Igualdad 7-2521
Madmaxista
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Como si estuviéramos todavía en la década pasada, me enteré de los atentados de París por el televisor de una cafetería, mientras tomaba un vermú, casi a la hora de comer, y en un programa de marcada tendencia izquierdista.
Un par de minutos antes de eso, escuchábamos con un volumen excepcionalmente alto (los dueños de la cafetería estaban al tanto del ataque y querían enterarse bien, supongo), el mitin político de una monja, argentina y socialista, que arengaba a las masas, pedía la revolución. No sabía que la Iglesia ahora permitía el politeismo y que se podía honrar a Dios y a la querida presencia por la que se levantó todo Santa Clara, dije en voz alta, provocando el cabreo del respetable y alguna risa en las mesas de al lado. Risas en voz baja, claro, el izquierdismo hoy es la ideología hegemónica.
Cuando me cansé de observar como casi todo el mundo me miraba con cara de mala leche, me puse a mirar el televisor, de nuevo. Al parecer habían cambiado de tema y un pimpollo con cara de bueno, de buen progre, preguntaba a Sor Citroën 2.0 sobre el luctuoso suceso. Por lo visto el problema estaba en que no se podía usar la violencia; no en que hubiéramos dejado entrar a terroristas, ni en la financiación del radicalismo islámico, ni (por supuesto que no ya que sería delito pensarlo), en que a una pareja de dibujantes le resultase gracioso ofender las creencias de unos señores con grupúsculos incivilizados que castigan las ofensas con el asesinato.
Al final, como el vermú saca mi lado político, solté otra claro, los Castro echaron a Batista a fuerza de regalarle habanos y el camarero, ejerciendo su reservado derecho de admisión, me pidió que me fuera a mi fruta casa, como el que pide un favor a un amigo de toda la vida. Lo hice, pero solo para buscar en google si lo que había dicho, por alguna extraña casualidad, era cierto.
Y al parecer, ni el ché iba regalando puros, ni Lenin hizo la revolución dando abrazos, ni, para ponernos en un asunto más cercano y con repercusiones algo más comparables a este, el señor Czolgosz mató a un presidente de Estados Unidos regalándole alimentos altos en colesterol. ¿Por qué, entonces, los señores progresistas alaban a gente que mató por motivos religiosos (de la religión del proletariado), a la vez que dicen que dar de baja de la suscripción de la vida por motivos religiosos es intolerable? ¿No sería más lógico o bien condenar todos los asesinatos por motivos políticos -igual que hago yo- o no condenar ninguno?, o, si se condenan sólo algunos, que por lo menos nos digan que nada más son contrarios a la violencia cuando se ejerce contra ellos, que no nos tomen como idiotas.
No hay diferencia entre dar de baja de la suscripción de la vida al burgués asaz egoista que desprecia la humanidad y dar de baja de la suscripción de la vida al infiel asaz egoista que desprecia la fe en el profeta que salvará a la humanidad. Como mucho, en lo que llegan las elecciones de los primeros, es una cuestión de intermediarios.
Resumiendo: en la misma sociedad globalizada tenemos que soportar a unos tipos que se escapan de su cabila para liarse a tiros con quien les ofende, así en abstracto, y, cuando estamos asustados después de habernos dado cuenta que nuestra sociedad tiene que soportar esta pestífera lacra terrorista, nos informa de ello una señorita que llegado el caso justificaría los mismos actos si fueran sus camaradas quienes empuñaban el fusil. ¿Qué hemos hecho para tener que soportar esta pesadilla? Sería bueno saberlo.
Con el paso de las horas, la prensa española se agrupa y hace frente común. ¿Para qué?, diréis. Para defender una libertad de expresión que según nos dicen está en peligro. El terrorismo, dos fanáticos armados matando a gente indefensa, no es un problema per se, si acaso, y si el tiempo no lo impide, lo será porque limita su libertad de expresión, algo que por lo visto es sagrado (profanamente, ojo).
Está bien que nos tomen nada más que por idiotas y no por iluso (que es lo que habría pasado si el frente común lo hacen contra el uso de la violencia por motivos religiosos o ideológicos), pero cualquiera que tenga un poco de memoria y libertad formal para hacerse unas preguntas en voz alta acaba de muy mala leche.
