El expansivo complejo industrial de las bioarmas de EE.UU.
Tom Burghardt
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El distópico filme de ciencia ficción británico “28 Days Later” [28 días después o Exterminio] comienza con activistas por los derechos de los animales que se introducen en la Instalación de Investigación de Primates de Cambridge para liberar chimpancés utilizados en un programa secreto de armas.
Aterrorizado por la intrusión, un científico advierte a los intrusos que los chimpancés están infectados por un patógeno genéticamente modificando. Ignorando su advertencia, los chimpancés son liberados de sus jaulas e inmediatamente atacan a todo el que encuentran, desatando una plaga de proporciones inimaginables.
A pesar del extravagante guión (con activistas por los derechos de los animales colocados claramente en la mira) esta historia lúgubre y aleccionadora contiene un grano de verdad. Aunque bandas de zombis devoradores de carne no han invadido nuestras ciudades, hay una amenaza más sutil que aparece en el horizonte.
El sexto aniversario del asesinato del experto británico en bioarmas, el doctor David Kelly el 17 de julio de 2003, destapó más que las mentiras gubernamentales que allanaron el camino para la invasión ilegal y la ocupación de Iraq; sacó a la luz el tenebroso mundo de la investigación de guerra biológica en Gran Bretaña y en EE.UU.
Junto con los ataques con ántrax de 2001 en EE.UU. que asesinaron a cinco personas y expusieron a otras 10.000 a una forma armamentizada de la bacteria, la muerte de Kelly bajo circunstancias altamente cuestionables concentró la atención en el establishment occidental de bioarmas. Por un instante fugaz todos los ojos se dirigieron hacia una red internacional de investigadores médicos, especuladores corporativos y armamentistas del Pentágono ocupados como las proverbiales abejas en experimentos con letales microorganismos.
Y entonces, como dicen, se apagó la luz; mientras más cuerpos se amontonaban, los casos se “cerraban” y el dinero seguía fluyendo…
Un complejo expansivo bioarmamento-industria
La producción de bioarmas fue aparentemente prohibida cuando EE.UU. firmó la Convención de Armas Biológicas (BWC) en 1975. Sin embargo, la ausencia de algún régimen formal de verificación limitó desde el principio, algunos dicen intencionalmente, la efectividad del tratado.
Por cierto, un gigantesco agujero en el BWC permite la producción de “pequeñas cantidades” de agentes mortales “con propósitos médicos y defensivos.” Nótese, sin embargo, que no se prohíbe la producción en sí de tales agentes sino más bien, su transformación en “armas, equipos o medios de lanzamiento… con propósitos hostiles o en un conflicto armado.”
Y utilizando como pretexto los ataques del 11 de septiembre y los del ántrax, EE.UU.se lanzó a un programa sistemático e insensato para expandir la investigación de la creación de sistemas prohibidos de armas. Junto con un renovado interés en esos arriesgados proyectos, ahora bautizados eufemísticamente como “biodefensa” para evitar la violación del BWC, vino un inmenso aumento en el financiamiento con la construcción de nuevas instalaciones y con la “actualización” de las antiguas. Un informe de mayo de 2009 del Servicio de Investigación del Congreso (CRS) calcula que los gastos generales del gobierno han “aumentado de 690 millones de dólares en el año fiscal 2001 a 5.400 millones de dólares en el año fiscal 2008.”
Según el Centro de Control de Armas y No-Proliferación basado en Washington D.C., desde los ataques terroristas de 2001 “el gobierno de EE.UU. ha gastado o asignado cerca de 50.000 millones de dólares entre 11 departamentos y agencias federales para encarar la amenaza de armas biológicas. Para el año fiscal 2009, el gobierno de Bush propuso otros 8.970 millones de dólares en gastos relacionados con bioarmas, aproximadamente 2.500 millones más (un 39%) que la suma que el Congreso asignó para el año fiscal 2008.”
El grueso de esos fondos, según el Centro, han sido destinados a la Autoridad en Investigación y Desarrollo Avanzados en Biomedicina (BARDA) del Departamento de Salud y Servicios Humanos, (31.500 millones de dólares), al Departamento de Defensa (11.800 millones), al Departamento de Seguridad Interior (3.300 millones) y al Proyecto BioEscudo (5.500 millones de dólares).
Sin embargo, según numerosos estudios, es más probable que los patógenos letales se propaguen como un fuego incontrolado como resultado de un accidente de laboratorio que por un ataque por terroristas que esgriman gérmenes. Al escribir estas líneas, laboratorios con Nivel de Bioseguridad 3 (BSL-3) y Nivel de Bioseguridad 4 (BSL-4) brotan como hongos venenosos por todo EE.UU.
