Portada de El País 27/4:"¿Esta crisis es como la del 29... o va a ser peor?

MNSV

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:eek:

Es en la separata salmón de Negocios (buff menos mal).

Y:

-Cómo prevenir una larguísima depresión de Samuelson
-El cuello no engaña de Piqué
-Margen de maniobra ante las dificultades de Solbes
 

Maradono

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Que fuerte asumen que la crisis es como minimo igual a la del 29 jejeje se pone la cosa interesante.
 

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vayan preparándose para....



LA GRAN COARTADA





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lo flipo, ajajajjajaja, no me jorobes.... esto se hunde hamijos
 

BLICHON

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¿El apocalipsis del capitalismo?

Imagine un día en que los bancos no tuvieran liquidez, y, en vez de prestar dinero a sus clientes, fueran ellos -o, más exactamente, los contribuyentes- quienes les prestaran más de medio billón de euros. Imagine que grandes bancos de inversión de EE UU y Europa fueran rescatados de la quiebra por fondos de países en vías de desarrollo. Imagine que las viviendas perdieran una cuarta parte de su valor en dos años, y miles de familias no pudieran hacer frente a sus hipotecas, obligando a los Gobiernos a socorrer a los más apurados pagando la ampliación de los créditos hipotecarios. Imagine que los precios de los alimentos básicos se dispararan, se iniciara el racionamiento de arroz en EE UU y en Europa y el coste del petróleo se triplicara en cuatro años sin que apenas se detectaran revueltas sociales, ni la Bolsa, aunque a la baja, sufriera crash alguno. En realidad no hace falta tener mucha imaginación: todo eso ya ha sucedido.

La pregunta que ahora se hacen casi todos los expertos -con la única excepción, tal vez, de los que están a sueldo de los gobiernos- es si estamos ante una crisis más, dentro de los grandes ciclos económicos que alternan la bonanza con la depresión, o se trata de algo más.

¿Es el fin del capitalismo tal y como lo conocemos? Esa pregunta no es nueva. Ni mucho menos. Se ha utilizado en decenas de publicaciones para explicar fenómenos tan dispares como la incorporación de la mujer al mundo laboral, el imparable ascenso de China e India, o la globalización. Pero ha vuelto a ser acuñada para tratar de explicar en una sola frase las turbulencias que sacuden los mercados internacionales desde hace casi un año.

Bajo ese mismo título, el diario The Independent publicaba el pasado 28 de marzo un artículo que resume la teoría que podría denominarse apocalíptica. "El mundo occidental se encuentra en una crisis económica de una magnitud similar a la del petróleo de 1973. Asistimos nada menos que al desmoronamiento del liberalismo, el modelo ideológico y económico dominante en los últimos 30 años", decía el rotativo.

Cuando los mercados son concebidos en términos de obtención de beneficios, no promueven -como dice la teoría clásica liberal- la eficiencia en los servicios, sino la concentración de la riqueza y la especulación. De esta forma, el valor económico real de los activos del planeta es ahora tres veces inferior a los instrumentos financieros (bonos, títulos, acciones, derivados, etcétera) emitidos tomando como referencia esos activos.

Incluso alguien que vive de la buena marcha del negocio financiero como el presidente del BBVA, Francisco González, alertó hace justo un año de esa inflación financiera y "del riesgo que supone el auge de los hedge funds y del capital riesgo".

Y, mientras, los asalariados se han enfrentado a 35 años de rebaja de su parte de la tarta. La edad de oro del asalariado, como proporción del PIB, fue entre la II Guerra Mundial y la crisis del petróleo, y no esta edad de la liberalización, en la que sólo el 1% de la población en el Reino Unido (ojo, no de Congo) controla más de un tercio de toda la riqueza del país, según el diario británico.

Esa corriente de pensamiento (o de pesimismo, según se mire) no hace sino sumar adeptos a medida que las turbulencias se prolongan. La afirmación de que estamos ante la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de 1930 es compartida por gente nada sospechosa de extremista. El multimillonario Georges Soros, el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, el ex director del FMI Rodrigo Rato o el economista Paul Krugman han comparado la actual crisis financiera con los acontecimientos posteriores al crash bursátil de 1929.

A ese pesimismo le dan carta de naturaleza publicaciones que pasan por ser biblias del capitalismo, como The Economist, Fortune, Business Week o Financial Times. Hay expertos que piensan que esta crisis puede desembocar en un apocalipsis si las autoridades monetarias no dan con la solución adecuada. No son precisamente pancarteros antisistema, sino analistas reconocidos o altos cargos de bancos de inversión con sueldos estratosféricos. Entre los más renombrados: Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y ex economista jefe del FMI; David Rosenberg, estratega jefe de Merrill Lynch; Henry Kaufman, jefe de Solomon Brothers entre 1970 y 1980 y dueño ahora de una firma de inversión; Bernard Connolly, analista de AIG y ex jefe de análisis de la Comisión Europea, y Stephen Roach, jefe de operaciones en Asia de Morgan Stanley.

