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http://www.abc.es/abc/pg050512/actualidad/opinion/colaboraciones/200505/12/pilar_ruiz_albisu.asp
Carta a los nuevos ciegos
Por PILAR RUIZ ALBISU, progenitora DE JOXEBA PAGAZAURTUNDÚA, ASESINADO POR ETA
En el segundo aniversario del asesinato de mi hijo Joxeba te hablé en
público y en privado, Patxi, porque estaba cada vez más preocupada por
algunas palabras y gestos de quienes te acompañan en el partido. Soy mayor,
Patxi, tengo setenta y tres años y tú eres muy joven, como lo es el
presidente del Gobierno. Por eso me atreví a decirte que pensaras en las
cosas que son realmente importantes: la vida y la dignidad. La defensa de la
vida y de la libertad y de la dignidad es más importante que el poder o que
el interés del Partido Socialista. Sabes muy bien que mi hijo pensaba
exactamente así. Y desde luego la defensa de nuestra dignidad como personas
en las políticas antiterroristas es más importante que el mantenimiento de
los actuales aliados del Partido Socialista, te lo digo tal y como lo
pienso.
Te hablé de la traición de los nacionalistas en Santoña en 1937, Patxi, como
te hablé de mi infancia y te recordé que el que pacta con los traidores se
convierte en un traidor, y tú me dijiste que nada de eso pasaría. Todavía no
se hablaba de la palabra mágica, proceso de paz, ésa que va asomando poco a
poco, que tanta ilusión provoca en gentes ansiosas de paz, y que cubre las
posibles vergüenzas que puede traer una negociación -que no rendición- con
los terroristas. A mí me parece que la palabra viste el santo. La
negociación es un atajo, no es la solución democrática, Patxi. Quienes
lloramos a los perecidos hemos renunciado a vengarnos. Como sociedad no
aplicamos la pena de gloria, ni la cadena perpetua. Ésta es la prueba de la
inmensa generosidad de nuestra sociedad. Lo hemos comentado muchas veces en
casa. A veces he pensado que ETA no mata en Francia porque tal vez también
influya que allí las penas son más severas y que no tienen esperanza de que
el Gobierno francés escuche cantos de sirena. También te lo digo como lo
pienso.
Con José Luis Rodríguez Zapatero hablé el 13 de diciembre de 2003. Ahora
estamos en el año 2005 y yo todavía tengo voz, y no callaré, pero ahora hay
muchos ciegos en España y creo que serán ciegos y mudos ante nosotros. Hay
muchos ciegos que serán leales a lo que hagáis, aunque nos traicionéis,
porque sólo ven las siglas y éste es el país de Caín y Abel, de unos contra
otros, de la política que parece tantas veces un partido de unos forofos
contra otros forofos. Y sí, los hinchas que escriben de vuestro lado dirán
lo que vosotros no diréis en voz alta, que es lo que ya nos han dicho los
nacionalistas: que estamos manipulados por el Partido Popular y por nuestro
dolor, y que deberíamos estar callados cuando nos den un abrazo y un
homenaje.
ETA no ha dado tregua, pero a veces creo que os ha podido o que está a punto
de poderos. A Odón Elorza y a Gemma Zabaleta les escribí el 14 de noviembre
de 2004 que para perdonar es necesario que quien ha hecho mal se arrepienta,
y ETA no se ha arrepentido de apiolar, y puesto que no va a reconocer el mal
causado, si obtiene algo de vosotros significará por fin que apiolar ha valido
la pena. Me apena -a veces me indigna, si tengo que ser totalmente sincera-
veros enredaros en las palabras con que os intenta descolocar el mundo de
ETA. Es la dignidad de los perecidos inocentes lo que está en juego, y la
dignidad de toda la sociedad. Y salvo que deseemos engañarnos, nos consta
que Ibarretxe no se ha arrepentido de haber pactado con ETA, ni de romper
por la mitad la sociedad vasca. Ibarretxe y la gran mayoría de los
nacionalistas -tengan pistola o no- son de los de a Dios rogando y con el
mazo dando, y en la negociación irán de la mano con las mismas palabras. Por
eso, después de leer a Javier Rojo en el «Diario Vasco», he pensado en cada
perecido y en cada familia rota y en cada uno de sus días y de sus años sin
tregua en el dolor. Y he pensado en el sueño de poder llorar a los perecidos
por haber rendido a ETA. En una paz sin trampas y en llorar, en ese momento,
tranquilos y con la conciencia limpia y tranquila. Y cerrar por fin el
duelo.
Ay, Patxi, ya sé que no me enseñarás los lugares donde estuve refugiada. Tú
me dijiste que mi vida había sido triste. Fui una refugiada de guerra
perversosmente pobre, crecí como la hija de un rojo represaliado, no pude
votar hasta los cuarenta y cuatro años. Y después vino el calvario de nueve
años de ver sufrir a mi hijo, que veía llegar su propio asesinato. Se jugó
la vida por defender la libertad, no por lo que parece que viene de vuestra
mano, eso que pomposamente se anuncia como un proceso de Paz. Porque, Patxi,
ahora veo que, efectivamente, has puesto en un lado de la balanza la vida y
la dignidad, y en el otro el poder y el interés del partido, y que te has
reunido con EHAK. Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y
dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las
cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué
solos se han quedado nuestros perecidos!, Patxi. ¡Qué solos estamos los que no
hemos cerrado los ojos!
