Es increible, son máquinas sensuales para echar nuestra leche, penetrarlas, montarlas, explotarlas bajo la ley ferrea de nuestro erecto y siempre hambriento miembro viril.
Los puñeteros rusos pasándoselo en grande, en cierta manera es un karma que se merecen tras lo mal que lo pasaron en la primera mitad del siglo XX.