El Rey nancy-hominido

NACIONAL

Mohamed VI
El rey nancy-hominido

“¿Acaso el mal derecho no vale tanto como el bueno? (...) Arrancad cerebros, matad, cortad las orejas, arrancad la finanza y bebed hasta la gloria. Es la vida de los Marranos. Es la felicidad del Maestro de Finanza”.
(“Ubú Rey”. Alfred Jarry)

La opinión pública española asiste atónita y espantada a las imágenes de los emigrantes subsaharianos entregados a la policía jovenlandés y abandonados por ésta en mitad del desierto, sin agua ni alimentos. Sin embargo nadie debería sorprenderse. Acontecimientos de ésta o similar naturaleza son moneda corriente en el territorio de nuestro país vecino, gobernado con puño de hierro por una oligarquía de usos semifeudales y regido por un monarca al que –parafraseando a Alfred Jarry– ningún otro calificativo conviene más que el de rey nancy-hominido


La permanencia de una relación especial con Francia que ha sabido combinarse con el establecimiento en paralelo de una línea directa con Washington, constituye la tercera pata sobre la que se asienta el omnímodo poder del rey alauita.
Corrupción real

Mohammed VI encarna en su persona las atribuciones del presidente de la Conferencia Episcopal, el rey, el presidente del Gobierno, el primer banquero, el jefe del Estado mayor de la defensa y el presidente del Tribunal Supremo todos juntos

Siguiendo las descripciones, imágenes comparativas y datos ilustrativos que ofrece el periodista jovenlandés Alí Lmrabet –encarcelado por dirigir una revista satírica que se atrevió a caricaturizar al rey– Mohammed VI encarna en su sola persona los atributos y potestades que en nuestro país corresponderían al presidente de la Conferencia Episcopal, el rey, el presidente del Gobierno, el primer banquero, el jefe del Estado mayor de la defensa y el presidente del Tribunal Supremo todos juntos.

Un poder omnímodo que se sostiene sobre tres sólidas patas. Una corrupción institucional sin límites, que se extiende desde las comisiones por el tráfico ilegal de drojas o el de emigrantes clandestinos que –de un modo u otro– ascienden por la escala jerárquica de jefes policiales, jueces y altos funcionarios para acabar en las arcas de la Casa real, hasta la propiedad de la mayoría de las acciones del holding industrial y financiero, Omnium Nord Africain –ONA–, que mueve un porcentaje decisivo del PIB nacional y copa el 60% de la capitalización de la Bolsa de Casablanca. Un complejo y reducido núcleo oligárquico de empresarios, altos burócratas y militares que conforman un entramado de poder paralelo compuesto por las redes leales a Palacio, en que el monarca es el epicentro de esta oscura organización, tradicionalmente conocida con el término intraducible de Majzen, que forma el auténtico gobierno en la sombra de jovenlandia, apoyándose en un omnipresente régimen policiaco. Y, finalmente, en la permanencia de una relación especial con Francia que ha sabido combinarse con el establecimiento en paralelo de una línea directa con Washington.

“El rey gana más que todos los jovenlandéses juntos” gritaban en los semáforos a finales del pasado año los vendedores de prensa en Casablanca (capital económica del país) anunciando la publicación en la revista Tel Quel de las cuentas de la Casa real. En el reportaje se daba cuenta de que su presupuesto anual declarado asciende a 248 millones de euros (más de 41.000 millones de las antiguas pesetas). Comparativamente, la Casa del Rey de España dispone de apenas 8 millones de euros para 2005, una cantidad similar a la que gastan Bélgica, Holanda o las monarquías nórdicas. Entre las propiedades privadas de Mohammed VI se encuentran una docena de palacios en diferentes localidades del país, así como numerosas residencias de lujo y casas en Francia, EEUU, Suiza y otros países. A lo que hay que añadir decenas de miles de hectáreas cultivadas por todo el país con una gran producción de vino y cereales. Así como la propiedad real del holding ONA, el peso pesado de las empresas del reino, dedicado a la producción agroalimentaria, la minería, la distribución, la televisión, la banca, los seguros,... y del que la familia real es la primera accionista del grupo, heredado del banco francés Paribas. De conjunto, la revista mensual Economie et Entreprises calculó en 2001 que la fortuna de la familia real jovenlandés ascendía a 584 millones de euros (casi 100.000 millones de pesetas) sin contar el patrimonio inmobiliario.