La denominación BSL-3 significa que una instalación está equipada para manejar agentes indígenas o exóticos que puedan causar una enfermedad seria o potencialmente letal después de ser inhalados. Ejemplos de sustancias manipuladas por un laboratorio BSL-3 incluyen tuberculosis, ántrax, bichito del Nilo occidental, SARS, salmonella, y fiebre amarilla.
Por otra parte, un laboratorio BSL-4 manipula los patógenos más letales conocidos por la humanidad; en otras palabras agentes infecciosos transmitidos por aerosoles que causan enfermedades fatales para las que no existen tratamientos conocidos. Ejemplos de sustancias manejadas por un laboratorio BSL-3 incluyen, el bichito de Marburg, el bichito Ébola, la fiebre de Lassa y la fiebre hemorrágica Crimea-Congo.
Investigadores del CRS informaron que “entidades no-federales también han expandido o construido laboratorios de alta contención adicionales. Aparte de la amenaza de bioterrorismo, una creciente percepción de la amenaza planteada por enfermedades emergentes y re-emergentes ha llevado a la proliferación internacional de laboratorios de alta contención, ya que las tecnologías utilizadas están ampliamente disponibles.”
Sorprendentemente, el CRS no pudo determinar la cantidad exacta de laboratorios BSL-3 que operan actualmente en EE.UU. Sin embargo, el equipo investigador del Congreso dijo que “se calcula que la cantidad total de espacio BSL-4 planificado o existente en EE.UU. se ha multiplicado unas doce veces desde 2004.”
Gran parte de ese trabajo, convenientemente, es subcontratado a corporaciones privadas con poca o ninguna supervisión efectiva. Entre las firmas más destacadas que han recibido la generosidad del gobierno federal para trabajo de BSL-3 y BSL-4 según CRS, están “Lovelace Respiratory Research Institute, Battelle Memorial Institute, Southern Research Institute, y otros.” ¡Por cierto, gran parte puede permanecer oculto bajo la rúbrica de “información confidencial” y de “propiedad intelectual”, incluida la subcontratación de la investigación de armas secretas!
Durante audiencias en 2007 ante el Subcomité sobre Supervisión e Investigaciones del Comité de Energía y Comercio del Congreso, el presidente del comité, Bart Stupak (demócrata de Michigan), dijo:
Estos laboratorios BSL -3 y -4 son instalaciones en las que se realiza investigación con bichito y bacterias altamente infecciosos que pueden causar daño corporal o muerte. Algunas de las enfermedades más exóticas y más peligrosas son manejadas en los laboratorios BSL-3 y -4, incluyendo ántrax, fiebre aftosa y fiebre Ébola. La liberación accidental o deliberada de algunos de los agentes biológicos manejados en esos laboratorios podría tener consecuencias catastróficas. Sin embargo, como nos informa la Oficina General de Auditoría de EE UU (GAO), ni una sola agencia gubernamental tiene la responsabilidad en última instancia de asegurar la seguridad y de proteger esos laboratorios de alta contención. Sin embargo, la GAO señala que tiene lugar una considerable expansión de la cantidad de laboratorios BSL tanto en EE.UU. como en el extranjero pero que se desconoce la dimensión de esa expansión. (“Gérmenes, bichito y Secretos: la proliferación silenciosa de biolaboratorios en EE.UU.” Audiencia ante el Subcomité sobre Supervisión e Investigaciones del Comité de Energía y Comercio del Congreso, Cámara de Representantes de EE.UU. 4 de octubre de 2007, Serial No. 110-70, pp. 1-2)
Las audiencias revelaron que nadie “en el gobierno federal llega a saber con seguridad cuántos de estos laboratorios existen en EE.UU., mucho menos qué investigación realizan o si son salvos y seguros.” Ni “protegidas” ni “seguras” esas instalaciones son, sin embargo, altamente lucrativas.
Sólo en 2007, se informó sobre unos 100 “incidentes” de ese tipo; sin embargo, “hay indicios de que la cantidad real de incidentes podría ser mucho más elevada,” según el representante Stupak. Las líneas directivas para las informaciones son tan permisivas que patógenos peligrosos como hantavirus, SARS y la fiebre del dengue no “están en la lista de agentes seleccionados” ni se requiere que “el robo, la pérdida o la liberación de esos agentes… sea informada a funcionarios federales.”
Según Edward Hammond, director del ahora difundo Proyecto Sunshine, unas 20.000 personas que trabajan en más de 400 sitios en EE.UU. realizan investigación sobre organismos que pueden ser utilizados como bioarmas. Eso representa un aumento multiplicado por diez en el empleo en semejantes instalaciones desde los ataques con ántrax de 2001.