Aunque desde posturas muy diferentes, todos critican la falta de reacción de las autoridades monetarias para prever las consecuencias de una economía crecientemente especulativa apoyada en el apalancamiento, es decir, en instrumentos financieros (bonos, opciones, acciones, futuros, derivados, etcétera) cuyo valor es muy superior al valor real de los activos en que se basan.

La "exuberancia irracional de los mercados", una expresión de Greenspan que hizo fortuna, ha sido llevada al extremo en el caso de los bancos de inversión. Las cinco mayores firmas independientes -Goldman Sachs, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Lehman y Bear Stearns- tenían un nivel de deuda en 2007 de 41 a 1, según cálculos de Fortune. En plata: por cada euro contante y sonante que captan se endeudan por 41.

Para entenderlo mejor, lo sucedido desde la última crisis de 2001 se parece al cuento de la lechera, la aldeana que, según caminaba hacia el mercado para vender su cántaro de leche, hacía planes sobre las ganancias crecientes que podía obtener y llegaba a la conclusión de que, trueque tras trueque, acabaría comprándose una granja. En un descuido, el cántaro cae y se rompe, y todos los sueños se van al garete. En la crisis financiera mundial, el cántaro son las hipotecas basura, y los planes de la lechera se llaman CDO, SIV y Conduits, los nombres imposibles de los paquetes de títulos basados en esas hipotecas -y en la firme creencia de que su valor crecería en el futuro-, que han contaminado a todo el sector financiero internacional cuando son un fenómeno genuinamente estadounidense.

Pero las hipotecas -denominadas subprime o directamente basura- habían sido otorgadas alegremente a gente de dudoso crédito que ahora no puede hacer frente a los pagos. Y el valor de los títulos, como los sueños de la aldeana, se ha venido abajo. No sólo el de las hipotecas subprime, sino el de todos los productos financieros relacionados con ellas. Ahora, los bancos no se fían de sí mismos porque aún no saben quién posee esos productos que sencillamente no pueden colocarse en el mercado: nadie sabe cómo valorar nada de lo relacionado con las subprime. El FMI ha hecho una estimación del agujero de las entidades financieras: un billón de dólares. Pero la banca apenas ha reconocido hasta ahora una cuarta parte de esas pérdidas.

Jan Loeys, de JPMorgan, cree que hablar de la peor crisis desde la Gran Depresión "es una exageración que refleja el calor del momento", pero admite que sus efectos perdurarán en los mercados "al menos una década".

Una de las causas apuntadas por Fortune para esa locura especulativa es la ambición de los ejecutivos de esas firmas de inversión, que de 2002 a 2006 triplicaron sus beneficios hasta los 30.000 millones de euros, y eran más rentables que la industria farmacéutica o la energética. A sus ejecutivos no les importaba el creciente riesgo que asumían las entidades, porque en ello les iba su sueldo. Las retribuciones de los empleados representaban el 60% de los ingresos de esas firmas, frente al 20% que suponen los salarios en la banca comercial.

"Uno de los agujeros por los que ha llegado la crisis es que no se ha controlado bien el riesgo, ha faltado juicio para tomar decisiones de inversión por un problema de incentivos perversos. Quienes contrataban las hipotecas basura en EE UU eran agentes que trabajaban a comisión, no les importaba si luego el cliente pagaba o no. Y los bancos se quitaban del balance esos créditos al venderlos en paquetes financieros. Al final nadie se interesaba por si el crédito era de buena o de mala calidad, porque todo se vendía. Pero eso va a cambiar", asegura Guillermo de la Dehesa, presidente de Centre for Economic Policy Research, con sede en Londres.

Henry Kaufman, que llegó a ser conocido como Doctor Fatalidad (Dr. Doom) porque predijo el alza de las tasas de inflación y los tipos de interés en la década de los ochenta, ha señalado que la actual crisis no tiene nada que ver con las anteriores. Las de 1998 (que provocaron graves problemas en varios países asiáticos, con fuertes devaluaciones de sus monedas) y 2001 (tras el pinchazo de la burbuja puntocom) tuvieron su origen en mercados emergentes. En cambio, la actual nace -y hasta ahora se mantiene- en Occidente: EE UU y Europa.

Kaufman ha responsabilizado de "la peor calamidad global desde la II Guerra Mundial" a la Reserva Federal (Fed), el banco central norteamericano, por permitir esa expansión financiera sin base real y no poner coto a las prácticas especulativas. Para este economista, no es suficiente con inyectar dinero al sistema, sino que hay que controlarlo férreamente, con la creación de una autoridad supervisora que regule y vigile a la banca.

Rogoff también critica a la Fed por su decisión de combatir la recesión reduciendo los tipos de interés, porque, a su juicio, esa medida convertirá a EE UU en una máquina de inflación a escala mundial, agravando las tensiones procedentes del alza de las materias primas.

