LADRILLATOR
Madmaxista
- Desde
- 22 Sep 2006
- Mensajes
- 2.893
- Reputación
- 2.231
Excelente artículo de opinión-reflexión sobre la sociedad nuestra... Escrito por una lectora del blog de Alberto Noguera. Con permiso Alberto...
Me encanta lo que pongo en negrita
Anónimo dijo: «En general, la impresión que me llevo es que somos una generación de petulantes vanidosa, egoísta y con pretensiones de pueblerino. Esto ya lo he dicho aquí antes, pero últimamente lo he visto a pie de campo.»
¿Somos... o nos han hecho? A mí me dijeron que estudiase, que fuese a la universidad a por un título de los buenos (en mi caso, ingeniería) y que, colorín colorado, encontraría un trabajo-estable-y-bien-pagado y este cuento se ha acabado. Para mí el cuento no ha acabado y gracias a una estricta disciplina mental no estoy en una pesadilla.
Por sistema podemos autoflagelarnos o por sistema podemos echar la culpa a otros: en ambos casos, se hace una dejación de responsabilidad y eso es totalmente inútil.
En este sentido observo algo curioso. Somos muy críticos con nuestra sociedad pero nunca señalamos a la anterior generación como culpable de muchos de nuestros males: nuestros padres.
Me imagino que los trazos gruesos de mi particular historia coincidirán con los de muchos de los lectores de esta bitácora. Desde la más tierna infancia, lavado de cerebro: estudia, rumbo al título universitario y mientras tanto disfruta de todas las comodidades que la economía familiar pueda dar. ¿Formación profesional? Eso es para demorados que no dan para más, acaban todos pobres.
¿Y qué queréis que os diga? A un niño o adolescente siempre criado entre algodones no se le puede pedir que tenga ideas propias, y menos que tenga un discernimiento tal que le permita percatarse de lo viciado que está el modelo económico patrio. Los ejemplares de especies en peligro de extinción criados en cautividad tienen muy difícil sobrevivir una vez que hayan sido puestos en libertad. No saben cazar. ¿Para qué iban a aprender a cazar si en el zoológico todo lo que tenían que hacer para comer era esperar a que les echasen el alimento, suministrado a intervalos regulares? ¿Son petulantes esos animales? Si lo son, tengamos en cuento que con amor se les ha hecho así.
Y con amor nuestros padres nos alimentaron, vistieron, compraron caprichos y pagaron estudios. Hay amores que dan el pasaporte.
No sé aquellos animales cruelmente puestos en libertad - Jean Paulhan nos mostró que podía encontrarse la dicha en la esclavitud - en algún momento son conscientes de su penosa situación. De entre nosotros, los más lúcidos sí. El miedo es libre y así, entre maldiciones y lamentos, una mayoría se resigna al trabajo papelera y a la hipoteca, muchos se tiran años y años opositando y los menos o emigran o emprenden un negocio.
Pero los despropósitos no se limitan a esa amorosa castración vital a la que hemos sido sometidos en nuestra más tierna infancia. Es que la suelta es en parajes yermos en los que no hay comida. Ese ladrillo especulador y de recalificaciones astronómicas no sólo ha depredado el medio ambiente y las economías de los más pardillos: además ha esquilmado la industria de España. Y ¡qué shishi!, en esta España tiene su lógica.
¿Dispone usted de un capital el que quiere sacar un rendimiento invertiéndolo? Puede financiar a aquellos doctores universitarios cuyas investigaciones han sado con una serie de compuestos químicos que prometen ser muy eficaces contra ciertos tumores cancerígenos. Los beneficios serán pingües... pero el riesgo es muy elevado. Puede también financiar promociones de bloques de pisos, adosados y chalets. El riesgo es muy reducido y los beneficios mucho mayores.
La elección es obvia.
Y es que nuestros padres durante el tardofranquismo, la transición y nuestra mejorable democracia apostaron por hacer de España la Florida de Europa. ¿Necesita esta Neoflorida - o Euroflorida - tantos diplomados, licenciados, peritos e ingenieros para construir, llevar las cuentas, poner copas y limpiar habitaciones? La respuesta es que no. ¿Qué hizo la generación de nuestros padres? Me gustaría decir que nada, lo que sólo les haría culpables por inacción. Pero no, decidieron reclamar su parte de la pirámide, digo del pastel, participando en la versión española de aquel capitalismo popular de Thatcher que privatizaba empresas públicas vendiendo las acciones al ciudadano de a pie. Todos con la hipoteca de su pisito. Y como sarna con gusto con pica, quien podía, una vez pagados los intereses y el capital de la primera hipoteca, se metía en una segunda: un segundo pisito también sobrevalorado en la playa, en el pueblo o simplemente otro secas. Ya se sabe, "los pisos nunca bajan". Y así, las industrias relacionadas con la tecnología simplemente no interesan: que inventen otros.
¿Avaricia o inconsciencia? Ambas. La generación de nuestros padres invirtió el capital excedente de varias décadas en ladrillo al tiempo que nos preparaban para trabajar en unas industrias que debían esperar que surgiesen casi de la nada, como las setas en la estación de lluvia.
Si somos "una generación de petulantes vanidosa, egoísta y con pretensiones de pueblerino", lo somos nosotros porque, como recuerda un refrán "De tal palo, tal astilla." O de forma más gráfica y sin salirnos del refranero castellano, "fruta la progenitora, fruta la hija, fruta la manta que las cobija."