¿Dónde estaban la mitad de los que hoy hacen frente común por la libertad de expresión el año pasado, cuando el gobierno de Rajoy empezó a meter mano en la prensa y, con la baza de la publicidad institucional, a cambiar directores de periódicos, a hacer de España un país con una pluralidad informativa oficial pronto comparable a la de repúblicas bananeras, con parajes en los que los pájaros hablan con la voz del presidente muerto?, ¿en el Chistu o en el Asador Donostiarra? También sería bueno saberlo, pero estos dicen ser y nos liberticidas y lo son, es imposible que nos soprendan.
La otra mitad, la que clama por el fin de la opresión, ¿por qué se felicitaba hace un mes, cuando a los prebostes del PP se les ocurrió que la apología del machismo estaría bien que fuera delito, entendiendo los señores periodistas que una asociación de padres divorciados (que dudase de la veracidad de los datos de denuncias falsas que el CGPJ nos proporciona), una asociación ejerciendo su libertad de crítica digo, estaría haciendo apología del machismo?, ¿por qué se abrazaban entonces?, ¿por qué se abrazaban ese mismo día, cuando se hizo un razonamiento parecido con la apología del racismo? ¿Porque entonces esa restricción no era lesiva para ellos?, ¿porque la restricción solo perjudicaba a unos señores a los que odiaban? No creo, eso es de ser demasiado conspiranoico, es porque nadie se lo explicó bien, amigos míos.
O quizás, tras siete intrincados arabescos, llegamos a la conclusión de que lo que debería llevarse es una libertad vigilada de expresión. Algo parecido a la libertad de la expresión que a veces defienden los sectores más tradicionalistas del carlismo (el pelotón más belicosero de la compañía más belicosera del tercer batallón más belicosero del ejército, que dirían Abe Simpson), una cosa es que uno no pueda decir lo que quiera, casi exclusivamente en lo que está relacionado con ofender la fe, pero que por lo menos no le presionen para expresar algo que no siente.
Aceptándolo, ¿por qué que unos señores se cuestionen la eficacia de la ley de violencia de género (las minúsculas no son una errata) es más ofensivo que otros señores haciendo dibujos ofensivos de quien es la máxima autoridad religiosa de un porcentaje de dos dígitos de la población?, ¿por qué debe perseguirse la crítica y no el insulto gratuito? La tercera cosa que sería bueno saber.
P.D. Que descansen en paz todas las víctimas del terrorismo y los terroristas se pudran en el infierno.:cook:
Un par de minutos antes de eso, escuchábamos con un volumen excepcionalmente alto (los dueños de la cafetería estaban al tanto del ataque y querían enterarse bien, supongo), el mitin político de una monja, argentina y socialista, que arengaba a las masas, pedía la revolución. No sabía que la Iglesia ahora permitía el politeismo y que se podía honrar a Dios y a la querida presencia por la que se levantó todo Santa Clara, dije en voz alta, provocando el cabreo del respetable y alguna risa en las mesas de al lado. Risas en voz baja, claro, el izquierdismo hoy es la ideología hegemónica.
Cuando me cansé de observar como casi todo el mundo me miraba con cara de mala leche, me puse a mirar el televisor, de nuevo. Al parecer habían cambiado de tema y un pimpollo con cara de bueno, de buen progre, preguntaba a Sor Citroën 2.0 sobre el luctuoso suceso. Por lo visto el problema estaba en que no se podía usar la violencia; no en que hubiéramos dejado entrar a terroristas, ni en la financiación del radicalismo islámico, ni (por supuesto que no ya que sería delito pensarlo), en que a una pareja de dibujantes le resultase gracioso ofender las creencias de unos señores con grupúsculos incivilizados que castigan las ofensas con el asesinato.
Al final, como el vermú saca mi lado político, solté otra claro, los Castro echaron a Batista a fuerza de regalarle habanos y el camarero, ejerciendo su reservado derecho de admisión, me pidió que me fuera a mi fruta casa, como el que pide un favor a un amigo de toda la vida. Lo hice, pero solo para buscar en google si lo que había dicho, por alguna extraña casualidad, era cierto.
Y al parecer, ni el ché iba regalando puros, ni Lenin hizo la revolución dando abrazos, ni, para ponernos en un asunto más cercano y con repercusiones algo más comparables a este, el señor Czolgosz mató a un presidente de Estados Unidos regalándole alimentos altos en colesterol. ¿Por qué, entonces, los señores progresistas alaban a gente que mató por motivos religiosos (de la religión del proletariado), a la vez que dicen que dar de baja de la suscripción de la vida por motivos religiosos es intolerable? ¿No sería más lógico o bien condenar todos los asesinatos por motivos políticos -igual que hago yo- o no condenar ninguno?, o, si se condenan sólo algunos, que por lo menos nos digan que nada más son contrarios a la violencia cuando se ejerce contra ellos, que no nos tomen como idiotas.