Pero el dramatismo de su análisis es aún mayor cuando pronostica que el rescate del sistema financiero no resistirá porque no hay suficiente dinero fresco. Por el contrario, estima que persistirá la contracción del crédito y el desplome del valor de los pisos, que desembocará en un "gigantesco rescate inmobiliario que costará a los contribuyentes estadounidenses un billón de dólares o más". ¿Y quién se atreverá a comprar esa nueva deuda con los tipos de interés por los suelos y un dólar más devaluado que nunca?, se pregunta.

La respuesta: "El próximo año habrá un aumento masivo de las quiebras corporativas en EE UU, aun cuando muchas empresas llegaron a la recesión con balances sólidos. Las finanzas estatales y municipales están aún en peores condiciones. Ante la caída de ingresos, decenas de municipios en EE UU podrían quebrar".

Stephen Roach también tiene su apodo. Le llaman el eterno bajista (perennial bear) por sus previsiones fatalistas. Considera que estamos viviendo las consecuencias de la segunda burbuja en siete años, tras la crisis que tuvo lugar entre 2000 y 2001 con el desplome de los valores tecnológicos, provocando un colapso financiero que representaba al 13% del producto interior bruto (PIB). Pero señala que la actual crisis es mucho más grave porque combina dos burbujas, la hipotecaria y la crediticia, que afectan simultáneamente a la construcción y al consumo, que representan el 78% del PIB de EE UU, un peso seis veces mayor que en la anterior crisis.

Roach estima que el recorte de los tipos en EE UU no bastará para ayudar a los consumidores que han visto caer el valor de sus propiedades y tienen difícil acceso al crédito. Y propone medidas fiscales de corte keynesiano que favorezcan las exportaciones e inversiones para renovar las anticuadas infraestructuras del país para salir de la recesión.

Apocalípticos o no, la inmensa mayoría de los expertos coincide en el hecho de que el sistema financiero no volverá a ser el de antes. Cuanto más profunda es una crisis, mayores cambios provoca. Pero hasta los neoliberales tienen claro que ya nada será igual. "No estoy seguro de que podamos ir tan lejos como para hablar del fin del capitalismo como lo conocemos. Pero es evidente que vamos hacia un mundo en el que la banca va a estar sujeta a una regulación mucho más restrictiva que la actual", explica desde Washington Desmond Lachman, economista de cabecera de la American Enterprise Institute, un influyente think tank neoconservador. "El peligro es que la reacción ante la crisis crediticia provoque un exceso de regulación en el sistema financiero, como sucedió tras los escándalos de WorldCom y Enron", añade, en una posición similar a la que ha adoptado recientemente el Instituto de Finanzas Internacionales, el gran lobby bancario.

El papel de los bancos centrales está siendo fundamental en la resolución de la crisis. Pero sus acciones son discutibles, hasta el punto de que muchos analistas los han puesto en el disparadero. Bernard Connolly, economista de la aseguradora AIG, podría llamarse también el analista antieuro, por su aversión a la moneda común europea, a la que responsabiliza de casi todos los males del Viejo Continente. Ahora vuelve a la carga, al punto de que ha señalado que si la Fed, aunque con medidas no siempre acertadas, trata de evitar la crisis financiera, la misión del Banco Central Europeo (BCE) parece ser la de provocarla. Su teoría tiene como base que la Unión Económica y Monetaria (UEM) se fundó sobre una economía y un marco alemán sobrevalorados, financiados por el resto de países y respaldados por el BCE mediante tipos de interés artificialmente bajos para la conveniencia del conjunto de la UEM.

Esa combinación generó un boom económico en muchos países que tenía como base el sobreendeudamiento de familias y empresas gracias a la sobreexposición crediticia de bancos e inversores, a menudo basado en la ilusoria seguridad de un inflado precio de la vivienda. Muchos de esos países acumularon enormes déficit y deberán restaurar ahora su competitividad. Pero, como están atrapados en la UEM, sólo pueden hacerlo mediante un ajuste del mercado laboral: desempleo y reducciones salariales. En cadena, esas altas tasas de paro y la caída de los precios y salarios harían que las deudas que han contraído familias y negocios fueran impagables; es decir, el caos. Sobre España, Connolly tiene peores augurios que las brujas de Macbeth: "España se dispone a afrontar la más calamitosa de todas las circunstancias: un ciclo de recesión, deflación y caída general de todo el sector privado".

Es de esperar que Connolly y el resto de los apocalípticos yerren. Porque lo peor que le puede pasar al atribulado propietario en apuros no es colgar el cartel de "se vende" en el balcón de casa, sino que el cartel lo herede el banco que le concedió la hipoteca. Del destino de ese cartel depende, tal vez, el futuro de la economía, en España y en el resto del mundo.
Consecuencias

- Fuertes pérdidas y deterioro de la base de capital de numerosos bancos de Europa y EE UU.

- Subida de los tipos de interés interbancarios ante la escasez de liquidez y pese a las inyecciones de los bancos centrales.

