos puntos aún no
esclarecidos.
¿Por qué los servicios secretos autorizaron a Bush a proseguir su visita a
la escuela primaria sin preocuparse manifiestamente por su seguridad ni por
la de los escolares?
¿Cómo es posible que absolutamente nadie haya sido licenciado, sancionado o
condenado por la total incompetencia manifestada aquel día?, preguntan.
En su libro la Gran Impostura, el periodista francés Thierry Meyssan asegura
que ningún avión se estrelló contra el Pentágono ese día.
Para justificar su afirmación, Meyssan resalta que la FAA y el ejército,
pese a sus potentes radares, no detectaron el Boeing, aunque el avión
recorrió más de 500 kilómetros durante 40 minutos que duró el secuestro,
según datos oficiales.
El periodista resalta en su libro que la aeronave se estrelló contra una
reaccionarioda de la sede del Departamento de Defensa (que estaba siendo reparada),
aunque era más fácil y causaba mayor daño hacerlo contra el techo.
Para el estudioso, fue un misil del ejército norteamericano lo que impactó
contra el Pentágono. El artefacto penetró en el edificio sin causar daños
importantes en la reaccionarioda. Atravesó varios anillos del Pentágono, abriendo
un agujero cada vez más ancho, lo cual es imposible de hacer con un avión,
asegura.
Otras de las cuestiones que quedan si aclarar es cómo fueron identificados
los terroristas. Lo más impresionante, subraya, es que en las listas de
víctimas publicadas por las compañías aéreas no aparecen los nombres de los
supuestos perpetradores.
A cuatro años de esos atentados, muchos intentan desenredar la madeja que
cubre los hechos: interrogantes sin contestar, conclusiones falsas o en el
mejor de los casos erróneas, documentos clasificados y declaraciones que
difieren de la realidad.
INTERNACIONAL
El 11 de septiembre fue el comienzo de la ejecución del gran plan de dominio
del mundo en el que se implicó el gobierno presidido por George Bush
inSurGente.- Ese es el primer dato fundamental sobre los atentados de Nueva
York y Washington. ¿Quién se beneficia?, según la pregunta clásica sobre la
autoría de los asesinatos. El segundo dato es que ese plan de
establecimiento del imperio, que comenzó como un acto de "Justicia Infinita"
con la oleada turística de Afganistán, estaba completamente desarrollado antes del
la fecha fatídica. La planificación política del asalto a Iraq -segundo
acto- llevaría algún tiempo, pero sus elementos básicos estaban determinados
cuando Bush llegó a la presidencia. No tiene nada de extraño que la versión
oficial sobre un hecho en el que se inició la ejecución de un proyecto de
esa magnitud, sea objeto de sospechas. Desde la participación de la CIA como
observador que sabe -o sabe a medias- y permite, hasta la implicación
directa de los servicios de inteligencia de los EEUU.
Prensa Latina.- A cuatro años de los atentados del 11 de septiembre, un
manto de misterio cumbre esos ataques, que para muchos fueron planificados o
al menos permitidos por el gobierno del presidente de Estados Unidos, George
W. Bush.
El último en apoyar esa hipótesis fue Morgan Reynolds, ex economista jefe
del Departamento del Trabajo durante el primer mandato de Bush.
La teoría gubernamental del derrumbe es altamente vulnerable de por sí. Sólo
una demolición profesional parece explicar toda la gama de factores
asociados con el derrumbe de los edificios, destaca. Ese criterio es
respaldado por Andreas von Bulow, ex ministro de Defensa y de la
inteligencia alemana, para quien los atentados fueron obra de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA).
Los críticos señalan varios puntos que cuestionan la veracidad de la versión
oficial, tales como la estricta orden de silencio ordenada a los bomberos de
Nueva York y a la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en
inglés).
Tras el siniestro, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia sacó la
estructura de acero de los edificios antes de ser analizada, pese a que las
leyes establecen que la evidencia de la escena de un crimen sea guardada
para un estudio forense.
Ningún rascacielos con armazón de acero jamás se había derrumbado
anteriormente. De repente ocurren tres sorprendentes derrumbes en unas
manzanas urbanas en un día, dos de ellos supuestamente alcanzados por
aviones, el tercero no, dijo Reynolds.
Destaca que la Administración tampoco mostró nunca restos de importancia de
ninguno de los cuatro presuntos aviones de ese aciago día.
Aunque existen numerosos puntos débiles, Washington insiste en presentar los
ataques como obra de un grupo de 19 terroristas, miembros de la red Al
Qaeda, dirigida por el saudita Osama bin Laden.
Ante las sospechas y la incertidumbre sobre cómo ocurrieron los atentados,
100 personalidades políticas, sociales, científicos, empresarios y artistas,
así como 40 familiares de las víctimas rechazaron la versión oficial y
exigieron una nueva investigación.
En una carta, los signatarios llaman la atención sobre varias
irregularidades y piden explicación sobre numerosos puntos aún no
esclarecidos.
¿Por qué los servicios secretos autorizaron a Bush a proseguir su visita a
la escuela primaria sin preocuparse manifiestamente por su seguridad ni por
la de los escolares?
¿Cómo es posible que absolutamente nadie haya sido licenciado, sancionado o
condenado por la total incompetencia manifestada aquel día?, preguntan.
En su libro la Gran Impostura, el periodista francés Thierry Meyssan asegura
que ningún avión se estrelló contra el Pentágono ese día.
Para justificar su afirmación, Meyssan resalta que la FAA y el ejército,
pese a sus potentes radares, no detectaron el Boeing, aunque el avión
recorrió más de 500 kilómetros durante 40 minutos que duró el secuestro,
según datos oficiales.
El periodista resalta en su libro que la aeronave se estrelló contra una
reaccionarioda de la sede del Departamento de Defensa (que estaba siendo reparada),
aunque era más fácil y causaba mayor daño hacerlo contra el techo.
Para el estudioso, fue un misil del ejército norteamericano lo que impactó
contra el Pentágono. El artefacto penetró en el edificio sin causar daños
importantes en la reaccionarioda. Atravesó varios anillos del Pentágono, abriendo
un agujero cada vez más ancho, lo cual es imposible de hacer con un avión,
asegura.
Otras de las cuestiones que quedan si aclarar es cómo fueron identificados
los terroristas. Lo más impresionante, subraya, es que en las listas de
víctimas publicadas por las compañías aéreas no aparecen los nombres de los
supuestos perpetradores.
A cuatro años de esos atentados, muchos intentan desenredar la madeja que
cubre los hechos: interrogantes sin contestar, conclusiones falsas o en el
mejor de los casos erróneas, documentos clasificados y declaraciones que
difieren de la realidad.