MonteKarmelo
Madmaxista
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El mayor drama de Rodríguez es que va a terminar igual que Aznar. Bueno, igual no. Peor, porque a éste cuando las urnas le pongan de pilinguis en la calle no le va a querer ver en pintura ni su suegra. Aznar ha conseguido el plácet de los ricos que en el mundo son Murdoch o Briatore, al igual que González –Slim-, pero a Rodríguez no le va a contratar ni Botín, ni siquiera como conserje de la Ciudad Financiera, por mucho que el banquero cántabro ahora le baile las aguas al político leonés. Lo que quiero decir es que Rodríguez ha cometido el mismo error que cometió Aznar hace cuatro años, y eso le va a costar la salida precipitada por la puerta de servicio del Palacio de la Moncloa. En septiembre de 2003, nada más nombrar a Rajoy sucesor en el PP y con las encuestas en ese momento en su punto más álgido para Aznar después de varios meses de caída imparable, casi todos en su partido aconsejaban adelantar lo más posible las elecciones. Pero Aznar se había abonado a la tesis de la legislatura completa y como es terco como una burra de ahí no le movía ni dios, con perdón. Y así le fue, aunque realmente el gran perjudicado fue don Mariano.
A Rodríguez le va a pasar tres cuartos de lo mismo. En lugar de haber aprovechado el despunte que este verano le han regalado los sondeos y haber convocado elecciones para finales de octubre, ha decidido que, como él es algo así como una especie intermedia entre Supermán y Ghandi, no hay problema, crisis o ralentización económica que se le resista, y que él aguanta hasta el final, contra viento y marea y a pesar de Solbes y sus malos augurios. Craso error del cual no dejo de alegrarme, por otro lado. Porque resulta que cuando Rodríguez se las promete más felices, es precisamente cuando la situación económica se le ha empezado a torcer de manera irrevocable. Miren, no voy a pecar de catastrofismo y por eso les diré que, francamente, no veo en el horizonte una recesión en toda regla como aventuran algunos, aunque si una brusca desaceleración del crecimiento con lo que eso supone de destrucción en el empleo más precario –el que afecta, sobre todo, a pagapensiones-, y les diré el porqué.
La economía española ha crecido durante estos años abonada a una espiral de crecimiento del crédito exterior que parecía imparable. Pues bien, esa espiral de crecimiento se ha frenado en seco y, por el contrario, ha iniciado una especia de marcha atrás. Es decir, ya no hay crédito para la economía española, lo cual inevitablemente afecta a las entidades financieras. Además, la economía mundial se ha instalado en un ambiente de absoluta incertidumbre, y como nuestro país ha acumulado durante este tiempo unos volúmenes desorbitados de deuda, esa circunstancia nos penaliza internacionalmente, por lo que a las empresas y a las entidades financieras les va a resultar extraordinariamente difícil acudir a la financiación exterior. Y eso, inevitablemente, se traduce en una merma de la concesión de crédito interno, provocando una desaceleración brusca –que ya se ha producido, de hecho- del consumo privado y frenando el mercado hipotecario.
Y, sin embargo, ésta no es la peor faceta de la crisis, si me apuran, aunque es la que va a tener un efecto negativo, a medio plazo, sobre los indicadores macroeconómicos. No. La peor faceta de la crisis está en las expectativas, y esa crisis de expectativas se ha instalado ya con toda su crudeza en la mayoría de la población española. Da igual que Rodríguez diga que todo va bien, o que Carme Chacón asegure, como si cada mañana al levantarse lo primero que haga sea una llamadita al despacho de Trinchet, que la subida de tipos ha tocado techo... ¡Qué cachopo saben estos dos pazguatos! Lo peor de todo es que pretenden, como pretende el simple de Manuel Chaves, convertir a los ciudadanos en una pandilla de idiotas sin sentido común. Que Emilio Botín diga que todo va bien cuando resulta que los ocho mil millones de pérdida de poder adquisitivo de las familias españolas por culpa de la subida de tipos de interés le han permitido al Santander engordar con 9.000 millones de beneficios su cuenta de resultados, forma parte del guión en el reino de la usura. Pero un responsable político tiene que tener el suficiente coraje como para saber darle a la opinión pública una visión de la realidad lo suficientemente digna de su propio sentido común, y no caer en esos excesos de complacencia a los que nos tiene tan acostumbrados este personaje.
Porque lo cierto, y este es el nudo gordiano de lo que se nos avecina en los próximos meses, es que una inmensa mayoría de los ciudadanos de este país empiezan a tener serios problemas con sus cuentas. Y, lo que es más grave, están convencidos de que esta situación va a empeorar sustancialmente en los próximos meses. Es curioso que en los últimos sondeos del CIS empiece a surgir como uno de los problemas que más afectan a los españoles el poder llegar a fin de mes. Eso es una crisis de expectativas. Y no afecta solo a las empresas, que también, sino que, principalmente, afecta a los consumidores. Y si cae el consumo –que ya lo ha hecho de manera brusca a decir de los ingresos por IVA-, la economía se resiente de manera inevitable.