- Contracción del crédito y préstamos más caros para empresas y particulares.

- Frenazo económico ante las restricciones monetarias.

- Debilitamiento del dólar frente al euro.
Causas

- La crisis financiera esconde en su interior en realidad tres crisis.

- La primera es de crédito, por la alta jovenlandesesidad de las hipotecas subprime tras el fin del boom inmobiliario.

- La segunda crisis es la del apalancamiento (directo, de hedge funds o con titulizaciones), que amplifica la crisis.

- La tercera es una crisis de liquidez, por la dependencia de financiación a corto plazo para invertir en productos estructurados.



http://www.elpais.com/articulo/semana/apocalipsis/capitalismo/elpepueconeg/20080427elpneglse_3/Tes
 

Un-tal-Ivan

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por ahora, fuera del cementerio
Os acordais de un forero,,,,que abrió un hilo haciendo una llamada suplicatoria...casi pidiendo por favor...el hilo es este


http://www.burbuja.info/inmobiliaria/showthread.php?p=153316#post153316

Y lo tituló "NO MAS APOCALIPSIS"...

Creo que lo justo es mantener una imparcialidad en el foro, y tan erroneo es decir "esto no baja ni de coña" como "esto explota el día tal de el mes cual".
Si no hay pruebas, todo es humo para unos y para otros.
Así que para no perder la seriedad, cualquier tema con una predicción que no se base en datos o hechos constatables se cerrado.
Lo comento, porque el foro últimamente parece una película de ciencia ficción y no me gusta el aire que está tomando.
BUENO TAMBIÉN DESDE QUE ABRIÓ ESTE HILO HACE AL MENOS MAS DE 18 MESES...como han cambiado las cosas en tan poco tiempo
 

Raimon

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Y habria que tener en cuenta que la autentica "solucion" de la Crisis del 29 no fue, como muchos creen, el New Deal rooseveltiano, sino la Segunda Guerra Mundial. El New Deal, que basicamente consistio en poner a los parados a hacer carreteras por las que no pasaba nadie, mantuvo entretenida a buena parte de la poblacion pero no levanto jamas las cuentas de los USA, que no levantaron cabeza hasta la guerra gracias al pago en oro del material militar que vendian a sus aliados. Eso quiza tuvo algo que ver con el manifiesto interes rooseveltiano en que hubiera guerra, por nobles motivos como la destruccion del malvado fascismo, claro esta. Algo parecido sucedio en Alemania, que bajo Hitler hizo algo parecido al New Deal, y consiguio ocupar a la poblacion, pero tambien en actividades dudosamente productivas. Pocos dias antes de invadir Polonia, el gobierno aleman temia verse obligado a racionar algunos alimentos (mantequilla, por ejemplo) que no podia importar por falta de divisas. La solucion, aqui tambien, a una situacion economica sin salida fue la guerra y el expolio consiguiente del vencido. Durante la guerra en Alemania se vivia maravillosamente bien, a pesar de los bombardeos, con un sistema de pensiones de lo mas generoso ... a cargo de los vencidos. Raramente se cuenta la historia asi, con tan pocos ribetes tipo "miles gloriosus", pero es asi como suele ser.
Estos dias estoy en Baghdad, Iraq, por cosas de trabajo (de verdad, oigan!). No veo gran cosa del pais pues paso todo el tiempo encerrado en un perimetro de 200 metros de largo del que unos guardias armados jovenlandeses mandados por sudafricanos boer no nos permiten salir por miedo, nos dicen, a los suicidas de la bomba. Es como en las pelis, pero de verdad. El encierro, en jaula de oro, esto si (aqui se come de maravilla, al menos los de dentro. y ademas gratis total), no impide que hablemos con iraquianos que son parte del equipo y que cuentan cosas terribles, como que la guerra produjo bastantes mas muertos de lo que la historia oficial cuenta, que el agua y la luz siguen sin funcionar anos despues de la guerra, o que la unica industria que los ocupantes o liberadores, segun se mire, se han ocupado de levantar sin excusa ni pretexto ha sido la petrolifera. Toda la demas industria sigue parada. Por lo demas el pais sigue con pocas horas al dia de agua y electricidad, lo que teniendo en cuenta su riqueza energetica y acuifera (los famosos rios Tigris y Eufrates pasan por aqui) no deja de ser paradojico. O quiza no. Un pais al borde de la ruina pero armado hasta los dientes invadiendo a otro para liberarle, como no, pero una vez liberado, el unico interes demostrado por el ocupante es el expolio. Y es que este mundo, digan lo que digan los amantes del progreso, nunca cambia. Solo ha mejorado la propaganda.
Quiza si que esta crisis sea como la del 29. De momento las soluciones, las de verdad, van por el mismo camino.
 