No hay diferencia entre dar de baja de la suscripción de la vida al burgués asaz egoista que desprecia la humanidad y dar de baja de la suscripción de la vida al infiel asaz egoista que desprecia la fe en el profeta que salvará a la humanidad. Como mucho, en lo que llegan las elecciones de los primeros, es una cuestión de intermediarios.
Resumiendo: en la misma sociedad globalizada tenemos que soportar a unos tipos que se escapan de su cabila para liarse a tiros con quien les ofende, así en abstracto, y, cuando estamos asustados después de habernos dado cuenta que nuestra sociedad tiene que soportar esta pestífera lacra terrorista, nos informa de ello una señorita que llegado el caso justificaría los mismos actos si fueran sus camaradas quienes empuñaban el fusil. ¿Qué hemos hecho para tener que soportar esta pesadilla? Sería bueno saberlo.
Con el paso de las horas, la prensa española se agrupa y hace frente común. ¿Para qué?, diréis. Para defender una libertad de expresión que según nos dicen está en peligro. El terrorismo, dos fanáticos armados matando a gente indefensa, no es un problema per se, si acaso, y si el tiempo no lo impide, lo será porque limita su libertad de expresión, algo que por lo visto es sagrado (profanamente, ojo).
Está bien que nos tomen nada más que por idiotas y no por iluso (que es lo que habría pasado si el frente común lo hacen contra el uso de la violencia por motivos religiosos o ideológicos), pero cualquiera que tenga un poco de memoria y libertad formal para hacerse unas preguntas en voz alta acaba de muy mala leche.
¿Dónde estaban la mitad de los que hoy hacen frente común por la libertad de expresión el año pasado, cuando el gobierno de Rajoy empezó a meter mano en la prensa y, con la baza de la publicidad institucional, a cambiar directores de periódicos, a hacer de España un país con una pluralidad informativa oficial pronto comparable a la de repúblicas bananeras, con parajes en los que los pájaros hablan con la voz del presidente muerto?, ¿en el Chistu o en el Asador Donostiarra? También sería bueno saberlo, pero estos dicen ser y nos liberticidas y lo son, es imposible que nos soprendan.
La otra mitad, la que clama por el fin de la opresión, ¿por qué se felicitaba hace un mes, cuando a los prebostes del PP se les ocurrió que la apología del machismo estaría bien que fuera delito, entendiendo los señores periodistas que una asociación de padres divorciados (que dudase de la veracidad de los datos de denuncias falsas que el CGPJ nos proporciona), una asociación ejerciendo su libertad de crítica digo, estaría haciendo apología del machismo?, ¿por qué se abrazaban entonces?, ¿por qué se abrazaban ese mismo día, cuando se hizo un razonamiento parecido con la apología del racismo? ¿Porque entonces esa restricción no era lesiva para ellos?, ¿porque la restricción solo perjudicaba a unos señores a los que odiaban? No creo, eso es de ser demasiado conspiranoico, es porque nadie se lo explicó bien, amigos míos.
O quizás, tras siete intrincados arabescos, llegamos a la conclusión de que lo que debería llevarse es una libertad vigilada de expresión. Algo parecido a la libertad de la expresión que a veces defienden los sectores más tradicionalistas del carlismo (el pelotón más belicosero de la compañía más belicosera del tercer batallón más belicosero del ejército, que dirían Abe Simpson), una cosa es que uno no pueda decir lo que quiera, casi exclusivamente en lo que está relacionado con ofender la fe, pero que por lo menos no le presionen para expresar algo que no siente.
Aceptándolo, ¿por qué que unos señores se cuestionen la eficacia de la ley de violencia de género (las minúsculas no son una errata) es más ofensivo que otros señores haciendo dibujos ofensivos de quien es la máxima autoridad religiosa de un porcentaje de dos dígitos de la población?, ¿por qué debe perseguirse la crítica y no el insulto gratuito? La tercera cosa que sería bueno saber.
P.D. Que descansen en paz todas las víctimas del terrorismo y los terroristas se pudran en el infierno.:cook:
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