Carta a los nuevos ciegos
Por PILAR RUIZ ALBISU, progenitora DE JOXEBA PAGAZAURTUNDÚA, ASESINADO POR ETA
En el segundo aniversario del asesinato de mi hijo Joxeba te hablé en
público y en privado, Patxi, porque estaba cada vez más preocupada por
algunas palabras y gestos de quienes te acompañan en el partido. Soy mayor,
Patxi, tengo setenta y tres años y tú eres muy joven, como lo es el
presidente del Gobierno. Por eso me atreví a decirte que pensaras en las
cosas que son realmente importantes: la vida y la dignidad. La defensa de la
vida y de la libertad y de la dignidad es más importante que el poder o que
el interés del Partido Socialista. Sabes muy bien que mi hijo pensaba
exactamente así. Y desde luego la defensa de nuestra dignidad como personas
en las políticas antiterroristas es más importante que el mantenimiento de
los actuales aliados del Partido Socialista, te lo digo tal y como lo
pienso.
Te hablé de la traición de los nacionalistas en Santoña en 1937, Patxi, como
te hablé de mi infancia y te recordé que el que pacta con los traidores se
convierte en un traidor, y tú me dijiste que nada de eso pasaría. Todavía no
se hablaba de la palabra mágica, proceso de paz, ésa que va asomando poco a
poco, que tanta ilusión provoca en gentes ansiosas de paz, y que cubre las
posibles vergüenzas que puede traer una negociación -que no rendición- con
los terroristas. A mí me parece que la palabra viste el santo. La
negociación es un atajo, no es la solución democrática, Patxi. Quienes
lloramos a los perecidos hemos renunciado a vengarnos. Como sociedad no
aplicamos la pena de gloria, ni la cadena perpetua. Ésta es la prueba de la
inmensa generosidad de nuestra sociedad. Lo hemos comentado muchas veces en
casa. A veces he pensado que ETA no mata en Francia porque tal vez también
influya que allí las penas son más severas y que no tienen esperanza de que
el Gobierno francés escuche cantos de sirena. También te lo digo como lo
pienso.
Con José Luis Rodríguez Zapatero hablé el 13 de diciembre de 2003. Ahora
estamos en el año 2005 y yo todavía tengo voz, y no callaré, pero ahora hay
muchos ciegos en España y creo que serán ciegos y mudos ante nosotros. Hay
muchos ciegos que serán leales a lo que hagáis, aunque nos traicionéis,
porque sólo ven las siglas y éste es el país de Caín y Abel, de unos contra
otros, de la política que parece tantas veces un partido de unos forofos
contra otros forofos. Y sí, los hinchas que escriben de vuestro lado dirán
lo que vosotros no diréis en voz alta, que es lo que ya nos han dicho los
nacionalistas: que estamos manipulados por el Partido Popular y por nuestro
dolor, y que deberíamos estar callados cuando nos den un abrazo y un
homenaje.
ETA no ha dado tregua, pero a veces creo que os ha podido o que está a punto
de poderos. A Odón Elorza y a Gemma Zabaleta les escribí el 14 de noviembre
de 2004 que para perdonar es necesario que quien ha hecho mal se arrepienta,
y ETA no se ha arrepentido de apiolar, y puesto que no va a reconocer el mal
causado, si obtiene algo de vosotros significará por fin que apiolar ha valido
la pena. Me apena -a veces me indigna, si tengo que ser totalmente sincera-
veros enredaros en las palabras con que os intenta descolocar el mundo de
ETA. Es la dignidad de los perecidos inocentes lo que está en juego, y la
dignidad de toda la sociedad. Y salvo que deseemos engañarnos, nos consta
que Ibarretxe no se ha arrepentido de haber pactado con ETA, ni de romper
por la mitad la sociedad vasca. Ibarretxe y la gran mayoría de los
nacionalistas -tengan pistola o no- son de los de a Dios rogando y con el
mazo dando, y en la negociación irán de la mano con las mismas palabras. Por
eso, después de leer a Javier Rojo en el «Diario Vasco», he pensado en cada
perecido y en cada familia rota y en cada uno de sus días y de sus años sin
tregua en el dolor. Y he pensado en el sueño de poder llorar a los perecidos
por haber rendido a ETA. En una paz sin trampas y en llorar, en ese momento,
tranquilos y con la conciencia limpia y tranquila. Y cerrar por fin el
duelo.
Ay, Patxi, ya sé que no me enseñarás los lugares donde estuve refugiada. Tú
me dijiste que mi vida había sido triste. Fui una refugiada de guerra
perversosmente pobre, crecí como la hija de un rojo represaliado, no pude
votar hasta los cuarenta y cuatro años. Y después vino el calvario de nueve
años de ver sufrir a mi hijo, que veía llegar su propio asesinato. Se jugó
la vida por defender la libertad, no por lo que parece que viene de vuestra
mano, eso que pomposamente se anuncia como un proceso de Paz. Porque, Patxi,
ahora veo que, efectivamente, has puesto en un lado de la balanza la vida y
la dignidad, y en el otro el poder y el interés del partido, y que te has
reunido con EHAK. Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y
dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las
cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué
solos se han quedado nuestros perecidos!, Patxi. ¡Qué solos estamos los que no
hemos cerrado los ojos!