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Ladrillos norteños
El País: ¿El apocalipsis del capitalismo?

http://www.elpais.com/articulo/semana/apocalipsis/capitalismo/elpepueconeg/20080427elpneglse_3/Tes



REPORTAJE: PRIMER PLANO
¿El apocalipsis del capitalismo?
Las teorías catastrofistas sobre la crisis financiera ganan adeptos



Imagine un día en que los bancos no tuvieran liquidez, y, en vez de prestar dinero a sus clientes, fueran ellos -o, más exactamente, los contribuyentes- quienes les prestaran más de medio billón de euros. Imagine que grandes bancos de inversión de EE UU y Europa fueran rescatados de la quiebra por fondos de países en vías de desarrollo. Imagine que las viviendas perdieran una cuarta parte de su valor en dos años, y miles de familias no pudieran hacer frente a sus hipotecas, obligando a los Gobiernos a socorrer a los más apurados pagando la ampliación de los créditos hipotecarios. Imagine que los precios de los alimentos básicos se dispararan, se iniciara el racionamiento de arroz en EE UU y en Europa y el coste del petróleo se triplicara en cuatro años sin que apenas se detectaran revueltas sociales, ni la Bolsa, aunque a la baja, sufriera crash alguno. En realidad no hace falta tener mucha imaginación: todo eso ya ha sucedido.



*La economía financiera se ha distanciado
de la real más que nunca

*En el fondo, la crisis esconde un grave problema
de incentivos perversos

*Las críticas arrecian contra el papel de
los bancos centrales en las turbulencias

*Lo peor no es el cartel "se vende", sino
que ese cartel lo herede el banco


La pregunta que ahora se hacen casi todos los expertos -con la única excepción, tal vez, de los que están a sueldo de los gobiernos- es si estamos ante una crisis más, dentro de los grandes ciclos económicos que alternan la bonanza con la depresión, o se trata de algo más.

¿Es el fin del capitalismo tal y como lo conocemos? Esa pregunta no es nueva. Ni mucho menos. Se ha utilizado en decenas de publicaciones para explicar fenómenos tan dispares como la incorporación de la mujer al mundo laboral, el imparable ascenso de China e India, o la globalización. Pero ha vuelto a ser acuñada para tratar de explicar en una sola frase las turbulencias que sacuden los mercados internacionales desde hace casi un año.

Bajo ese mismo título, el diario The Independent publicaba el pasado 28 de marzo un artículo que resume la teoría que podría denominarse apocalíptica. "El mundo occidental se encuentra en una crisis económica de una magnitud similar a la del petróleo de 1973. Asistimos nada menos que al desmoronamiento del liberalismo, el modelo ideológico y económico dominante en los últimos 30 años", decía el rotativo.

Cuando los mercados son concebidos en términos de obtención de beneficios, no promueven -como dice la teoría clásica liberal- la eficiencia en los servicios, sino la concentración de la riqueza y la especulación. De esta forma, el valor económico real de los activos del planeta es ahora tres veces inferior a los instrumentos financieros (bonos, títulos, acciones, derivados, etcétera) emitidos tomando como referencia esos activos.

Incluso alguien que vive de la buena marcha del negocio financiero como el presidente del BBVA, Francisco González, alertó hace justo un año de esa inflación financiera y "del riesgo que supone el auge de los hedge funds y del capital riesgo".

Y, mientras, los asalariados se han enfrentado a 35 años de rebaja de su parte de la tarta. La edad de oro del asalariado, como proporción del PIB, fue entre la II Guerra Mundial y la crisis del petróleo, y no esta edad de la liberalización, en la que sólo el 1% de la población en el Reino Unido (ojo, no de Congo) controla más de un tercio de toda la riqueza del país, según el diario británico.

Esa corriente de pensamiento (o de pesimismo, según se mire) no hace sino sumar adeptos a medida que las turbulencias se prolongan. La afirmación de que estamos ante la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de 1930 es compartida por gente nada sospechosa de extremista. El multimillonario Georges Soros, el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, el ex director del FMI Rodrigo Rato o el economista Paul Krugman han comparado la actual crisis financiera con los acontecimientos posteriores al crash bursátil de 1929.

A ese pesimismo le dan carta de naturaleza publicaciones que pasan por ser biblias del capitalismo, como The Economist, Fortune, Business Week o Financial Times. Hay expertos que piensan que esta crisis puede desembocar en un apocalipsis si las autoridades monetarias no dan con la solución adecuada. No son precisamente pancarteros antisistema, sino analistas reconocidos o altos cargos de bancos de inversión con sueldos estratosféricos. Entre los más renombrados: Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y ex economista jefe del FMI; David Rosenberg, estratega jefe de Merrill Lynch; Henry Kaufman, jefe de Solomon Brothers entre 1970 y 1980 y dueño ahora de una firma de inversión; Bernard Connolly, analista de AIG y ex jefe de análisis de la Comisión Europea, y Stephen Roach, jefe de operaciones en Asia de Morgan Stanley.