Utilizando la Ley de Libertad de la Información para obtener datos del gobierno federal, Hammond obtuvo antecedentes de una serie de comités de bioseguridad universitarios. Lo que descubrió fue inquietante para decir lo menos. Plaga, ántrax, fiebre de las Montañas Rocosas, tularemia, brucelosis y fiebre Q; son algunos de los patógenos letales que han escapado a la contención debido a malas prácticas de seguridad y que llevaron a enfermedades accidentales de trabajadores de los laboratorios.
Los científicos han advertido durante años que mientras más gente manipula esas sustancias tóxicas, mayor será la probabilidad de que sucedan desgracias. Entre los incidentes más conocidos, Hammond informó sobre los siguientes:
* Texas A&M University: Trabajadores fueron expuestos a la fiebre Q cuando escapó a la contención;
* Universidad de Nuevo México: un trabajador fue pinchado por una aguja cargada con ántrax mientras a otro lo clavaron con una jeringa llena de un microbio no revelado, genéticamente modificado;
* Medical Center de la Universidad de Ohio: trabajadores fueron expuestos a coccidioidomicosis;
* Universidad de Chicago: un pinchazo con una jeringa de un trabajador de un laboratorio con una sustancia no revelada que requería fuerte contención, con gran probabilidad ántrax o plaga;
* Universidad de California en Berkeley: trabajadores manipularon sin contención la fiebre de las Montañas Rocosas, transmitida por el aire. Había sido etiquetada por error como “inofensiva.”
Más recientemente, Global Security Newswire informó en junio que en el Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército de EE.UU. (USAMRIID) en Fort Detrick, Md., “encontraron casi 10.000 frascos más de patógenos potencialmente letales que los que se sabía que estaban almacenados en el lugar.”
Afirmando que hay “múltiples niveles de seguridad,” el comandante adjunto de Ft. Detrick coronel Mark Kortepeter dijo que era “extremadamente improbable” que alguna de las muestras del centro hayan sido sacadas de contrabando. “Improbable,” pero no imposible.
Entre las 9.200 muestras adicionales descubiertas durante el inventario había “agentes bacterianos que causan plaga, ántrax y tularemia; bichito equina venezolana, oriental y occidental; bichito de la fiebre del Valle del Rift (FVR); bichito Junín; bichito Ébola, y neurotoxinas botulínicas.” ¡Y hablan de una “cultura de la seguridad”!
Si alguno de esos patógenos escapara o lo “desaparecieran,” podría ser transformado en un arma apocalíptica.
Genes de diseño, armas de diseño
En “Emerging Technologies: Genetic Engineering and Biological Weapons,” el investigador Edward Hammond describió cómo “la ingeniería genética puede contribuir de muchas maneras a programas de bioarmas ofensivas. Mediante la manipulación genética, agentes de bioguerra clásica como ser ántrax o plaga pueden ser convertidos en armas más eficientes. Las barreras de acceso a agentes como viruela, Ébola o gripe española están siendo bajadas por técnicas genéticas y genómicas.”
La investigación del ADN recombinante, que ya no pertenece al campo de la ciencia ficción, está siendo explotada por emprendedores especuladores corporativos con intenciones decididamente siniestras. Hammond escribe que aunque “el acceso a bichito y cepas altamente virulentos es cada vez más regulado y restringido,” cuando se trata de toxinas letales como el bichito de la viruela (erradicado de los laboratorios hace más de 20 años… es sólo cuestión de tiempo antes de que se posibilite la síntesis artificial de agentes o combinaciones de agentes.”
La evidencia disponible sugiere que un tal trabajo, alarmantemente, avanza a un ritmo rápido.
En 2002, un equipo de investigación de la Universidad de Nueva York en Stony Brook sintetizó el poliovirus. Hammond escribe que “los investigadores construyeron el poliovirus ‘partiendo de cero’ mediante la síntesis química. Comenzando por la secuencia genética del agente, que está disponible en línea, los investigadores sintetizaron secuencias del bichito en el laboratorio y pidieron otras secuencias de ADN hechas a pedido a una fuente comercial. Entonces las combinaron para formar todo el genoma del polio. En un último paso, la secuencia de ADN fue activada agregando un cóctel químico que inició la producción de un bichito patogénico viviente. El experimento fue financiado por DARPA, la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa de EE.UU.”
Aunque el poliovirus no es “muy adecuado” como bioarma, “el experimento ilustra posibilidades que generan verdaderos problemas si técnicas similares llegaran a ser aplicables a agentes como la viruela.” Hammond asegura que en 2002 “una técnica semejante fue demostrada.” Por cierto, “las secuencias completas de por lo menos dos variedades diferentes de viruela se encuentran en Internet, y últimamente ha sido lanzado un nuevo sitio en Internet dedicado a secuencias genómicas de bichito que produce la viruela.”
