Cazadores de cabezas y ballesteros de monte

Wodans

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Cazadores de cabezas

En la inestable frontera entre el reino de la religión del amor de Granada y el castellano de Murcia del periodo del siglo XIV al XV aparece una nueva casta de guerreros, a medio camino entre el cazarecompensas y el guerrillero: los llamados cazadores de cabezas, que se distinguían por cortar la cabeza o las orejas de los jovenlandeses o los renegados cristianos que a la vuelta de sus incursiones en territorio cristiano sufrían el asalto de estos jóvenes que veían en esta actividad una forma de prestigio social y remuneración económica por parte de los Concejos.

Las incursiones bandoleras de grupos de grupos de jovenlandeses o renegados cristianos o las campañas militares de caudillos granadinos son frecuentes, para atajar esa inseguridad las autoridades fijan recompensas cada vez más altas, creándose una verdadera industria entre los jóvenes que no podían aspirar a la nobleza militar ni a otra cosa en la vida, forman sus propias bandas y por su cuenta y riesgo se echan a la montaña, al bosque y a los caminos, convirtiéndose en un auténtico cuerpo de represión del bandolerismo del siglo XIV.

Durante un largo periodo de tiempo, esta gente vio en esta forma de castigar las devastaciones del enemigo una forma más rentable que internarse ellos mismos en el Reino de Granada en busca de botín. La explicación es muy sencilla; en aquella época era mucho más rico el Reino de Castilla que el de Granada y por lo tanto más había que proteger en tu tierra que conseguir en la de enfrente. La repetición de los acuerdos concejiles concediendo cantidades muy variables por la presentación de cabezas u orejas prueban su eficacia y continuidad. El más conocido fue Martín Precioso, toda una celebridad entre los cazadores por sus "talegadas en campo de jovenlandeses".

Las recompensas y los castigos


Entre los "trofeos" de estos cazadores de cabezas se encontraba Pedro Marín, cuyo nombre de relegado es Çad el Catalán; tras correrías por Orihuela y alrededores es aniquilado junto a cuatro moriscos en Librilla por un grupo de cazadores de cabeza, los cuales son recompensados con 5000 maravedís.

Otro peligroso bandolero es Abenzade el Bizco, cuya muerte "valió más que la de Çien jovenlandeses" por la cantidad de saqueos que había realizado. Palomares El Barbudo, bandolero de Elche, que llega a capturar cristianos en Alicante y a ir de corsario al norte de África con los berberiscos, es cazado en Guardamar del Segura, obteniendo el cazador que llevó su cabeza 150 florines.

En 1421 un grupo de cazadores lorquinos recibe 500 maravedíes por las cuatro cabezas de la banda de Juan Cintar, entre las que se hallaban las del líder y tres moriscos del grupo. En Segura de la Sierra sin embargo, cazadores de cabezas caravaqueños solo son premiados con 200 maravedíes por las seis cabezas de la banda de renegados de Juan Orcina, considerada menos peligrosa.

A veces eran capturados vivos, algunas ciudades querían dar ejemplo ejecutando al enemigo públicamente delante de la plebe en vez de limitarse a clavar su cabeza en una estaca a la entrada de la villa. Es el caso de un morisco capturado en Aledo, entregado al Concejo de Murcia, donde es juzgado y despeñado por el Cerro de Monteagudo.

La Batalla del Puerto del Conejo


Los cazadores de cabezas no actúan siempre en grupos autónomos, si tienen ocasión o si son contratados por una ciudad a cambio de un buen sueldo no dudan en luchar en grandes contingentes: cuando en 1434 un grupo de 300 jinetes y 500 infantes granadinos atacan Calasparra, saqueando la villa y raptando a bastantes vecinos, el alcaide de Lorca reúne a un número similar de adalides, cazadores de cabezas y milicianos, saliendo en persecución del contingente granadino.

En la alta montaña que separa los dos reinos se enfrentan, es la Batalla del Puerto del Conejo, que tras la aplastante victoria el lugar pasa a llamarse Cañada de la Cruz en homenaje a la enseña cristiana que portaban los combatientes. Todos los prisioneros son liberados y además de capturar a cincuenta enemigos para vender o intercambiar por cautivos cristianos, se funda la villa del mismo nombre.


Cazadores en la Guerra de Granada y con el Gran Capitán


El fenómeno de los cazadores de cabezas no es exclusivo del reino de Murcia, aunque sí sea aquí donde exista mayor número de grupos y mejor organizados. Se sabe de la existencia de otros grupos en la frontera Oeste, la de Granada con el Reino de Sevilla, donde actúan algunos cazadores en Jerez de la Frontera, Medina Sidonia y Sanlúcar de Barrameda.

Con la entrada de guerra total entre Castilla y Granada, cazadores de cabezas acuden en masa al llamamiento de la Corona, destacando Juan Ortega de Prado, conquistador en Zahara y Alhama de Granada, muerto heroicamente cuando defendía a un compañero herido en una "turba de jovenlandeses".