Aunque desde posturas muy diferentes, todos critican la falta de reacción de las autoridades monetarias para prever las consecuencias de una economía crecientemente especulativa apoyada en el apalancamiento, es decir, en instrumentos financieros (bonos, opciones, acciones, futuros, derivados, etcétera) cuyo valor es muy superior al valor real de los activos en que se basan.

La "exuberancia irracional de los mercados", una expresión de Greenspan que hizo fortuna, ha sido llevada al extremo en el caso de los bancos de inversión. Las cinco mayores firmas independientes -Goldman Sachs, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Lehman y Bear Stearns- tenían un nivel de deuda en 2007 de 41 a 1, según cálculos de Fortune. En plata: por cada euro contante y sonante que captan se endeudan por 41.

Para entenderlo mejor, lo sucedido desde la última crisis de 2001 se parece al cuento de la lechera, la aldeana que, según caminaba hacia el mercado para vender su cántaro de leche, hacía planes sobre las ganancias crecientes que podía obtener y llegaba a la conclusión de que, trueque tras trueque, acabaría comprándose una granja. En un descuido, el cántaro cae y se rompe, y todos los sueños se van al garete. En la crisis financiera mundial, el cántaro son las hipotecas basura, y los planes de la lechera se llaman CDO, SIV y Conduits, los nombres imposibles de los paquetes de títulos basados en esas hipotecas -y en la firme creencia de que su valor crecería en el futuro-, que han contaminado a todo el sector financiero internacional cuando son un fenómeno genuinamente estadounidense.

Pero las hipotecas -denominadas subprime o directamente basura- habían sido otorgadas alegremente a gente de dudoso crédito que ahora no puede hacer frente a los pagos. Y el valor de los títulos, como los sueños de la aldeana, se ha venido abajo. No sólo el de las hipotecas subprime, sino el de todos los productos financieros relacionados con ellas. Ahora, los bancos no se fían de sí mismos porque aún no saben quién posee esos productos que sencillamente no pueden colocarse en el mercado: nadie sabe cómo valorar nada de lo relacionado con las subprime. El FMI ha hecho una estimación del agujero de las entidades financieras: un billón de dólares. Pero la banca apenas ha reconocido hasta ahora una cuarta parte de esas pérdidas.

Jan Loeys, de JPMorgan, cree que hablar de la peor crisis desde la Gran Depresión "es una exageración que refleja el calor del momento", pero admite que sus efectos perdurarán en los mercados "al menos una década".

Una de las causas apuntadas por Fortune para esa locura especulativa es la ambición de los ejecutivos de esas firmas de inversión, que de 2002 a 2006 triplicaron sus beneficios hasta los 30.000 millones de euros, y eran más rentables que la industria farmacéutica o la energética. A sus ejecutivos no les importaba el creciente riesgo que asumían las entidades, porque en ello les iba su sueldo. Las retribuciones de los empleados representaban el 60% de los ingresos de esas firmas, frente al 20% que suponen los salarios en la banca comercial.

"Uno de los agujeros por los que ha llegado la crisis es que no se ha controlado bien el riesgo, ha faltado juicio para tomar decisiones de inversión por un problema de incentivos perversos. Quienes contrataban las hipotecas basura en EE UU eran agentes que trabajaban a comisión, no les importaba si luego el cliente pagaba o no. Y los bancos se quitaban del balance esos créditos al venderlos en paquetes financieros. Al final nadie se interesaba por si el crédito era de buena o de mala calidad, porque todo se vendía. Pero eso va a cambiar", asegura Guillermo de la Dehesa, presidente de Centre for Economic Policy Research, con sede en Londres.

Henry Kaufman, que llegó a ser conocido como Doctor Fatalidad (Dr. Doom) porque predijo el alza de las tasas de inflación y los tipos de interés en la década de los ochenta, ha señalado que la actual crisis no tiene nada que ver con las anteriores. Las de 1998 (que provocaron graves problemas en varios países asiáticos, con fuertes devaluaciones de sus monedas) y 2001 (tras el pinchazo de la burbuja puntocom) tuvieron su origen en mercados emergentes. En cambio, la actual nace -y hasta ahora se mantiene- en Occidente: EE UU y Europa.

Kaufman ha responsabilizado de "la peor calamidad global desde la II Guerra Mundial" a la Reserva Federal (Fed), el banco central norteamericano, por permitir esa expansión financiera sin base real y no poner coto a las prácticas especulativas. Para este economista, no es suficiente con inyectar dinero al sistema, sino que hay que controlarlo férreamente, con la creación de una autoridad supervisora que regule y vigile a la banca.

Rogoff también critica a la Fed por su decisión de combatir la recesión reduciendo los tipos de interés, porque, a su juicio, esa medida convertirá a EE UU en una máquina de inflación a escala mundial, agravando las tensiones procedentes del alza de las materias primas.

Pero el dramatismo de su análisis es aún mayor cuando pronostica que el rescate del sistema financiero no resistirá porque no hay suficiente dinero fresco. Por el contrario, estima que persistirá la contracción del crédito y el desplome del valor de los pisos, que desembocará en un "gigantesco rescate inmobiliario que costará a los contribuyentes estadounidenses un billón de dólares o más". ¿Y quién se atreverá a comprar esa nueva deuda con los tipos de interés por los suelos y un dólar más devaluado que nunca?, se pregunta.