Y mientras tanto, el desempleo y la pobreza se extienden entre las clases populares, que han visto cómo en los últimos 5 años descendía todavía más su ya ínfima renta per cápita en un país que en 2004 ha caído al puesto 125 de entre 177 países en el ranking de desarrollo humano de la ONU. Y que en el mundo árabe sólo está por delante de Sudán, Mauritania, Yemen y Djibuti.

Pero los grandes intereses de la monarquía en el mundo de los negocios son sólo un aspecto del desequilibrio en las relaciones de poder en jovenlandia. El rey y su entorno palaciego siguen ostentando de facto un poder absoluto sobre todos los asuntos decisivos que afectan al conjunto de la sociedad jovenlandés. Para la mayoría de organizaciones de derechos humanos (Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Federación Internacional de Derechos Humanos,...) los atentados de Casablanca han supuesto un deterioro todavía mayor de los derechos civiles y políticos. En sus informes denuncian el aumento de casos de detenciones ilegales, torturas, manipulación de testimonios, procedimientos arbitrarios, ausencia de testigos, falta de pruebas y denegación del derecho a la autodefensa. Las iniciales promesas de apertura, democracia y modernización se han convertido, 6 años después de la entronización de Mohammed VI, en la consolidación del régimen teocrático-feudal-policíaco que con tanta habilidad como persistencia construyó su padre. Y que ha tenido como conclusión, por el momento, el trágico destino de los emigrantes subsaharianos condenados a vagar y/o morir en el desierto por la abyección y la pueril crueldad de tan grotesco personaje coronado.


Francia conoce bien el sistema político jovenlandés y por ello dedica dinero, atención, diplomacia y esfuerzos para que el entorno de la Familia Real no pueda entenderse al margen de los vínculos que ella misma promueve.

De casta le viene al galgo

El Colegio Real jovenlandés, donde se formó Mohammed VI, no está financiado por la Casa Real, sino que su presupuesto corre íntegramente a cargo de la República Francesa

Mientras España siga teniendo conflictos territoriales con el reino alauita, bien sea por Ceuta, Melilla o por Perejil, la preponderancia de Francia en jovenlandia estará a salvo. Esto lo conoce bien –y desde hace tiempo– París y se dedica a cuidarlo con esmero. No sólo promoviendo, alentando o consintiendo periódicamente incidentes fronterizos como el del islote de Perejil en 2003, sino creando cuidadosamente el entorno francófilo en el que crece la clase dirigente jovenlandés.

Como la mayor parte de los jóvenes de la elite jovenlandés, que desde hace generaciones estudian en Francia, Mohammed VI completó su educación en la Universidad Sophia Antipolis de Niza, donde se doctoró en Derecho en 1993. E incluso durante algún tiempo trabajó en la Comisión Europea bajo la supervisión directa del presidente de entonces, el francés Jacques Delors. Sin embargo, esto fue tan solo el corolario. Su formación francófila, en realidad, arranca desde bastante antes.

Como el resto de miembros de la monarquía alauita, Mohammed VI se educó en el Colegio Real, una institución creada ad hoc en la que, junto a los miembros de la Casa real, estudian alumnos elegidos cuidadosamente en todo el país, tanto por su vinculación con el majzen como por la brillantez de sus currículos. Pese a estar instalado físicamente dentro de los límites del palacio real, el Colegio Real no está financiado por la monarquía jovenlandés, sino que su presupuesto corre íntegramente a cargo de la República Francesa. Un coste que, de acuerdo a un informe del Senado francés del año 2001, asciende a más de 100 millones de pesetas anuales. Desde París se elige y se costea la contratación de eminentes catedráticos de todas las disciplinas –incluidas lenguas extranjeras como el castellano– reclutados de entre las mejores universidades francesas. Como hicieron con su padre, la educación y la formación de la familia real jovenlandés es un asunto prioritario, de Estado, para Francia. Y por eso durante su etapa escolar en el Colegio Real enviaron como director a Raymond Deville, antiguo preceptor de Hassan II.

Francia conoce bien el sistema político jovenlandés y por ello dedica dinero, atención, diplomacia y esfuerzos para que el entorno de la Familia Real no pueda entenderse al margen de los vínculos que ella misma promueve. La influencia francesa domina en exclusividad las escuelas privadas y universidades jovenlandéses en las que se forma la elite dirigente del país. Muchos de los llamados a ser los principales cuadros del Estado reciben directamente su formación en las grandes escuelas superiores francesas. Los principales consejeros y asesores de Mohammed VI tienen en común haber sido formados en el sistema de educación privado francés y/o en universidades francesas. Ello constituye una privilegiada base de vínculos e influencias sobre la que se asienta las sólidas y fluidas relaciones entre Rabat y París.
A. Beloki
 
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