Me encanta lo que pongo en negrita
Anónimo dijo: «En general, la impresión que me llevo es que somos una generación de petulantes vanidosa, egoísta y con pretensiones de pueblerino. Esto ya lo he dicho aquí antes, pero últimamente lo he visto a pie de campo.»
¿Somos... o nos han hecho? A mí me dijeron que estudiase, que fuese a la universidad a por un título de los buenos (en mi caso, ingeniería) y que, colorín colorado, encontraría un trabajo-estable-y-bien-pagado y este cuento se ha acabado. Para mí el cuento no ha acabado y gracias a una estricta disciplina mental no estoy en una pesadilla.
Por sistema podemos autoflagelarnos o por sistema podemos echar la culpa a otros: en ambos casos, se hace una dejación de responsabilidad y eso es totalmente inútil.
En este sentido observo algo curioso. Somos muy críticos con nuestra sociedad pero nunca señalamos a la anterior generación como culpable de muchos de nuestros males: nuestros padres.
Me imagino que los trazos gruesos de mi particular historia coincidirán con los de muchos de los lectores de esta bitácora. Desde la más tierna infancia, lavado de cerebro: estudia, rumbo al título universitario y mientras tanto disfruta de todas las comodidades que la economía familiar pueda dar. ¿Formación profesional? Eso es para demorados que no dan para más, acaban todos pobres.
¿Y qué queréis que os diga? A un niño o adolescente siempre criado entre algodones no se le puede pedir que tenga ideas propias, y menos que tenga un discernimiento tal que le permita percatarse de lo viciado que está el modelo económico patrio. Los ejemplares de especies en peligro de extinción criados en cautividad tienen muy difícil sobrevivir una vez que hayan sido puestos en libertad. No saben cazar. ¿Para qué iban a aprender a cazar si en el zoológico todo lo que tenían que hacer para comer era esperar a que les echasen el alimento, suministrado a intervalos regulares? ¿Son petulantes esos animales? Si lo son, tengamos en cuento que con amor se les ha hecho así.
Y con amor nuestros padres nos alimentaron, vistieron, compraron caprichos y pagaron estudios. Hay amores que dan el pasaporte.
No sé aquellos animales cruelmente puestos en libertad - Jean Paulhan nos mostró que podía encontrarse la dicha en la esclavitud - en algún momento son conscientes de su penosa situación. De entre nosotros, los más lúcidos sí. El miedo es libre y así, entre maldiciones y lamentos, una mayoría se resigna al trabajo papelera y a la hipoteca, muchos se tiran años y años opositando y los menos o emigran o emprenden un negocio.
Pero los despropósitos no se limitan a esa amorosa castración vital a la que hemos sido sometidos en nuestra más tierna infancia. Es que la suelta es en parajes yermos en los que no hay comida. Ese ladrillo especulador y de recalificaciones astronómicas no sólo ha depredado el medio ambiente y las economías de los más pardillos: además ha esquilmado la industria de España. Y ¡qué shishi!, en esta España tiene su lógica.
¿Dispone usted de un capital el que quiere sacar un rendimiento invertiéndolo? Puede financiar a aquellos doctores universitarios cuyas investigaciones han sado con una serie de compuestos químicos que prometen ser muy eficaces contra ciertos tumores cancerígenos. Los beneficios serán pingües... pero el riesgo es muy elevado. Puede también financiar promociones de bloques de pisos, adosados y chalets. El riesgo es muy reducido y los beneficios mucho mayores.
La elección es obvia.
Y es que nuestros padres durante el tardofranquismo, la transición y nuestra mejorable democracia apostaron por hacer de España la Florida de Europa. ¿Necesita esta Neoflorida - o Euroflorida - tantos diplomados, licenciados, peritos e ingenieros para construir, llevar las cuentas, poner copas y limpiar habitaciones? La respuesta es que no. ¿Qué hizo la generación de nuestros padres? Me gustaría decir que nada, lo que sólo les haría culpables por inacción. Pero no, decidieron reclamar su parte de la pirámide, digo del pastel, participando en la versión española de aquel capitalismo popular de Thatcher que privatizaba empresas públicas vendiendo las acciones al ciudadano de a pie. Todos con la hipoteca de su pisito. Y como sarna con gusto con pica, quien podía, una vez pagados los intereses y el capital de la primera hipoteca, se metía en una segunda: un segundo pisito también sobrevalorado en la playa, en el pueblo o simplemente otro secas. Ya se sabe, "los pisos nunca bajan". Y así, las industrias relacionadas con la tecnología simplemente no interesan: que inventen otros.
¿Avaricia o inconsciencia? Ambas. La generación de nuestros padres invirtió el capital excedente de varias décadas en ladrillo al tiempo que nos preparaban para trabajar en unas industrias que debían esperar que surgiesen casi de la nada, como las setas en la estación de lluvia.
Si somos "una generación de petulantes vanidosa, egoísta y con pretensiones de pueblerino", lo somos nosotros porque, como recuerda un refrán "De tal palo, tal astilla." O de forma más gráfica y sin salirnos del refranero castellano, "fruta la progenitora, fruta la hija, fruta la manta que las cobija."