La respuesta: "El próximo año habrá un aumento masivo de las quiebras corporativas en EE UU, aun cuando muchas empresas llegaron a la recesión con balances sólidos. Las finanzas estatales y municipales están aún en peores condiciones. Ante la caída de ingresos, decenas de municipios en EE UU podrían quebrar".

Stephen Roach también tiene su apodo. Le llaman el eterno bajista (perennial bear) por sus previsiones fatalistas. Considera que estamos viviendo las consecuencias de la segunda burbuja en siete años, tras la crisis que tuvo lugar entre 2000 y 2001 con el desplome de los valores tecnológicos, provocando un colapso financiero que representaba al 13% del producto interior bruto (PIB). Pero señala que la actual crisis es mucho más grave porque combina dos burbujas, la hipotecaria y la crediticia, que afectan simultáneamente a la construcción y al consumo, que representan el 78% del PIB de EE UU, un peso seis veces mayor que en la anterior crisis.

Roach estima que el recorte de los tipos en EE UU no bastará para ayudar a los consumidores que han visto caer el valor de sus propiedades y tienen difícil acceso al crédito. Y propone medidas fiscales de corte keynesiano que favorezcan las exportaciones e inversiones para renovar las anticuadas infraestructuras del país para salir de la recesión.

Apocalípticos o no, la inmensa mayoría de los expertos coincide en el hecho de que el sistema financiero no volverá a ser el de antes. Cuanto más profunda es una crisis, mayores cambios provoca. Pero hasta los neoliberales tienen claro que ya nada será igual. "No estoy seguro de que podamos ir tan lejos como para hablar del fin del capitalismo como lo conocemos. Pero es evidente que vamos hacia un mundo en el que la banca va a estar sujeta a una regulación mucho más restrictiva que la actual", explica desde Washington Desmond Lachman, economista de cabecera de la American Enterprise Institute, un influyente think tank neoconservador. "El peligro es que la reacción ante la crisis crediticia provoque un exceso de regulación en el sistema financiero, como sucedió tras los escándalos de WorldCom y Enron", añade, en una posición similar a la que ha adoptado recientemente el Instituto de Finanzas Internacionales, el gran lobby bancario.

El papel de los bancos centrales está siendo fundamental en la resolución de la crisis. Pero sus acciones son discutibles, hasta el punto de que muchos analistas los han puesto en el disparadero. Bernard Connolly, economista de la aseguradora AIG, podría llamarse también el analista antieuro, por su aversión a la moneda común europea, a la que responsabiliza de casi todos los males del Viejo Continente. Ahora vuelve a la carga, al punto de que ha señalado que si la Fed, aunque con medidas no siempre acertadas, trata de evitar la crisis financiera, la misión del Banco Central Europeo (BCE) parece ser la de provocarla. Su teoría tiene como base que la Unión Económica y Monetaria (UEM) se fundó sobre una economía y un marco alemán sobrevalorados, financiados por el resto de países y respaldados por el BCE mediante tipos de interés artificialmente bajos para la conveniencia del conjunto de la UEM.

Esa combinación generó un boom económico en muchos países que tenía como base el sobreendeudamiento de familias y empresas gracias a la sobreexposición crediticia de bancos e inversores, a menudo basado en la ilusoria seguridad de un inflado precio de la vivienda. Muchos de esos países acumularon enormes déficit y deberán restaurar ahora su competitividad. Pero, como están atrapados en la UEM, sólo pueden hacerlo mediante un ajuste del mercado laboral: desempleo y reducciones salariales. En cadena, esas altas tasas de paro y la caída de los precios y salarios harían que las deudas que han contraído familias y negocios fueran impagables; es decir, el caos. Sobre España, Connolly tiene peores augurios que las brujas de Macbeth: "España se dispone a afrontar la más calamitosa de todas las circunstancias: un ciclo de recesión, deflación y caída general de todo el sector privado".

Es de esperar que Connolly y el resto de los apocalípticos yerren. Porque lo peor que le puede pasar al atribulado propietario en apuros no es colgar el cartel de "se vende" en el balcón de casa, sino que el cartel lo herede el banco que le concedió la hipoteca. Del destino de ese cartel depende, tal vez, el futuro de la economía, en España y en el resto del mundo.



Consecuencias


- Fuertes pérdidas y deterioro de la base de capital de numerosos bancos de Europa y EE UU.

- Subida de los tipos de interés interbancarios ante la escasez de liquidez y pese a las inyecciones de los bancos centrales.

- Contracción del crédito y préstamos más caros para empresas y particulares.

- Frenazo económico ante las restricciones monetarias.

- Debilitamiento del dólar frente al euro.



Causas


- La crisis financiera esconde en su interior en realidad tres crisis.

