J
Josec
Guest
[...] Lo que se presenta como un derecho de los gayses es una
conculcación del derecho de los demás a que nuestras uniones sean
reconocidas por su especificidad, que es precisamente su riqueza sensual
[...] Desvirtuar la célula fundamental de la sociedad es abrir un
interrogante sobre el futuro que constituye cuando menos una falta de
responsabilidad.
Hombre y mujer importan
El 18 de junio hay una manifestación por la familia y en contra de la
modificación del código civil para autorizar los matrimonios entre personas
gayses. El Gobierno y ciertos grupos gays han presentado la iniciativa
legal como el reconocimiento de un derecho. En consecuencia hay mucha gente
que, aun intuyendo que no es adecuado que dos personas del mismo sesso se
casen o adopten, se recatan de tomar partido por no lesionar la sensibilidad
de algunos gayses. Se preguntan: ¿quién soy yo para determinar lo que
vale y lo que no? ¿Acaso no hay parejas heterosexuales que fallan, o padres
y madres convencionales que maltratan a sus hijos? ¿Por qué los gayses
no van a ser buenos pedagogos? Una postura así pasa por alto la destrucción
del matrimonio que está teniendo lugar socapa de pluralismo. Voy a intentar
explicar las razones por las que pienso acudir a esta manifestación. Es algo
tan simple como que ser hombre o mujer importa, se trata de reivindicar la
existencia de lo masculino y lo femenino como aspectos complementarios del
matrimonio y de la relación con los hijos. Las distintas culturas han
expresado de forma diversa y rica esta dualidad: Ying y Yang, Adán y Eva,
María y José, Sara y Abraham. No existen precedentes en la historia de la
humanidad de anulación de este aspecto del matrimonio. Por decisión del
Gobierno vamos a casamos sin que se valore en absoluto nuestra respectiva
aportación sensual, como si no importase en la configuración de la familia la
presencia de marido y mujer, de padre y madre. Lo que se presenta como un
derecho de los gayses es una conculcación del derecho de los demás a
que nuestras uniones sean reconocidas por su especificidad, que es
precisamente su riqueza sensual. Semejante decisión, que consagra que en
España el matrimonio no es ya la unión de varón y mujer, no ha sido apenas
consultada y se impone, con sus graves consecuencias sociales, a una
sociedad con serias dudas al respecto y sin espacio para la objeción de
conciencia. Es un acto totalitario pretender que las escuelas enseñen en
España lo que contradice el sentido común, la naturaleza y la experiencia de
toda la historia de la humanidad. Definir el matrimonio como la unión del
hombre y la mujer -como por otra parte hace la Constitución- no ofende a
nadie ni recorta derechos. Nadie impide la regulación de parejas de hecho
gayses ni, por supuesto, el que nos relacionemos sexualmente y nos
emparejemos con quien queramos, faltaría más. Yo sería la primera en salir a
la calle si se coartase mi libertad en este sentido. En nuestro pasado
clásico y pagano han existido períodos de enorme popularidad de la
gaysidad, practicada incluso entre intelectuales y clases dirigentes,
pero a nadie se le ocurrió sustituir el matrimonio por la relación con el
efebo. Desvirtuar la célula fundamental de la sociedad es abrir un
interrogante sobre el futuro que constituye cuando menos una falta de
responsabilidad.
Cristina LÓPEZ SCHLICHTING
conculcación del derecho de los demás a que nuestras uniones sean
reconocidas por su especificidad, que es precisamente su riqueza sensual
[...] Desvirtuar la célula fundamental de la sociedad es abrir un
interrogante sobre el futuro que constituye cuando menos una falta de
responsabilidad.
Hombre y mujer importan
El 18 de junio hay una manifestación por la familia y en contra de la
modificación del código civil para autorizar los matrimonios entre personas
gayses. El Gobierno y ciertos grupos gays han presentado la iniciativa
legal como el reconocimiento de un derecho. En consecuencia hay mucha gente
que, aun intuyendo que no es adecuado que dos personas del mismo sesso se
casen o adopten, se recatan de tomar partido por no lesionar la sensibilidad
de algunos gayses. Se preguntan: ¿quién soy yo para determinar lo que
vale y lo que no? ¿Acaso no hay parejas heterosexuales que fallan, o padres
y madres convencionales que maltratan a sus hijos? ¿Por qué los gayses
no van a ser buenos pedagogos? Una postura así pasa por alto la destrucción
del matrimonio que está teniendo lugar socapa de pluralismo. Voy a intentar
explicar las razones por las que pienso acudir a esta manifestación. Es algo
tan simple como que ser hombre o mujer importa, se trata de reivindicar la
existencia de lo masculino y lo femenino como aspectos complementarios del
matrimonio y de la relación con los hijos. Las distintas culturas han
expresado de forma diversa y rica esta dualidad: Ying y Yang, Adán y Eva,
María y José, Sara y Abraham. No existen precedentes en la historia de la
humanidad de anulación de este aspecto del matrimonio. Por decisión del
Gobierno vamos a casamos sin que se valore en absoluto nuestra respectiva
aportación sensual, como si no importase en la configuración de la familia la
presencia de marido y mujer, de padre y madre. Lo que se presenta como un
derecho de los gayses es una conculcación del derecho de los demás a
que nuestras uniones sean reconocidas por su especificidad, que es
precisamente su riqueza sensual. Semejante decisión, que consagra que en
España el matrimonio no es ya la unión de varón y mujer, no ha sido apenas
consultada y se impone, con sus graves consecuencias sociales, a una
sociedad con serias dudas al respecto y sin espacio para la objeción de
conciencia. Es un acto totalitario pretender que las escuelas enseñen en
España lo que contradice el sentido común, la naturaleza y la experiencia de
toda la historia de la humanidad. Definir el matrimonio como la unión del
hombre y la mujer -como por otra parte hace la Constitución- no ofende a
nadie ni recorta derechos. Nadie impide la regulación de parejas de hecho
gayses ni, por supuesto, el que nos relacionemos sexualmente y nos
emparejemos con quien queramos, faltaría más. Yo sería la primera en salir a
la calle si se coartase mi libertad en este sentido. En nuestro pasado
clásico y pagano han existido períodos de enorme popularidad de la
gaysidad, practicada incluso entre intelectuales y clases dirigentes,
pero a nadie se le ocurrió sustituir el matrimonio por la relación con el
efebo. Desvirtuar la célula fundamental de la sociedad es abrir un
interrogante sobre el futuro que constituye cuando menos una falta de
responsabilidad.
Cristina LÓPEZ SCHLICHTING