Conquistada Granada, no desaparece el peligro fronterizo pero sí se reduce drásticamente el número de bandas moriscas, por lo que centenares de cortadores de cabezas se quedan en paro, enrolándose en otros frentes: en 1495 parten hacia Nápoles 500 "de los más escogidos que se falaron en el Reino", poniéndose a las órdenes del Gran Capitán y en 1503 se tiene constancia de 300 peones y 200 ballesteros en la Guerra del Rosellón contra los franceses. Otros se enrolan en expediciones de castigo al norte de África o como piratas, como atestigua la carta enviada desde Murcia al Rey Católico " En estos lugares tienen por uso ir al África y saltear y tomar navíos de jovenlandeses (...) desde Bugía hasta la plaza de Tetúan no hay lugar donde no puedan llevar la Guerra".


Ballesteros de monte


También conocidos como fieles de rastro, tuvieron su protagonismo en las mismas zonas de frontera que los cazadores de cabezas. Éstos se dedicaban, además de a cuidar el monte y evitar el abuso por parte de sus propios correligionarios, a perseguir a los malhechores y huestes musulmanas que atacaban las zonas de Lorca, Cartagena u Orihuela y que se distinguían para ello por localizar el camino seguido por los infiltrados así como otros detalles que permitían su identificación.

Cada grupo tenía un líder, elegido por los miembros, y existían diversos grados, estando en el inferior el mancebo, aprendiz de ballestero de monte, que aprendían de aquel su oficio. Los documentos analizados nos hacen deducir que cada ballestero de monte tenía un mancebo a su cargo. Por lo que había varios grados: ballestero de monte viejo, ballestero de monte joven y mancebo.

Disfrutaban de exenciones fiscales, como estableció el rey Juan I de Castilla a petición del Concejo de Murcia, al estipularel 24 de enero de 1385 "por cuanto en aquella tierra ay omnes que sepan seguir los rastros de los de tierra de jovenlandeses que entran a fazer mal e daño a los nuestros regnos salvo los vallesteros de monte...tenemos por bien e es nuestra merced que ayan en aquella cibdat seys vallesteros de monte para seguir los dichos rastros e que sean quitos de monedas para siempre."

Es interesante destacar que al margen del sueldo concedido por el Concejo al que servían, una forma adicional de retribución eran las multas que imponían a aquellos que descuidaban el monte, como el hacer fuego, cortar ilegalmente madera o fabricar carbón, por un importe de 600 maravedíes y confiscándose también el ganado de aquellos que incumplían las normas de cuidado en el bosque. Recordemos que en esa época la frontera entre los reinos de Murcia y de Granada, especialmente sectores montañosos como la Sierra de Segura, la Sierra de Alcaraz e incluso en los territorios amplios de Murcia y Caravaca la presencia humana era muy débil a pesar de la existencia de fortalezas importantes, y estaba cubierta por extensos bosques que servían de frontera natural, que tal y como describía el alemán Hieronymus Münzer "tienen tantos ciervos, osos, gamos, conejos y principalmente jabalíes que parece increíble".

En definitiva, vemos como se combinaban ese doble cometido inicialmente citado, por lo que se une a ese espíritu de frontera, una tarea de cuidado del entorno y de evitación de su explotación ilegal, de protección del medio ambiente, en concreto de los montes, como guardianes del territorio común o vecinal del Concejo, revestidos de propia autoridad para su cometido, y con un sistema de relevo generacional tan necesario para una tarea tan sacrificada y fundamental para los habitantes de la frontera como la encomendada.

Fuentes:

-"Héroes, Aventureros, Caudillos y Gestas", Antonio Martínez Miguélez.
-"Enigmas y misterios de los almogávares", Guillermo Rocafort
-"La frontera y el bosque en el Medievo: nuevos planteamientos para una problemática antigua", Vincent Clement.
 
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spyglass

Madmaxista
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18 May 2011
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En alguno de los siete mares
Por poco tiempo. Desaparecieron después de la revuelta de las Alpujarras.
Los moriscos del Albayzín no se unieron a la rebelión por conveniencia y considerar a los monfíes, que lideraron la revuelta, como unos salvajes. Pero de nada les sirvió y salvo un puñado de familias de la aristocracia nazarí que se convirtieron y se terminaron mezclando acabaron todos expulsados. En el s. XVIII el Albayzín estaba medio despoblado.
 

alicate

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Interesante tema.¿¿ Se sabe si en el reinado de Enrique ll de Castilla ya había cazadores de cabezas?? (Creo recordar que enpezó a reinar en 1369)
Gracias
 

Wodans

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Interesante tema.¿¿ Se sabe si en el reinado de Enrique ll de Castilla ya había cazadores de cabezas?? (Creo recordar que enpezó a reinar en 1369)
Gracias
Sí, aparecieron en ese mismo siglo.