- La primera es de crédito, por la alta jovenlandesesidad de las hipotecas subprime tras el fin del boom inmobiliario.

- La segunda crisis es la del apalancamiento (directo, de hedge funds o con titulizaciones), que amplifica la crisis.

- La tercera es una crisis de liquidez, por la dependencia de financiación a corto plazo para invertir en productos estructurados.
 

midway

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va a ser salvaje,pero.........dónde está bobojista que siempre se pierde los mejores artículos???
 

euriborde

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Fraga

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^^ El artículo al que hace referencia el artículo de El País:


http://www.independent.co.uk/news/b...e-end-of-capitalism-as-we-know-it-799494.html

Outside View: The end of capitalism as we know it?




By Phillip Blond
Sunday, 23 March 2008



The Western world is in an economic crisis similar in scale to the oil shock of 1973. What we are seeing is nothing less than the unravelling of neo-liberalism – the dominant economic and ideological model of the last 30 years.

The disintegration of Anglo-Saxon-inspired markets has come about largely because of the confluence of two tendencies of the "free market": speculation and monopoly capitalism. Contrary to received opinion, free markets – unless subject to civil regulation, asset distribution and persistent intervention – always tend to monopoly.

Similarly, there is nothing inherently efficient about free markets – they do not of themselves promote sound investment or wise management. Rather, when markets are conceived wholly in terms of price and return, and when asset wealth and the leverage that this provides becomes as concentrated as it was in the 19th century (which is a scenario we are approaching), then markets encourage nothing other than gambling masking itself as sound investment.

For example, before 1973 the ratio of investment to speculative capital was 9:1; since 1973, these proportions have reversed. So huge have the numbers, leverage and derivative instruments become that their value now far exceeds the total economic value of the planet. For instance, in 2003 the value of all derivative trading was $85 trillion, while the size of the world economy was only $49 trillion.

These ratios have risen with the latest estimates that the value of all traded paper instruments exceeds the underlying value of the assets on which they are written by 3:1. The fact that these assets may themselves be devaluing by up to 50 per cent (US housing values have declined by 25 per cent in two years) means that the overall ratio of global paper value to its leveraged base may indeed double.

This average global figure itself masks even more extreme levels of leverage. The Carlyle Group de-faulted on $16.6bn (£8.4bn) of debt last week. The private equity firm had been speculating assiduously on its AAA-rated mortgage base – by some estimates, at the end of its life, Carlyle's loan-to-value ratio and hedge exposure was at 36:1. There are, of course, many other private equity firms in a similar position.

This incalculable level of speculation is abetted by the huge concentration of wealth that has occurred since 1973. Why? Because if markets tend to monopoly then smaller groups of people control larger amounts of assets. The latest figures demonstrate this admirably: the richest 10 per cent of the UK population increased their share of the nation's marketable wealth (excluding housing) from 57 per cent in 1976 to 71 per cent in 2003. Over the same period, the speculative capital that could be deployed or inves-ted by the bottom 50 per cent of the British population fell from 12 per cent to just 1 per cent. Indeed, the wealthiest 1 per cent of the population, on current government figures, now control more than a third of all the marketable wealth – and this ignores the vast sums held in offshore tax havens.

The New Economics Foundation has shown that global growth has not aided the poor. In the 1980s, for every $100 of world growth, the poorest 20 per cent received $2.20; by 2001, they received only 60 cents. Clearly neo-liberal growth disproportionately benefits the rich and further impoverishes the poor.

Real wage increases in the top 13 countries of the Organisation for Economic Cooperation and Development (OECD) have been below the rate of inflation since about 1970 – a situation compounded in Britain as the measure of inflation massively underestimates the real cost of living.

Thus wage earners – rather than asset owners – have faced a 35-year downward pressure on their standard of living. Indeed, the golden age for the salaried worker, as a share of GDP, was between 1945 and 1973 – and not this vaunted age of liberalisation.

The trouble is that nobody in power recognises this crisis for what it is – an asset insolvency crisis brought about by massive debt leverage. Neo-liberals are still reacting as if the emergency was one of liquidity. They are wrong. Governments should bail out not banks and speculators but the customers who now have every reason to antiestéticar for the future.
 

Fraga

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Subprime Nation
Clásico tema de los REM. Aunque para apocalipsis el de Pearl Jam (podría ser el himno de los madmaxistas):



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Explotaaa

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Que fuerte asumen que la crisis es como minimo igual a la del 29 jejeje se pone la cosa interesante.
Eso confirma que aquí TO DIOS sabe la que se nos viene encima: politicastros, medios de (des)información, ... Dime si no como una crisis que apenas ha asomado la cabeza y que no se acerca aun ni a la del 1992 y ya la están comparando con la Gran Depresión del 29.
 

El_Presi

El Padrino II Revolution
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"España se dispone a afrontar la más calamitosa de todas las circunstancias: un ciclo de recesión, deflación y caída general de todo el sector privado".