Pedro Cubino Neila wrote:
>
>
> Lo que yo veo es que alguien en el PP va a tener que hacer una seria
> reflexión. Su política de crispación política algo tiene que ver con
> los resultados de la elecciones autonómicas y de las generales.
> Allá ellos, pero desde luego que sería lamentable que el PP
> desembocara a un final como el que tuvo la UCD.
>
http://www.abc.es/opinion/index.asp?ff=20050628&idn=203434466380
Un partido de clausura
Por M. MARTÍN FERRAND
UN viejo paisano y veterano colega en la prensa gallega me telefonea,
ignoro si por cuenta propia o ajena, para «explorar, si es que llegaran
a producirse, los efectos mediáticos de un pacto entre algunos
disidentes del PP y los socialistas de Emilio Pérez Touriño». Confieso
mi sorpresa. Aun en el secreto de la miseria de la condición humana a
los clásicos nos queda la consideración de las formas, y, mírese como se
quiera, la hipótesis de que, mientras en Pontevedra se cuentan los votos
de los residentes ausentes, haya esforzados -poco importa el bando-
trabajando a favor de su propio futuro de poder y en contra de la sigla
que les sostiene resulta obsceno. Mucho.
Luego, cuando los votos estén contados, caben los ejercicios de cintura,
y aun así sigue vigente por una legislatura el contrato fáctico suscrito
por los candidatos de cada lista con los electores de cada
circunscripción. Otra cosa es lo que, con oportunidad y lucidez,
apuntaba este pasado domingo en la Tercera de ABC José Antonio
Zarzalejos. ¿Por qué el PP, con Fraga en su cabeza galaica, no puede
explorar alguna modalidad de entendimiento o pacto con el BNG antes de
retirarse, si las circunstancias lo exigen, a sus cuarteles de invierno?
¿Sólo los socialistas pueden llegar a puntos de concordia con una
formación, como el Bloque, que es todo un catálogo de ideas y posiciones
políticas?
Según nos va enseñando la perspectiva del tiempo, sabia maestra, el peor
servicio que, entre muchos excelentes, le hizo José María Aznar al PP
fue el de convertirlo, a lo largo de su segunda legislatura, en un
partido de clausura, contemplador de su propio ombligo, sin más vistas
al exterior que aquellas que exigen escala en Washington y sin otras
relaciones en el interior que con los idénticos. Así se ha ido
adelgazando un cuerpo político que, por sus frutos, estaba llamado a un
mayor tiempo de gobierno. A esa parte de la herencia aznarita debe
renunciar Mariano Rajoy para comportarse según las tradiciones de su
pueblo natal, las notas de su carácter y la cortesía conservadora a
llevarse bien y en concordia con todos cuantos se dejen.
El recuento de los votos emigrantes no cierra el proceso electoral en
curso. Para el PSOE, obligado por una realidad numérica, se abre un
tiempo de negociaciones y acuerdos; pero, aun en el supuesto de una
renovada mayoría -que hasta el final de los recursos nadie es dichoso-,
¿no debiera Rajoy salir del claustro en que le encerraron las costumbres
de su predecesor y hablar con los demás? El encerrarse en el monopolio
de la oposición y, entre dos sesiones consecutivas de maitines, no
hablar ni con ajenos ni con diferentes es una forma patológica de vivir
el pluralismo que marca el tiempo y refleja la sociedad. Con mayoría
absoluta o relativa, que la distancia tiene decimales, el PP podría
gobernar en Galicia. Pagando el precio de la diferencia, claro está.
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Shevek
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