De modo tan amedrentador como el potencial como bioarma de una viruela genéticamente modificada, investigadores de EE.UU., dirigidos por un patólogo del Pentágono, “comenzaron recientemente a reconstruir genéticamente” la peligrosa variedad de influenza responsable por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo de 1918-1919. “En un experimento,” nos informa Hammond, “un bichito parcialmente reconstruido de 1918 mató ratones, mientras bichito construidos con genes de un bichito de gripe contemporáneo apenas tuvo algún efecto.” Durante el estallido de 1918-1919 murieron unos 40 millones de personas en la esa época en el 2020 de la que yo le hablo global.
Hammond informa que una muestra de tejido pulmonar de un soldado de 21 años que murió en 1918 en Ft. Jackson en Carolina del Sur “produjo lo que buscaban los investigadores del Ejército: muestras intactas de RNA viral que pudieran ser analizadas y secuenciadas. En una primera publicación en 1997, fueron revelados nueve breves fragmentos de RNA viral de la gripe española. Debido a la burda preparación del tejido en 1918, no se recuperaron secuencias de bichito vivo o de RNA viral completo.”
Pero lejos de inhibir a los investigadores del Pentágono, los propugnadores de la bioguerra saltaron de alegría cuando científicos del Ejército recuperaron muestras intactas de RNA viral que fueron subsiguientemente despedazadas y analizadas. En 2002, según Hammond, “cuatro de los ocho segmentos de RNA viral habían sido completamente secuenciados, incluidos los dos segmentos que son considerados como de mayor importancia para la virulencia del bichito.”
Esto conduce a un desasosegado sentimiento de que tal vez el actual estallido de la variedad H1N1 de gripe porcina podría ser el resultado de algún experimento demencial que salió mal. Adrian Gibbs, destacado científico australiano quien colaboró con investigación que condujo al desarrollo del medicamento Tamiflu, dijo a Bloomberg News “la nueva variedad puede haberse desarrollado accidentalmente en bemoles utilizados por los científicos para cultivar bichito y por los fabricantes de medicamentos para producir banderillas. Gibbs dice que llegó a su conclusión como parte de un esfuerzo de rastrear los orígenes del bichito analizando su diseño genético.”
“Mientras antes lleguemos a comprender de dónde provino, más seguras se harán las cosas,” dijo Gibbs a Bloomberg. “Podría ser un error que ocurrió en una instalación de producción de banderilla o el bichito podría haber saltado de un cerdo a otro mamífero o a un pájaro antes de llegar a los humanos, dijo.”
Gibbs no es ningún chalado y sus afirmaciones, por lo menos inicialmente, fueron tomadas en serio por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Kenji Fukada, director general adjunto de seguridad sanitaria y del medio ambiente de la OMS dijo que la agencia está estudiando el informe de Gibbs. Por otra parte, el Centro Estadounidense de Control de Enfermedad en Atlanta descartó sus resultados, y decidió que “no existe evidencia” que apoye las conclusiones del científico.
Su investigación es considerada verosímil y el científico dijo que su análisis es apoyado por otros investigadores, incluyendo a Richard Webby, virólogo en St. Jude Children’s Research Hospital en Memphis quien estableció que “la nueva variedad es el producto de dos cepas diferentes de influenza que han circulado entre los cerdos en Norteamérica y Europa durante más de una década.”
Gibbs dijo a la publicación financiera que no veía evidencia de que “el bichito derivado de los cerdos haya sido un producto deliberado, hecho por el hombre.” El investigador dijo: “No pienso que pueda ser una cosa maligna. Es mucho más probable que alguna cosa al azar haya juntado esos dos bichito.”
Fukada dijo posteriormente que la proposición de Gibbs “no corresponde a la evidencia.” El funcionario de la OMS dijo que la organización tendrá que estudiar el artículo de investigación de Gibbs cuando sea publicado, pero indicó que “es poco probable que cambie las conclusiones de los expertos.”
Puede que Gibbs se equivoque y que sus resultados sean relegados a las afirmaciones hipotéticas. Habiendo dicho eso, sin embargo, no se puede descartar fácilmente el peligro de que H1N1 o algún derivado pueda ser armamentizado.
Por cierto el Journal of the Royal Society of Medicine se alarmó tanto por la perspectiva que comentó en 2003: “Las posibilidad para la transmisión [de la influenza] mediante ingeniería genética o por aerosoles sugiere un enorme potencial para el bioterrorismo.” Inexpresada, por cierto, quedó la mayor amenaza planteada por semejante investigación oculta, o sea el terrorismo de Estado, o más específicamente, el terrorismo de Estado estadounidense.
Tom Burghardt es colaborador frecuente de Global Research.
America's Expansive Bioweapons Industrial Complex
http://www.rebelion.org/noticias/mu...jo-industrial-de-las-bioarmas-de-ee.uu.-89563