Asier
Guest
No habían pasado ni veinticuatro horas desde que veíamos en Singapur a un
Tony Blair exultante a quien los medios definían como "protegido por la
suerte". No habían pasado veinticuatro horas desde que la baza de la
seguridad (más bien de la falta de ella) sirviera para que en Madrid se
desvaneciera el sueño de las Olimpiadas (un sueño hinchado: los medios
vendieron que había mas posibilidades de las que realmente había; es el
tópico de siempre aqui: como en los Mundiales de Futbol, en que España
siempre va como favorita y cae a la primera de cambio, con lo que el fracaso
todavia parece mayor).
En una irónica y siniestra vuelta de tuerca, Al Quaeda ha atentado en
Londres. Independientemente del número de víctimas, el golpe de efecto que
han conseguido, en un Londres en plena resaca del triunfo olímpico y que
suponíamos fuertemente blindado por la reunión del G-8, ha sido total.
Ahora los medios y los políticos en general se empeñan en debatir si el
motivo del atentado ha sido el G-8 o la elección olímpica, en un esteril y
futil "serán galgos o podencos" y obviando lo que todos sabíamos: y es que a
Blair, Al Quaeda se la tenía jurada.
Y por mucho que se empeñen, todos lo sabemos. Esta no deja de ser otra de
las consecuencias del empecinamiento de aquel siniestro "trio de las Azores"
que se empeñó en entrar en un avispero a zapatazos y en declarar la "guerra
al terrorismo" con un curioso sistema que multiplica los odios y da al
enemigo cientos de seguidores más.
Cuando Estados Unidos atacó Afganistán buena parte del mundo, incluidos los
propios islámicos, entendió el derecho del "sheriff" a entrar en el pueblo
en que se escondían "los malos" del desaguisado de las Torrres Gemelas. Pero
lo de Iraq fue otra cosa. Todos sabíamos que se estaba fabricando una
siniestra mentira y que los resultados de aquella guerra prefabricada iban a
suponer algo mucho peor de lo que Vietnam supuso para los yanquis.
Cuando Bush decía aquello de "hoy el mundo es más seguro" sabía que lo que
había hecho era "democratizar e internacionalizar" el dolor. El dolor de
los ciudadanos de a pie, por supuesto, porque ellos nunca caen. El mismo
Bush que curiosamente tenía grandes lazos económicos y de amistad con la
casi infinita familia Bin Laden. El mismo Bush que embarcó a dos orates
útiles (y alguno más que al menos supo no salir en la foto) en lo que
claramente iba a ser una inflamación a escala internacional del conflicto
que se estaba larvando.
Y es que no, al terrorismo se le puede combatir con inteligencia, pero no a
zapatazos. Y si vas a dar zapatazos, al menos apunta bien. Siempre habrá
grupos terroristas dispuestos a apiolar por algo; de la inteligencia de quien
les combate depende que cuenten con media docena de seguidores o con
quinientos mil. Cuanto más metes la pata, más les facilitas las cosas, y
hasta ahora no se ha dejado de meter la pata. Cuando priman más los
intereses económicos que los previsibles resultados en cuanto a víctimas, un
gobernante que permite eso no deja de ser un malo.
Cuando Zapatero hablaba de una "alianza de civilizaciones" a todos nos sonó
un poco a "mundos de Yuppi" siendo como es la realidad algo cada vez más
parecido a
Blade Runner o la peor pesadilla futurista. Pero a lo mejor la solución es
esa: a lo mejor va siendo hora de apartar a los halcones y dejar paso a los
"palomos". Tal vez esta sea la única solución para este puro mundo: empezar
a hacer las cosas con un poco de justicia.
Hoy, como el 11-M, ha perecido un alto número de inocentes. Los ha apiolado Al
Quaeda. Y los han apiolado los "halcones" que a sabiendas nos metieron en un
ciclo siniestro de previsibles resultados. Que les den por el pandero a todos
ellos. Y a los que les apoyan.