Hace más de una década, cuando el PP ganó sus primeras elecciones, el efecto de la crisis económica sobre el electorado se medía en términos del paro registrado. Es decir, uno sentía la crisis cuando pasaba a engordar la cola del Inem. Ahora no. Gracias, precisamente, a la labor económica de esos ocho años de Gobierno del PP, este país cuenta con una clase media muy extendida cuya cultura económica es considerablemente mayor que entonces y que siente la crisis en términos, no de paro, sino de merma de su capacidad de consumo. Y eso, señor Rodríguez, es lo primero que se nota cuando llegan las vacas flacas. Y han llegado ya. Así que, parafraseando aquella famosa intervención de Clinton, cabe decir eso de: "¡Son las expectativas, petulante!". Pero para aprenderlo hace falta algo más de dos tardes.
http://www.elconfidencial.com/cache/2007/09/08/31_expectativas_idiota_expectativas.html
A Rodríguez le va a pasar tres cuartos de lo mismo. En lugar de haber aprovechado el despunte que este verano le han regalado los sondeos y haber convocado elecciones para finales de octubre, ha decidido que, como él es algo así como una especie intermedia entre Supermán y Ghandi, no hay problema, crisis o ralentización económica que se le resista, y que él aguanta hasta el final, contra viento y marea y a pesar de Solbes y sus malos augurios. Craso error del cual no dejo de alegrarme, por otro lado. Porque resulta que cuando Rodríguez se las promete más felices, es precisamente cuando la situación económica se le ha empezado a torcer de manera irrevocable. Miren, no voy a pecar de catastrofismo y por eso les diré que, francamente, no veo en el horizonte una recesión en toda regla como aventuran algunos, aunque si una brusca desaceleración del crecimiento con lo que eso supone de destrucción en el empleo más precario –el que afecta, sobre todo, a pagapensiones-, y les diré el porqué.
La economía española ha crecido durante estos años abonada a una espiral de crecimiento del crédito exterior que parecía imparable. Pues bien, esa espiral de crecimiento se ha frenado en seco y, por el contrario, ha iniciado una especia de marcha atrás. Es decir, ya no hay crédito para la economía española, lo cual inevitablemente afecta a las entidades financieras. Además, la economía mundial se ha instalado en un ambiente de absoluta incertidumbre, y como nuestro país ha acumulado durante este tiempo unos volúmenes desorbitados de deuda, esa circunstancia nos penaliza internacionalmente, por lo que a las empresas y a las entidades financieras les va a resultar extraordinariamente difícil acudir a la financiación exterior. Y eso, inevitablemente, se traduce en una merma de la concesión de crédito interno, provocando una desaceleración brusca –que ya se ha producido, de hecho- del consumo privado y frenando el mercado hipotecario.
Y, sin embargo, ésta no es la peor faceta de la crisis, si me apuran, aunque es la que va a tener un efecto negativo, a medio plazo, sobre los indicadores macroeconómicos. No. La peor faceta de la crisis está en las expectativas, y esa crisis de expectativas se ha instalado ya con toda su crudeza en la mayoría de la población española. Da igual que Rodríguez diga que todo va bien, o que Carme Chacón asegure, como si cada mañana al levantarse lo primero que haga sea una llamadita al despacho de Trinchet, que la subida de tipos ha tocado techo... ¡Qué cachopo saben estos dos pazguatos! Lo peor de todo es que pretenden, como pretende el simple de Manuel Chaves, convertir a los ciudadanos en una pandilla de idiotas sin sentido común. Que Emilio Botín diga que todo va bien cuando resulta que los ocho mil millones de pérdida de poder adquisitivo de las familias españolas por culpa de la subida de tipos de interés le han permitido al Santander engordar con 9.000 millones de beneficios su cuenta de resultados, forma parte del guión en el reino de la usura. Pero un responsable político tiene que tener el suficiente coraje como para saber darle a la opinión pública una visión de la realidad lo suficientemente digna de su propio sentido común, y no caer en esos excesos de complacencia a los que nos tiene tan acostumbrados este personaje.
Porque lo cierto, y este es el nudo gordiano de lo que se nos avecina en los próximos meses, es que una inmensa mayoría de los ciudadanos de este país empiezan a tener serios problemas con sus cuentas. Y, lo que es más grave, están convencidos de que esta situación va a empeorar sustancialmente en los próximos meses. Es curioso que en los últimos sondeos del CIS empiece a surgir como uno de los problemas que más afectan a los españoles el poder llegar a fin de mes. Eso es una crisis de expectativas. Y no afecta solo a las empresas, que también, sino que, principalmente, afecta a los consumidores. Y si cae el consumo –que ya lo ha hecho de manera brusca a decir de los ingresos por IVA-, la economía se resiente de manera inevitable.
Hace más de una década, cuando el PP ganó sus primeras elecciones, el efecto de la crisis económica sobre el electorado se medía en términos del paro registrado. Es decir, uno sentía la crisis cuando pasaba a engordar la cola del Inem. Ahora no. Gracias, precisamente, a la labor económica de esos ocho años de Gobierno del PP, este país cuenta con una clase media muy extendida cuya cultura económica es considerablemente mayor que entonces y que siente la crisis en términos, no de paro, sino de merma de su capacidad de consumo. Y eso, señor Rodríguez, es lo primero que se nota cuando llegan las vacas flacas. Y han llegado ya. Así que, parafraseando aquella famosa intervención de Clinton, cabe decir eso de: "¡Son las expectativas, petulante!". Pero para aprenderlo hace falta algo más de dos tardes.
http://www.elconfidencial.com/cache/2007/09/08/31_expectativas_idiota_expectativas.html