Tony Blair exultante a quien los medios definían como "protegido por la
suerte". No habían pasado veinticuatro horas desde que la baza de la
seguridad (más bien de la falta de ella) sirviera para que en Madrid se
desvaneciera el sueño de las Olimpiadas (un sueño hinchado: los medios
vendieron que había mas posibilidades de las que realmente había; es el
tópico de siempre aqui: como en los Mundiales de Futbol, en que España
siempre va como favorita y cae a la primera de cambio, con lo que el fracaso
todavia parece mayor).
En una irónica y siniestra vuelta de tuerca, Al Quaeda ha atentado en
Londres. Independientemente del número de víctimas, el golpe de efecto que
han conseguido, en un Londres en plena resaca del triunfo olímpico y que
suponíamos fuertemente blindado por la reunión del G-8, ha sido total.
Ahora los medios y los políticos en general se empeñan en debatir si el
motivo del atentado ha sido el G-8 o la elección olímpica, en un esteril y
futil "serán galgos o podencos" y obviando lo que todos sabíamos: y es que a
Blair, Al Quaeda se la tenía jurada.
Y por mucho que se empeñen, todos lo sabemos. Esta no deja de ser otra de
las consecuencias del empecinamiento de aquel siniestro "trio de las Azores"
que se empeñó en entrar en un avispero a zapatazos y en declarar la "guerra
al terrorismo" con un curioso sistema que multiplica los odios y da al
enemigo cientos de seguidores más.
Cuando Estados Unidos atacó Afganistán buena parte del mundo, incluidos los
propios islámicos, entendió el derecho del "sheriff" a entrar en el pueblo
en que se escondían "los malos" del desaguisado de las Torrres Gemelas. Pero
lo de Iraq fue otra cosa. Todos sabíamos que se estaba fabricando una
siniestra mentira y que los resultados de aquella guerra prefabricada iban a
suponer algo mucho peor de lo que Vietnam supuso para los yanquis.
Cuando Bush decía aquello de "hoy el mundo es más seguro" sabía que lo que
había hecho era "democratizar e internacionalizar" el dolor. El dolor de
los ciudadanos de a pie, por supuesto, porque ellos nunca caen. El mismo
Bush que curiosamente tenía grandes lazos económicos y de amistad con la
casi infinita familia Bin Laden. El mismo Bush que embarcó a dos orates
útiles (y alguno más que al menos supo no salir en la foto) en lo que
claramente iba a ser una inflamación a escala internacional del conflicto
que se estaba larvando.
Y es que no, al terrorismo se le puede combatir con inteligencia, pero no a
zapatazos. Y si vas a dar zapatazos, al menos apunta bien. Siempre habrá
grupos terroristas dispuestos a apiolar por algo; de la inteligencia de quien
les combate depende que cuenten con media docena de seguidores o con
quinientos mil. Cuanto más metes la pata, más les facilitas las cosas, y
hasta ahora no se ha dejado de meter la pata. Cuando priman más los
intereses económicos que los previsibles resultados en cuanto a víctimas, un
gobernante que permite eso no deja de ser un malo.
Cuando Zapatero hablaba de una "alianza de civilizaciones" a todos nos sonó
un poco a "mundos de Yuppi" siendo como es la realidad algo cada vez más
parecido a
Blade Runner o la peor pesadilla futurista. Pero a lo mejor la solución es
esa: a lo mejor va siendo hora de apartar a los halcones y dejar paso a los
"palomos". Tal vez esta sea la única solución para este puro mundo: empezar
a hacer las cosas con un poco de justicia.
Hoy, como el 11-M, ha perecido un alto número de inocentes. Los ha apiolado Al
Quaeda. Y los han apiolado los "halcones" que a sabiendas nos metieron en un
ciclo siniestro de previsibles resultados. Que les den por el pandero a todos
ellos. Y a los que les apoyan.